Internacionales

Camino_Brega

Por Orson Mojica

Las revoluciones democráticas en los países del norte de África han despertado las simpatías y la solidaridad mundiales. Casi todos coincidimos en que es una necesidad histórica derribar a los regímenes totalitarios o dictatoriales en Medio Oriente y en cualquier parte del mundo. En Túnez y en Egipto las movilizaciones de masas fueron relativamente pacíficas, no llegaron a producir la insurrección popular. Antes de que esto ocurriera, el imperialismo norteamericano y europeo movieron teclas para lograr los cambios desde arriba, aun en medio de una situación revolucionaria.

Las particularidades de Libia

A pesar de la similitud de los procesos de revolución democrática en marcha en Túnez y Egipto, la situación en Libia es completamente diferente. Esta particularidad ha provocado la división de la izquierda centroamericana en relación a la actitud a tomar ante la guerra civil en Libia.

A diferencia de Túnez y Egipto, donde había procesos electorales, amañados, fraudulento, por medio del cual se escogía a un presidente, aliados de las potencias occidentales, en Libia existe prácticamente una monarquía, donde Kadaffi, aunque no tiene corona, ni linaje real, ha instaurado un régimen totalitario basado en su persona, que prepara la dinastía, es decir, heredarle el poder a sus hijos y familiares.

El régimen de Gadafi no tolera la más mínima disidencia. A diferencia de Túnez y Egipto, en donde en los procesos electorales controlados se manifestaban algunas corrientes políticas, en Libia prácticamente no hay partidos políticos de oposición, ni sindicatos ni organizaciones de la sociedad civil. El panorama político es tan árido como las mismas arenas del desierto de Libia.

Al no haber espacios para que se manifestara pacíficamente el descontento social, el movimiento tomó rápidamente las características de una insurrección espontanea, cuya represión terminó provocando la división del ejército libio y con ello se encendió la llama de la guerra civil.

Conducción burguesa y organismos de doble poder

Las masas insurrectas han creado, improvisado, organismos de poder, como son las milicias populares y los comités populares, los cuales reflejan el vigor de la insurrección pero al mismo tiempo tiene una gran debilidad: no existe una fuerza política nacional, de naturaleza revolucionaria, que dirija ese proceso de lucha política y militar.

El llamado Consejo Nacional Provisional de Transición de Libia (CNTP) es una alianza de fuerzas burguesas, con participación de antiguos funcionarios del régimen. Se trata de una conducción burguesa que acaba de ser reconocida como “interlocutor privilegiado” por la Unión Europea. Pero la conducción burguesa no le resta méritos a la insurrección popular. Esta contradicción entre la conducción burguesa, por un lado, y la dinámica antiimperialista y anticapitalista de los procesos insurreccionales, por el otro, es una característica propia de las revoluciones en los países atrasados, especialmente en países con regímenes totalitarios que niegan las libertades democráticas más elementales.

De la superación de esta contradicción depende el futuro de la revolución en Libia y el desenlace de la guerra civil.

La relativa fortaleza de Gadafi

La nacionalización del petróleo, y las posteriores concesiones a las empresas transnacionales, proveyeron al régimen de Gadafi de miles de millones de dólares que le permitieron repartir migajas entre los pobres, y crear una base o sustento social del régimen. Todos los regímenes totalitarios, por muy extraño que parezca, tiene algún sustento social. Sadam Hussein, solo para citar un ejemplo, tenía apoyo social en la poderosa minoría sunita.

El pasado revolucionario de Gadafi, los multimillonarios recursos del petróleo y su firme voluntad de aferrarse al poder, le han permitido cohesionar a su base social y reagruparla para una guerra civil prolongada.

Aunque las cosas en Libia nunca volverán a ser como antes, Gadafi resiste, no para sostenerse en el poder, sino para negociar con sus adversarios. Evidentemente que si puede, los terminará destruyendo.

Las contraofensivas militares de Gadafi y la recuperación de algunas ciudades, anteriormente en manos rebeldes, demuestran la superioridad militar del sector del ejército que le es fiel. Sin embargo, debemos recordar que el mejor ejército del mundo puede ser destrozado por la insurrección popular, siempre y cuando el otro bando levante una política que reste apoyo social al enemigo. Como ejemplo tenemos la insurrección popular contra el ejército del Sha en Irán en 1979.

Aun con las escasas informaciones que disponemos, podemos afirmar que la dirección burguesa del CNTP no tiene una política de reivindicaciones sociales para restarle base de apoyo a Gadafi, sino más bien que esta ha concentrado sus aspiraciones en recibir apoyo militar del imperialismo para vencer la resistencia de Gadafi.

Pero la relativa fortaleza de Gadafi no proviene de la amplitud de su base social, sino de la debilidad política del CNTP, de la ausencia de una conducción revolucionaria,  y en cierta medida, por el escaso apoyo militar al bando que se enfrenta militarmente a Gadafi en la actual guerra civil.

¿Es antiimperialista Kadaffi?

En Centroamérica, sectores de la izquierda se han dividido en torno a la actitud a tomar en torno a la guerra civil en Libia. Algunos sectores, sobre todo aquellos ligados al chavismo, al castrismo y al sandinismo, consideran que Gadafi está siendo víctima de una conspiración contrarrevolucionaria y que debemos apoyarle en estos momentos difíciles.

Nosotros creemos lo contrario, que debemos apoyar a quienes se enfrentan a Gadafi, independientemente de cuáles son las reales intenciones del imperialismo. Existe un mito sobre el antiimperialismo de Gadafi. El golpe de Estado de 1969, encabezado por el joven coronel Gadafi, derrocó a la monarquía existente, nacionalizó el petróleo, el principal recurso natural de Libia, pero la revolución se estancó y retrocedió hasta reinstaurar un régimen muy parecido a su anterior monárquico. En el transcurso del tiempo el antiimperialismo de la revolución Libia y del propio Kadaffi fue dando paso a una colaboración cada vez más estrecha con los imperialismos norteamericano y europeo.

En los últimos diez años, Kadaffi estrechó su alianza con el imperialismo norteamericano y europeo. Abrió nuevamente el país a las inversiones extranjeras, especialmente en el sector petrolero, y colaboró activamente con los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo

Este giro a la derecha de Kadaffi fue más visible después de los ataques del 11 de septiembre del 2001, cuando anuncio su renuncia al programa nuclear y el desmantelamiento del armamento de destrucción masiva. En 2004 indemnizó  a los familiares de las víctimas del atentado de Lockerbie de 1988. Kadafi ha estado a favor de reunir a todas las tribus Tuareg, dispersas por todo el Sahara, en un solo territorio a llamarse Traguistan, sacándolas de los diversos estados nacionales donde se encuentran. Producto de este giro hacia la derecha, todos los países europeos normalizaron sus relaciones diplomáticas con Libia

En enero de 2008, Kadaffi formó con Estados Unidos un convenio de cooperación científica y tecnológica, además Libia fue elegida para un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU

Los hechos de los últimos diez años demuestran que Gadafi abandonó la lucha imperialista y que más bien se mantuvo en el poder, por restablecer las alianzas políticas y militares con el imperialismo norteamericano y europeo

Suplicándole apoyo al imperialismo

Está claro que en los últimos años, Gadafi se logró mantener por los acuerdos con el imperialismo. Por esta razón, ahora protesta y suplica volver al statu quo anterior.

En conferencia de prensa, Gadafi ha dicho: "Estoy sorprendido de que teníamos una alianza con Occidente para combatir a Al Qaeda y ahora que estamos combatiendo a terroristas nos han abandonado" (Europapress 28/02/2011)

Más adelante, volvió a insistir: "Estoy sorprendido de que nadie entienda de que esta es una lucha contra el terrorismo (…) Nuestros servicios de seguridad cooperan. Los hemos ayudado muchos estos últimos años. Así que ¿por qué cuando estamos en una lucha contra el terrorismo aquí en Libia nadie nos ayuda a cambio?" (Reuters 06/03/2011)

Y para que no quepa la menor duda, Gadafi reitera que "Libia juega un papel vital para la paz en la región y en el mundo entero (…) Somos un importante socio en la lucha contra Al Qaeda (…) Hay millones de negros que podrían llegar al Mediterráneo y luego saltar a Francia e Italia si Libia deja de garantizar la seguridad". (El País, 07/03/2011)

Todas esas declaraciones no llaman a las masas libias a luchar contra el imperialismo y la invasión militar que prepara, sino que recurre a su antiguo aliado para tratar de superar las desavenencias.

La política del imperialismo

El imperialismo norteamericano y europeo están esperando pacientemente el desarrollo de los acontecimientos. Han abandonado a su antiguo aliado, no por amor a la democracia, ya que ellos han sido los principales sostenes militares de las dictaduras y monarquías árabes, sino por que tratan de influir en los futuros gobiernos.

Estados Unidos teme que Libia se convierta en otro Irak, es decir, en un enfrentamiento militar que desgaste políticamente a la administración Obama, en una coyuntura de fragil recuperación de la economía norteamericana. Por ello, ha preferido construir una alianza política con la Unión Europea y los países árabes, superando el unilateralismo que caracterizo a la pasada administración Bush. Construir ese consenso imperialista no es fácil y lleva tiempo, por eso Gadafi aprovecha el interregno para recuperar el terreno perdido, y renegociar su papel con el imperialismo.

La Unión Europea acaba de reconocer como “interlocutor privilegiado”  al CNTP, pero sin proporcionar armas a los rebeldes. En cierta medida, el imperialismo norteamericano y europeo está dejando que ambos bandos se debiliten, para promover una transición ordenada que mantenga el orden imperialista en esa zona. Por eso se han resistido a crear la zona de exclusión área, y se niegan a darle la estocada final a su antiguo aliado, esperando que surja una negociación que ahorre los costos políticos de una intervención militar directa.

Debemos apoyar al bando que lucha contra Gadafi

Independientemente, del carácter burgués de la dirección del CNTP, de la espontaneidad de la insurrección, de la falta de centralización de las milicias y de los comités populares, el bando que lucha contra la dictadura de Gadafi es el más progresivo de la actual guerra civil. Por eso los trabajadores centroamericanos y del mundo, debemos apoyarles. El triunfo militar sobre Gadafi abriría una situación favorable para el surgimiento de una dirección genuinamente revolucionaria, en cambio el aplastamiento militar de la insurrección, cerraría esa posibilidad por muchos años.

Cuando una guerra civil estalla, ninguno de los bandos tiene asegurada la victoria de antemano, todo dependerá de las políticas que implementen cada uno de los bandos en pugna. La guerra es la continuación de la política por otros medios. Nuestro deber es apoyar militarmente al bando que lucha contra Gadafi y ayudar a que surja esa dirección revolucionaria que se coloque al frente de la nación libia, por la reconquista de la independencia política y por el triunfo de la revolución democrática y antiimperialista.

Hemeroteca

Archivo