Por Gregorio Mateo Raudales

La actual crisis de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) se ha desarrollado a lo largo de seis años, en medio de una Reforma Universitaria que en su forma práctica se ha consolidado gracias a la desarticulación de la participación y representación estudiantil en la construcción, discusión, aprobación, socialización y aplicación de los procesos académicos-políticos que supone dicho proyecto de reforma.

Será precisamente en el segundo período académico de 2016 cuando entran en vigencia la Normas Académicas de la UNAH, mismas que despiertan una profunda contradicción con gran parte de los sectores estudiantiles –organizados y no organizados–, quienes en un primer momento enfocaron su atención en la cuestión de aprobación y permanencia. Estas contradicciones particulares, sin embargo, van acrecentando la necesidad de reconocer un principio esencial, relegado por la desinformación mediática que la institución promueve: el poder estudiantil. Tras un proceso de maduración política en el seno de las dinámicas democráticas del Movimiento Estudiantil Universitario (MEU), las Asociaciones de Carrera van asumiendo la visión de construir un proyecto de democratización de la Universidad, que nos permita como estudiantes ser parte auténtica de las decisiones y procesos de la UNAH.

Del MEU, su organización y estructura

Las contradicciones entre visiones de lucha abrieron la discusión para buscar una solución a la crisis de la UNAH, pero no a través de la demagogia planteada por las autoridades universitarias. El MEU se constituirá desde la experiencia permanente de ideas y propuestas de las asambleas de las Asociaciones de Carrera y Movimientos Independientes que articulan al movimiento. El nivel de participación, y la prioridad que las bases le han dado a su incidencia en las tomas de decisiones, ha superado –como en los casos de la Facultad de Economía o la Carrea de Medicina– a la dirigencia de las mismas carreras; permitiendo una representación consensuada y amplia en los espacios de construcción del MEU.

Cada Asamblea de Carrera, Facultad y Movimiento Independiente promueve una visión de la lucha, que pasa por una discusión integral entre los sectores de coordinación, hasta una plena socialización y construcción en asambleas generales del MEU. Es precisamente esa práctica política la que ha consolidado la legitimidad nacional del Movimiento; la misma que hace dos semanas permitió la articulación del Frente de Reforma Universitaria (FRU), en el seno de las Asambleas del MEU, como muestra de apertura e inclusión.

Propuestas y contrapropuestas: el poder estudiantil

La lucha estudiantil se enmarca en una crisis de legitimidad. Escenario que pone en contradicción los mecanismos de acceso y permanencia a la Educación Superior, y las “exigencias sociales y políticas de la democratización de la universidad y la reivindicación de la igualdad de oportunidades para los hijos de las clases populares” (Santos, 2007, pág. 22); y que se ha agudizado en la UNAH después de la invisibilización constante de las propuestas que como sector organizado hemos presentado, y obviamente, por la criminalización a nuestros compañeros y compañeras en Ciudad Universitaria y Centros Regionales. El 23 y 25 de mayo de 2016, el MEU presentó sus propuestas iniciales que pretendían abrir paso a un proceso de construcción entre las partes para resolver la problemática de la normativa académica. Tras la negativa a estas propuestas se resolvió tomar medidas de presión que abrieran mediática y políticamente la atención a la crisis para la población hondureña, pero también a la comunidad universitaria todavía apática.

La toma general de Ciudad Universitaria el 6 de junio, el desalojo por parte de la Policía Nacional el 7 junio y el levantamiento injustificado de 6 órdenes de captura en contra de nuestros compañeros/as –anteriormente requeridos en 2014 y 2015– terminó acrecentando el descontento de la población estudiantil, que para el día jueves 9 de junio se concentra de manera espontánea en una movilización de más de 10,000 personas; y quienes deciden, no sólo en CU sino en los demás CR, asumir la toma general de todos los edificios: paralizando el funcionamiento y ejerciendo la “recuperación de territorio” de la UNAH, por más de un mes a nivel nacional.  

Represión y… lucha, arte, resistencia

La recuperación de territorio parte de una experiencia aprendida de las comunidades indígenas del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas Nacionales de Honduras (COPINH), y comunidades garífunas de la Organización Fraternal Negra de Honduras (OFRANEH), quienes tras el asesinato de la compañera Berta Cáceres, compartieron mucha de su sabiduría y resistencia a las y los estudiantes. Su visión de la tierra parte de la comunión y no de la posesión; la relación y no la propiedad.

Así como nuestros hermanos y hermanas ofrendan sus vidas por proteger y recuperar lo que la opresión neocolonial les arrebata, así como estudiantes asumimos, en la limitante de nuestras condiciones sociales, culturales y políticas, una práctica de comunión entre compañeros y compañeros, una relación permanente de solidaridad, respeto, consenso y construcción.

Esta nueva práctica, lección que además se hereda de los compañeros/as zapatistas, permitió canalizar nuestra visión de una nueva universidad a través del arte. Murales, mantas, performance, vídeos, peñas, conciertos, poemas; la UNAH se pintaba de colores, y los muros opacos y sin historia contaban ahora la resistencia de los que nunca fueron, ni intentaron, ser oídos. El MEU se declaraba en Asamblea permanente, pero también a la UNAH y la lucha estudiantil como un espacio de felicidad.

En medio de este ambiente, el 22 de junio se hizo una presentación formal de nuestra propuesta de diálogo. Dicha propuesta buscaba sentar las bases de espacios permanentes de construcción que permitieran, de manera participativa, plural e incluyente, dar continuidad con auténtica representación estudiantil a los procesos de democratización que la UNAH requiere para reafirmar su carácter autónomo, crítica, propositiva y transformadora.

Los intentos por desmovilizar y desmoralizar a la lucha se frustraron en figuras penales, administrativas, grupos de choque, difamaciones públicas, etc. La legitimidad del MEU se consolidaba más, en contraste con el desgaste mediático que las autoridades universitarias sufrían, quedando sin argumentación válida para poder asumir cancelar el proceso de prediálogo iniciado el 26 de junio en Ciudad Universitaria con el MEU, el Frente de Reforma Universitaria (FRU) –que todavía no era parte de la articulación–, Fuerza Universitaria Revolucionaria (FUR), Frente Unido Universitario Democrático (FUUD), Facultad de Odontología, Facultad de Química y Farmacia y la Facultad de Ingeniería; donde estas facultades, y las próximas a sentarse el 27 (Facultad de Ciencias Económicas, Ciencias Sociales, Ciencias Espaciales, Ciencias Médicas, Ciencias, Ciencias Jurídicas, Humanidades y Artes), presentaron –y presentarían– la misma posición de no emprender un diálogo, sino no se elimina cualquier proceso judicial en contra de nuestros compañeros y compañeras; y además de la instalación de una mesa mediadora, que garantice la imparcialidad y crítica en el proceso de diálogo.

La postura de las autoridades ante la cancelación del diálogo fue no contar con las condiciones de respeto y altura que merecía el evento. A diferencia del “diálogo” del año 2015, ninguna carrera o facultad presentó una posición distinta a la consensuada por el MEU; y para sorpresa de algunos y consecuencia inevitable para otros, los frentes presentaron una postura similar, o sin cambios significativos, a la propuesta del movimiento, a excepción de la FUR. Precisamente, porque la construcción de la propuesta involucró a todos los sectores en una discusión activa, y el respaldo de bases hacia los frentes es mínimo.

El primero de julio, después de tres días de silencio institucional, de más acompañamiento en la recuperación de territorio, y de las amenazas constantes de desalojo, un contingente de más 500 efectivos de represión entra a CU, siendo una acción a nivel de CR, no para desalojar, sino con órdenes de capturar y levantar procesos judiciales a todas y todos aquellos que se encontraran en las instalaciones de la UNAH.

Se levantaron 19 nuevas órdenes de captura, bajo los cargos de “usurpación de la propiedad pública”, “daños al bien público”, y lo más preocupante, “sedición en contra del Estado de Honduras”. Durante el desalojo los más de 250 estudiantes se aglutinaron en el edificio de Ciencias de Salud para esperar acompañamiento de prensa y defensores de Derechos Humanos, y quedando en la Facultad de Economía 24 compañeros/as (dos de ellos menores de edad) que por la irregularidad del proceso, no pudieron aglutinarse con los demás estudiantes: siendo desalojados violentamente, expuesta su imagen y llevados al Departamento Policial de Investigación (DPI); cometiéndose un delito a no presentar una orden de captura formal en contra de ellos, y de sobrepasar el límite de tiempo establecido para una detención de este tipo.

El desalojo se dio a las 8 de la mañana, al principio sólo acompañaban padres y madres de familia, 300 personas caminaban las primeras cuadras hasta verse acompañadas, posteriormente, por docentes, estudiantes, trabajadores de la UNAH, que en su movilización hacia la DPI se acuerpaba por más de 800 personas.

La UNAH permaneció cerrada y militarizada hasta el 6 de julio. El MEU decidió reactivar las Asambleas en todas las Facultades, y CR. La convocatoria fue masiva, en Comayagua, Choluteca, San Pedro Sula. En Tegucigalpa fue el centro del descontento, más de 14,000 personas se aglutinaron en CU exigiendo justicia y diálogo bajo las condiciones que el MEU había solicitado.

En horas de la tarde, y tras una jornada de socialización en todos los sectores, las autoridades presentan su apertura para “continuar” el diálogo, teniendo como agenda única: las condiciones del MEU para sentar un diálogo sincero, incluyente y participativo. La convocatoria del MEU fue para el domingo 10 de julio, con una movilización desde el Hospital Escuela Universitario, más de 10,000 personas acompañó el acercamiento entre estudiantes y autoridades.  

Democratizar para construir

El balance del proceso de lucha estudiantil es crucial para consolidar su fuerza a nivel nacional. El acercamiento permitió que una de las exigencias, la mesa mediadora, fuera aceptada. Sin embargo, la dilatación de la jornada sólo sirvió para disolver la movilización y jugar la estrategia del desgaste. Ningún escenario de diálogo es posible si nuestros compañeros y compañeras continúan con procesos judiciales. Desde el MEU comprendemos que la necesidad de una nueva universidad se debe constituir desde el llamado de todos los sectores. La Plataforma Coordinadora Universitaria supone un intento por articular fuerzas con el sector docente, representado por el ADUNAH, el sindical, representado por el SITRAUNAH, y el estudiantil, representado por el MEU.

La necesidad de democratizar se enmarca en la conciencia general del estudiantado por ser parte activa y propositiva de un proceso de construcción de una nueva universidad; orientada su responsabilidad a los sectores que las actuales N.A., PA.A., en otras medidas de selección académico-política, excluye, margina e invisibiliza. El MEU debe elaborar un balance público de la situación de lucha, tomando la experiencia de cada asamblea de carrera; la política debe ser generar las bases para un escenario de lucha a largo plazo, que consolide su legitimidad y articulación desde las asambleas permanentes por carrera y facultad. Cualquier escenario de diálogo, especialmente sin el desistimiento de los cargos penales, sólo beneficia a las autoridades que buscan sanear su imagen y recuperar credibilidad en la opinión pública. Los diálogos entre estudiantes son la base esencial de cualquier proceso de democratización, porque la participación de cada carrera no sólo permite diagnósticos generales sobre la problemática, sino propuestas de acción y lucha, que se desarrollan con apertura según la particularidad histórica de cada sector.

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