Medio Oriente


Por Nicolás Lebrun

En el año de 1948, la Asamblea de las Naciones Unidas vota la resolución que da origen al Estado de Israel.

Apuntalados por los Estados Unidos de América, las fuerzas sionistas desplegaron un reino de terror en el cual arrasaron con pueblos palestinos enteros, lo que provocó el éxodo de millones de personas de esas tierras. Esta política de tierra arrasada no solo causó la eliminación de Palestina como nación, si no que también fue la pérdida de la antigua autoridad colonial inglesa sobre ese territorio.

Después de la segunda guerra mundial, el papel de los Estados Unidos como primera potencia económica y militar del planeta, hizo que las antiguas potencias imperialistas, las del viejo continente fueran perdiendo sus colonias y por lo tanto sus zonas de influencia. Esto no fue necesariamente la desaparición total de sus intereses, pero a sabiendas que jugarían desde ese momento un rol de segundo orden. 

El Estado sionista le posibilitó entonces a la burguesía yanqui de abrirse terreno en el Medio Oriente con este enclave que hasta la fecha se ha mantenido en gran parte a las transferencias de dinero de Washington. Anualmente, los Estados Unidos otorga cerca de tres millardos de dólares al estado sionista, sin contar los cerca de 3 millardos adicionales en ayuda militar para el desarrollo armamentista y los 2 millardos que contribuyentes privados envían. Todo esto no toma en cuenta otras ventajas adicionales que los yanquis le dan a sus aliados en esta estratégica zona.  En el campo militar, Israel es el principal aliado de los E.E.U.U por fuera de la OTAN. El control de la zona aledaña al canal de Suez le permite el flujo de petróleo en cantidades suficientes y en un buen tiempo. El oleoducto del canal represente cerca de tres millones de barriles diarios que, de ser cerrado este canal, pondría a los Estados Unidos en una situación de penuria energética, dado que una sola desviación en esta importante vía provocaría un aumento significativo en los costes de los derivados del petróleo. Todo esto por cuanto, el cierre de este oleoducto, Suez-Mediterráneo, haría que los grandes buques se retrasaran cerca de diez días en sus entregas, un costo que, en este contexto de crisis, no están dispuestos a pagar.

Pero esta historia de acercamiento entre la burguesía gringa y los sionistas no es nueva, empieza desde que la administración del presidente Wilson en 1917 apoyaba ya la declaración de Balfour, la cual proponía y acuerpaba la creación de un estado sionista en el protectorado británico de Palestina.

En otro campo, el electorado yanqui sionista, representa cerca del 16% del total del electorado demócrata. A lo largo de los años, después de la creación del estado sionista, las diferentes administraciones le han silbado al oído a esta franja de votantes. Pero el interés de esta alianza va mas allá de los fines electorales. La zona en la que se creó el enclave es de vital importancia para los intereses de la burguesía yanqui. De hecho, es casi una ocupación indirecta en la zona vía el ejército sionista.

Sin embargo, los yanquis no son los únicos socios de Israel. Francia y Alemania le han proporcionado importantes cantidades de armamentos que van desde los aviones Dassault franceses que se usaron en la guerra de Seis Dias hasta los submarinos de fabricación alemana que pertenecen a la marina de guerra israelí. Todo esto sin exceptuar la inmensa colaboración de Francia en el programa nuclear israelí que le permitió al Estado sionista de poseer desde la década de los sesenta de la bomba nuclear.

Este marco pintado a grandes trazos da una idea de los grandes intereses económicos políticos y militares que se fraguan por esos lares.

El regreso con fuerza del tío Sam

Durante la administración Obama, la política exterior en el Medio Oriente si bien en el fondo no tuvo cambios sustanciales, en la forma no fue bien acogida por el lobby sionista. Este lobby sionista no solo está compuesto por personas de origen judío, sino también por toda la derecha evangélica cercana al Tea Party y el partido Republicano fundamentalmente.

La primavera árabe vino a remover un poco los cimientos del rol de los Estados Unidos en el área. Este periodo donde las masas vinieron a sacudir algunos regímenes aliados de los yanquis no fue bien tomado por los sectores más conservadores. La caída de Mubarack en Egipto y el ascenso de los hermanos musulmanes con el gobierno de Morsi representó todo un periodo de inestabilidad que crispó la epidermis del estado sionista y del lobby imperialista. Esta crisis se saldó con el brutal golpe de estado que puso al general Sissi en el poder, para garantizar el retorno al status quo.

El desmembramiento de Libia y la posterior entrada en escena de las masas sirias hicieron que las luces del tablero se volvieran a poner en rojo.  Los acuerdos de Munich sirvieron en bandeja de plata la cabeza de la revolución siria para que los Estados Unidos y Rusia se transformaran en los gendarmes del área, sin poner en duda el papel mayoritario de los yanquis que controlan el grueso de las vía de abastecimiento energéticas.

Este punto es fundamental para entender como el gobierno de Trump aprovecha el hecho que uno de los procesos de lucha más importantes de los últimos tiempos fuera derrotado con el contubernio de las potencias del área, desde los iraníes hasta los sionistas.

Durante cinco años, diferentes grupos que van desde los djihadistas del Estado Islámico que buscaban imponer un estado secular sunita con una nueva burguesía salida de la implosión del estado de Irak entre otros, no pudo ver el día por mucho tiempo. La urgencia de contrarrestar a las otras fuerzas que combatían al gobierno de Hassad hizo que los rusos y los yanquis firmaran este pacto. Los rusos podrán conservar su base naval en el Mediterráneo, pero sin afectar el trasiego de carburantes.

Los recientes acuerdos entre Fatah, el gobierno de la Autoridad Palestina y Hamas, el gobierno de la banda de Gaza, para que el control de este último territorio pasase a manos de la AP, ha sido muy significativo. Es un reconocimiento a la autoridad representada por Fatah, la fracción palestina que ha reconocido el estado de Israel, al contrario de Hamas, que hasta el momento se ha negado a hacerlo.

La flexibilización de posiciones podría hasta pasar por el también reciente acuerdo entre el estado sionista y la ANP para que Israel proporcionase 33 millones de litros cúbicos de agua. Desde la creación del estado de Israel en 1948, las fuentes de agua han sido expropiadas y puestas bajo control israelí, lo que ha provocado una enorme desigualdad en cuanto al acceso al agua. Solo en la banda de Gaza, cerca del 90% del agua disponible no es potable, suma casi inversa del lado de los colonos y las ciudades israelíes. Todos estos recientes acuerdos antes citados han sido con el beneplácito del gobierno de Trump-Pence, que ha visto en ellos una forma para llegar a un acuerdo de paz.

La decisión de trasladar la embajada de los Estados Unidos a Israel, no solo viola las resoluciones de la Asamblea de la ONU y de su consejo de seguridad, que “reconoce” las fronteras de Israel antes de la guerra de los seis días en 1967, donde se empararon de la ciudad y de la franja de Gaza.  El golpe proporcionado a las masas en Egipto con el golpe de estado que abortó la situación revolucionaria y la consecuente derrota de las masas sirias que no han logrado derrocar al tirano de el Assad, entre otros aspectos, hace que la coyuntura para Trump sea favorable para pasar a la ofensiva en el terreno de la diplomacia. Las masas palestinas que encabezaron la primera y segunda Intifada vieron como su lucha fue traicionada por las dirigencias de Fatah y luego por los integristas islámicos de Hamas en su afán de derrotar la ocupación sionista. Lejos de eso, todo esto ha provocado que el sionismo con la complicidad de las burguesías imperialistas logre avanzar con sus proyectos de construir nuevas colonias en los territorios ocupados.

Urge una nueva dirección para encabezar la lucha contra el Estado sionista

LA derrota del estado sionista pasa fundamentalmente por una gran movilización de masas. Estas lo han demostrado por décadas pero en contra parte, las direcciones temen más a las masas, que harían que perdieran sus privilegios de clase, que a la situación actual. El gobierno de la ANP se ha transformado en un freno así como la dirección de Hamas que le ha puesto un camisón de fuerza a las nuevas generaciones que cercen hacinadas y bajo la ocupación.

En este sentido, el PSOCA sigue levantando la bandera de la creación de una Republica Palestina laica y democrática que se contraponga a los estados teocráticos de la región y que asegure el camino a una federación socialista de repúblicas de Oriente Medio.

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