Por María Armas

El pasado 4 de noviembre Guatemala amanecía con la renuncia de Oliverio García Rodas, segundo ministro de gobernación en salir de puesto del actual gobierno de Giammattei Falla. La dimisión se debió a la resolución que emitió el Ministerio de Gobernación en favor de la organización estadounidense Planned Parenthood, la cual tiene como propósito aportar con servicios de salud comunitaria de forma confiable, con médicas y médicos especializados en la salud preventiva y atención a los derechos reproductivos, entre estos la interrupción de un embarazo no deseado. A pesar de tener la resolución a favor del Ministerio de Gobernación para su operación, la presión política y conservadora no lo permitió, moviendo un ministro el cual asegura Giammattei renunció porque comprendió que esa resolución va en contra de los principios de este país.

Es así como en el Congreso de la República tiene en la agenda de aprobación la iniciativa 5272 “Protección a la Vida y la Familia”. Dicha iniciativa tiene como propósito limitar o negar los ya escuálidos derechos reproductivos y sexuales de las mujeres, así como anular el derecho a la diversidad y educación sexual. Con esta ley se criminaliza de manera absoluta a la mujer por abortar, incluidos los casos en los que la mujer esta en peligro, producto de violación sexual o menores de edad; también prohíbe a las escuelas públicas o privadas promover en la niñez y adolescencia políticas o programas relativos a la diversidad y la ideología de género.

Esta ley toca de fondo la construcción ideológica de la sociedad, impulsándola desde los espacios de aprendizaje, anulando el derecho a pensar por medio de herramientas generadoras de preguntas y exploración a temprana edad; por el contrario, promueve una educación con mirada misógina en la que las mujeres son solamente un objeto de reproducción de capital, anulando nuestros derechos, sentires y vivencias, las cuales son forjadas a partir de las oportunidades que brinda o no el Estado. Un Estado que te obliga a parir debe ser cuestionado y sobre todo no quedarse callada; en esta finca llamada país, lo que no gusta a la oligarquía y militares se esconde debajo de la alfombra, aunque este llena de niñas embarazadas violadas y muchas veces por incesto.

Según los datos oficiales del Observatorio Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, al 29 de septiembre de 2020, se tiene un registro de 77,847 adolescentes entre 10 y 19 años de edad, a un promedio de 288 casos de embarazo en adolescentes al día, de los cuales por lo menos 14 son de niñas violadas, siendo el peor lugar para ser mujer en América Latina.

Según Marx, “toda la situación de la mujer en la sociedad moderna, la deshumaniza” y Rosa Luxemburgo diría que “la guerra mantiene la acumulación del capital”, somos entonces nosotras en la sociedad moderna esa arma que acumula el capital y el poder político.

Para que nosotras podamos ser solo armas y no quien las porta y decide su destino, se construyen leyes y estancas; eso hace que nuestros derechos pasen de mano en mano, que se moldeen a conveniencia, irónica y descaradamente la mayoría son manos de hombres. Es ahora en un momento de auge del feminismo en el mundo, cuando las mujeres estamos activando desde cualquier espacio, en la oficina, en los colegios de nuestros hijos e hijas, cuando vamos de compras al mercado, cuando como mujeres tejemos comunidad entre nosotras y nos aconsejamos, contamos nuestras experiencias y ya no callamos el dolor por que estamos pensando, lo cual está incomodando, porque no permitimos igual. Hoy no queremos tener todos los hijos e hijas que “Dios nos mande”, ya no estamos produciendo suficiente mano de obra barata para el patrón de la finca, eso lo sabe el CACIF, Gobernación, Giammattei y el plan de gobierno militar que tenemos encima por tercer periodo con políticas conservadoras y militaristas.

El papel de nosotras como mujeres, madres, trabajadoras, estudiantes, campesinas y obreras debe ir encaminado al abandono de la idea de la mujer en dependencia económica, psicológica y emocional. Para que esto suceda debemos ser capaces de decidir por nuestro destino, el cual indudablemente toma otro giro al ser madre de hijos no deseados, por cualquier motivo, ya sea que no tengamos o no queramos tener más. Si una mujer no puede decidir cuántos hijos va a parir, siempre estará ligada a la familia patriarcal o condiciones como madre soltera, ridiculizada por la sociedad como “mamá luchona” por mujeres que hacen incansablemente miles de cosas por ser sustento económico, madres y aportarse ellas mismas a su salud mental.