Por Leonardo Ixim

La decisión del presidente estadounidense Barak Obama de anunciar que Venezuela es un riesgo para la seguridad nacional de ese país, alegando violaciones a los derechos humanos, cuando en el suyo se criminaliza a la juventud, a los trabajadores y a las minorías, muestra el carácter guerrerista y contradictorio de la política exterior gringa.

Esa contradicción formal es producto del carácter bipolar de la administración Obama; es a su vez reflejo de su debilidad para gobernar y de la puja entre actores formales de la política interior gringa, como los partidos Demócrata y Republicano, y actores fácticos como el complejo militar-industrial y otras facciones burguesas imperialistas del bloque en el poder.

Por un lado, se restablece relaciones diplomáticas con Cuba, se negocia el acuerdo para el uso de energía nuclear con Irán, ambos países combaten coordinadamente junto al ejército iraquí contra los yihadistas sunitas, molestando a aliados como Turquía y Arabia Saudita y se exige al Estado israelí que reconozca el establecimiento del Estado palestino. Pero por el otro Estados Unidos cerca a Rusia, contra el deseo total de sus aliados europeos y arremete con sanciones a funcionarios venezolanos, haciendo eco a la oposición de derecha de ese país, amenazándolo militarmente además.

De la década ganada ¿hacia un escenario difuso?

La década pasada fue calificada como ganada, por el hecho de que una serie de gobiernos progresistas llegaron electoralmente a los ejecutivos respectivos, algunos abanderando transformaciones constitucionales de masas que posibilitaron importantes reformas en los regímenes políticos, todo ello resultado del fracaso de las políticas neoliberales aplicadas en la última década del siglo pasado y el rápido desgaste de la democracia liberal.

El más conspicuo fue el liderado por el teniente coronel Hugo Chávez, un militar procedente de una ala nacionalista del ejército venezolano identificada con el ideal bolivariano, que asumió tales posiciones ante la rebelión de masas de finales de los 80s contra el neoliberalismo.

Ya en el poder, sobre todo el chavismo y el masismo de Evo Morales, con un programa de medianas nacionalizaciones de los bienes estratégicos como el petróleo, el gas y otros recursos naturales, consiguen la tan ansiada independencia política por lo menos momentáneamente, a la par del declive de la economía estadunidense, declive que no es total ni absoluto. Mientras, las economías China e India lideran durante un tiempo el crecimiento capitalista mundial. Junto a eso aparecen los Brics -conformado por economías llamadas emergentes-, un actor de peso en el reparto de las ganancias a nivel mundial y en la conformación de un mundo con varios polos capitalistas.

En la región se genera un escenario donde irrumpe la organización popular, que plantea verdaderas revoluciones democráticas, a la par que se va perfilando la tendencia hacia la concentración de poderes, cooptando mucha de esa organización hacia corrientes que representan intereses de nuevas élites burguesas. Como gobiernos bonapartistas, éstas buscan equilibrar entre el cumplimiento de las demandas sociales que han beneficiado a la población y mantener las ganancias de los sectores oligárquicos, así como el control de las disputas interburguesas.

En esa tónica, en Venezuela han sido una constante las leyes habilitantes que otorgan al presidente la potestad de emitir leyes sin autorización de la Asamblea Nacional -aunque ésta otorga la potestad- que en algunos momentos son instrumentos necesarios para hacer frente a las arremetidas de la derecha, pero que a cada paso se vuelven un acumulado que reduce el margen y la independencia del movimiento popular. Con la muerte de Chávez, Nicolás Maduro ganó las elecciones de diciembre de 2012 por estrecho margen sobre la oposición de derecha. Al interior de la coalición gobernante, el Polo Patriótico (PP) y el Partido Socialista Unido de Venezuela, se empiezan a dar desavenencias en la forma de conducción gubernamental, evidenciando que Maduro no puede ejercer el mismo papel de bonapartismo que Chávez.

Crisis real

Durante toda esta llamada década ganada se ha podido invertir en el acceso a derechos como salud, educación, vivienda y otros, de la población, nivelando los ingresos de los más pobres con aumento de los salarios, gracias a la recuperación de la estatal de petróleos Pdvsa y otras empresas de industria básica, el consecuente ingreso de divisas y una mejora en los términos de intercambio. Pero a la par de eso no se han tocado los intereses que conforman el sistema capitalista, las ganancias de la banca han sido extraordinarias vía endeudamiento, el empresariado ha mantenido su carácter parásito al ser beneficiado por la renta petrolera, otorgándoseles divisas para importaciones. De esa forma, el modelo rentista (pese algunas acciones para generar industria estatal ligera, producción de alimentos y de distribución de estos en los últimos años) se ha mantenido.

Con la baja de los precios del petróleo, del cual depende tanto el presupuesto nacional del Estado como la economía, al seguir siendo rentista, el endeudamiento de la economía venezolana debido a la baja tasa impositiva, junto con una pensada estrategia de desabastecimiento de algunos productos de parte de los mismos sectores empresariales que se han beneficiado con el subsidio de más de 20 mil millones de dólares en los últimos años, los niveles de inflación se han disparado, licuando los ingresos del proletariado.

Algunas medidas, como el combate al contrabando hacia Colombia en donde participan funcionarios corruptos, la confiscación de bodegas donde se acaparan productos, han querido parar los altos niveles de inflación. Por otro lado la reforma agraria (vital para impulsar la producción de alimentos) se ha estancado, y los terratenientes atentan contra la vida de líderes campesinos sin que el Estado intervenga.

De esa forma, en febrero del año pasado, la oposición aglutinada en la Mesa Unificada Democrática (MUD) convocó a manifestaciones aprovechando el descontento de algunos sectores de la población, sobre todo de la pequeña burguesía, descontento que de parte del proletariado se demuestra en el abstencionismo en las elecciones y en el hastío tanto de la MUD como del gobierno. Un sector de extrema derecha de la MUD dirigido por el hoy preso Leopoldo López y la ex diputada María Corina, protagonizaron acciones violentas en las famosas guarimbas, que eran campamentos más o menos permanentes conformados por estudiantes de capas medias y mercenarios, que aterrorizaban a la población con acciones fascistas; por otro lado las fuerzas de seguridad reprimieron en algún momento con fuerza las manifestaciones. El saldo de esto fueron casi 40 muertos entre partidarios de la derecha, del gobierno, fuerzas de seguridad y personas sin afiliación, así como el arresto de elementos de las fuerzas policiales por uso indiscriminado de la fuerza.

Profundizar la revolución

Consideramos que los síntomas de la crisis son reales y eso se demuestra con una serie de huelgas y paros obreros en industrias estatales y privadas en los últimos años, donde indistintamente tanto el gobierno central y los gobiernos estaduales y municipales ya sean del PP o de la MUD, han reprimido con la Guardia Nacional Bolivariana o las policías locales estas acciones. De igual forma las burocracias sindicales, cercanas al gobierno como CBST o de la oposición en la moribunda CTV, han buscado cooptar el poco sindicalismo independiente vinculado al Partido Socialismo y Libertad y a la C-Cura, a la Unete y a otras, negociando pactos colectivos no enteramente beneficiosos para los trabajadores. En los últimos meses éstos han impulsados Encuentros Sindicales en varios estados para aglutinar a estas fuerzas, sin embargo consideramos que estos tienen que proclamar la independencia tanto de gobierno como de la MUD, para volverse un polo atractivo para la clase trabajadora.

En ese contexto, el imperialismo gringo hipócritamente muestra su preocupación por los derechos humanos, cuando es el campeón de la violación de estos. De esa forma los sectores reaccionarios gringos, presionando al débil Obama, organizaron acciones de desestabilización para provocar un golpe de estado, aprovechando a elementos desafectos dentro del ejército venezolano; pero rápidamente el servicio de inteligencia (Sebin), desmanteló el plan y arrestó a militares y a civiles como el ultraderechista Antonio Ledesma, alcalde mayor de Caracas. A la par de eso el ejército venezolano movilizó en todo el territorio piezas de infantería, antiaéreas y elementos de tropa, realizó ejercicios militares con buques de guerra rusos y marchas cívico-militares en las principales ciudades. Las acciones unilaterales gringas provocaron el repudio de buena parte de la población, al grado que hasta miembros de la MUD salieran diciendo que estas medidas son contraproducentes.

El peligro de golpe de Estado y de acciones desestabilizadoras es real, pero consideramos que solo pueden ser detenido si se mantiene la independencia de parte del proletariado, los sectores revolucionarios chavistas y no chavistas, las amplias capas de la población afectadas por las políticas de ajuste, creando un polo propio, combatiendo el acaparamiento vía estatización y el control obrero en la industria y el comercio principal.

En la coyuntura actual se podrá mantener la unidad entre el Estado y el ejército, pero es importante tener claro que los altos mandos y los altos funcionarios siempre reproducirán los estilos de vida burgueses, buscando formas de acumulación capitalista. Por tanto es fundamental la alianza entre soldados, trabajadores públicos, obreros, campesinos y sectores medios, que obligue al Estado a presionar a EU si es necesario vía el comercio del petróleo o cortar acuerdos con empresas estadunidense donde el chavismo gustosamente ha continuado y a fiscalizar en todo momento los acuerdos comerciales y militares con Rusia y China, rompiendo estratégicamente con la boliburguesia.

Hemeroteca

Archivo