Por Alfonso J. Palacios Echeverría

Con el objetivo primario de cumplir las metas económicas de la banca mundial y sus multinacionales, el escenario socioeconómico y político en que actúa el Estado es muy cercano a la barbarie

No puede negarse que América Latina superó hace ya bastante tiempo la era nefasta de las dictaduras militares, en parte por el retiro del apoyo dado por los distintos gobiernos norteamericanos a estas dictaduras, cuando la barbarie de secuestros, asesinatos, desapariciones forzadas, conculcación de las libertades civiles y otros fenómenos inherentes a esta forma de gobernar se hicieron tan evidentes y escandalosos que era imposible continuar dándoles soporte; en parte porque ya no había más que robar de los erarios públicos (aunque no se robaba como se hace ahora, de forma tan escandalosa, sostenida e incrementada); y en parte por la desaparición de la guerra fría, que fue siempre la excusa utilizada por el imperio para justificar su intervención directa en los gobiernos latinoamericanos, la formación de la cúpulas militares criollas (recordemos la Escuela de la Américas en la Zona del Canal de Panamá) que asumieron el poder por la fuerza, y la utilización de la intervención de la CIA en asesinatos de gobernantes y opositores sospechosos de mostrar simpatías por la ideología contraria al capitalismo norteamericano.

Y aclaro que no se trata de una diatriba antinorteamericana gratuita y sin fundamento, se trata de hechos históricos comprobados que de forma insistente tratan de hacer olvidar a las generaciones que padecieron estas barbaridades, y no se les mencionan a la nuevas generaciones, con la complicidad de los medios de comunicación masiva que en la actualidad es el primer bastión del que se apoderan los grupos de fuerza interesados en asumir el gobierno, a fin de manipular la opinión pública, desinformar y deformar la historia en beneficio de quienes se beneficiarían con esta situación.

Sin embargo, no podemos saber si lo que vino después fue peor que lo anterior. Porque aunque se instauró a nivel continental y mundial la conciencia de que no se volvería a tolerar en el concierto de las naciones situaciones como las ya superadas, pues en el momento que se volviera a repetir el fenómeno del golpe de Estado y la dictadura militar, el país caería en el aislamiento internacional, y que se mantuvieron por corto tiempo gobiernos bastante decentes en la mayoría de los países recuperados mientras maduraba la democracia, la aparición del neoliberalismo y su entronización en el pensamiento de los nuevos gobernantes, los que siguieron a la generación que asumió el poder luego del retiro de los militares, desató una ola de corrupción como jamás se había visto en la historia latinoamericana.

Hoy es común observar en algunos países no solamente la utilización de la violencia, lo que se llama el Terrorismo de Estado como instrumento de sojuzgación, como fue el caso de Colombia en el gobierno neoliberal anterior (Uribe), sino que en lo que se refiere a la administración del Estado es común escuchar señalamientos públicos como los realizados en un país como Panamá, que goza de una situación económica envidiable, evidentes y escandalosas muestras de corrupción, licitaciones amañadas y cientos de millones de obras públicas adjudicadas de manera directa sin licitación alguna, sobre costos escandalosos en los proyectos gubernamentales, trata de personas, lavado de dinero, tráfico de influencias, violación sistemática de la constitución nacional y los derechos humanos, negligencia culposa, todos ellos señalamientos que enlodan a la casi totalidad de los altos cargos de la administración del Estado.(Buscando Camino, 13 de Septiembre del 2011)

Los gobiernos actuales, los más inmaduros políticamente, dan muestras evidentes de que desean seguir ahora una hoja de ruta dirigida a poner en pie y estabilizar una dictadura civil que les garantice la permanencia en el poder, más allá de los límites impuestos por la Constitución Nacional, asegurándoles, además, impunidad absoluta ante posibles futuras acciones legales en su contra. Y para ello buscan la modificación de las constituciones existentes en los países, la compra de votos en las Asambleas Legislativas o Congresos de las distintas repúblicas, y la emisión de legislación inconstitucional o al menos contraria al interés público. Lo que se está buscando a este nivel es sustituir las actuales constituciones por otras absolutamente neoliberales, como una forma de hacer permanecer durante un tiempo más su orgia de expoliación, hasta que los levantamientos populares logren destruir todo este andamiaje perverso. Serían unos años ganados para incrementar las arcas de quienes se encuentran actualmente en el poder y sus socios externos.

Para lograrlo no existen diferencias ideológicas, pues se nota claramente, cuando uno observa el panorama latinoamericano, que existen dos tendencias evidentes: la de los gobiernos de signo socialista (para llamarlos de alguna forma) y la de los gobiernos neoliberales. Ambos buscan las modificaciones constitucionales para darles un viso de legitimidad al autoritarismo y la ausencia de regulación y control ciudadano sobre sus acciones, para favorecer intereses sectoriales claramente identificables.

Algunos teóricos del movimiento antiglobalización han caracterizado esta tendencia que se hace cada vez más evidente y abiertamente propulsada por la política exterior norteamericana, alrededor de las formas del neo mercantilismo y que actualmente demanda una operación geoestratégica con el fin de lograr definitivamente la anexión como recolonización de América Latina.

Esta política imperialista encuentra sus orígenes en la doctrina acuñada por el quinto de los presidentes estadounidenses: James Monroe , quien en 1823 proclamaba el lema “América para los Americanos” inaugurando así la famosa doctrina que lleva su nombre (Doctrina Monroe) y que es hoy todavía “hoja de ruta” de la política exterior norteamericana , ejecutada a través de la reingeniería militar del Pentágono y el Departamento de Estado y que básicamente define sus tareas frente a las que ellos denominan las crecientes “amenazas asimétricas” agrupadas en las siguientes categorías: las amenazas del terrorismo; el trafico de drogas; los flujos migratorios, y aunque no de manera abierta y oficial, el reconocimiento del avance de un proyecto contra-hegemónico en América Latina.

El imperialismo -para implementar este proyecto- requiere de la colaboración incondicional de gobiernos y regímenes títeres que posibiliten la implementación de la recolonización política y económica y que se apoya en la creciente asociación de las clases dominantes locales con sus socios del norte. Y esto no es un fenómeno nuevo: en los periodos coloniales y neocoloniales hubo líderes de tribus, terratenientes, señores de la guerra y mercaderes dispuestos a colaborar en el saqueo de sus países a cambio de dividendos materiales y estatus privilegiado entre los súbditos coloniales. En la actualidad existe una evidente y creciente relación entre el modelo de mercado neoclásico (neoliberal) y los regímenes políticos totalitarios: ninguno de los dos admiten la diversidad. Es más, los nuevos modelos de desarrollo económico, como el impulsado en Costa Rica, que se basa en la inversión extranjera y el turismo, van entregando lenta pero inexorablemente las áreas estratégicas básicas de su actividad a las empresas transnacionales y norteamericanas, en cumplimiento del propósito evidente de dominación de países débiles, sin la necesidad de invasiones militares y asesinatos de políticos y gobernantes opuestos.

Ambos totalitarismos, el militar y el civil, son igualmente peligrosos y no se excluyen nos explica el profesor Andreas Novy de la Universidad de Viena, cuando analiza las manifestaciones de los fundamentos político-económicos de la actual doctrina de norteamericana y su liberalismo autoritario. Y agrega: estas lógicas (la del capital y la de la dominación) han encontrado una serie de mecanismos encubiertos que logran imposibilitar cualquier intento revolucionario y emancipatorio. Bajo premisas como las del monopolio de la fuerza por parte del Estado se establece una técnica de dominación bajo la noción organizativa totalitaria de la sociedad, la del desmonte del Estado de Derecho y la implementación de un Estado Autoritario en vías al totalitarismo. Son estos los soportes que vemos aparecer, con diversas modalidades, en algunos países latinoamericanos.

El Estado Autoritario que vemos va apareciendo lento pero inexorablemente se encarna en el concepto del político como maestro de la sugestión, con los pintorescos toques de lo criollo, y así la clase política defiende una salida pragmática a la crisis histórica de su dominación y los diferentes procesos de mutación y ajuste que demanda el capitalismo en el plano global. Con el objetivo primario de cumplir las metas económicas de la banca mundial y sus multinacionales, el escenario socioeconómico y político en que actúa el Estado es muy cercano a la barbarie bajo el incremento de la inequidad, se consolidan paulatinamente sobre el trasfondo de la ruina agraria y el aumento de la deuda externa, mientras se incrementa el gasto en seguridad y fortalecimiento de la fuerza pública.

Se puede llegar al extremo de crear un Estado policivo que dirige una sociedad empobrecida por un sistema económico excluyente. Este régimen se resume en el uso del concepto demagógico de las libertades y la institucionalidad democrática, hasta el punto de decir que su modelo es una tercera vía entre el neoliberalismo y el Estado de Bienestar, cuya teorización es muy confusa.

La dictadura civil se viste del populismo y de la verborrea idiomática, que a través de los medios de comunicación impone la ideología de la sociedad capitalista. En resumen, el Estado Neoliberal pasaría a ser la fachada de la dictadura civil, un estado barato y gerencial, con base en una supuesta austeridad burocrática, en detrimento de las atenciones a los sectores sociales y en aras de garantizar la denominada seguridad democrática, (eslogan complementario que de democrática solo tiene el nombre), la seguridad se refiere al aseguramiento por la fuerza de los intereses del capital local y extranjero.

Sin embargo, los más depurados ejemplos latinoamericanos no están demostrando la fortaleza que ellos creen tener, como producto de la manipulación de los ciudadanos y una propaganda internacional bien orquestada. Levantamientos ciudadanos como el de Chile y cambios de rumbo con gobernantes contestatarios y auténticamente populares como en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Brasil (los ciudadanos votan por ellos y los respaldan en sus decisiones), van apareciendo como una respuesta cada vez más cercana al clamor popular. El problema radica en que todo toma un tiempo demasiado largo para modificarse el esquema de perversidad impuesto, pero todo parece indicar que se va por el camino correcto, aunque se mantiene el espectro aterrorizador de la dictadura civil y las manifestaciones del estiramiento de sus tentáculos.

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