Por: Alberto Castro.

Recientemente fue publicada la última encuesta de CITGALLUP que evalúa la gestión de los primeros cien días del Gobierno Bukele-GANA. En el resultado mostrado, el 93% de la población encuestada aprueba los primeros días de gestión, mientras que un 4% no sabe o no responde, y un 3% lo rechaza. Tras la publicación de la mencionada encuesta, Bukele hizo fiesta en las redes sociales, como es propio de él, comentando que sus adversarios juntos solo son el 3%, denotando que reboza de poder y respaldo.

No es popularidad, es cansancio popular.

Con más cien días, el Gobierno de Nayib Bukele se caracteriza por estimular el proceso de remilitarización del país, seguido por sus dotes de autoritarismo al frente del ejecutivo, desde donde pretender suplir las funciones de los otros poderes del Estado.

En el fondo, esto es la adecuación del régimen de democracia burguesa actual a elementos de bonapartismo, lo cual surge de la urgencia de la clase dominante por preservar el orden actual de las cosas. Tras treinta años de posguerra, destacada por la polarización en el ejercicio del poder político entre ARENA y FMLN, sumado a la corrupción de sus gobiernos, junto con el estancamiento económico y la grave situación de violencia social, se produjo el hartazgo popular que fue canalizado por la vía electoral.

Bukele-NI-GANA se presentó como la formula salvadora de la caótica situación. Al rededor de ella se adornaron verosimilitudes; allí se condensan esperanzas de cambios. Sin haber dado soluciones reales y efectivas, al momento la aprobación de su gestión es del 93%. Estas expectativas se sostienen sobre los fracasos de ARENA y FMLN, detestados por la masa de votantes que le dio la victoria electoral. El efecto persuasivo de Bukele, provocado durante la campaña electoral, sigue surtiendo efectos en la medida que, a base de distorsiones sobre la cifra de homicidios, presenta avances inexistentes, y cuando ello se vuelve insostenible, recurre al mea culpa de quienes declara públicamente son sus rivales políticos, ARENA y FMLN. La bandera contra la corrupción es una máscara que no arroja resultados, porque la CICIES por el momento solo existe en la publicidad, aun no funge como herramienta de persecución política y de venganza contra su ex partido político, algo esperado por muchos.

La endeble oposición en la Asamblea Legislativa

Es muy cierto que Bukele goza de muchos seguidores propensos a transformarse en masa electoral cautiva del proyecto Nuevas Ideas a futuro, pero también es cierto que tiene en contra una oposición que en conjunto representa a la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa (A.L). Con frecuencia alimenta el desprestigio sobre sus rivales en la A.L y les relaciona con la institucionalidad del Estado cuando está no responde a sus intereses. Asume funciones que no le corresponden, se acondiciona para asumir como un Bonaparte, con la venia del imperialismo yanqui y  facciones de la oligarquía. Al sentirse con respaldado de poder político y económico, el respaldo de sus votantes es accesorio, solo lo utiliza para replicar los ataques y desgastes sobre ARENA y FMLN. Su propósito es reducir el caudal votante de estos paulatinamente, en virtud de su ya anunciada proclama de ’’barrer la A.L en 2021’’. 

La oposición oficial y la identidad de la izquierda revolucionaria.

El alto porcentaje de aprobación de la población encuestada difiere del sentir de la población salvadoreña en general, así como el 4% atribuido a la oposición no corresponde con la capacidad de las fuerzas opositoras en la A.L. Tampoco la oposición legal es la real. Las pequeñas pero combativas organizaciones de la dispersa izquierda revolucionaria no se sitúan dentro del 4% , ni deben de asumir la marginalidad política que pretende atribuir tal resultado. Tampoco ARENA es la referencia de toda la oposición.