Por Minerva y Horacio Villegas

El rumbo del país tuvo un giro inesperado a partir de los sucesos acaecidos en el año 2009 durante la mal llamada “sucesión presidencial”. El aparente orden político y social sufrió un austero rompimiento en el cual se vieron afectadas todas las esferas que constituyen la realidad del país, por esta razón, no es motivo de sorpresa que surgiera de tales hechos una crisis que aún se cierne sobre las cabezas de todos los hondureños hoy en día; el nombre de Honduras, un país pequeño ubicado en una zona de gran interés geopolítico, se ha hecho conocer, aunque no precisamente por medio de algo bueno, hoy Honduras es uno de los países que enlista los rankings a nivel mundial y latinoamericano punteando como uno de los países más pobres y violentos, solo por mencionar inicialmente algunos de sus señoriales títulos.

Es a partir de los hechos del 2009 que las formas de violencia en el territorio se evidencian y diversifican, yendo desde lo físico hasta lo simbólico; la realidad social se manifiesta desde entonces como un golpe brutal para los sentidos que la perciben, arrastrando consigo a la población que de a poco se vuelve poco menos solidaria y desensibilizada ante el horror del amarillismo noticioso. Honduras se posiciona como uno de los países más infelices y con un alto porcentaje de enfermedades mentales en relación a la población total. La situación que hoy vive en país, se exterioriza como una constante incertidumbre en la cual la cultura de la sospecha se propaga como enfermedad viral, donde la desesperanza se vuelca en constantes suplicas a un cielo indiferente, que voltea la vista para no ver, el cruel resultado del capitalismo experimentado desde la periferia.

Las soluciones que se presentan a menudo vienen directamente del conjunto de recetarios que las grandes potencias traen como buena nueva y que, al pasar de los años, no surten ningún efecto, dicho en otras palabras, la imposición de los modelos neoliberales se figura como una gran roca que debemos empujar con la esperanza de no volver a repetir la tarea. Por su parte, los enfrentamientos ideológicos dentro de la nueva ágora que son las redes sociales solo refleja a una sociedad polarizada inmersa en discusiones eternas, que no encuentra sentido ni posible solución ante la crisis en que se vive. Que en su misma incertidumbre propone, pero no dispone y dentro del eclecticismo de sus soluciones alude otra vez al nada envidiado Sísifo. La realidad Hondureña se vuelve así, una dimensión bidireccional, un estira y encoje que conduce a esperanzas de redención aún anidadas en el topus uranus.

La derrota de la lucha contra el golpe de Estado y la reacción sobreviniente

Hasta este punto la realidad nacional se pinta como una de las peores tragedias jamás antes vistas en la historia de Centroamérica, no obstante, es importante señalar que la población también ha experimentado cambios notables a partir de los hechos acaecidos en el 2009. La participación social por medio de la opinión, se ha constituido como un nuevo poder que transgrede el control del estado, como un ojo vigilante que a pesar de su participación un tanto perezosa, observa y con la vista pasmada contempla como la realidad política en donde se aglutina el futuro del país, se trasforma en un “reductio ad absurdum”, y que en los momentos de mayor indignación y efervescencia ha conseguido movilizar a miles de personas en protesta por los grandes escándalos de corrupción que han dejado tras de sí la pérdida de miles de vidas sea por razones directas o indirectas. A pesar de la buena voluntad, las protestas parecieron no ser suficientes.

Por su parte, como resultado de esta política mutante, hija bastarda de una democracia en decadencia, tonta y sin bases ideológicas coherentes ha resurgido el partido nacional como fuerza política dominante. Los secretos que esconden para mantener la hegemonía política no parecen ser los secretos escondidos en la caja de pandora, la fórmula es sencilla: práctica proselitista, clientelismo, adoctrinamiento, alusión a la tradición radicalizada y el trabajo con bases que constituyen clases que viven en extrema pobreza y limitado capital cultural. Como resultado, teniendo en cuenta los índices de pobreza, se obtiene una mayoría al servicio de una burguesía dueña del ejercicio político. Es en esta pequeña parte de la narración donde se hace más evidente la encrucijada: la clase opositora constituye un pequeño número fragmentado en pequeñas células concentradas en partidos ideológicamente contrarios en apariencia.

A consecuencia del golpe de estado, se deriva un conflicto interno que debilita al partido liberal, constituido para aquel entonces como primera fuerza y de la cual surge un ala radical que justifica su razón de ser fundamentando su ideología en un discurso de pseudo izquierda. Esta ala rebelde del partido liberal comienza a tener una gran aceptación presentando como primer proyecto político el restablecimiento del orden constitucional, por medio de la elección de la ex primera doña Xiomara Castro de Zelaya, intento que a pesar de la afluencia de votantes simpatizantes del partido Libre y en el caso del PAC con el candidato Salvador Nasralla, no fue suficiente para derrotar al oficialismo en las urnas. Es a partir de la continuidad del proyecto político orquestado por el partido nacional, que se evidencia la necesidad de establecer nuevas estrategias para el derrocamiento del poderío que controla el futuro del país. Surge a razón de ello la propuesta de una alianza entre partidos, dicha posibilidad ofrece a la oposición la concentración de los votos en un solo poder que incline la balanza en las próximas elecciones y de esta forma garantice el derrocamiento del partido dominante. No obstante, las dificultades se han presentado a la orden del día, el camino que se ha recorrido para consolidar la alianza de partidos ha tenido constantes altibajos en los cuales las tácticas de boicot se han presentado de formas insólitas.

La logística operante por parte del gobierno de turno no se ha hecho esperar ante las tentativas de derrocar el proyecto político en curso, las tácticas van desde monitoreos en redes sociales, asesinatos, difamación, hasta la generación de temas polémicos que encausen la atención de la opinión pública a otros asuntos. Del aborto al maltrato animal, de la fuga de pandilleros hasta dirigentes espirituales celebrando elecciones con un solo contendiente, de mesías que traen consigo buenas nuevas. La realidad Hondureña se compone entonces de una cortina de humo mediática empleada como condición dilatoria para opacar el desvío de los fondos para proyectos políticos, millonarios desfalcos a los organismos del estado y para generar confusión que retrase la consolidación de la alianza.

El enemigo por dentro

“Pero, las amenazas de la alianza no solo representan un factor que proviene de las afueras, el peor enemigo de la alianza se encuentra adentro”.

La alianza de oposición surge con la premura de la coyuntura del momento, dejando tras de sí incontables enfrentamientos ideológicos, confusiones y una población enfrentada con muy baja formación política y escasa organización. Es en este punto donde la fragilidad de la oposición se hace evidente, dejando expuestas un sinfín de preguntas entre las cuales subyace la más importante: ¿Es posible generar un cambio con una victoria de la oposición? Es precisamente esta interrogante la que muchos callan, puesto que la alianza se manifiesta en la misma ingenuidad de la población como la última esperanza para recobrar el orden; vista “como un mal necesario” ha caído en el olvido uno de los males mayores, el oportunismo. Es en ese olvido, en la misma desesperación de la vieja crisis que se excluye la premisa causante de todo el mayor mal: “La mala política” y que de la mala política, de la corrupción y de la desidia es de donde surgen las verdaderas crisis. Los pequeños detalles olvidados desnudan de a poco la única verdad que ninguno quiere escuchar: “La alianza es un proyecto improvisado que corre el riesgo de desplomarse con la fragilidad de un castillo de naipes”. Si se desploma, surge la dictadura, si resiste ¿Qué sigue?

Llegado a este punto solo puede ultimarse de la siguiente forma: el nacimiento de la alianza no surge con una mala intención, pero tal intención surge ante la inminente de una debilidad política por parte de los partidos de oposición, que se evidencia y que se reconoce al aceptar el pacto no después de interminables conflictos y discusiones entre dirigentes y bases de partidos. Tres largos años de pugna y enfrentamiento a partir de las últimas elecciones hicieron que se considerase las posibilidades de establecer una alianza de oposición pero estas se arraigaron, únicamente ante la amenaza de la reelección, uno de los incontables proyectos que nacen en el descaro de la corrupción y la impunidad.

Para que la alianza se considere una verdadera amenaza a los intereses de la clase burguesa del país, es necesario hacer una reconsideración de su razón de ser, es decir que el verdadero cambio se obtendrá, cuando la población así como las figuras que fungen como representantes asuman una madurez política que permita no solo construir proyectos políticos basados en discursos, anhelos y utopías romancistas (muy bien aceptados en la población), sino en la creación de proyectos a largo plazo con planes de acción objetivos y realistas que incluyan una verdadera educación de las bases para la toma de decisiones consciente, critica y combativa, no apresurada y producto de la desesperación. Honduras nuevamente evidencia poseer una política en pañales, donde su ejercicio surge de la necesidad coyuntural y que se pretende tapar con la simpleza que dan las soluciones que se obtienen por el sentido común.

La crisis de Honduras no puede ser solventada con la desfachatez de una improvisación actoral por parte de los dirigentes políticos, es necesario que la transformación se encause en otras direcciones que incluyan agentes de cambio decisivos, como el abandono del interés personal para crear perfiles “de buen político” para afianzarse una carrera. La política no es un fin en sí mismo, se trata del medio por el cual es posible alcanzar el bienestar de todas las personas, por esta razón, no puede tomarse a la ligera, Honduras puede ser el semillero del cual germine una próxima revolución, pero para ello, es necesario que las condiciones sean las adecuadas.

¿Más de lo mismo? Crítica al caricaturesco programa de la Alianza Política de Oposición

Días antes de presentarse el veredicto sobre quién encabezaría la alianza de oposición –donde resultó ser el candidato electo Salvador Nasralla este domingo 21 de mayo–, se lanzó públicamente por las redes sociales y medios de comunicación el planteamiento político y estructural de esta alianza partidaria; todo esto vertido en una suerte de fundamentos doctrinarios que no pueden ser aplaudidos y aceptados sin antes mostrar los notables resquicios donde brotan sus inconsistencias.

El programa se reduce sencillamente en una evocación del populismo, en donde se ovacionan reformas sociales que a simple vista conceden bienestar social a la mayoría pobre y desposeída del país; una estrategia, sin embargo, embarrada de utopismo y sentimentalismo. Estamos frente a un programa impremeditado y pensado como la sombra de supuestos políticos todavía irrealizables, pero fuertemente añorados.

Las posturas políticas de la Alianza se concentran –la mayoría– en los problemas de coyuntura: la oposición a los planes reeleccionistas de JOH, a la corrupción vista desde el gran desfalco del seguro social, a la cancelación del cobro de peajes, y en general la propuesta de desmantelar las políticas asistencialistas y espurias del gobierno de turno.

No existen políticas de gran alcance en este plan doctrinario de la Alianza, en vez de presentarnos un riguroso plan de gobierno de rasgos más realistas y no tan descabelladamente románticos, se nos presenta sin más, el viejo escarnio con que los liberales del siglo XIX y XX saludaron a la crédula población hondureña de ese entonces: con la vieja idea de la gratuidad educativa incondicional y el beneficio tan bien gratuito y de rasgos universales de la seguridad social. Dos siglos de espera ya nos pesan sobre la espalda a la mayoría. Parece pues, que estamos frente a las mismas e inalcanzables promesas, esta vez preparadas a la luz de este nuevo siglo.

Otro embuste que figura en este programa de gobierno de la Alianza es hacernos creer, a los que engrosamos las extensas filas de pobreza en el país, que no se pagará por ningún servicio público tal como la luz eléctrica y el agua potable; semejante propuesta no ha sido llevada a su total realización en ningún país que ha sido moldeado en la dialéctica relación de dependencia que han tenido los países latinoamericanos con los imperialismos europeos y norteamericano, excluyendo el caso de Cuba con su sistema que garantiza en algún sentido estos servicios. Esta propuesta de la Alianza está fuera de contexto, pues al estar enmarcado el país en un sistema político dependiente y neoliberal, no es posible garantizar plenamente estos servicios.

Se reza –en este ingenuo ideario– por una “Reforma Agrícola Justa, con salvaguardia de las propiedades productivas”. Otro balbuceo retórico que no dice mecanismo alguno con que se pueda lograr este cometido; el problema del acceso a la tierra está fuertemente enlazado con la lucha campesina que decide batirse a sangre con el sector oligárquico dueño de las tierras y la mano de obra.

Hablar del acceso a la tierra para el campesino en este país es abrir el debate sobre el control exorbitante que tienen los oligarcas sobre ella; unas cuantas líneas sentimentales, expresadas sin aliento combativo o alternativas suficientes para extenuar este problema, demuestran la delirante presencia y poco alcance resolutivo de esta alianza para los grandes problemas de la nación.

El fenómeno del sistema extractivo que devora los recursos naturales de los países latinoamericanos, y la vida de sus nobles defensores, como en nuestro caso el repudiable asesinato de la compañera Berta Cáceres, es hoy un preocupante tema que agobia a la población consciente de este fenómeno. El tema de las concesiones cedidas a estas empresas extractivas solamente se truncan ligeramente con reformas, pero en el marco de dependencia y fragilidad de los estados centroamericanos es una realidad que suceda sin extrañeza alguna, este tipo de venta del territorio nacional. Y en este sentido la Alianza en cuanto al tema extractivo se refiere, solo se enviste de reformismo sin replantearse el marco histórico de debilidad estatal que tiene nuestro país, que le concesiona a los países europeos y a Estados Unidos los recursos naturales sin objeción alguna.

La Alianza de oposición: entre liberalismo y populismo

Tanto el partido LIBRE como el PAC se componen de presupuestos salidos del mismísimo liberalismo político, aunque recientemente es la retórica populista del sentimentalismo la que vertebra sus planteamientos doctrinarios. Por un lado, LIBRE al derrotar los últimos vestigios de oposición franca contra el golpismo, demostró ser una organización vasalla a las directrices del sistema eleccionario-fraudulento del país. Organización vestida de un socialismo vacío y de fondo un partido de liberales enardecidos con sus correligionarios golpistas, ideológicamente un vertedero de ideas socialistas fosilizadas y una cúpula –en su mayoría– de la vieja guardia sindicalista.

Por otro lado, está el PAC que con su intrincada postura ideológica que coquetea con los principios de libertad emanados del liberalismo, y compuesto por la clase media antorchera descontenta por la corrupción en el país, figura como el partido político de más aceptación por su reciente presencia en la vida política del país, y quizá por el carisma y franqueza de su representante Salvador Nasrralla.

Los dos partidos fusionados en la Alianza de Oposición no dejan de ser una alternativa que solo se planteó remediar problemas coyunturales, no sabemos la postura de la Alianza –encabezada ahora por Salvador Nasrralla como candidato presidencial–, frente a la presencia del gobierno norteamericano en el rumbo político del país, y tampoco advertimos el rumbo económico que tomará la Alianza si el gane frente a JOH se presenta; lo cierto es que al componerse del ideario más esperanzador del liberalismo y el populismo, es predecible su arraigo a los más recalcitrantes grupos económicos del país, y a una fuerte filiación de dependencia a las potencias dominantes.