Joe Biden reunido con los presidentes del Triángulo Norte

Por Orson Mojica

   El pasado 14 de Noviembre, el marco del foro “Invirtiendo en Centroamérica: Abriendo oportunidades para el crecimiento”, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en su sede principal en Washington, los presidentes Otto Pérez Molina (Guatemala), Salvador Sanchez Cerén (El Salvador) y Juan Orlando Hernández (Honduras) presentaron de manera conjunta, ante el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, un documento con el sugestivo título de “Lineamientos del Plan de la Alianza para la prosperidad del Triángulo Norte”.

Esta reunión es continuidad de la realizada por Barack Obama en julio de este año, con los presidentes del Triángulo Norte, a raíz de la crisis provocada por la oleada de niño migrantes procedentes de Centroamérica.

Extraña unidad de los gobiernos

   Pocas veces los gobiernos de Centroamérica presentan posiciones conjuntas, siempre se han caracterizado por la fragmentación política y la abyección ante el imperialismo norteamericano. Esta reunión no fue la excepción, sino la confirmación de esta tendencia histórica, a pesar que es la primera vez que los gobiernos del Triángulo Norte,aquejados por la crisis económica y el déficit fiscal, presentan una posición unitaria en la desesperada búsqueda por obtener recursos económicos ante el amo imperialista.

La tragedia social que sacude a Centroamérica, ha obligado a los gobiernos del Triángulo Norte a asumir algunas posiciones conjuntas para evitar el colapso de las instituciones del Estado burgués en cada uno de sus países, y conseguir dinero que les permita mitigar un poco la crisis económica y la degradación que carcome a estos países.

Denominador común

   Hay un denominador común en los países del Triángulo Norte: la pobreza, extrema violencia y continuas oleadas migratorias. Guatemala. Esto no es una casualidad, tiene un origen común. Guatemala, El Salvador y Honduras representan una trilogía de países en donde la revolución fue sofocada a sangre y fuego. La derrota de las guerrillas y las masacres, masivas o selectivas, fueron maquilladas con aperturas democráticas controladas, durante la convulsa década de los años 80. La derrota, por un lado, y la ofensiva neoliberal que vino posteriormente, por el otro, se combinaron para agudizar las terribles condiciones de vida de las masas populares

   La punta del iceberg de esta tragedia social han sido las continuas oleadas de niños migrantes que son capturados en la frontera de Estados Unidos. En realidad, los niños no viajan solos, pero el solo hecho de capturar tantos niños es un síntoma alarmante de descomposición social que el imperialismo norteamericano no ha dejado pasar de manera desapercibida y, al contrario, ha comenzado a tener una política para desinflar inminentes situaciones de violencia incontrolable y sus secuelas migratorias.

Norte y Sur dentro de Centroamérica

Las secuelas de la derrota de la revolución y la actual crisis económica ha configurado Centroamérica en dos polos, con países parecidos pero distintos: los países del Triángulo Norte, son la zona geográfica que refleja una situación de retroceso social y barbarie, mientras los países de la parte sur (Nicaragua, Costa Rica y Panamá) aunque aquejados por la crisis representan una situación relativamente distinta al Triángulo Norte.

El caso de Nicaragua es excepcional porque, aunque sufrió directamente la ofensiva imperialista y su revolución fue derrotada, dos décadas después su economía capitalista muestra débiles signos de recuperación.

Oleadas migratorias incontenibles

   El documento presentado por los presidentes del Triángulo Norte revela un dato alarmante: cerca del 9% de la población de Guatemala, El Salvador y Honduras, unas 100,000 personas, cada año migran clandestinamente hacia Estados Unidos, buscando trabajo y huyendo de la violencia: “Hasta el 31 de agosto de este año, 50,303 niños procedentes de nuestros tres países han sido detenidos en la frontera de los EEUU, superando en más de 15 veces la cifra de 2009 (…) De acuerdo a American Community Survey (Census Bureau), los migrantes de El Salvador alcanzan 1.3 millones mientras que los guatemaltecos rondan casi 900 mil y los hondureños 536 mil”

   El alto índice migratorio refleja la desintegración de los países del Triángulo Norte. El caso más trágico se concentra en El Salvador, un país que ha tenido una constante y ascendente sangría migratoria desde los años 80.

   Con mucha preocupación, los presidentes del Triángulo Norte han abandonado sus diferencias ideológicas para concluir que: “La intensidad de los problemas que vivimos hoy será mayor mañana si no acortamos los tiempos para obtener resultados concretos que signifiquen mejoras reales en las perspectivas de empleo, ingresos y bienestar social en nuestros países”.

Problemas estructurales del capitalismo semicolonial

   Los presidentes del Triángulo Norte han concluido que los problemas a resolver son los siguientes: “(…) La falta de oportunidades de empleo, la violencia y la reunificación familiar han sido las principales razones para emigrar de nuestra región. (…) El modesto crecimiento de la región ha limitado las oportunidades para la población. (…) El bajo crecimiento ha conllevado a una tímida reducción de la pobreza y la desigualdad. (…) Una escasa formación de capital y economías concentradas en actividades productivas de escaso valor agregado han mermado nuestro potencial de crecimiento (…)”.

   Pareciera que estamos ante una crítica de las consecuencias de la ofensiva neoliberal, pero no es así. Lo que han hecho los presidentes del Triángulo Norte es describir tímidamente la realidad económica y social de nuestros países, cuyas economías se han degradado después de la derrota de la revolución en 1990-1992.

   Los presidentes reconocen que las escasas inversiones extranjeras en los países del Triángulo Norte se concentran en actividades de “poco valor agregado”, lo que acentúa la pobreza. Un dato alarmante es que más del 50% de la Población Económicamente Activa (PEA) se concentra en la agricultura y el comercio, mientras que menos del 15% se dedica a la industria manufacturera: “(…) Nuestras economías se caracterizan por un alto nivel informalidad. Tanto en El Salvador (71%), como en Guatemala (81%) y Honduras (84%) la misma supera el promedio de Centroamérica (65%) (…) Los jóvenes desempleados representan una gran proporción del desempleo total. En Guatemala y Honduras, constituyen más de la mitad de todos los desempleados, mientras que en El Salvador son más del 40%. La proporción de jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis) en nuestros países es la más alta de Latinoamérica, alcanzando niveles cercanos al 30% (…) En 2013, la tasa de subempleo visible en El Salvador alcanzó casi 30% mientras que en Guatemala y Honduras se aproximó al 15% y 12%, respectivamente.(….) En El Salvador el 70% de la población tiene acceso a instalaciones de saneamiento, comparado con el 82% en América Latina. En Guatemala y Honduras alrededor del 18% de la población carece de acceso a electricidad, comparado con 5% en América Latina”.

   Esta confesión de los presidentes del Triángulo Norte confirma que el caso más grave de decadencia social está concentrado en El Salvador. No es una casualidad, pues, que el problema de las maras en ese país refleja un fenómeno con profundas raíces sociales, que no puede ser erradicada mientras no cambien las circunstancias que lo originó.

La imparable violencia

   Este es el contexto de decadencia económica y social que permite el florecimiento de la violencia, convirtiendo a los países del Triángulo Norte en la zona más violenta del mundo:  “(…) En el Triángulo Norte tenemos una tasa de violencia superior al promedio de Centroamérica y de América Latina, siendo particularmente elevada en Honduras. En 2012, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes fue 90 en Honduras, mientras que en Guatemala alcanzó 40 y en El Salvador 41, superiores al promedio regional de 25.24 En 2013, tuvimos 14,300 homicidios, de los cuales más del 90% se localizaron en los municipios con mayor emigración”.

   Estos datos no son nuevos, pero en boca de los presidentes del Triángulo Norte es una reafirmación de la justeza de nuestras críticas al capitalismo semicolonial.

El déficit fiscal

   El último componente de este drama social es el omnipresente déficit fiscal. Para 2013 Guatemala tenía un déficit fiscal de 2.07 de su PIB, Honduras tiene 3,50 y El Salvador es el más alto con 4.04. El déficit fiscal está asociado al endeudamiento público creciente. Para 2013 la deuda pública de Guatemala representaba el 24,4 del PIB, para Honduras representaba el 40.2% y para El Salvador representaba el 54.9% del PIB.

   Lo que no dicen los presidentes del Triángulo Norte es que la falta de ingresos en el presupuesto se debe al efecto de los tratados de libre comercio y al hecho que las grandes empresas nacionales y extranjeras tiene exenciones fiscales casi permanentes, quedando el peso de los impuestos sobre la clase media y los sectores populares, lo          que resulta insuficiente para sostener los gastos mínimos del Estado.

Más entrega al imperialismo: zonas económicas especiales

   Como conclusión, los presidentes del Triángulo Norte se han impuestos una seria de medidas a tomar como la promoción de la inversión extranjera, que no es otra cosa que la entrega de los recursos naturales y la explotación de la mano de obra semi esclava.

   Llama la atención que los presidentes del Triángulo Norte se han comprometido a impulsar “la creación de zonas económicas especiales en donde se les brindará un tratamiento diferenciado a nuevas inversiones”, retomando la experiencia que impulsó Juan Orlando Hernández, cuando fue presidente del Congreso Nacional de Honduras, creando las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE).

Otto Pérez Molina y Juan Orlando Hernández representan sectores de la burguesía en Guatemala y Honduras, pero la posición de Salvador Sanchez Cerén, un ex guerrillero que dice ser de izquierda, es realmente vergonzosa. El gobierno del FMLN en El Salvador acepta este planteamiento de crear “zonas económicas especiales” dando un salto de calidad en su arrodillamiento ante el imperialismo norteamericano y las transnacionales.

Medardo González, Secretario General del FMLN, guardó silencio en torno al tema de las “zonas económicas especiales”, pero declaró que el FMLN apoyaba el planteamiento conjunto de los presidentes del Triángulo Norte, en su apuesta por "fortalecer la economía y consolidar las instituciones y trabajar en el terreno de la seguridad pública y generar que haya menos inmigración". (La verdad digital.com, 17/11/2014)

En su documento, los presidentes del Triángulo Norte retomaron el viejo planteamiento de agilizar el comercio, incluyendo una mayor movilidad de los trabajadores de estos países, lo que indica que buscan que las altas tasas de desempleo abierto incidan en la reducción de salarios, como una forma de atraer a las transnacionales.

Objetivo central: Fortalecimiento y coordinación de las policías

   Para lograr una mayor “seguridad ciudadana” los presidentes del Triángulo Norte se han comprometido a impulsar un plan de fortalecimiento y coordinación de las fuerzas policiales:    “(…) fortalecer las capacidades de gestión de las fuerzas policiales, incluyendo formación, capacitación, profesionalización y equipamiento, sistemas de información para prevenir y combatir el delito y a su vez promover su acercamiento a la comunidad, incluyendo sólidos mecanismos de rendición de cuentas que mejoren la percepción y la confianza ciudadanía. (…) A nivel regional, se buscará la mayor sinergia posible en formación policial, centros de referencia de información de violencias y delitos, banco de experiencias de los tres países en materia de prevención y control del delito, entre otros”

   Detrás del palabrerío sobre la “seguridad ciudadana” se esconde el objetivo real de fortalecer, no a los ejércitos, sino a los aparatos policiales por ser estos quienes están al frente de la represión y de la imposición del orden. Para camuflar este objetico central, también se proponen modernizar el sistema de tribunales de justicia, para darle una cobertura jurídica al proceso de revitalización de las desprestigiadas e inoperantes instituciones del Estado.

El optimismo de Biden

La conclusión es obvia: como pordioseros los gobiernos del Triángulo Norte piden ayuda económica a Estados Unidos, a través del BID. Para justificar la necesidad de apoyo económico, estos gobiernos han tenido que plantear parcialmente la dramática realidad social de esos países condenados a la barbarie.

El vice presidente Joe Biden ha mostrado sus reticencias con una mezcla de moderado optimismo:Siempre que haya voluntad política (en Honduras, Guatemala y El Salvador), Estados Unidos estará preparado para trabajar con estos países para lograr avances que beneficiarán a todo el hemisferio (…) Yo no veo ninguna razón por la cual Centroamérica no puede convertirse en la gran historia de éxito futuro en el hemisferio (…) Pero ninguna cantidad de asistencia financiera va a resolver este problema. El ingrediente clave no es el dinero, sino la voluntad política para tomar algunas decisiones extremadamente difíciles en esos países”. (La Nación, 15/11/2014)

No hay duda que el imperialismo norteamericano está muy preocupado por la descomposición social de los países del Triángulo Norte, pero ello no implica que tiraran el dinero. Al contrario, el Plan “Alianza para la Prosperidad” demuestra que el imperialismo norteamericano quiere dirigir sin intermediarios el proceso de recomposición del Estado burgués en los países del Triángulo Norte.