Por Joseph Manuel A. Herrera

El soberanista –en apariencia– gobierno de Jimmy Morales en Guatemala y sus cipayos ministros, el tartamudo Enrique Degenhart (Gobernación) y la contradictoria a destiempo Sandra Jovel (Exteriores), recién la semana pasada han buscado hacer uso de su última carga de servilismo tropical ante los mandatos vía Twitter del bravucón y chantajista que ha ocupado la Casa Blanca;  los mismos paladines de la patria que utilizaron la retórica de soberanía para detener la intervención reformista de la CICIG, hoy están planeando ser más serviles que el gobierno mexicano ante su patrón del norte.

Gracias a la volatilidad y al gobierno vía redes sociales por excelencia, sabemos que Trump ha presionado primero al gobierno de México para que en primera instancia y bajo la amenaza de subir los aranceles sobre las mercancías que México exporta a su primer comprador (EU), el país se ha terminado convirtiendo en la realidad en el aclamado Muro Fronterizo que prometió Trump durante la campaña presidencial, acompañado de la promesa que dicho muro lo pagarían los mexicanos. Esto ya es un hecho, pues con la instauración de la Guardia Nacional en México y la temprana pusilanimidad de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el aplastado imperio azteca ha sido una vez más utilizado como el tradicional Lebensraum «espacio vital» yanqui, a gusto de los halcones de Washington y del hooligan Trump.

Las amenazas arancelarias han doblegado hasta el punto de la ruptura de AMLO con su discursiva de restaurar a México a los tiempos del cardenismo por medio de su Cuarta Trasformación (4T). A pesar de su política de parecer ante los mexicanos como el hombre fuerte, en los hechos ha sido poco más que una alfombra ante la arremetida de las diplomacias del dólar y del big stick «gran garrote» fusionadas en la administración Trump. 

Pero Trump no ha logrado convertir a México en el tercer país seguro que albergaría a los cientos de miles de migrantes que llegan a la frontera norte y solicitan asilo ante la guardia fronteriza de los Estados Unidos. Es entonces cuando los halcones buscan a un gobierno aún más pusilánime que el de AMLO, que ya ha desplegado a seis mil efectivos de la Guardia Nacional en la frontera entre Guatemala-México y que le ha asegurado a su interlocutor del norte por medio de su canciller, el derechista burgués Marcelo Ebrard, el compromiso del gobierno mexicano en detener la ola migratoria centroamericana.

¿Guatemala un tercer país seguro?

Un tercer país seguro es aquel que en el derecho internacional de refugiados comprende al Estado en el que los migrantes esperan mientras se tramitan sus solicitudes de asilo al país de destino. Quiere decir que el tercer país es aquel que no es ni el país de origen donde la vida del migrante corre peligro, ni el país de destino al que el migrante desea llegar. En el mundo hay varios terceros países seguros, el caso de Australia en Oceanía es uno que ha servido de refugio temporal para miles de desplazados por las guerras y las hambrunas de Asia. Por otro lado, se puede mencionar a Turquía, que asumió la carga migratoria de la Unión Europea (UE) con respecto a los millones de migrantes sirios. Ambos casos, bajo la jurisdicción internacional del acuerdo 51 de refugiados, en sus formas son diametralmente diferentes y responden a intereses políticos y económicos particulares de las élites gobernantes en ambos países, con respecto a la fuerza de trabajo el primero derivado del bajo nivel demográfico, y la capacidad de negociación extorsiva de la dictadura turca para con la UE, usando de ficha de cambio la virtual vía libre de los musulmanes de todas las tendencias hacia el centro de Europa.

Entendiendo esto, también es importante saber que en la diplomacia podemos establecer que, en relación de fuerza de negociación, México tiene menos fuerza frente a Estados Unidos, pero cuando añadimos a un tercer país que en relación a los dos anteriores pasa a ser el de menor fuerza, como es el caso de Guatemala, la dinámica de la negociación cambia. Esto lo esconden el ministro de gobernación y la canciller, con bombos y tambores ensordecen la debilidad del gobierno ante la presión de Trump por encontrar algún país que más que poder, sea obligado a ser tercer país seguro.

Los mexicanos se doblegaron y han quedado como la policía migratoria rural de los Estados Unidos; la frontera sur del imperio se ha trasladado hasta el rio Suchiate entre Guatemala y México. En la negociación económica México perdió, en la diplomática salió mejor parado, pues se negó con amplitud a ser el tercer país seguro, que debe cargar sobre su presupuesto a los cientos de miles de migrantes que soliciten asilo en los Estados Unidos, contando la dinámica que miles de migrantes le darán a las relaciones sociales dentro del mismo México.

Ahí es donde entra la retórica hipócrita del gobierno de Guatemala y sus paladines. Guatemala no cuenta con las mejores condiciones para asegurar lo mínimos preceptos de derechos sociales, económicos, civiles y políticos de su propia población, garantizados todos ellos por la constitución política del país e ignorado en los hechos por la burguesía oligárquica nativa y por la fracción burguesa militar que hace gobierno con Jimmy Morales. Es de alterados mentales creer que un país con serios problemas de desigualdad social, que tan solo este año ha obligado a decenas de miles de guatemaltecos a migrar al norte, podría cargar con los desheredados de toda Centroamérica, el Caribe y África que han hecho los últimos meses a Centroamérica su ruta para llegar a Estados Unidos.

En lo que va del año las autoridades de migración de Estados Unidos han deportado a cerca de 200 mil guatemaltecos. Cerca de 50 mil solicitudes de asilo son las que se han tramitado en lo que va de 2019 en la frontera sur de los Estados Unidos. Esto quiere decir que, al cerrarse el acuerdo, se convierte a Guatemala la sala de espera del imperialismo mientras la jurisdicción migratoria acepta o deniega las solicitudes de asilo de los migrantes. Al igual que el presidente de El Salvador Nayib Bukele la última semana, la misión del gobierno guatemalteco es por medio del virtual acuerdo de país seguro, ratificar el compromiso de Estados Unidos y ahora de México, de inyectar por medio de sus empresas dinero en Centroamérica. 

Guatemala: Una cárcel para los centroamericanos

La clase dirigente guatemalteca no puede, ni podrá jamás, concederle los derechos que en el papel les ha otorgado a los guatemaltecos. No negaremos que en Guatemala el nivel de vida es un poco más elevado que el de países como El Salvador, con millones de sus connacionales en Estados Unidos, o como Honduras y Nicaragua, aplastadas por dictaduras que con discursos diferentes en los hechos han condenado a nuestros hermanos al destierro y al exilio de sus tierras.

El nivel de vida de Guatemala, bajo el peso de sus contradicciones económicas y políticas ha decaído los últimos cinco años, es imposible que bajo el actual ordenamiento social, político y económico el país pueda subsanar las necesidades básicas de sus casi 20 millones de habitantes, y menos aún que pueda cargar sobre esta crisis más lenta, pero igual de profunda que la que aqueja a los enanos Estados burgueses de Centroamérica a los cientos de miles de migrantes que deportarán de los Estados Unidos y a los otros miles que van rumbo a chocar con el muro fronterizo que es México.

La política del imperialismo es encerrar la crisis que ellos mismos han causado, financiando y sosteniendo durante los últimos 50 años a las oscuras burguesías nativas de Centroamérica, retener a los miles de migrantes que huyen del hambre, el desempleo y la pobreza, usando a México como muro y a su Guardia Nacional como la policía migratoria rural del imperialismo y a Guatemala como cárcel para detener el avance migratorio.

Desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) creemos que Centroamérica es una nación, un solo país dividido por el interés de las burguesías nativas y el imperialismo de mantenernos divididos, los unos para explotar sus pequeñas fincas y los otros para aplastar uno a uno a los enanos Estado centroamericanos. Hoy más que nunca, la solidaridad de los pueblos centroamericanos debe ser la bandera en defensa del libre tránsito de todos los seres humanos. Las maniobras imperialistas con la ayuda servil de los burgueses gobiernos mexicano y guatemalteco no podrá detener el colapso del imperialismo ante la pujanza trasformadora de la migración.

Los trabajadores de toda Centroamérica y las clases populares pueden y deben prestar ayuda a todos los migrantes; ningún ejército, ninguna policía por armada que esté detendrá el tránsito de la historia. Pero alertamos que la única manera de solucionar el fenómeno de la migración causada por la desigualdad social, la bancarrota económica de los Estados burgueses, es la unidad de todo el pueblo contra las élites gobernantes de Centroamérica, que han demostrado una vez más que se aliarán con el imperialismo para volver nuestra tierra una cárcel, antes que cambiar sus métodos de explotación que empobrecen y obligan a huir a los centroamericanos de su propio país. Las burguesías centroamericanas ya no tienen la capacidad de dirigir coherentemente el destino de los centroamericanos, la única forma de detener la degradación de Centroamérica a una cárcel a las puertas del imperialismo es derrotar el orden burgués y establecer un régimen revolucionario al servicio de los trabajadores, las clases populares, los pueblos indígenas, los campesinos, las mujeres y los estudiantes.