Medio Oriente

 

Por Manuel Sandoval,

Bandera Roja No 98, Octubre 2013

Continuación de la polémica sobre las posiciones que levanta la Liga Internacional de los Trabajadores en el Medio Oriente

En un artículo anterior, discutiendo las posiciones de la LIT-CI con relación a la guerra civil en Siria, señalábamos que después de controlar y frenar el proceso revolucionario en Libia, el imperialismo yanqui (a través de los agentes kataríes primero y después por medio de los saudíes) se lanzó a una operación riesgosa, trasladando a Siria miles de jihadistas, a fin de repetir la experiencia de Libia y distorsionar el ascenso revolucionario contra la dictadura de los Assad. Decíamos incluso que en alguna medida se estaba repitiendo una movilización de jihaidistas como la que había habido en los años ochenta, patrocinada por la CIA, hacia Afganistán.

Hay que constatar ahora, sin embargo, que a partir del golpe militar en Egipto contra el gobierno de la Hermandad Musulmana, y la represión brutal que lo ha seguido, hay un replanteo de la ofensiva yanqui contra el régimen de los Assad, que ha congelado la amenaza de una intervención directa (con violentos bombardeos de los yanquis y otras potencias imperialistas) para revertir a favor de la oposición la relación de fuerzas sobre el terreno. Más aún, los rusos han abierto una negociación en torno a la entrega por parte de Assad del armamento químico, negociación que podría extenderse a algún tipo de recambio, de fachada, de la dictadura. Ya se anunció, además, la reapertura de negociaciones entre el régimen iraní y la ONU, en torno al desarrollo del programa nuclear iraní, lo que indudablemente podría ser un elemento importantísimo para enfriar el clima bélico en Washington.

Hemos señalado que Egipto es un país clave para la estabilidad del Medio Oriente, por el peso que tiene en el mundo árabe, con más de 80 millones de habitantes y una clase obrera muy combativa. Aunque Washington haya criticado la represión desatada por los militares, no puede condenar el golpe y mucho menos arriesgarse a que los militares no logren estabilizar el país. Arabia Saudita, que favoreció el golpe, ha facilitado una ayuda de 5000 millones de dólares para que el país no se hunda económicamente, a la par que Washington mantiene la ayuda militar por más de 1200 millones de dólares (la segunda más importante, después de la que recibe Israel).

Aunque muchas de las corrientes salafistas a las que Washington les facilitó la entrada a Siria, son enemigas de los Hermanos Musulmanes de Egipto (considerados muy moderados), la represión que enfrentan a manos del ejército egipcio, ha sido vista como una maniobra norteamericana para impedir el surgimiento de un estado teocrático (conforme a la Sharia: la ley islámica) en este país. Las corrientes salafistas (como Al-Qaeda en los tiempos de Bin Laden y sus proyecciones de ahora) son sectas burguesas, con un grado de autonomía importante. A los ataques del ejército egipcio e Israel contra campamentos de jihaidistas en la Península de Sinaí, ha sucedido una escalada de bombazos mortíferos en Irak, Pakistán y Yemén, y un recrudecimiento del enfrentamiento sectario dentro del campo rebelde en Siria, lo que da idea claramente de un tensionamiento entre Washington y un abanico de grupos salafistas que multiplican las declaraciones en su contra.

Pareciera que Obama ha caído en cuenta (Putin ha jugado un papel clave en este sentido) de que al levantar el salafismo en Siria, está contribuyendo a desestabilizar la región aún más y provocando la fractura de Irak, con resultados impredecibles. La debilidad del imperialismo yanqui (expresada patéticamente en la reticencia del Parlamento inglés a acompañarlo en la aventura contra Siria y las dificultades para hacer un consenso en el mismo Washington), saltan a la vista.

A lo que se añade, como decíamos más arriba, el impacto de la represión de los militares egipcios a las multitudes que demandaban el retorno de Morsi y los Hermanos Musulmanes al poder. Reflejando la inquietud que ha despertado en los círculos imperialistas la situación en este país, el New York Times advertía hace unos días del peligro de que se convierta en un semillero gigantesco de “terroristas”.

La LIT-CI ha hecho un esfuerzo importante de elaboración sobre la situación en Egipto y Siria, con la intención de ganar militantes en los países árabes, donde la situación de la izquierda podría resumirse, diciendo que a la atomización y marginalidad de los grupos, se añade una falta angustiosa de programa para impulsar la movilización obrera y popular con una perspectiva de abrir paso a la revolución socialista.

Los análisis y las políticas que levanta la LIT-CI, desgraciadamente, sólo añaden más confusión al desconcierto general.

Hemos venido denunciado, que cuando la LIT-CI le pide a Obama que arme a los rebeldes sirios, está alentando la intervención del imperialismo yanqui. La política frente al golpe militar en Egipto, en medio de una maraña de posiciones ultraizquierdistas que rechazan cualquier unidad de acción con los Hermanos Musulmanes contra los militares golpistas, no es mejor, porque esta posición sectaria hace seguidismo a la capitulación de la izquierda egipcia a los militares.

Un movimiento de masas confundido sobre el rol de los militares

El proceso revolucionario que se abrió en Egipto en el 2011, como parte de la Primavera Árabe, ha tenido un desarrollo muy contradictorio: el ejército, al destituir a Mubarak y ahora a Morsi, se ha ganado la simpatía de un sector importante del movimiento de masas, que no ha logrado entender que los militares han intervenido en las dos ocasiones para impedir que las masas hagan saltar por los aires el régimen político egipcio.

En la conciencia de sectores populares importantes, hay una gran confusión sobre el rol que juega el ejército. Por una parte es la institución sobre la que se desarrolló la dictadura de Mubarak, con toda la corrupción y violencia contra el movimiento de masas que la caracterizaba, pero al mismo tiempo, gracias a la trayectoria del nasserismo, aparece todavía como el garante de la unidad del país.

Esta corriente nacionalista burguesa que abolió la monarquía, nacionalizó el Canal de Suez en 1956, y resistió la presión de las potencias imperialistas e Israel en varios conflictos militares (1956, 1967 y 1973), hizo importantes concesiones al movimiento de masas. Nahuel Moreno, el fundador de la LIT-CI, en su momento la comparó con el fenómeno del peronismo en Argentina y señaló que el régimen de Nasser era bonapartista sui-géneris, porque se apoyaba en el movimiento de masas para resistir la presión imperialista.

Aunque la cúpula militar está profundamente entregada al imperialismo yanqui desde la subida al poder de Sadat (después de la muerte de Nasser) y los acuerdos de paz con Israel en Camp David (1978), los posicionamientos contra Mubarak y Morsi, para contener la movilización de masas, han hecho que el ejército se prestigie y pueda cooptar parte de la izquierda y la conducción de los sindicatos independientes. Kamal Abu Eita, hasta hace poco Presidente de la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes, como Ministro de Trabajo llama todos los días a cesar las huelgas y producir. El núcleo fundador de Tamarod (Rebelión), frente juvenil y de izquierda que llamó a la movilización contra Morsi, en medio de las matanzas contra los Hermanos Musulmanes hace eje en la denuncia de los ataques a Iglesias coptas y las agresiones de “los terroristas islámicos” para justificar su apoyo al golpe militar.

Estos colaboracionistas no quieren entender, que la represión de los militares no se va a ver limitada a los Hermanos Musulmanes, sino que apunta a hacer retroceder violentamente a todo el movimiento de masas. La liberación de Mubarak hace pocos días es la mejor evidencia del programa contrarrevolucionario de los militares.

Para la LIT-CI no hay diferencia entre los Hermanos Musulmanes y el ejército

En sus análisis sobre Egipto, la LIT-CI viene insistiendo en que pese a la fuerza del ascenso del movimiento de masas, el régimen permanece casi incólume, articulado en torno al ejército, que controla incluso un gran sector de la economía. La movilización sólo habría logrado deshacerse de varios gobiernos (el de Mubarak, el primer gobierno militar con el general Tantawi al frente, y ahora Morsi) sin conseguir desplazar al ejército del poder. Lo que no es un gran problema para la LIT-CI, porque en sus análisis está implícita la idea de que la revolución continuará avanzando hasta que caigan los militares, es decir, hasta que el ejército termine siendo destruido en medio de un alzamiento popular incontenible.

Esta insistencia en que el régimen no ha cambiado, tiene un propósito: enfatizar que entre los Hermanos Musulmanes y los militares no hay mayores diferencias y que habría que rechazarlos por igual. El esquematismo de la LIT-CI nos parece por eso muy peligroso.

Con la caída de Mubarak y la subida al gobierno de Morsi, otro tipo de instituciones comienza a regular, junto al ejército, el funcionamiento del estado egipcio: para desviar el movimiento de masas se empezó a echar mano al mecanismo electoral y a los partidos políticos. Para la LIT-CI, sin embargo, todo ha seguido casi igual y nos presenta a los Hermanos Musulmanes como si fueran parte del aparato militar, pese a que durante casi medio siglo fueron la oposición burguesa al nasserismo y los militares, estuvieron ilegalizados la mayor parte del tiempo y que para controlar al movimiento de masas levantan un programa diferente al de la cúpula militar (brazo directo del imperialismo yanqui) centrado en la constitución de un estado islámico.

Es un proyecto bonapartista y reaccionario, que provocó que en menos de un año, Morsi, al intentar imponer una constitución islámica, desatara una gigantesca movilización en su contra que movió a los militares a sacarlo del gobierno preventivamente. La LIT-CI, con su metodología simplista: el régimen no ha cambiado, no hay mayor diferencia entre Morsi y los militares, la revolución se profundiza, saca entonces la conclusión de que la movilización de los Hermanos Musulmanes contra el golpe es contrarrevolucionaria y no podemos bajo ninguna circunstancia ser parte de la misma.

Como hay militantes egipcios y árabes que comienzan a conocer las posiciones de la LIT-CI, queremos señalar por eso todo lo contrario: un militante socialista que no impulse la movilización contra el golpe, contribuye a que los militares se “afiancen” en el gobierno y los Hermanos Musulmanes recuperen terreno, apareciendo como la oposición a los militares, después del retroceso que tuvieron por el desastre del gobierno de Morsi.

La política trotskista: unidad de acción con los Hermanos Musulmanes contra la represión, sin confundir banderas

Ante las críticas que ha recibido, la LIT-CI viene mediatizando su política. De la Declaración del 24 de julio: “Ninguna confianza en el nuevo gobierno títere de los militares y el imperialismo”, pasa a denunciar el 16 de agosto: “Los militares no atacan sólo a la reaccionaria Hermandad Musulmana sino a todo el pueblo”. Cierto, pero lamentable, porque el eje de su política sigue siendo condenar las movilizaciones de los Hermanos Musulmanes.

La LIT-CI es incapaz de entender la necesidad de la unidad de acción, incluso con los Hermanos Musulmanes contra los militares golpistas. Encuentra más fácil descartarla de tajo, porque es incapaz de levantar un programa de independencia de clase. La LIT-CI no entiende que el problema de hacer unidad de acción con los Hermanos Musulmanes, es no confundir las banderas. A la consigna de FUERA LOS MILITARES, nosotros no le añadimos, como hacen los Hermanos Musulmanes: ¡Por el regreso de Morsi al poder! Nosotros planteamos un gobierno de los sindicatos, las organizaciones de mujeres y la juventud, que convoque una Asamblea Constituyente Revolucionaria.

Esto marca un límite muy preciso a una posible unidad de acción con los Hermanos Musulmanes, pero permite tender un puente hacia el sector de masas que se está movilizando detrás de ellos y que enfrenta una represión feroz de los militares. No podemos salir a la calle, como propone la LIT-CI, a denunciar como contrarrevolucionarias las movilizaciones contra los militares, y anunciar al mismo tiempo que estamos por elecciones pero con los Hermanos Musulmanes ilegalizados. (“¡No a la vuelta de Morsi! ¡No a las movilizaciones contrarrevolucionarias y confesionales de la Hermandad! ¡Ningún derecho democrático ni de expresión para la Hermandad y sus líderes políticos mientras se movilicen por el retorno de Morsi! …”) Declaración del Secretariado Internacional del 15 de agosto.

Por eso tampoco hacemos, como lo propone la LIT-CI, un llamado a que la justicia burguesa, instrumento de los militares, procese a Morsi. Pedimos su libertad, y que cualquier acusación (particularmente por la represión a las manifestaciones inmediatamente anteriores a su caída) se haga ante tribunales populares electos por las organizaciones de masas.

Contra las enseñanzas de Trotsky y Moreno

Las posiciones ultraizquierdistas de la LIT-CI rechazando cualquier unidad de acción con los Hermanos Musulmanes son una vergüenza para el movimiento trotskista. Nuestra corriente surgió en los años treinta, en medio de una lucha intransigente de Trotsky contra la política del estalinismo en Alemania, que dividía el movimiento obrero y lo paralizaba frente al ascenso del nazismo, al denunciar como la amenaza principal para el movimiento obrero a la social democracia (“el social fascismo”). Incansablemente, en centenares de artículos y panfletos, Trotsky llamó a constituir un frente único obrero contra el fascismo. La política ultraizquierdista del estalinismo y la pusilanimidad de la socialdemocracia permitieron que Hitler llegara al poder en 1933. Hecho que Trotsky señaló como la piedra de toque de la inoperancia de la III Internacional, llamando a partir de ese momento a la constitución de una nueva Internacional.

Moreno, fundador de la LIT-CI no se cansó de educar en la necesidad de la más amplia acción en la lucha contra las dictaduras del Cono Sur, manteniendo al mismo tiempo la independencia de las organizaciones del movimiento obrero. Nuestra obligación número uno en Egipto, es impulsar la unidad de acción más amplia posible (incluso con los Hermanos Musulmanes y otras corrientes burguesas) contra los militares golpistas.

Es curioso que la LIT-CI le dé la espalda a la Hermandad Musulmana, que conserva una presencia importante en el movimiento de masas, que tenemos que intentar arrebatarle, y que no le dé el mismo trato condenatorio a las guerrillas salafistas que operan en Siria al servicio del imperialismo, verdaderas sectas en guerra con la movilización independiente de los sectores populares.

La cúpula de la LIT-CI debería preocuparse más por las cosas que dice.

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