Por José René Tamariz Corea

El gobierno de Solís tiene un año de haber asumido el poder. Ese triunfo histórico tenía varios significados muy importantes y trascendentales. Primero, se rompía el control del aparato del Estado y del gobierno que por 60 años ejerció el bipartidismo corrupto del PLN-PUSC. Segundo, el cambio prometido por Luis Guillermo Solís creó grandes expectativas e ilusiones en más de 1,3 millones de ciudadanos. Tercero, ese espectacular triunfo, fue una consecuencia distorsionada del poderoso ascenso del movimiento de masas que venía luchando incesantemente desde el combo del ICE en el año 2000. A un año el balance es negativo. El gobierno de Solís ha dilapidado lo ganado por semejante triunfo electoral. La izquierda revolucionaria, el movimiento sindical y los trabajadores debemos sacar las enseñanzas de este año de gobierno y derivar una política de movilización y lucha, que impida que las propuestas económicas y otras de Solís se aprueben en la Asamblea Legislativa.

De las falsas promesas de cambio al plan de ajuste: ¿Garrote por Zanahoria?

Entre las promesas ofrecidas por Solís, destacan la generación de empleos, disminuir la pobreza, otorgar viviendas, bajar las tarifas eléctricas, no aplicar durante los primeros dos años de su mandato planes fiscales y otras. ¿Cuál es el balance a un año de su mandato? Veamos. El desempleo lejos de disminuir, más bien ha aumentado. Actualmente existen más de 270.000 mil desempleados; la pobreza se mantiene estancada en más del 20%; las tarifas eléctricas lejos de bajar, más bien el gobierno las quiere aumentar con la reforma y transformación del impuesto de venta a impuesto al valor agregado. Actualmente por el consumo de 250 kwh o más se paga el 5% y con esa modificación la pretende subir al ¡15%!, es decir, un incremento del ¡200%! El primero de abril del año 2014 Solís dijo: “No quiero bajar la luz dentro de seis meses. Debe ser ¡YA!”. (La Nación, 6 de julio del 2014) ¡Esto se llama: estafa política! El 27 de enero del 2014, durante la campaña electoral, Solís declaró con “seriedad” que en sus primeros dos años de gestión no habría plan fiscal, sin embargo, ahora tiene nueve planes fiscales en curso, que empobrecerán aún más a los trabajadores y sectores populares, algunos en la Asamblea Legislativa, mientras que otros ya pasaron la consulta pública y otros están en proceso de elaboración. Al respecto de la baja de la tarifa eléctrica, el flamante ex-Ministro de la Presidencia, Melvin Jiménez, declaró con desfachatez que “Tenemos cuatro años (para bajar tarifas)” (La Nación, 3 de julio del 2014). Ahora el gobierno hace lo contrario, ¡pretende aumentar las tarifas eléctricas para finales del presente año!

La Salida de Melvin Jiménez e ingreso de Sergio Alfaro: El reacomodo del gobierno

Melvin Jiménez, obispo luterano, desde que ingresó al gobierno tuvo la oposición y resistencia de la iglesia católica y demás sectores conservadores. Al final, la sala IV dirimió esa oposición mediante la resolución de que era constitucional dicha elección. Este obispo luterano, mantiene nexos con las organizaciones sindicales, populares y sociales. De ahí también el rechazo de los sectores neoliberales. Sin embargo, este religioso es un neófito en el manejo de las cuestiones de Estado y cometió una serie de errores y metidas de patas (ofrecimientos de embajadas a diestra y siniestra, mal manejo de la ley mordaza y otras) que, al final de cuentas, le costaron el puesto de Ministro.

La entrada de Sergio Alfaro como nuevo Ministro de la Presidencia, hombre fundador del PAC y cercano a Ottón Solís, refleja, por un lado, un mayor acercamiento del gobierno Solís a las estructuras partidarias del PAC, buscando más apoyo político en el partido que lo llevó al poder y, por el otro lado, le ha tendido un puente a Ottón Solís, neoliberal puro y duro, para que lo apoye en el parlamento en la aprobación de sus planes fiscales. Todo pareciera indicar una reconciliación de Luis Guillermo Solís con el sector neoliberal del partido, en detrimento del sector “social” (el G-3 que denomina Ottón Solís: Melvin Jiménez, Víctor Morales y Mariano Figueres).

El fracaso del proyecto de Solís: del ideal “Estado benefactor” al real “Estado neoliberal”

En sus inicios idílicos y de ensueño, el Presidente de la República, Luis Guillermo Solís, presentó su proyecto político, planteando que “Recuperar el Estado social de derecho es recuperar el centro costarricense. Nunca hemos tenido miedo a un Estado benefactor y potente. Hay que recuperar la conciencia de que hay que invertir en la gente, y eso es algo que no habíamos hecho desde hace mucho, por el modelo de desarrollo y por la ineficiencia. Hay programa clientelares que no estaban cumpliendo”. (La Nación, viernes 5 de setiembre del 2014). A un año de gestión ese proyecto político no pasó de ser más que una declaración de buenas intenciones. No era viable ni económica ni políticamente, primero, porque la arquitectura e institucionalidad del Estado es de tipo neoliberal; segundo, dado los bajos niveles de crecimiento económico, el alto déficit fiscal y enriquecimiento de los grupos económicos, no existen los márgenes y capacidad económica de hacer concesiones al movimiento de masas. La implementación de un Estado benefactor significaría golpear a los grupos de poder y eso este gobierno no era capaz de hacerlo. Por ello, termina capitulando al gran capital nacional y transnacional.

¿A dónde va el Gobierno de Solís?

La ruta del gobierno de Solís no la marca ni él, ni el PAC, a menos que rompieran con el Estado neoliberal, sino que ya estaba predeterminada antes de que ellos asumieran el poder. El rumbo del Estado capitalista costarricense está determinado por las fuerzas burguesas, tanto políticas como económicas, así como por las instituciones imperialistas transnacionales como el FMI, BM, las Calificadoras de riesgo y otras. Veamos dos ejemplos significativos y representativos. En cuanto a la cuestión del déficit fiscal, el gobierno se ha tenido que tragar una y otra vez las tonterías y mentiras que había dicho y prometido. ¿Quién marca el rumbo? Las calificadoras internacionales de riesgo. Al respecto “Las calificadoras Fitch Ratings, Standard & Poor´s (S&P) y Moody´s esperan la aprobación de las reformas fiscales en los próximos 18 meses.” (La Nación, 7 de abril del 2015). Es decir, si o si, en año y medio máximo los planes fiscales tienen que estar aprobados, de lo contrario “De no avalarse los cambios legales para reducir el déficit fiscal y el endeudamiento público, Costa Rica tiene altas probabilidades de sufrir un deterioro en sus calificaciones, confirmaron las tres agencias…”. (Ídem). Por eso, Solís quiere que sus planes fiscales estén aprobados para finales de año, ¡para pasar el examen de las calificadoras! Triste función y papel de un Presidente de la República.

Por otra parte, el rumbo del proyecto-país, no es el de Solís, sino el que dejó marcado Laura Chinchilla con el ingreso de Costa Rica a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Así lo plantea y dice Anabel González, una neoliberal confesa, cuando señala que “El ingreso de Costa Rica a la OCDE es el principal proyecto-país de los próximos años.” (La Nación, 13 de abril del 2015). Más claro no canta un gallo. La ruta está trazada para Solís, su función es sola aplicarla. ¿Qué significa el ingreso a la OCDDE? Reformar la Administración Pública, la política ambiental, comercial, la política educativa, el empleo, las finanzas, la gobernanza, la inversión, el transporte, en otras palabras, la reforma total del Estado nacional, en lo cual Solís es simplemente un ejecutor.