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¡DERROCAR A MICHELETTI, RECHAZAR LA NEGOCIACIÓN TRAMPOSA

Y CONVOCAR A UNA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE¡

Los golpistas jamás se imaginaron que con el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, lejos de devolver la paz social y la estabilidad política a Honduras, la situación evolucionaria rápidamente hacia una situación prerevolucionaria, caracterizada por una creciente debilidad y asilamiento nacional e internacional del gobierno espurio de Roberto Micheletti, y por una vigorosa resistencia de masas. Los de arriba ya no pueden gobernar fácilmente como antes, y los de abajo no quieren seguir siendo gobernados por los golpistas. Una situación pre revolucionaria puede terminar en una revolución triunfante o en una dura derrota. En Honduras todavía no hay nada definido, todo depende de la lucha en las calles y, sobre todo, de la conducción de la lucha contra el golpe de Estado.

Se pueden diferenciar dos bandos o polos opuestos: por un lado, el bando conformado por los golpistas, el estado mayor de las fuerzas armadas, la Iglesia, la burguesía y sus asalariados y, por el otro lado, el bando de la resistencia popular jefeada por el Frente Nacional contra el Golpe de Estado, que agrupa a un ala del gobernante Partido Liberal y las centrales obreras y la Coordinadora de Resistencia Popular (CNRP). Dentro de la amplia y necesaria alianza política contra el golpe de Estado, quienes han estado encabezando las movilizaciones han sido los sindicatos magisteriales, el Bloque Popular y resto de organizaciones del movimiento popular.

Sin embargo, quienes están imponiendo la dinámica de la negociación a toda costa, son los sectores del Partido Liberal afines al presidente Manuel Zelaya. Las centrales obreras y la CNRP guardan un profundo silencio y no se diferencia políticamente de esas posiciones suicidas. Manuel Zelaya ya terminó aceptando la mediación de Oscar Arias y su Plan de 7 puntos. Existe una enorme contradicción entre ésta conducción política mediatizadora, que se ha metido de cabeza en el pantano de las negociaciones con los golpistas, por un lado, y las bases obreras y populares que luchan a diario en las calles contra el golpe de Estado, por el otro. Los primeros aspiran llegar a un acuerdo que permita la reinstalación pacifica del presidente Manuel Zelaya. Los segundos aspiran a eso y mucho más, ya que con su movilización están haciendo tambalear las estructuras del Estado burgués.

No cabe la menor duda que los golpistas tienen la estrategia de desgastar a las masas en resistencia, para conducirlas posteriormente a la trampa de unas elecciones anticipadas, convocadas por los golpistas. Cambiar todo para que no cambie nada. En ese sentido, las negociaciones en Costa Rica, lejos de ayudar a salir más rápidamente de los golpistas, están sirviendo para crear falsas expectativas, están contribuyendo a la desmovilización y la desmoralización del movimiento de masas.

La propuesta de un gobierno de reconciliación nacional entre Manuel Zelaya y los golpistas intenta mezclar el agua con el fuego, debe ser rechazada tajantemente por quienes luchamos contra los golpistas. En cualquier lucha se puede producir alguna negociación con los enemigos, pero nunca debe poner el peligro los objetivos de la lucha. Una cosa es negociar la rendición de los golpistas, y otra muy diferente es convertir la negociación en el eje de la lucha, tal como lo está haciendo el presidente Manuel Zelaya.

Sin descansar ni dividir la lucha unitaria contra los golpistas, el Bloque Popular, las centrales obreras y la CNRP deben prepararse y convertirse en una alternativa de poder, propia de los trabajadores, independiente, única manera de garantizar el triunfo sobre los golpistas. Y ese camino pasa por la huelga general, el levantamiento popular, el derrocamiento de Micheletti y la inmediata convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, libre, soberana e independiente, que reorganice Honduras en beneficio de los más pobres.

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