Medio Oriente


Por Leonardo Ixim

Las revueltas obreras contra la teocracia chiíta en Irán y una serie de rebeliones en varios países del área, además del movimiento de piezas entre las potencias en la empantanada guerra civil siria, la guerra en Yemen, las elecciones en Egipto, pais clave en la región controlado por un gobierno autocrático, la rebelión en Túnez, Marruecos y Sudán, el espaldarazo del gobierno de Trump al Estado fascista Israelí para posicionarse sobre Jerusalén y el derecho a la autodeterminación de palestinos y kurdos.  Todos estos acontecimientos pintan un escenario donde los intereses de las potencias imperialistas intervienen en los distintos conflictos de la región

Una teocracia producto de la revolución

Se acaba de iniciar el año con la noticia de las movilizaciones que obreros, estudiantes, mujeres y desempleados han protagonizado en el país persa. Estas son las movilizaciones más grandes después del denominado movimiento verde en 2009. Lo que motiva es la situación socioeconómica de las masas iraníes, a diferencia del movimiento verde que se caracterizó por denunciar el supuesto fraude electoral del presidente Ahmadinejad y las exigencias de derechos democráticos.

Hasan Ruhani, un reformista, fue re-electo en mayo de 2017, con el 57.13 por ciento en una participación masiva del 73 % de los empadronados, por el Partido Moderación y Desarrollo, imponiéndose sobre una serie de candidatos apoyados por los sectores conservadores de la clase dominante. Ruhani prometió que la negociación con las potencias nucleares el Grupo 5 más 1de levantar las sanciones que el imperialismo impuso a Irán a cambio de que Naciones Unidas inspeccionen el programa nuclear iraní, del que en todo momento Teherán siempre adujo que es para fines pacíficos, se traduciría en la lluvia de inversiones en sectores estratégicos claves como petróleo, la industria automotriz, petroquímica, etc., que serían de beneficio a la población.

Rohani asumió en 2013 sobre el candidato del ex presidente Ahmadinejad y los conservadores, prometiendo abrir a Irán al comercio mundial.  El segundo asumió en 2006 bajo un programa de carácter populista que se caracterizó por impulsar programas sociales asistenciales respaldándose en la clase trabajadora. Ahmadinejad se reeligió en 2009 en elecciones que los reformistas calificaron de fraudulentas y promoviendo el movimiento verde protagonizado por sectores de capas medias; estos verían coronar su éxito con la llegada del actual presidente; además de que la alianza entre los populistas y conservadores se rompería y la candidatura de Ahmadinejad fuera prohibida para las elecciones de 2017, por el Consejo de Guardianes.

El régimen político en Irán

El régimen político iraní se caracteriza por elecciones periódicas cada cuatro años, pero previa aceptación de Consejo Guardianes, conformado por clérigos chitas dirigidos por el Ayatollah Ali Khameni, quienes aplican severamente la ley islámica y su interpretación chiíta en todos los órdenes de la vida social y política. Este sistema es producto de la contra-revolución que se impuso tras la revolución y el derrocamiento del Sha Reza Pahlevi en 1979, una monarquía odiada por la población sostenida por Estados Unidos donde este país era pieza clave de los intereses gringos.

El quiebre político se caracterizó por la insurrección de las masas y la creación de consejos obreros en fábricas los Shoras, la influencia del Partido de Masas (Comunista) de Irán -Tudeh por su nombre en persa- que bajo su orientación estalinista y las directrices de Moscú, le apostó a la dirección de un sector de la burguesía que rompió con el Sha y las potencias imperialistas. Este rompimiento fue del denominado bazar, o el sector burgués preocupado por el mercado interno y la dominación regional, representándose en los mullah o clérigos chitas. La contrarrevolución se impone a partir de la guerra que la dictadura iraquí de Saddam Hussein, apoyado por las reaccionarias monarquías del golfo Pérsico, apertrechado por los gringos y con el visto bueno de la URSS, lanza contra Irán. A lo interno el Ayatollah Jomeni y los clérigos afianzan su poder sobre los Shoras, el movimiento kurdo Rahjilat que participó en la revolución y donde la izquierda tuvo su mayor apoyo y al mismo partido comunista, así como el Socialista Internacionalista de orientación trotskista, que fueron perseguidos.

Irán, actor clave regional

A posteriori dentro del bloque dominante se imprimió dos líneas, los reformistas que le apostaban a mayor dosis de libertades y a vincularse en el mercado mundial y los conservadores, cercanos a la teocracia y al mercado nacional y regional y una tercera, la populista. Estas líneas compiten por el control geopolítico contra  Arabia Saudita apoyada por Estados Unidos e Israel, en una virtual guerra fría contra esta monarquía absoluta en guerras en Yemen, invadido por Arabia Saudita para detener un movimiento chiíta y Siria; además de disputarse la dirección de las dos corrientes del Islam, la chií y la suní. En la actualidad Irán tiene el respaldo o por lo menos la neutralidad de Turquía y Qatar, distanciados de Riyadh.

Regresando a las causas de la rebelión, la crisis de los precios del petróleo, el embargo que aun persiste y que Trump promete mantener si no se desmantela el programa nuclear iraní y la capacidad bélica convencional, la política de privatizaciones de Ruhani por exigencias del Fondo Monetario Internacional para préstamos con el fin de garantizar las inversiones extranjeras, entre otras cosas, provocaron que tan solo el año pasado la hegemonía de los reformistas se viniera a pique sobre todo en la clase trabajadora, con huelgas en la industria petrolera (estatal aun), automotriz controlada por transnacionales europeas, ingenios de azúcar y otros sectores. La explosión en una mina y la muerte de 40 mineros y la visita de Rohani a la tragedia provocó airadas protestas de los sobrevivientes y familiares de los muertos.

En un escenario de aumento constante de los precios de primera necesidad, en un país donde 40 % se encuentra en la pobreza,  se generaron protestas en las principales ciudades del país, al grado que en bastiones de la teocracia como la ciudad santa de Qum y en pequeñas ciudades obreras, que no se levantaron en 2009,  obreros, estudiantes y desempleados se enfrentaron con la policía y la Guardia Revolucionaria, provocando 20 muertos y 3,700 detenidos;  la participación de mujeres jóvenes también fue importante en un país donde éstas son considerados según el Islam propiedad de los hombres.

La reacción del régimen fue de represión, pero cuando los manifestantes asumieron consignas contra los mullah y el Ayatollah Ali Khamendi y la quema de comisarías, la respuesta fue las acusaciones a Israel, Arabia Saudita y Estados Unidos de estar atrás de las protestas y la oferta de diálogo. Por supuesto no se descarta la presencia de agentes extranjeros, el uso de corrientes reaccionarias como los monarquistas o de grupos fundamentalistas suníes apoyados por Washington y Riyadh.

En un primer momento se mencionó que los conservadores impulsaron las protestas, pero cuando éstas adquirieron un tono contra el régimen, en su conjunto se sumaron a los reformistas y al gobierno contra los manifestantes. Paralelamente Trump, Macron, el canciller británico y alemán, la jefa de la diplomacia de la Unión Europea hipócritamente, aprovecharon para exigir respeto a los derechos humanos.

Pero la estrategia de EU y Europa se bifurca, mientras que el primero presiona más a Teherán, Bruselas junto a Beijín y Moscú, están por mantener el acuerdo en materia nuclear y se presenta  una serie de inversiones de parte de empresas como Total de Francia, Gazprom de Rusia, Volkswagen, OMV de Austria o la china CNC en exploración petrolera, automotriz, infraestructura respectivamente. El discurso altisonante de Trump sobre mayores sanciones a Irán -que en su visita a Arabia Saudita acusó de Irán de promover el terrorismo y apoyar a la reaccionaria monarquía wahabita con la venta de una cantidad millonaria de armas- ha envalentonado al interior de Irán al régimen, desmontando por ahora las protestas.

La izquierda por su parte, encarnada en el Tudeh, el estalinista Partido de los Trabajadores Tofuan, sindicatos como de choferes de buses de Teherán, el Sindicato Libre Unido, la Asociaciones de Electricistas y Trabajadores del Metal, el Centro de defensores Laborales y la Alianza de Socialistas Sirios e Iraníes, han apoyado y sumado a las protestas y denunciado el intervencionismo de Estados Unidos y otras potencias. Tendrían que conformar sobre todo en las ciudades levantadas comités de barrios y empresas, para disputarle el poder a la teocracia y las distintas corrientes burguesas y evitar que el imperialismo intervenga desviando rebeliones como en Libia, Irak y Siria o respaldando a gobiernos afines a sus intereses como Egipto, Turquía, Jordania, Arabia Saudita, Bahréin, Marruecos, el mismo Israel.

Por supuesto que esto pasa por el derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo dividido en cuatro países, Siria, Turquía, Irak e Irán, sobre  el fetichismo de la unidad de estos países producto de las fronteras coloniales que las burguesías árabes aprovecharon y que la izquierda mundial con el respaldo de Rusia defiende, así como de otras minorías en Irán como los árabes suníes de Juzestán y otras provincias al sur, azeríes fronterizos con Azerbaiyán y minorías religiosas como los zoroastros, judíos y cristianos.

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