Por Horacio Zambrano Raudales

A más de 50 días de toma de las instalaciones de la UNA (Universidad Nacional de Agricultura) de Honduras, los compañeros y compañeras demuestran tener la suficiente convicción y valentía ante la situación crítica que vive esta institución. Los estudiantes exigen la reforma integral de la UNA, debido al régimen de corrupción, manifestado en la irregularidad de las edificaciones internas, la frágil estructura académica que permite las influencias en la selección y preferencia de estudiantes a la hora del ingreso y evaluación de éstos, también se sumaron las denuncias hacia Marlon Escoto por el casi linaje compuesto por sus familiares dentro de la institución.

Luego de la aprobación por parte del Congreso Nacional, el martes 11 de enero, del decreto que contempla la creación de una Junta Interventora para la UNA, surgen varias dudas y consideraciones sobre el tema. Debemos tomar en cuenta que bajo gobiernos, como el actual, se vuelven inevitables los “reparos” a instituciones del Estado, pero no perdamos de vista que han sido estos gobiernos los que las han nombrado y dotado de administraciones. Lo mejor será darle seguimiento a esta Junta Interventora, integrarse también en los procedimientos que ésta siga ya instalada en la UNA.

¿Cuál es el rol de la Junta Interventora?

Para muchos estudiantes y profesores en lucha, la designación de la Junta Interventora ha sido un triunfo, un gran paso adelante, para otros es el “mal menor” y otros no dejan de verla con recelo. Debemos valorar realmente que es esconde detrás del nombramiento de esta Junta Interventora.

Es necesario no dejar inadvertido el papel de fondo que jugará la Junta Interventora en esta crisis. Tal parece que el movimiento de estudiantes y profesores que logró consolidar los reclamos por el saneamiento de la UNA, estalló ante problemas concretos de corrupción, nepotismo y deficiencia de las instalaciones.

La historia del movimiento estudiantil no se cansa

El movimiento nació espontáneamente, sin la presencia de corrientes políticas, sostenido por el conjunto de estudiantes que pertenecen a las diferentes carreras de la UNA. Por ello su base organizativa responde a la articulación democrática de la colectividad de estudiantes, que se reúnen en asambleas y deciden por mayoría; en este sentido, los compañeros y compañeras deben estar alertan ante cualquier maniobra que conduzca a la desarticulación, pues, está de más decir que tanto a la Junta Interventora como a la nueva administración que asuma el gobierno de la UNA, le será fastidioso lidiar con un movimiento de estudiantes organizados y prestos a denunciar cualquier injusticia.

Es necesario sentar bases fuertes en el movimiento de la UNA, quizá pequeñas organizaciones que trabajen por carrera, una especie de asociaciones de estudiantes que vigoricen y den constancia a las luchas por las mejoras inaplazables de la UNA. De allí surgirán las vocerías rotativas tal como son ahora; las discusiones podrán ser tema de agenda de las organizaciones por carrera, y así se evitarían problemas futuros como el estancamiento de las discusiones en dirigencias provisionales.

Una reforma profunda debe conducir a la autonomía

Si la petición de los compañeros de la UNA se explicaba en la frase “UNA-REFORMA”, es inexcusable ahora, ya con la Junta Interventora dentro de la institución, reforzar esta frase con la legítima participación estudiantil en este proceso. La Junta Interventora no puede sustituir a los actores de la comunidad universitaria. Sin la presencia activa y creativa de la organización estudiantil y el peso que tiene su reclamo, no habrá una reforma profunda, en donde se haga justicia al mejoramiento de instituciones públicas como la UNA, sino un maquillaje del actual statu quo; son los estudiantes, los maestros y luchadores sociales –y no los gobiernos de turno– los que asumen el resguardo y defensa de la educación pública.

¡La historia del movimiento estudiantil no se cansa!, es hora de integrar un nuevo movimiento estudiantil que pulverice el aislamiento y las luchas dispersas: la UNA tanto como la UNAH y otras universidades públicas están a un paso de liberarse de su papel fundamental en la sociedad, que no es otra cosa que servir y abrirse al pueblo. El movimiento estudiantil hondureño tiene que seguir luchando para que no sigan siendo subsumidas las universidades públicas a la lógica neoliberal; y sólo el acompañamiento, bajo las mismas consignas (autonomía, 10% para la educación superior estatal y retorno a la paridad estudiantil), hará posible esta importante hazaña.

La lucha por la autonomía para la UNA o el inicio del poder estudiantil

La lucha de los compañeros y compañeras de la UNA, vista de fondo, plantea la exigencia de la autonomía de esta importante universidad. Esto implicaría la potestad de decidir el rumbo administrativo, académico, económico y la forma de gobierno de la UNA; es fundamental pensar en el papel protagónico de los estudiantes en esta problemática, por lo tanto, es necesario exigir la representación integral en el gobierno universitario quizá compuesto por el poder bipartito, entre estudiantes y administrativos.

Los estudiantes de la UNA, en conjunto con los estudiantes de la UNAH, y demás organizaciones estudiantiles, de profesores y demás miembros de la comunidad universitaria, así como las organizaciones populares, debemos luchar por el aumento del presupuesto del 6 al 10% para la educación superior. La UNA necesita más fondos para sobrevivir. No creamos que serán los administrativos actuales o por llegar, los que consolidarán una reforma que implique la autonomía de la UNA, serán varios actores los que influirán en dicha reforma; principalmente serán los estudiantes con su media potestad dentro del gobierno universitario.

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