Género
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Por Josefina Arguello.

Está demás hacer una cronología sobre la situación socio histórica de la mujer. Si bien es cierto que nuestras antecesoras derramaron sangre, sudor y lágrimas para que nosotras las mujeres del siglo XXI pudiésemos gozar de un sin número de privilegios. Sin embargo, actualmente todavía centenares de mujeres son asesinadas a diario producto de la violencia intrafamiliar, miles de mujeres no tienen acceso a la educación, a una pequeña parcela de tierra, a un trabajo digno que les permita mantener a sus hijos sin tener a un tirano que les exija la comida servida, ropa lavada, planchada, el sexo seguro y la boca cerrada. Podemos entonces sentirnos privilegiadas mujeres de este siglo quienes hoy pueden ir a un centro de estudios o la universidad a cursar una carrera para desempeñarse en un puesto de trabajo en iguales o similares condiciones de oportunidades, muchas hacen uso de créditos a través de redes comunitarias para tener una micro o mediana empresa y así salen un poco de la pobreza, son muchas las mujeres que tienen cargos de jefatura militar, política y administrativa, muchas mujeres ejecutivas están al frente de grandes empresas transnacionales y familiares. Estamos organizadas en diferentes asociaciones, pertenecemos a partidos políticos, formamos alianzas estratégicas, redes de contactos y muchas coquetean en los círculos de poder. Diríamos entonces ¿de qué nos quejamos las mujeres del siglo XXI? si ya podemos votar, ya podemos hablar y hasta gobernar. Cuál es el enemigo de este siglo, seguirá siendo la guerra de los sexos en los cuales están en el mismo cuadrilátero machismo vrs feminismo.

La lucha que enfrentamos ahora no es tan distinta a la de nuestras madres y abuelas. Hoy en día en este nuevo mundo “globalizado” y globalizante existen nuevas formas de explotación y de sumisión del género que son “socialmente aceptables” porque sino lo hacemos pecamos de atrasadas, tercermundistas y hasta de estar fuera del maravilloso mercado de la competencia. Las nuevas formas de explotación del mercado laboral ofrecido para las mujeres conllevan un sin número de exigencias para que las mujeres nos sintamos personajes útiles a la sociedad. “La Excelente presentación” no es más que una etiqueta discriminante ofrecida en los anuncios para aplicar a un empleo, los cánones de belleza, cada vez más enfermizos, más estereotipados nos ofrece nuevas formas alienantes de falsas identidades. Los concursos de belleza parecen ser el santiamén que algunas jóvenes encuentran para tener todo lo que a una simple mortal le puede costar la vida entera, un automóvil, beca universitaria, viajes, gimnasio y peluquería gratuita a cambio de estar en los calendarios de una bebida alcohólica nacional.

Los perfectos y destructivos modelos de belleza, como bien critica fuertemente la novela “Sin tetas no hay paraíso” del colombiano Gustavo Moreno, al parecer hay una desenfrenada adicción al silicón, al botox, al bisturí y los postizos, distorsionando nuestras desorientadas latitudes de identidad y de autonomía. La liberación femenina, infestada de sesgos, de desacuerdos y de falta de empoderamiento de las mismas mujeres, ha dejado enormes ranuras donde los tentáculos del marketing y el fashion internacional han manipulado la emancipación de la mujer, manoseando la frase “Mi cuerpo es mío” para hacer creer a las mujeres en el farsante espejismo que operándose están decidiendo ser bellas, exitosas, feministas y femeninas, sobre todo jóvenes por siempre, claro mientras la cartera este solvente.

Las mujeres de esta época van enrumbándose a un prototipo de mujer de plástico, con valores infrahumanos de egoísmo culto al cuerpo. No es que estemos a favor del desaliño y la modorra. Pero una autoestima balanceada no permitiría que embaucadores mensajes subliminales sigan enriqueciendo a los carniceros de la cirugía estética, los falsos mesías de las agencias de modelaje, los emporios del cosmético y lamentablemente la más lesionada siempre es la mujer.

Ya no están de moda, la solidaridad, la hermandad, la entrega a un ideal y sobre todo la admiración de la mujer por sus principios, su feminidad y su multifacéticos roles los cuales ha asumido con mucha valentía y propiedad. Mujer Trabajadora, Mujer esposa, mujer hija, mujer madre y sobre todo mujer amiga.

La perspectiva de las nuevas generaciones, está empañándose de valores distorsionados. Valores que empujan a la mujer a sometimientos que van en detrimento de su propia valía y su propia autodeterminación. Ya no solamente hay que enfrentar los alquitranados ejes de poder que son el mal endeble de toda sociedad. Sino que también hay que combatir además con las nuevas adicciones que son desapercibidas y nos están socavando los cimientos familiares. El celular, el Internet, la televisión, los videojuegos, el trabajo compulsivo son parte de nuestra rutina familiar y nos permiten ilimitadas oportunidades, pero que sin el debido control se convierten en adicciones que disgregan la familia, convirtiéndose ésta en un lugar árido de afecto e intimidad.

Los conceptos de familia han cambiado, como va cambiando la sociedad misma. Sin embargo, concuerdan sociólogos y sicólogos que el núcleo familiar es la base de toda sociedad y si ese núcleo se dispersa también la sociedad en su conjunto lo hace. Por tal razón nos encontramos con hogares totalmente disfuncionales. Nos quejamos de la delincuencia juvenil en las calles, de nuestras niñas vendiéndose a temprana edad, de adolescentes alcohólicos y drogadictos, de los indigentes huele pegas, pero todo esto es el fruto de los hogares derruidos.

Ha sido eterna la polémica si la mujer debe o no salir a trabajar. Isabella Santo Domingo, escritora colombiana, en “a.m. / f.m. ¿Felizmente mantenida o asalariada de mierda?” Describe con mucha mofa y fina ironía la disyuntiva en la cual la mujer se encuentra en la búsqueda de su propia realización, ya sea en el hogar o trabajando fuera del mismo. No obstante aunque la mujer trabaje fuera de casa siempre tiene que cumplir con ambos roles a la perfección. El felizmente mantenida es una quimera de las mujeres sometidas a la dependencia económica, pero también las que tienen el estupendo privilegio de gozar de un salario, sostienen relaciones insalubres y añoran la estabilidad de las amas de casa.

Los retos de la mujer son muchos, sobre todo porque los rangos de calidad y superación son cada vez más encumbrados, más discriminatorios y menos humanizados. No basta que las mujeres alcancen niveles de independencia económica, sino que logre ser también independiente de los arcaicos patrones de conducta los cuales han programado las sociedades por siglos dando como resultados el recargo de responsabilidades y obligaciones para la mujer.

Se han creado muchas leyes a favor de las mujeres, movimientos que velan para que estas leyes se cumplan, alianzas para que cese la violencia y discriminación para el género femenino. Pero todavía las voces femeninas no han alcanzado su más alto tono, porque muchas mujeres todavía permanecen en la oscuridad del silencio, en el tácito ambiente del maltrato intrafamiliar, en la incertidumbre de la estabilidad laboral, en la sórdida dependencia económica, en la ignominia del chantaje sexual, en el terrorista abuso de poder. Pese a eso, también dentro del gremio hay mucho de debatir, buscar un discurso menos sexista y establecer alianzas estratégicas con nuestros hombres para lograr el utópico consenso. Ya no hacer revoluciones ni sexuales, ni armadas, nuestras antecesoras quisieron cambiar el mundo de afuera para mejorar el de adentro, hoy Las mujeres debemos girar y emprender una revolución interior, intima en la plenitud de nuestros hogares para dar inicio a nuestra propia auto liberación.