Por Victoriano Sánchez

El domingo 22 de Enero de 1967 más de 60,000 personas provenientes de todos los rincones de Nicaragua, especialmente de las montañas, manifestaron su repudio a la dictadura somocista y a la primera candidatura presidencial del General Anastasio Somoza Debayle, hermano de Luis Somoza e hijo del fundador de la dinastía sangrienta.

Los manifestantes iban llenos de entusiasmo opositor, pero no conocían el siniestro pían elaborado por la dirigencia del Partido Conservador de Nicaragua: provocar una masacre que sirviera de suficiente pretexto para solicitar a la Organización de Estado Americanos (OEA) que enviaran observadores a “supervigilar” las fraudulentas elecciones.

Ese día la Guardia Nacional (GN) masacró a miles de ciudadanos indefensos, al final no vinieron los “observadores” de la OEA, y Somoza "ganó" las elecciones, pero el Partido Conservador entró en una profunda crisis y las masas trabajadoras tras esa sangrienta experiencia perdieron las ilusiones en la oposición burguesa.

La dinastía somocista

La entronización de la dinastía somocista fue posible por la combinación de varios factores. En primer lugar, el apoyo incondicional del imperialismo norteamericano. En segundo lugar, para instalarse en el poder, Somoza García tuvo que aplastar la guerrilla nacionalista y antiimperialista liderada por el General Augusto C. Sandino. En tercer lugar, un factor político poco estudiado, fue la permanente colaboración del Partido Conservador de Nicaragua con la dictadura, quienes aprobaron todas las modificaciones constitucionales que permitieron las sucesivas reelecciones presidenciales del dictador.

Esta cooperación política de los conservadores comenzó cuando Emiliano Chamorro, jefe de la fracción parlamentaria de su partido votó la "amnistía" para los asesinos confesos del Gral. Sandino en 1934, pasando por el Pacto de los Generales (Somoza y Chamorro, en los años 50), hasta la traición de Fernando Agüero Rocha al firmar el Pacto Kupia Kumi (Un solo corazón, en lengua misquita), precisamente después de la masacre del 22 de Enero de 1967, sólo para citar los ejemplos más relevantes.

El somocismo siempre garantizó la represión al movimiento de masas y con ello las ganancias de sus opositores burgueses. Ambos partidos, las "paralelas históricas", compartieron los asientos en la Cámara de Diputados y el Senado, así como las alcaldías, puestos públicos y el presupuesto nacional. El auge de la producción algodonera después de la finalización de la segunda guerra mundial, la buena marcha de los negocios, la "paz social" que la Guardia Nacional se encargó de garantizar con la brutal represión sobre las demandas formuladas por los obreros y campesinos, fue el poderoso factor material que hizo del somocismo el gobierno burgués más estable en la historia moderna de Nicaragua.

Sin embargo, pese a la colaboración rastrera de los conservadores siempre estallaron luchas, conspiraciones contra la familia Somoza, intentonas guerrilleras prematuramente abortadas, conatos insurreccionales, todas dirigidas por sectores "radicales" del conservatismo que hacían aparecer al Partido Conservador en su conjunto, ante los ojos del pueblo, como una alternativa de lucha antisomocista y especialmente ante las nuevas generaciones de luchadores en los años 60 del siglo XX.

La campaña electoral de 1966

Como producto del triunfo de la revolución cubana en 1959, el imperialismo norteamericano diseñó la estrategia de la "Alianza para el Progreso" para evitar la extensión de la revolución en el continente. En Nicaragua esa política se tradujo, entre otras cosas, en un recambio formal de las personas en el poder.

El títere René Schick Gutiérrez (1963-1966) sucedió en la presidencia a Luis Somoza, quien murió de un infarto. Este interregno reformista de la dictadura duró muy poco, porque Schick también murió de un infarto, siendo sucedido en la presidencia por Lorenzo Guerrero, quien terminó el período presidencial.

Era una forma de maquillar el rostro de la dictadura. En el fondo, el somocismo controlaba todo el poder. Un aspecto insignificante, como quien sucedería a Lorenzo Guerrero en la presidencia, encendió los ánimos entre la población, máxime cuando el candidato del Partido Liberal era Anastasio Zomoza Debayle. Era vital evitar que otro Somoza fuera presidente, y por eso las masas trabajadores comprendieron que era importante derrotar los planes, y vieron como única alternativa la candidatura de Fernando Agüero Rocha, un carismático líder que surgió de la juventud del Partido Conservador y que había logrado imponerse como sucesor del caudillo conservador, general Emiliano Chamorro, que precisamente había muerto en febrero de 1966, a inicios de la campaña electoral.

La campaña electoral de 1966-67 sirvió como catalizador del ascenso de masas antisomocista que se produjo en las principales ciudades y en las zonas campesinas. Aunque la mayor parte del pueblo no confiaba en las elecciones como vía para terminar con la dictadura, por la amarga experiencia de los procesos electorales "amarrados", las masas aprovechaban la menor oportunidad para utilizar cada coyuntura, para manifestar su odio contra la dictadura. Así las manifestaciones crecieron en número y combatividad al acercarse la fecha de las votaciones.

Este poderoso ascenso de masas preocupó a la alta dirigencia del Partido Conservador, a aquella "junta de notables" que pronunciaba discursos contra Somoza y esa misma noche se reunía con él para negociar las diferencias. Por todos los medios, los dirigentes conservadores trataron de conseguir la "bendición" de la embajada norteamericana, argumentando que sacar a Somoza era una necesidad para evitar el desbordamiento y la revolución social.

Estaba fresca en la memoria de la burguesía la experiencia de la revolución cubana. Fernando Agüero llegó a insinuar la posibilidad de un golpe de Estado promovido por la GN. Toda la estrategia de la oposición burguesa consistió en ganarse a la Guardia Nacional contra Somoza. Nada más!.

En el desarrollo de la campaña electoral hubo grandes contradicciones entre los conservadores y el somocismo, cuando la Unión Nacional Opositora (UNO), coalición electoral encabezada por el Partido Conservador en alianza con grupos, sindicatos y corrientes disidentes del Partido Liberal, exigió la permanencia de sus "jueces electorales" en las urnas. El somocismo se negó a garantizar la presencia de los "jueces electorales" del conservatismo.

Así, Fernando Agüero Rocha, el líder populista opositor que había logrado atraerse las simpatías de las masas por sus encendidos y fogosos discursos contra la dictadura, concibió el lúgubre plan de provocar una masacre para forzar a la embajada americana en Managua y a la OEA a que reconociera la cantidad de votos conservadores, que tenían que traducirse mínimamente en más diputados o en conquistar la presidencia.

La traición de Agüero

Cuando Agüero convocó al cierre de su campaña electoral en Managua, los ánimos estaban caldeados. Las masas se habían dado cuenta de su propia fuerza, el asesinato de decenas de activistas opositores no amilanó el entusiasmo antisomocista. La gente no quería más dictadura, esta voluntad se sintetizó en la popular consigna de "basta ya!".

Entre un sector de la juventud organizada por los conservadores en los Comités Ciudadanos de Vigilancia Electoral y Defensa del Sufragio (CIVES), se corrió el rumor de que la manifestación iba a dirigirse hasta la Loma de Tiscapa, donde estaba el Palacio Presidencial, para tomar el poder. Que iban a colocar varios camiones llenos de armas, para repartirlas entre el pueblo. Las condiciones eran propicias, efectivamente, para organizar una huelga general insurreccional. Las masas estaban dispuestas a todo, aunque los manifestantes no sabían de los siniestros palanes de la cúpula del Partido Conservador. Lo que hacía falta era una consecuente conducción antisomocista. Los conservadores jamás podían ocupar ese lugar.

Cuando las masas comenzaron a marchar rumbo a la Loma de Tiscapa, la GN ya se había atrincherado en la esquina del antiguo Banco Nacional (ahora Asamblea Nacional) y comenzó a disparar indiscriminadamente sobre los manifestantes. Algunos manifestantes, que habían oído decir que ese día caería la dictadura, se llevaron sus pistolas para contribuir a la victoria, respondiendo al fuego de los genocidas. Cuando comenzó el tiroteo la gente pidió armas, pero estas nunca llegaron, pues todo el plan consistía en provocar una masacre para garantizar los votos del Partido Conservador.

Agüero y la alta dirigencia de los conservadores, con chalecos antibalas, se refugiaron en el Gran Hotel, mientras los antisomocistas más avanzados se enfrentaban a la Guardia Nacional creyendo realmente que ese era el día de la insurrección popular. Las masas trabajadoras tuvieron que pagar con sangre su confianza en los conservadores. Desde esa fecha, el Partido Conservador entró en una profunda crisis histórica; dividido en mil fracciones ya no podrá recuperar la confianza que una vez el pueblo le brindó.

Las masas rompieron con la oposición burguesa

A partir de la masacre del 22 de Enero de 1967 todo fue más claro para el pueblo. No se podía confiar más en los opositores burgueses. Los conservadores tuvieron las condiciones todas necesarias para tomar el poder, tuvieron al movimiento de masas en disposición de combate. Todo eso caudal político fue desperdiciado por la dirigencia conservadora.

Somoza Debayle fue presidente durante el periodo 1967-1972. En 1971, firmó con Agüero el Pacto "Kupia Kumi", instaló una Junta de Gobierno Provisional mientras convocaba a una Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Constitución de 1974. Con ello, Somoza Debayle pudo ser candidato y ganar las elecciones de 1975.

Mientras Somoza avanzaba en sus planes, alas radicales del Partido Conservador, conmocionadas por el suicidio político del 22 de Enero de 1967, establecieron una alianza con la corriente tercerista del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Entre los militantes que provinieron del conservatismo podemos mencionar a Edén Pastora, Herty Lewites o el propio Joaquín Cuadra Chamorro, padre del general Joaquín Cuadra. Esta ala jacobina del Partido Conservador fue el nexo con la burguesía que, agobiada por la competencia desleal de Somoza en los negocios, decidió apoyar la lucha armada contra la dictadura, y con ello, sin habérselo propuesto, colaboraron en el derrocamiento del somocismo en 1979.

Hemeroteca

Archivo