Eduardo Montealegre del PLI y María Haydee Osuna del PLC firman acuerdos de unidad

Por Sebastián Chavarría Domínguez

Nuevamente el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y el Partido Liberal Independiente (PLI) se encuentran navegando juntos, en aguas turbulentas, embarcados en un incierto proceso de unidad de cara a las elecciones presidenciales del año 2016.

Esta no es tarea fácil, pero las bases de ambos partidos liberales presionan cada vez más fuerte para lograr la unidad del liberalismo. La unidad se ha convertido en la panacea. Las bases del liberalismo siempre tienen el sentimiento de culpa, ya que la división de los votos antisandinistas permitió el retorno del FSLN al gobierno en el año 2007.

Efectivamente, así fue. En el año 2006, el PLC y el PLI presentaron candidatos por separado. Después de una fugaz experiencia de unidad electoral en las elecciones municipales del año 2008, en el año 2011 volvieron a separarse, con la salvedad que en esta oportunidad el PLC se derrumbó estrepitosamente mientras que el PLI logró convertirse en la segunda fuerza electoral, pero a un costo muy elevado: no logró impedir la reelección de Daniel Ortega y el control total del FSLN sobre la Asamblea Nacional.

Diferentes intereses sociales y políticos

La división del liberalismo no fue producto exclusivo de las ambiciones personales de Arnoldo Alemán y Eduardo Montealegre, sino que fue el reflejo directo de diferentes grupos sociales. El fenómeno del ascenso meteórico del PLC debe entenderse en su contexto. En el año 1996, el ex alcalde Arnoldo Alemán, cuando el país todavía no se había recuperado del trauma de la revolución, se apoyó en amplios sectores populares, agitando hábilmente la bandera del temor al sandinismo, y de esta manera ascendió al poder en enero de 1997.

Pero al estabilizarse la economía del país, resurgieron algunos de los viejos grupos económicos y surgieron otros nuevos. Ambos se mostraron recelosos de la voracidad de Alemán y sus allegados, que saqueaban abiertamente al erario público. A pesar de la elevada corrupción que se dio bajo el gobierno de Alemán, amplios sectores de la burguesía toleraron y hasta financiaron al PLC para contener siempre un posible retorno del FSLN al gobierno. Pero el pacto entre el FSLN y el PLC en 1999, cambió esta percepción. Si el FSLN recuperaba el poder, ya no era necesario el PLC, los empresarios preferían entenderse directamente con el FSLN.

El PLC ganó dos elecciones presidenciales (1996 y 2001), pero fue bajo la administración de Enrique Bolaños, cuando perdió el control del poder.

El surgimiento de nuevos grupos económicos, con intereses políticos, y la división en torno a cómo enfrentar al sandinismo, es la verdadera causa de la división del liberalismo. El grupo de Eduardo Montealegre (primero Movimiento Vamos con Eduardo (MVE) y después como PLI) refleja a este nuevo sector empresarial y a la clase media, mientras que el PLC refleja solo al reducido grupo de Alemán, que no logró construir una nueva burguesía, y a los sectores plebeyos clientelistas. Desde el punto de vista de sus bases sociales de apoyo, y por el hecho de que las cúpulas se han enriquecido desde el poder, el PLC y el FSLN son hermanos gemelos, por eso pactaron en 1999 y por eso tienden a cerrar filas contra el grupo de Montealegre que se ha atrincherado en el PLI.

La crisis del PLI

El PLI se convirtió en la segunda fuerza electoral, pero sus 27 diputados (incluyendo al MRS) no tienen peso alguno en la Asamblea Nacional contra los 61 votos del FSLN. En la última elección de magistrados para la Corte Suprema de Justicia, el PLI no obtuvo la cuota que correspondía proporcionalmente a sus votos.

El Movimiento Renovador Sandinista (MRS) se ha distanciado discretamente del PLI por las veleidades negociadoras de la conducción de Montealegre; al mismo tiempo, un sector que refleja los rencores y reclamos de los ex contras (diputado Santiago Aburto y Edgardo Matamoros, ex candidato a Alcalde en Ciudad Darío), han pasado a organizar un nuevo movimiento llamado Unidad con Dignidad (MUD).

El MUD inició como una disidencia interna, como un abanderado de la unidad del liberalismo para combatir al gobierno de Daniel Ortega, pero en poco tiempo se ha transformado de hecho en un nuevo partido político, que ha comenzado a realizar trámites para obtener la personalidad jurídica.

El domingo 6 de julio el MUD organizó una marcha de protesta en Managua, reuniendo varios miles de personas provenientes de todos los rincones del país. Este hecho sorprendió a las cúpulas del PLC y del PLI. Las primeras reacciones fueron de condena. Cuando los partidos de oposición carecen de fondos, el MUD mostró capacidad de movilización, y ello obligatoriamente implica recursos.

Alberto Lacayo, vicejefe de la Bancada del PLI, caracterizó al MUD como un nuevo “Caballo de Troya”: “Esta es una movida del Frente Sandinista porque ellos temen a una verdadera unidad, ya que si todos nos unimos en pro de los colores patrios será el fin de (Daniel) Ortega.” (La Prensa, 21/8/2014).

Presión sobre el PLC y el PLI

El surgimiento del MUD se debe al enorme descontento de las bases del liberalismo. Otro aspecto a analizar es si la creación de un nuevo partido liberal le hace el juego al bonapartismo de Daniel Ortega. Mucho antes que el MUD anunciara la posibilidad de constituirse en otro partido, las cúpulas del PLC y el PLI se vieron forzadas a reiniciar pláticas en aras de lograr la unidad de cara a las elecciones presidenciales del 2016.

Las diferencias políticas entre el PLC y el PLI no serán superadas tan fácilmente, porque tienen raíces sociales diferentes y reflejan distintos grupos económicos y de poder. Por el momento algo los une: el temor a sufrir una tercera derrota electoral a manos del FSLN, que los convierta a ambos en enanos políticos. El temor los une, nada más.

Pero detrás de la firma de documentos, de las sonrisas y de los discursos unitarios, hay grandes diferencias: mientras el PLC plantea que la unidad debe ser de arriba hacia abajo, los del PLI plantean que debe ser de abajo hacia arriba. Arnoldo Alemán no soltará nada mientras no se haya asegurado alguna importante cuota de poder, mientras que Montealegre apuesta a terminar de fagocitar al PLC en este nuevo proceso unitario. Por los intereses ocultos, este proceso de unidad está lleno de altibajos.

¿El FSLN abrirá las compuertas?

Viendo hacia atrás, no cabe la menor duda que el FSLN utilizó la Ley Electoral del año 2000 para institucionalizar un sistema bipartidista, pero no se conformó con lo establecido y siempre presionó para tomar todo el poder. El error fatal de Alemán fue creer que el FSLN, que viene de la escuela de conspiración revolucionaria, se conformaría solo con una parte del pastel.

Contradictoriamente, la actual Ley Electoral no le impidió al FSLN imponer el régimen bonapartista, pero el problema es que ya no existe el otro componente del bipartidismo. La hegemonía del FSLN en la Asamblea Nacional, las alcaldías y las instituciones del Estado muestran claramente que pueden gobernar solos sin negociar con nadie, por el momento. El FSLN aspira a perpetuar esta situación en el tiempo.

Para evitar nuevos bloques antisandinistas que representen un peligro para la continuidad en el gobierno, el FSLN se prepara para reformar la actual Ley Electoral. Todo indica que el FSLN se prepara para abrir las compuertas, desmantelando el sistema bipartidista que todavía prevalece en la Ley Electoral del año 2000, aprobando una nueva Ley Electoral que le permita legalizar e institucionalizar su hegemonía, revitalizando el pluralismo político, dispersando los posibles bloques en su contra, que fueron la causa de sus derrotas electorales en 1990, 1996, y 2001.

Con cierto olfato político, el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), desde el año 2013 ha venido insistiendo en una reforma de la Ley Electoral, no para democratizar la sociedad, sino para hacer creíbles los procesos electorales. En la sociedad nicaragüense se acumulan muchas tensiones, por el agravamiento de la crisis económica y por el régimen bonapartista del FSLN. Los empresarios temen a una nueva revolución, y por ello abogan por reformas democráticas que alarguen la vida al régimen actual que garantiza sus negocios y ganancias.

Luchemos por la democratización del sistema político.

Las autoridades del Consejo Supremo Electoral (CSE) han dado a conocer que hay dos nuevas solicitudes de constitución de partidos políticos: el Partido Popular Cristiano (PPC) y Partido Autonómico Liberal (PAL) que se convertiría de regional a nacional. Todas estas nuevas agrupaciones deben enfrentar el desafío de la antidemocrática Ley Electoral.

Independientemente de las maquinaciones de los partidos liberales en su afán por recuperar el poder, se requiere democratizar el sistema electoral y de partidos políticos, el cual sufrió un golpe mortal con la aprobación de la Ley Electoral del pacto Alemán-Ortega en el año 2000. Los partidos de izquierda fueron los más golpeados en este proceso de liquidación masiva de partidos políticos.

Se requiere destruir los requisitos prohibitivos de la Ley Electoral, para que se organicen los partidos de manera libre y sin condiciones, y que todos puedan competir en un plano de igualdad. Pero sobre todo, debemos recuperar el derecho de los trabajadores y el pueblo a presentar candidaturas a cargos públicos sin necesidad de estar afiliado a un partido político determinado. Debemos acabar con el monopolio de los partidos políticos sobre la actividad electoral. Se deben restituir las candidaturas independientes o por suscripción popular, de manera que los trabajadores pueden presentar libremente sus propias candidaturas, con requisitos mínimos que garanticen el ejercicio de los derechos políticos.

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