Por Michael Roberts

Revista Sin Permiso

Las principales economías están cerca de la recesión, si no lo están ya. Sin embargo, las tasas de inflación continúan aumentando (por ahora). Las últimas encuestas de actividad empresarial, denominadas índices de gerentes de compras (PMI), muestran que tanto la zona euro como EEUU se encuentran ahora en contracción (es decir, cualquier nivel por debajo de 50). Los PMI compuestos (que reúnen tanto la manufactura como los servicios) para las principales economías en julio muestran:

EEUU 47,5 (contracción)

Eurozona 49,4 (contracción)

Japón 50,6 (desaceleración de la expansión)

Alemania 48,0 (contracción)

Reino Unido 52,8 (desaceleración de la expansión)

Nadie debería sorprenderse por la puntuación de la zona euro, dado el impacto de las sanciones a las importaciones energéticas rusas, que está debilitando gravemente la producción industrial en el centro de Europa. La producción industrial de Alemania se ha estado contrayendo durante más de tres meses.

La gran sorpresa es en los EEUU. El PMI compuesto de EEUU también está en contracción con el 47,5 en julio, una fuerte caída desde el 52,3 de junio que señala una sólida caída de la producción del sector privado. La tasa de caida es la más pronunciada desde las etapas iniciales de la pandemia en mayo de 2020, ya que tanto los fabricantes como los proveedores de servicios informaron de condiciones de demanda moderadas. Justo cuando entramos en la segunda mitad de 2022, la actividad comercial de EEUU se está hundiendo.

Y según la última estimación de crecimiento del PIB real del modelo GDP NOW del Banco de la Reserva Federal de Atlanta, en los tres meses hasta junio, la economía de EEUU se contrajo a una tasa anualizada de -1,6%, igualando una caída similar de -1,6% en el primer trimestre. Si esta estimación se confirma la próxima semana, significaría que EEUU estaba técnicamente en recesión.

La respuesta actual a esta situación es: ¿cómo puede la economía estadounidense estar en recesión o cerca de ella, cuando la tasa de desempleo está cerca de mínimos históricos y las nóminas siguen aumentando? Pero esta respuesta es dudosa cuanto menos.

Primero, hay dos formas de medir el empleo en EEUU: las nóminas y la encuesta de hogares (una encuesta de hogares con trabajo). Esta último muestra actualmente lo contrario de las nóminas, a saber, una caída en el número de estadounidenses con trabajo. En este cálculo a partir de los hogares, la fuerza de trabajo se contrajo, pasando de 164.376 millones a 164.023 millones de trabajadores, y la tasa de participación (aquellos que trabajan en comparación con la población total en edad de trabajar) cayó más de lo esperado a 62.2% (gráfico a continuación).

Además, las solicitudes iniciales de desempleo (la cantidad de personas que solicitan beneficios porque no tienen trabajo) ahora están aumentando constantemente.

Y la cantidad de nuevos trabajos disponibles (llamados JOLTS) ha alcanzado su punto máximo.

Segundo, y más importante, el desempleo es un indicador rezagado en una recesión. El indicador principal es el movimiento de las ganancias corporativas y la inversión empresarial, seguido por la producción y luego el desempleo. El empleo ocupa el último lugar porque aumenta solo cuando las corporaciones dejan de contratar más mano de obra y comienzan a reducir su fuerza de trabajo. Y solo lo hacen cuando la rentabilidad y la producción empiezan a caer. Y, tras alcanzar máximos históricos, los márgenes de beneficio han comenzado a caer.

Durante la crisis del COVID, los beneficios aumentaron considerablemente en comparación con los salarios y actuaron como impulsores y aprovecharon el aumento de la inflación. Está comenzando a cambiar a medida que los beneficios se reducen por el aumento de los costes de los componentes y el debilitamiento de la demanda.

Europa es donde la evidencia de una recesión total es más convincente. Y no son solo los datos sobre el crecimiento económico los que lo respaldan. Además, Europa se enfrenta a una enorme presión sobre la producción y las importaciones de energía, ya que las sanciones que se aplican a las exportaciones rusas de gas y petróleo no se compensarán suficientemente con las importaciones de otros lugares.

Muchos fabricantes alemanes advierten que tendrán que cerrar la producción por completo si los suministros de energía se agotan. Petr Cingr, director ejecutivo de la empresa productora de amoníaco más grande de Alemania y proveedor clave de fertilizantes y fluidos de escape para motores diésel, advirtió sobre las devastadoras consecuencias de la interrupción del suministro de gas ruso. “Tendremos que detener [la producción] de inmediato” , dijo, “de 100 a cero”.

Según los analistas de UBS, la falta de gasolina para el invierno dará como resultado una "profunda recesión" con una contracción del PIB del 6 por ciento para fines del próximo año. El Bundesbank de Alemania advirtió que los efectos en las cadenas de suministro globales de cualquier corte ruso aumentarían el efecto de choque original en dos veces y media. ThyssenKrupp, la siderúrgica más grande de Alemania, ha dicho que sin gas natural para hacer funcionar sus hornos "no se pueden descartar apagones y daños técnicos en nuestras instalaciones".

Y es peor. La inflación sigue aumentando en la mayoría de las economías europeas. Así que el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido que debe actuar para subir fuertemente los tipos de interés. La semana pasada impulsó su tasa de referencia en 50 pb, más de lo esperado, llevándola a territorio positivo por primera vez en una década. Los días de la 'flexibilización cuantitativa' han sido reemplazados por los del 'ajuste cuantitativo'.

Pero esta medida llega en el peor momento para países como Italia, altamente dependientes de la energía rusa. La semana pasada, el tecnócrata expresidente del BCE, el primer ministro italiano Mario Draghi, se vio obligado a dimitir cuando varios partidos de su gobierno de coalición le retiraron su apoyo; algunos porque se opusieron a su apoyo a la ayuda militar a Ucrania; y otros porque vieron su oportunidad de ganar unas elecciones. Italia tiene una proporción muy alta de deuda pública con respecto a su PIB.

Hasta ahora, los costes de interés del servicio de esa deuda han sido bajos porque el BCE ha mantenido bajas las tasas de interés, y también ha proporcionado miles de millones de créditos a los gobiernos de la eurozona. Pero ahora las tasas de interés están aumentando y los inversionistas en bonos del gobierno italiano están preocupados de que Italia (especialmente sin un gobierno viable) pueda tener dificultades para pagar estas deudas. Así que el rendimiento de los bonos italianos a 10 años subió por encima del 3,5%. La caída del gobierno italiano también amenaza la distribución de miles de millones de euros de los fondos de recuperación del Covid de la UE, que supuestamente irán a Italia el próximo año para impulsar su crecimiento económico.

La economía de Europa está cayendo justo cuando el BCE sube las tasas para controlar la inflación. Como expliqué en publicaciones anteriores, aumentar las tasas de interés para controlar la inflación creciente causada por una oferta y productividad débiles y la guerra de Ucrania no servirá, excepto para provocar una recesión.

El BCE ha recurrido ahora a una medida desesperada al introducir un instrumento de protección de transmisión (TPI), una nueva forma de crédito que se otorgará a gobiernos como Italia si los precios de sus bonos colapsan. Sin embargo, es posible que esto nunca se llegue a usar porque significaría que el BCE proporcionaría financiamiento continuo del gasto fiscal de Italia, algo que probablemente vaya en contra de todas las reglas de 'Maastricht' para la Eurozona.

El BCE está atrapado en lo que un analista llamó un "escenario de pesadilla". La subdirectora del grupo de expertos económicos Bruegel con sede en Bruselas, Maria Demertzis, declaró: “El riesgo que tenemos por delante es que, debido a la crisis energética, la zona euro podría terminar en recesión, mientras que al mismo tiempo el BCE tendrá que seguir subiendo las tasas si la inflación no baja”. Krishna Guha, jefe de política y estrategia del banco central en el banco de inversión estadounidense Evercore, ha escrito: “La combinación de un choque estanflacionario gigante en ciernes por el gas natural ruso convertido en arma y una crisis política en Italia es lo más cercano a una tormenta perfecta que se puede imaginar para el BCE”.


Por José René Tamariz

El economista Nouriel Roubini, plantea que si “Por desgracia, incluso si el resultado de la gran recesión de este año fuera una deslucida recuperación en forma de U, diez ominosas y peligrosas tendencias indican que en algún momento de esta década habrá una mayor depresión en forma de L.” (La Nación, 4 de mayo de 2020). Hace poco tiempo, Roubini, había sostenido que la recesión económica provocada por la covid-19 se iba a producir en forma de I, pero ahora sostiene que tendrá forma de L. Por tanto, sus planteamientos los debemos tomar como elementos para el análisis, pero no como definitivos y totalmente ciertos. Según este economista esas “diez ominosas y peligrosas tendencias” son las siguientes:

1) La deuda pública y el default. Asimismo, señala que “los niveles de deuda del sector privado también se volverán insostenibles, lo que puede llevar a una catarata de impagos y quiebras”.

2) La bomba de tiempo de la demográfica en las economías avanzadas. La crisis sanitaria actual ha demostrado que “es necesario asignar mucho más gasto público a los sistemas sanitarios, y que la atención médica universal y otros bienes públicos relevantes son necesidades, no lujos”. Por tanto, señala que el financiamiento de esos servicios de salud y seguridad social aumentará las deudas de ellos.

3) El riesgo creciente de deflación. La profunda recesión económica está provocando “un inminente exceso en los mercados de bienes (máquinas y capacidad productiva no utilizadas) y mano de obra (desempleo a gran escala), además de impulsar un derrumbe de precios de materias primas como el petróleo y los metales industriales…”

4) Pérdida del valor de la moneda. Plantea que para “evitar la depresión y la deflación, los Gobiernos deberán apelar al déficit fiscal monetizado”. Al final, debido a la desglobalización y el proteccionismo se hará “inevitable la estanflación”.

5) Disrupción digital de la economía en general. Debido a los millones de desempleados en el mundo “las disparidades de ingresos y riquezas de la economía del siglo XXI se profundizarán”. Esto conllevará a que muchas empresas de los países desarrollados repatrien producción de países en vías de desarrollo. Sin embargo, esa tendencia va a acelerar la automatización, generando a la baja de los salarios en las economías desarrolladas, así como “el populismo, el nacionalismo y la xenofobia”.

6) La desglobalización. Señala que la “pandemia está acelerando tendencias ya muy avanzadas hacia la balcanización y la fragmentación”. También sostiene que “El mundo posterior a la pandemia se caracterizará por restricciones más estrictas al movimiento de bienes, servicios, capital, mano de obra, tecnología, datos e información”. Dice que este proceso ya está aconteciendo en algunas áreas como la farmacéutica, equipamiento médico y alimentario.

7) Aunque no específica la séptima tendencia considero que hace referencia a que “La avanzada antidemocrática reforzará esta tendencia (…) En condiciones de mayor incertidumbre económica, habrá un fuerte impulso a echar la culpa de la crisis a los extranjeros…”.

8) El enfrentamiento geoestratégico entre los Estados Unidos y China. Este enfrentamiento viene desde hace tiempo con la guerra comercial y tecnológica. Sin embargo, se ha acentuado con la pandemia debido a que Trump responsabiliza a China del surgimiento y desarrollo de la enfermedad covid-19. Ese desacople “Para peor… creará condiciones para una nueva guerra fría entre Estados Unidos y sus rivales, no sólo China, sino también Rusia, Irán y Corea del Norte”.

9) Roubini tampoco enumeró el elemento nueve. No obstante, considero que se refiere a la cuestión tecnológica. Según él “Como la tecnología es el arma clave en la lucha por el control de las industrias del futuro y en el combate de la pandemia, el sector privado estadounidense quedará cada vez más ligado al llamado “natural-security-industrial complex” (cultura del secreto en Washington”.

10) Disrupción medioambiental. En este punto, Roubini, plantea que las diferentes epidemias que han sucedido desde los años ochenta hasta la actual pandemia son, “… como el cambio climático, desastres creados básicamente por la acción humana, derivados de malas condiciones sanitarias, del abuso de los sistemas naturales y la creciente interconexión de un mundo globalizado”. Asimismo, afirma que “la crisis de la covid-19, puede causar mucho más daño económico que una crisis financiera”.

De todos esos diez riesgos y tendencias planteadas por el economista Nouriel Roubini, ya algunos se encontraban en desarrollo antes de la pandemia, tales como el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, los altos niveles de endeudamiento público y privado, la deflación, la tendencia a la recesión económica ya esta planteada antes de la pandemia, así como otros riesgos o tendencias señalados por este economista. Sin embargo, la crisis sanitaria provocada por la pandemia profundiza todas esas tendencia o riesgos y lo convierten en no solo posibles, sino que, algunos, ya son reales.

El Proceso Histórico de la Globalización

El despliegue globalizador en las distintas etapas del sistema capitalista e imperialista es casi natural a este sistema económico. Su desarrollo y poderío se han asentado en la conquista de territorios, países y mercados, a sangre y fuego, algunas veces y otras veces, mediante mecanismos económicos. Veamos algunos momentos de la devastación del despliegue del sistema capitalista imperialista en su desarrollo.

De acuerdo con Samir Amin “El primer momento de ese despliegue devastador del imperialismo se organizó alrededor de la conquista de las Américas, en el marco del sistema mercantilista de la Europa atlántica de la época. Y el resultado fue la destrucción de las civilizaciones indígenas y su hispanización-cristianización, o sencillamente el genocidio sobre el cual se construyeron los Estados Unidos…”. Según Amin “El segundo momento de la devastación imperialista se construyó sobre la base de la Revolución Industrial y se manifestó a través de la sumisión colonial de Asia y África. “Abrir los mercados” -como el del consumo de opio impuesto a los chinos por los puritanos de Inglaterra-, apoderarse de los recursos naturales del globo, constituían motivaciones reales, como hoy lo sabe todo el mundo…”. El tercer momento del “despliegue de una tercera ola de devastación del mundo por la expansión imperialista, alentada por el derrumbe del sistema soviético y de los regímenes del nacionalismo populista del Tercer Mundo”. (Amin, Samir: Más allá del capitalismo senil. Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina, 2003).

Globalización y Pandemia

La propagación tan veloz del virus SARS CoV2 y de la covid-19 en todo el mundo es, sin duda alguna, el resultado de la globalización. Refiriéndose a la rapidez de propagación de ese virus el geógrafo, Michel Lussault, plantea que “Lo que es sorprendente es la rapidez de la pandemia. Se necesitó menos de un trimestre para que el mundo se detuviera. Tiene que ver con la hipersensibilidad (…):la movilidad de los chinos, de los europeos y de los estadounidenses por motivos económicos y turísticos. Hoy, un portador del virus puede recorrer miles de kilómetros y contaminar a decenas de personas”. (La Nación, 6 de mayo de 2020).

Contradictoriamente, el virus SARS CoV2 y la pandemia mundial producida, ha acelerado un proceso de desglobalización que, previo a esa enfermedad, había algunas manifestaciones débiles y fuertes, dependiendo del país que se trate o analice. Este fenómeno es como un proceso de doble dirección.

Globalización → Desarrollo super veloz del virus y la pandemia → Aceleración de la Desglobalización

Desglobalización y Pandemia

No obstante, todo lo anterior, la tendencia de la desglobalización, producto de las políticas proteccionistas del gobierno de los Estados Unidos previo a la crisis sanitaria, así como el enfrentamiento con China, está dando un salto o giro cualitativo que puede conllevar a una reconfiguración y rediseño del sistema mundo posterior a la pandemia. La profunda recesión económica prevista por Roubini para el año 2020, además de los novedoso y gigantesca depresión, conducirá a desenlaces imprevistos.

Los Estados Unidos se encuentra a la cabeza de medidas proteccionistas tomadas desde el año 2008 hasta el 2019. Desde aquel año hasta el año anterior, los diferentes gobiernos imperialistas han tomado “… 790 diferentes limitaciones impuestas a productos y servicios extranjeros para proteger la economía nacional. De estas medidas, aproximadamente la mitad se han implantado durante la presidencia de Donald Trump”. (Eulixe.com).  La India se encuentra en segundo lugar con 566 medidas proteccionistas y Rusia en tercer lugar con 423 medidas proteccionistas. China se encuentra en la octava posición en ese tipo de medidas.

Por tanto, la desglobalización sería como un “retroceso” y “contramarcha” del capitalismo imperialista mundial contrario a su propia “naturaleza”. ¿Es el fin de la globalización? De ninguna manera podemos afirmar de forma categórica esa cuestión. Sin embargo, es evidente que existe un proceso de desaceleración y desescalada de la globalización en el mundo, profundizado por la pandemia. Entonces, es posible que ese proceso sea para un rearme mundial por parte del imperialismo yanqui para ir a la guerra para nuevas conquistas de territorios y mercados.


Por François Chesnais

Durante la semana que acaba de terminar este sábado 10 de febrero, el comportamiento de los mercados de acciones de Wall Street, y siguiendo su estela las bolsas en Asia y en Europa, han sido portada de la actualidad económica. El jueves 8 de febrero, tras una primera caída a comienzos de semana, el Dow Jones bajó un 4,15 %. Perdió 1032 puntos, la segunda caída más fuerte en una sola sesión de toda su historia. La caída puso fin a seis meses de alza continua, que en enero se volvió exponencial. El índice de volatilidad de las cotizaciones (el Vix) se disparó de 14 a 37 en tres semanas. Los inversores han mostrado también un gran nerviosismo en los mercados de títulos de deuda pública.

Antes de examinar más de cerca la situación, es necesario decir ya mismo cuál es la causa, o dónde están las raíces. En el último informe semestral sobre la estabilidad financiera en el mundo, el FMI no lo ha podido enunciar más claramente: "there es too much money chasing too few yielding assets", hay demasiado dinero que colocar y demasiados pocos activos remunerados. El informe atribuye este "demasiado dinero" sobre todo a las políticas monetarias "no ortodoxas", las llamadas "quantitative easing" de los bancos centrales, con las que el FMI reconoce que es muy difícil acabar. Esta explicación no es suficiente. Este "demasiado dinero" es el resultado de un proceso de acumulación de capital que aspira a ganar dividendos e intereses y se extiende ya durante más de medio siglo. Esta "acumulación financiera" proviene de varias fuentes: beneficios no reinvertidos, rentas de materias primas, sistemas de pensiones por capitalización. Se asienta en el pedestal de la liberalización, la desregulación y mundialización del capital, así como en la internacionalización del ejército industrial de reserva y la concurrencia en el empleo de los trabajadores. La consultora McKinsey lleva ya algún tiempo sin actualizar su comparación entre la tasa de crecimiento del producto interior bruto (PIB) mundial y los activos financieros mundiales, pero en un reciente estudio la aseguradora Allianz ha estimado un crecimiento de los activos financieros mundiales del orden del 4,7 % en 2015 y del 7,1 % en 2016, mientras el crecimiento del PIB mundial ha sido inferior al 3%.

La acumulación de derechos de cobro sobre la plusvalía actual y futura continúa a toda marcha, aunque esos derechos son cada vez más virtuales. Haría falta una crisis económica y financiera de gran amplitud, y una completa pérdida de control de los gobiernos y los bancos centrales sobre la situación, para que esos derechos sean eliminados. No creo que esto esté a la orden del día.

En cambio, hay que esperar con toda certeza minicracks en tal o cual mercado, como ha ocurrido la pasada semana. Hay que mirar más de cerca por tanto el encadenamiento de los acontecimientos. Todo comenzó con el súbito miedo de los inversores a encontrarse en vísperas de lo que se llama un "crack obligacionista" como consecuencia de un alza, por lo demás muy ligero, de los tipos de interés practicados por la Fed [Reserva Federal] y el Banco de Inglaterra. Se habla de "crack obligacionista" cuando el ascenso de los tipos supone una desvalorización de cierta amplitud de los bonos del Tesoro y de otros títulos de deuda pública emitidos a tipos anteriores y que en adelante serán negociados con pérdida. En el caso de los Estados Unidos se debe a haber alcanzado el ritmo de crecimiento del PIB que habitualmente, en el pasado, ha llevado a una subida de los tipos, reforzado con la constatación de una ligera subida de los salarios. En el caso del Reino Unido, la causa es la previsión de una vuelta de la inflación que no es ajena al Brexit. Algunos inversores han comenzado por tanto a vender sus T-bonos y a colocar esas sumas en acciones, y todos podrían considerar hacer lo mismo.

Su atención se ha desplazado hacia Wall Street, donde se han conmocionado al darse cuenta de la vulnerabilidad del mercado, manifestado en el nivel del índice construido por Robert Schiller (Premio Nobel de economía en 2013): el CAPE (cyclically adjusted price to earnings), llamado también PER de Shiller. El índice calcula la capitalización bursátil en relación a los beneficios ajustados con objeto de reflejar el ciclo económico coyuntural: para obtener el indicador se divide el valor bursátil de los mercados de acciones por la media de beneficios anuales en 10 años.

El índice se encuentra en uno de los niveles más elevados de la historia de Wall Street −más bajo que en 2000, pero parecido a 1929− y hay motivo para dar miedo a los inversores. Lo que aquí nos interesa es que ha alcanzado ese nivel por razones que expresan claramente el estancamiento del capitalismo. No ha alcanzado ese nivel al cabo de una fase de acumulación muy rápida de capital productivo, generando una inmensa burbuja bursátil como en 1929, o incluso de una fase de intensa innovación tecnológica en la informática y las biotecnologías convertida en burbuja en el mercado de valores tecnológicos (el Nasdaq) como en 2001. Se ha producido en el contexto de una muy débil tasa de inversión (más allá del sector inmobiliario), de utilización por los inversores de ilimitados fondos líquidos a muy bajo precio para conseguir ganancias ficticias comprando y vendiendo acciones.

Detengámonos en el contagio internacional. A pesar del anuncio del Banco de Japón y del BCE de que no iba a cambiar su política de creación monetaria, las bolsas han caído en Asia y en la zona Euro. Los inversores son gregarios y a pesar de los algoritmos la subjetividad de los comportamientos sigue siendo poderosa. Según los cálculos publicados por el diario económicos Les Echos, "entre el 28 de enero y el 8 de febrero, cerca de seis billones de dólares de capitalización bursátil se han volatilizado en el mundo, casi el equivalente al PIB reunido de Francia y Alemania". Estos billones eran capital ficticio a la enésima potencia, pero su desaparición tendrá como efecto influir sobre las decisiones de inversión o de consumo. El comportamiento de las bolsas puede deberse a las débiles recuperaciones en curso, como el 1,8 % en Francia, a las que tanto caso hacen los gobiernos y, siguiéndoles, los medios de comunicación. Las economías domésticas, en palabras del estudio de Allianz antes citado, van más que nunca a "ser prudentes y ahorrar con asiduidad". En los países capitalistas avanzados y algunos de los grandes "emergentes" los hogares que tengan la posibilidad invertirán "en cemento". La inversión inmobiliaria ha aumentado un 5% en términos reales en 2017. No es exactamente un indicador de gran dinamismo económico ni una proyección hacia el futuro.

Lo decisivo será lo que pase en los Estados Unidos. En este sentido es muy interesante el último número (10-16 de febrero) del semanario The Economist. Los artículos sobre los Estados Unidos se refieren a los mercados financieros, pero también al acuerdo presupuestario negociado en el Congreso, cuyo resultado será llevar el déficit del gobierno federal hasta el 5% en los próximos años. The Economist aborda también el nombramiento para la presidencia de la Fed de Jerome Powell −propietario-socio de una empresa de private equity (que compra, reestructura y revende empresas) − sin ninguna experiencia en política monetaria. The Economist preferiría que no apretase el pedal sobre el alza de los tipos. El semanario titula "el extraordinario desafío de América". El editorial principal acaba así: "para ser claros, este periódico no aconseja un estímulo presupuestario del nivel que va a lanzar América. Está mal concebido y locamente elevado. Va a aumentar la volatilidad de los mercados financieros. Pero ahora que esta experiencia está en marcha, es todavía más importante que la Fed no pierda la cabeza". Veremos lo que las próximas semanas van a ofrecer.


Por José René Tamariz

La situación mundial es cada vez más inestable, tanto en el ámbito económico, político y de seguridad. A nivel mundial aún no se ha salido de la grave recesión económica iniciada en el 2008. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca con sus políticas, retórica y amenazas de utilización de armas nucleares contra Corea del Norte le ha introducido más incertidumbre y posibilidades de mayor caos al mundo.

El presidente de los Estados Unidos, en un reciente discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, amenazó con “destruir totalmente Corea del Norte”, asimismo Trump plantea la posibilidad de denunciar y abandonar el acuerdo con Irán sobre armas nucleares. Las pruebas nucleares y de misiles por parte de Corea, junto a la política imperialista de Trump, pueden llevar a una eventual guerra con consecuencias mundiales incalculables. De otro lado, la competencia inter-imperialista es cada vez más aguda, principalmente entre China y los Estados Unidos, aunque aparentemente no se observe a simple vista.  Mientras tanto las guerras regionales en Medio Oriente continúan y no se esperan signos de solución, sino más bien de su prolongación y extensión. Las rivalidades entre potencias regionales, Irán y Arabia Saudita, van en crecimiento.

Estado Actual de la Situación Económica

Según, Kaushik Basu, ex economista principal del Banco Mundial, “El mundo está pasando por una crisis económica en cámara lenta, a la que la mayoría de los expertos no le encuentran fin a la vista. Desde la crisis del 2008, la economía global viene creciendo a trancas y barrancas, en lo que constituye uno de los estancamientos más prolongado de la era moderna. En casi todos los países de ingresos medios y altos, los salarios (como proporción del PIB) llevan casi cuarenta años de caída sostenible…”. (La Nación, 24 de junio de 2017). El comercio internacional se ha reducido pasando del 6% al 3% desde el año 2012 hasta la fecha. Las clases medias en los Estados Unidos dejó de ser mayoría hace algunos años y tiende a extinguirse en muchos otros países. La caída permanente de los salarios y la disminución de las clases medias, reducen los niveles de consumo y, por ende, no hacen posible el ascenso o recuperación de la economía. Este ciclo recesivo de la economía mundial lleva 9 años, pareciendo ser más prolongado y profundo, ya que todavía no se ve un nuevo ciclo de ascenso o recuperación.

Por otro lado, de acuerdo con el FMI “La economía mundial se expandió solamente en un 2.2% en 2016, la menor tasa de crecimiento desde la Gran Recesión de 2009.  Entre los factores que está afectando el desempeño de la economía mundial se pueden mencionar el débil ritmo de la inversión, la disminución en el crecimiento del comercio internacional, el lento crecimiento de la productividad y los elevados niveles de deuda. Asimismo, los bajos precios de las materias primas han exacerbado estos problemas en muchos países exportadores de materias primas desde mediados de 2014, mientras que los conflictos y las tensiones geopolíticas continúan afectando las perspectivas económicas en varias regiones”. (FMI: Situación y perspectivas de la economía mundial 2017). Precisamente los bajos niveles de inversión, tanto de los llamados países desarrollados, en desarrollo y de economías de transición, es un factor indicativo del descenso de la economía mundial. A su vez, el prolongado proceso de falta de inversión retroalimenta la caída de la productividad en casi todas las economías.

Por otra parte, la característica monopólica del capitalismo imperialista, planteada por Lenin, lejos de disminuir se ha incrementado y profundizado a niveles nunca ante visto en todos los ámbitos económicos y financieros, lo cual ha incrementado hasta el paroxismo la desigualdad y la pobreza en todo el mundo. Veamos algunos casos de la alta concentración y centralización del capital en poquísimas manos. Según el economista Joseph Stiglitz “El porcentaje de participación en el mercado de los depósitos de los diez primeros bancos, por ejemplo, aumentó de un nivel aproximado del 20% al 50% en tan solo 30 años, entre 1980 y el 2010”. (La Nación, 24 de mayo de 2015). Asimismo, se produce en el terreno de la producción y de servicios. En la producción alimentaria, por ejemplo, tres dúos de transnacionales (Bayer-Monsanto, Dow-DuPont y ChemChina-Syngenta), controlan más del 60% del mercado mundial de semillas y agroquímicos. En el sector agro técnico pasa algo similar, cinco transnacionales controlan el 65% del mercado mundial con la corporación Deere & Company a la cabeza. Igual fenómeno se produce en las telecomunicaciones, producción farmacéutica, salud; Internet y otros sectores.  Entonces, las ganancias monopólicas son cada vez más elevadas y, por ende, la tan cacareada competencia entre empresas y capitalistas no es tan cierta. Esta característica monopólica del capitalismo imperialista ha adquirido en las últimas décadas un carácter más extremo, lo cual exacerba las contradicciones del capitalismo imperialista.

Obviando, esa situación objetiva de crisis del capitalismo imperialista, la presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen, planteo de forma ilusoria y romántica, recientemente, que no se atravesará por otra crisis financiera durante “el transcurso de nuestras vidas”. Este planteamiento es no comprender la naturaleza del capitalismo imperialista, sistema en el cual las crisis y las quiebras son parte funcional del mismo. Este ha sido el sueño de todos los economistas burgueses y apologistas del capitalismo. Si bien, aparentemente, los riesgos de una nueva crisis en el sistema financiero no se manifiesten por ahora, lo cierto es que esos riesgos se trasladaron y migraron hacia otros sectores de la economía y países.

Competencia Inter-imperialista entre China y los Estados Unidos

El “ascenso pacífico” de China, como potencia mundial, planteado por Deng Xiao Ping, pareciera que está quedando, cada vez más, en el pasado. China, al convertirse en la segunda potencia económica, después de los Estados Unidos, ha comenzado a enseñar sus colmillos. En el año 2008 China aumentó su presencia militar en el Mar de China meridional, empezando a cuestionar la hegemonía de los Estados Unidos en aguas marítimas y a presionar a diferentes países vecinos, reclamando derechos históricos sobre esa zona. Posteriormente, China en el año 2013, intensificó las presiones y tensiones, cuando amplió su zona de defensa aérea a un espacio disputada por Japón. Los Estados Unidos habían sido, desde la segunda guerra mundial, la potencia marítima del pacífico. Esto fue considerado por los EUA como una provocación.

China, está cuestionando en los hechos, el sistema de Bretton Woods, impuesto por los Estados Unidos, tras su victoria en la segunda mundial y como potencia mundial, ya sea en cuanto al dólar como moneda de reserva y circulación mundial, así como de las instituciones internacionales surgidas de ese sistema (FMI y Banco Mundial). Este sistema, en parte, se implantó porque el imperialismo yanqui tenía una economía superavitaria, situación que ha cambiado drásticamente porque los Estados Unidos tiene una economía deficitaria desde hace mucho tiempo. China, junto a otros países, está construyendo una institucionalidad internacional paralela a la de Bretton Woods, tal es el caso de la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, paralelo y alternativo al Banco Mundial. Por otro lado, China junto a Rusia y otros países, ha comenzado a realizar acuerdos de pagos bilaterales y transacciones comerciales en yuanes. Ya existen múltiples acuerdos en esa dirección entre China y varios países europeos, Rusia y otros. Es más, China está realizando actualmente contratos de largo plazo de compra de petróleo en yuanes. Según el economista, Mohamed A. El-Erian, “… La preocupación es que estos enfoques alternativos puedan acabar socavando, en lugar de reforzar, un sistema predecible y beneficioso de normas para las interacciones entre los países”. (La Nación, 4 de febrero de 2017).

Por otro lado, la política de China, iniciada en el 2013, de “Un cinturón, una ruta” es una política expansionista de esta potencia emergente en toda Euroasia. Es el intento serio de exportar el modelo chino a otras regiones. Este es un proyecto faraónico y ambicioso de los chinos que implica conectar a China por ferrocarril con Asia Central y Europa, así como Oriente Medio y Asia Meridional. Dicha ruta estaría integrada por puertos, trenes, aeropuertos y generación eléctrica que aumentaría el tráfico marítimo desde Asia Oriental y conectar esos países con el cinturón, permitiendo transportar sus mercancías por tierra en vez de transitar por dos océanos, como sucede en la actualidad. Este ambicioso proyecto es financiado por el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Es muy probable que la concreción de este gran proyecto chino, le imprima gran desarrollo industrial y demanda fuera de China.

Los Conflictos Militares y los Peligros de Guerra Nuclear

Los conflictos militares en diferentes países, lejos de disminuir con la intervención imperialista, se han agudizado, tales son los casos de Siria, Afganistán, Irak y otros. En Siria continúan los enfrentamientos militares, a pesar del cese al fuego pactado entre los Estados Unidos y Rusia. Por otra parte, el referendo de independencia impulsado por los kurdos de Irak en la región del Kurdistán el día 25 de setiembre de 2017, probablemente, agrave la situación en esa zona. Rechazan ese referendo y sus resultados Irak, Irán, Turquía y Siria. El gobierno de Turquía ha amenazado con la intervención militar en el Kurdistán. Irán, por su parte, prohibió los vuelos al Kurdistán y desplazó a las tropas de la llamada Guardia Revolucionaria en la frontera de la zona kurda. Es importante destacar que las milicias kurdas se sienten fortalecidas por sus victorias contra las fuerzas del Estado Islámico.

De otro lado, la amenaza de Donald Trump contra Corea del Norte le echa más leña al fuego, en el sentido de plantear, recientemente, su destrucción total. Esa destrucción, en caso de concretarse, sería como una reedición del bombardero nuclear contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en el año 1945, pero a escala superior de toda una nación. Esto tendría graves consecuencias humana y ambientales, ya que significaría la eliminación física de la población en Corea del Norte, así como sus efectos en las poblaciones de los países limítrofes y en todo el planeta. En síntesis, las intervenciones imperialistas en diferentes países, su apoyo a uno u otro bando en esos conflictos, lejos de resolver situaciones conflictivas, las retroalimenta y las profundiza, creando mayor inestabilidad y la generación de caos en diversas regiones.


Por José René Tamariz

El presente artículo constituye el inicio de una discusión que los marxistas revolucionarios debemos comenzar con el desarrollo inédito de la cuarta revolución industrial y de la ciencia y tecnología en el mundo. Actualmente existe un interesante debate internacional sobre el futuro de las sociedades capitalistas con el desarrollo de la inteligencia artificial y, por ende, de los procesos de automatización y robotización en diferentes sectores de la producción industrial, agrícola y de múltiples servicios. La sustitución de oficios, profesiones y, por tanto, de mano de obra por parte de las máquinas es un problema viejo que, en la modernidad, adquiere aspectos de ciencia ficción convertidos en realidad o cerca de hacerse realidad: meseros robots, vehículos de reparto automatizados, automóviles sin choferes, autos voladores. Un artículo de la BBC del 2013 señalaba que “Si en un futuro próximo un robot puede ser camarero, enfermero, oficinista y un larguísimo etcétera: ¿qué pasará con los humanos?”. Estas son preguntas que se deben responder y resolver en los próximos años.

Las Revoluciones Industriales

Según Ernest Mandel “A partir de los años 40 del siglo XX, empiezan a aparecer los signos precursores de una tercera revolución industrial. La primera se fundó en la máquina de vapor, y la segunda en el motor eléctrico y el motor de explosión. La tercera revolución industrial está fundada en la liberación de la energía nuclear y el empleo de máquinas electrónicas. La utilización productiva de la energía nuclear constituye la primera respuesta que el ingenio de los hombres ha encontrado al problema, angustioso para algunos, de la pérdida de recursos energéticos mundiales. La segunda respuesta, sin duda definitiva, será la de la utilización de la energía termonuclear y solar” (Mandel, Ernest: Tratado de economía marxista. México, 1969). A esto último señalado por Mandel, nosotros le agregamos la utilización de las energías alternativas o limpias, incluso frente a las contaminantes como la energía nuclear, tales como la solar, mencionada por él, la hidráulica, la eólica, la geotérmica y el hidrógeno. Ahora se habla de la cuarta revolución industrial.

¿En qué consiste la cuarta revolución industrial? Según Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, en la última reunión celebrada en enero del año 2017 en Davos, sostuvo que, entre las cinco prioridades del mundo, se encuentra “En primer lugar… la Cuarta Revolución Industrial, que está redefiniendo industrias enteras, y creando otras nuevas desde cero, gracias a los innovadores avances en inteligencia artificial, robótica, Internet de las Cosas, automovilismo, impresión, nanotecnología, biotecnología y computación cuántica. Estas tecnologías solo han comenzado a mostrar su pleno potencial; en 2017, veremos cada vez más lo que solía ser ciencia ficción convertido en realidad…”. (Schwab, Klaus: Cinco prioridades de liderazgo para 2017).

Revoluciones Industriales y Empleo

Todas las Revoluciones Industriales han traído aparejadas al desarrollo de las fuerzas productivas y de grandes beneficios de la humanidad, nuevos problemas, retos y desafíos para trabajadores. La maquinización de la producción industrial, ahora, igual que en el pasado, la automatización y robotización tiende a la destrucción de fuentes de trabajo en diversos tipos de empleos y creación de nuevos tipos de trabajos. Al mismo tiempo que la maquinización destruye la demanda de trabajo, hace disminuir los salarios, aumenta la productividad y también la plusvalía de los capitalistas. Veamos algunos ejemplos de lo que pasó en diferentes etapas. De acuerdo con Mandel “Una máquina que economiza salarios empuja a los productores fuera de la producción. El maquinismo provoca desempleo obrero. Y lo provoca tan directamente que sus víctimas intentaron al principio destruir esas máquinas que los condenaban a la miseria (movimiento de los Luddites en Gran Bretaña; movimiento análogo en Francia, 1816-1825). Entre 1840 y 1843, a consecuencia de la competencia de la industria mecánica del lino, el número de hilanderas flamencas a domicilio descendió de 221,000 a 167,000. En 1824-1825, la introducción de máquinas de tejer mecánicas provocó en Inglaterra un desempleo considerable y los salarios se redujeron en un 50%”. (Ídem).

Por otra parte “… la automatización entraña un desarrollo tal de la productividad del trabajo que solo una transformación completa del sistema económico… puede a la larga evitar que se convierta en una constante fuente de perturbación… El número de trabajadores ocupados en la producción desciende sin cesar de manera relativa y, a veces, incluso de manera absoluta. De 1953 a marzo de 1960, la producción industrial aumentó en los Estados Unidos en más del 22%; el empleo industrial disminuyó en un 11%... En Francia, de 1953 a octubre de 1961, el número de empleados en la industria sólo aumentó en un 4%, en tanto que la producción industrial había aumentado en un 89%”. (Ídem)

Más adelante sostiene Mandel que “El desempleo de una masa de obreros que no encuentra trabajo debido a la competencia de las máquinas, se convierte en una institución permanente del modo de producción capitalista. Esta masa de obreros forma el ejercito industrial de reserva… En la primera fase del capitalismo industrial, cualquiera sea el país en que se establece el modo de producción capitalista, la destrucción del artesanado por la gran industria provoca un angustioso problema de desempleo…”. (Ídem).

Los procesos de producción industrial semiautomáticos se implantaron en la década de los años 30 del siglo pasado, provocando desempleo. Posteriormente “Para pasar de la producción semiautomática a la automatización pura y simple, es preciso eliminar trabajo manual a la entrada y salida de la cadena, en la puesta en marcha y detención de las máquinas, así como en el control de la calidad y la cantidad de la producción, así como en el trabajo de vigilancia general. Estas funciones se realizan por aparatos electrónicos…”. (Ídem). En el marco de la cuarta Revolución Industrial, donde raya los niveles de ciencia ficción, al mismo tiempo de los grandes desarrollos y beneficios a la humanidad que pueden traer las innovaciones, la ciencia y la tecnología, los problemas, desafíos y retos para los trabajadores y la humanidad se agigantan.

Por otro lado, como dato moderno “Según un estudio publicado por la Universidad de Oxford, el 47% de los trabajos en Estados Unidos serán automatizados en una o dos décadas. Según la firma McKinsey, se pueden automatizar tareas que totalizan el 45% del tiempo de los empleados con tecnología existente…”. (La Nación, 26 de mayo del 2017).

De otro lado, la robotización se incrementa día con día en varios países, principalmente, en Estados Unidos, Alemania, Japón, China y Corea del Sur. Estos cinco países acaparan las tres cuartas partes mundiales de las ventas totales de robots y su uso se concentra en sectores productivos como la industria automotriz, electrónica, médica y otras. De acuerdo con datos del 2011, Corea del Sur era el país con mayor densidad robótica por trabajadores -347 robots para cada 10 mil empleados. Le seguía Japón con una densidad robótica de 339 robots por cada 10 mil trabajadores. China aspira a llegar a una densidad robótica de 150 robots por cada 10 mil trabajadores. Se encuentra un poco rezagado, pero es muy probable que, en el curso de varios años, desplace a aquellos países en la compra y utilización de robots en diversos sectores de las actividades productivas y de servicios.

¿Hacia Dónde Conduce el Capitalismo Imperialista a las Sociedades con la Automatización y Robotización?

El capitalismo imperialista está llevando al mundo actual a niveles de desarrollo insospechados con la cuarta revolución industrial, pero al mismo tiempo introduce grandes perturbaciones y nuevos problemas a la humanidad. Con la automatización y robotización de diversos sectores productivos y de servicios, a diferencia de los procesos de maquinización anteriores, la destrucción de empleo podría ser inmensos, mientras que la creación de nuevas fuentes de trabajos sería muy especializados y menores que su destrucción. El uso de robots en diversas actividades plantea la necesidad de nuevas legislaciones, respecto a los servicios que presten los dueños de esos autómatas. El uso de robots no requiere de pagos de salarios, ni de pago de seguridad social, ni de impuestos, así como de necesidad de alimentación.

El ejército industrial de reserva (léase desempleados) no solo se producirá en esa área, sino también en diferentes actividades productivas y de servicios. Significa que el nivel de menesterosos, producto del desempleo, aumentará significativamente. Al aumentar la masa de desempleados y disminuir los salarios promedios de los trabajadores, producto de la competencia de los robots, por ende, también disminuirá la cantidad de compradores y demanda en el mercado para los capitalistas.

En la actualidad se ha abierto todo un debate sobre si gravar con impuestos a los robots. Bill Gates, plantea que para “… aliviar la desigualdad y compensar los costos sociales implícitos por los efectos de desplazamiento que conlleva la automatización…” 1 los robots deben pagar impuesto sobre la renta o bien los dueños de robots deben pagar un fuerte impuesto por reemplazar a los trabajadores con robots. Por otro lado, el economista Yanis Varoufakis, en contraposición a Gates, plantea la creación de un tal “dividendo básico universal (DBU), financiado con el rendimiento de todo el capital”.

Algunos tecnócratas, hace tiempo, consideraron la creación de un sistema económico en que esa gran masa de menesterosos, creados por la desocupación masiva de la automatización y robotización, podrían ser alimentados gratuitamente, como los proletarios antiguos en el Imperio romano. Incluso, podrían surgir viejas formas de esclavitud de esa gran masa de menesterosos desocupados.

Al final, la automatización y robotización para que no lleve a la degradación a los trabajadores, se hace necesario que estén bajo el control del Estado en una nueva sociedad, el socialismo. En este sistema, la automatización y robotización, puede liberar a los trabajadores de los trabajos “penosos, sucios e insalubres”, dejando tiempo libre para la reflexión, la investigación, el ocio y la diversión. El trabajo que exista o bien la cantidad de horas de trabajos disponibles en la sociedad podrían distribuirse entre la cantidad de trabajadores, teniendo pleno empleo. Pero esto solo podría ser posible en una sociedad socialista organizada y planificada.

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