Por Juan Castel

El pasado miércoles 21 de agosto se llevaron a cabo varias manifestaciones en diversos puntos de veinte de los veintidós departamentos que conforman Guatemala –exceptuando a Chimaltenango y la capital. Las marchas fueron convocadas por “La Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas” (CNOC) y por el “Comité de Desarrollo Campesino” (Codeca); llegaron a tener una participación masiva en los departamentos de Huehuetenango, Retalhuleu, Quiche, Sololá, Baja Verapaz y Zacapa.

Las motivaciones que llevan a estas dos organizaciones campesinas a movilizarse son: la eterna problemática del régimen de tenencia de la tierra en el campo guatemalteco; el elevado costo de la energía eléctrica; la aprobación inmediata de la ley de “Desarrollo Rural Integral” –iniciativa de ley 4084-; la criminalización de sus protestas; la persecución y asesinato de los líderes comunitarios e indígenas; el desalojo que sufren las familias campesinas a manos de las fuerzas de seguridad gubernamentales; la inauguración de bases militares en zonas de conflictividad social, generada esta última por el interés del capital nacional e internacional, –mineras, hidroeléctricas, cementeras, latifundios de monocultivos y de agro exportación-; el indetenible crecimiento del costo de los productos que conforman la canasta básica.

Al igual que muchos otros de los problemas que agobian a la población guatemalteca, los arriba mencionados no tienen un origen reciente. Por eso nos permitirnos recordar que el año pasado el recién juramentado gobierno del  menudo Otto Pérez Molina, se enfrentó a un crecimiento de la movilización del sector campesino-indígena, que inició con una masiva movilización encabezada por el “Comité de Unidad Campesina” (CUC) realizada del 19 al 27 de marzo, y cuyos organizadores iniciaron una mesa de diálogo gubernamental que no buscó en ningún momento solucionar la problemática de los camaradas campesinos, sino solo dispersarlos en promesas vanas y en el olvido. A esto le siguió la respuesta de las diferentes organizaciones campesinas, que estuvieron en movilización casi permanente para presionar al gobierno a que estableciera compromisos fidedignos.

Pero tanto ayer como hoy, el problema de no darle solución a la desigualdad imperante en el campo tiene su raíz en las contradicciones claras de la casta política guatemalteca. Esos mafiosos descarados lucran siendo representantes de los intereses de la burguesía tradicional, la oligarquía –consagrada en el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras” (CACIF)- y de su servidumbre, los grupos de poder encarnados en la burguesía emergente que tampoco buscan cambiar el status quo. Los diputados, como buenos representantes del capital han pretendido dar apoyo a los compañeros campesinos solo cuando estos están a las puertas del palacio de los ladrones –“Palacio Legislativo del Honorable Congreso de la República”- para después dar un giro, una pronta amnesia y enterrar en los gabinetes lo prometido. Y sin importar el partido de la burguesía al que pertenezcan, todos se han valido de estas tácticas, hasta el propio presidente, que cuando ha sido presionado por la movilización campesina ha salido con sus discursos de voz torpe y de manos engañosas a prometer y a firmar las peticiones justas del campesinado, promesas que se desconocen pronto cuando aparece la mesa de diálogo, que más que dialogar ha buscado subyugar las demandas y comprometer la dinámica de la lucha campesina, que se ve detenida por el sosiego promovido por esta táctica perentoria.

Por eso desde el “Partido Socialista Centroamericano” (PSOCA) entendemos que este gobierno no negociará con los compañeros campesinos e inclusive seguirá haciendo sus ya naturales tácticas embusteras, a menos que se encuentre sumamente presionado por la movilización del campesinado y que se vea obligado a maniobrar incluso sobre los intereses de la oligarquía terrateniente para mantener la gobernabilidad en el país. Pero entendemos también que esa presión no se puede dar con la lucha por separado que llevan actualmente todas las organizaciones campesinas, que abanderan en su mayoría las mismas peticiones justas. Por eso llamamos y no nos cansaremos de llamar a la conformación de un frente unido campesino, que se movilice unitariamente para obligar al gobierno a negociar.

¡¡¡La fuerza ya existe camaradas, solo nos falta la unión!!!