General John Kelly y Otto Pérez Molina

Por Armando Tezucún

Por iniciativa del Comando Sur de los Estados Unidos, los días 2 y 3 de abril se llevó a cabo en la ciudad de Guatemala la Conferencia de Seguridad Centroamericana, cuyo objetivo, según el Ministerio de Defensa de Guatemala es “…permitir al Comandante del Comando Sur de Estados Unidos de América (John Kelly); ministros de Defensa y jefes de Estado Mayor Conjunto de Centroamérica, abordar estrategias contra el tráfico internacional de estupefacientes ilícitos en la región” (El Periódico 2/04/14). Además de los funcionarios centroamericanos mencionados, también participaron delegados de México, República Dominicana, Colombia y Chile, así como observadores de Canadá y Estados Unidos, además de representantes de la Junta Interamericana de Defensa de la Organización de Estados Americanos y la Conferencia de Fuerzas Armadas Centroamericanas. Es decir, al llamado del amo, se congregó la jauría completa.

Al parecer, lo que está al fondo de la convocatoria son los recortes presupuestario decididos por el gobierno estadounidense, los cuales reducirán los recursos disponibles para enfrentar el flujo de drogas que procedente de América Latina, ingresa a los Estados Unidos. Desde hace unos años, el imperialismo estadounidense ha empezado a disminuir los fondos aportados para combatir el narcotráfico en la región, pretendiendo que los países centroamericanos pongan una parte cada vez mayor del gasto. El punto es que el consumo en los Estados Unidos es el principal estímulo del tráfico, que inicia con redes de producción en América del Sur y luego atraviesa el istmo Centroamericano dejando en el camino una estela de violencia, corrupción y debilitamiento de los Estados. Para nuestros países con graves problemas de pobreza estructural resulta contraproducente desde todo punto de vista dedicar recursos que podrían invertirse en salud, educación, infraestructura, etc., a combatir un flagelo cuyo origen está en los Estados Unidos.

La conferencia convocada por Kelly coincidió con el Foro Económico Regional de Latinoamérica realizado en Panamá y en el cual participó el presidente guatemalteco Otto Pérez Molina. En el marco de este foro Pérez hizo declaraciones que condujeron a un agrio intercambio de opiniones en los medios de comunicación con el comandante del Comando Sur.

Reiterando su posición de impulsar otros métodos para contrarrestar el tráfico y consumo de drogas, ya expresada el asumir su mandato en 2012, Pérez Molina declaró que en Guatemala podría legalizarse la marihuana y el cultivo de amapola con fines farmacéuticos, al igual que se ha hecho en Uruguay y algunos estados de Estados Unidos. Dijo que esperará el diagnóstico de la Comisión Nacional para la Reforma de la Política de Drogas, que entregará un primer informe en junio y otro final con recomendaciones en octubre, para introducir una iniciativa de ley al Congreso en diciembre de este año.

John Kelly contestó en declaraciones a la prensa, al finalizar la Conferencia de Seguridad Centroamericana, que la legalización no tiene sentido. “En cada uno de los países que el día de hoy han legalizado o despenalizado el uso de droga o que están ignorando el flujo o uso de droga, el crimen no se reduce, de hecho aumenta, y el abuso no se reduce y se incrementa”…”El costo social asociado a cuidados médicos y de salud se incrementa exorbitantemente. Cada país que ha legalizado la droga hubiera preferido no haberlo hecho” (Prensa Libre 4/04/14).

Nuestra opinión es que Pérez Molina pretende tapar el sol con un dedo, o darnos atol con el dedo, pues él más que nadie debe saber que el narcotráfico en Guatemala es operado por estructuras de ex militares que se formaron en la contrainsurgencia, formación que recibieron de Estados Unidos, y utilizan su experiencia y conocimientos en este lucrativo negocio. El narcotráfico ha llegado a ser una fuerza que penetra todas las instancias de la sociedad guatemalteca, involucrando autoridades municipales, judiciales, empresarios, redes bancarias y partidos políticos. El narcotráfico constituye el tercer sector del poder económico en Guatemala, junto con la oligarquía tradicional y las burguesías emergentes.

Por esa razón su poder no será desarticulado hasta que no sea desarticulada la totalidad del poder de la burguesía, como resultado de la movilización revolucionaria de trabajadores, campesinos y demás fuerzas populares. Apoyamos la legalización del consumo de drogas, pero no nos engañamos creyendo que esto solucionará el problema del narcotráfico. También rechazamos la abusiva intromisión del agente del imperialismo John Kelly en los asuntos internos de Guatemala.