Por Andrés Morales

Conceder el territorio y sus recursos a extranjeros: un pasado vergonzoso en la historia de Honduras, imposible de olvidar

La historia política hondureña de principios del siglo XX, coloca en un lugar sumamente complicado a las organizaciones partidarias de mayor tradición: en este caso al Partido Liberal y al Partido Nacional; quizá por ser estas organizaciones las encargadas de promover el llamado sistema concesionario.

El modelo concesionario tiene sus orígenes en Honduras, precisamente en 1906, cuando Manuel Bonilla aun ostentaba su periodo de gobierno; años en que las compañías fruteras comenzaban a disputarse las zonas costeras de este territorio. Tal parece que el modelo de civilización occidental fue el horizonte trazado por los liberales del siglo pasado.

El sistema concesionario, al cual ya estaba habituado el gran capital bananero en Costa Rica y Guatemala, que ligaba la construcción de líneas férreas con la dotación de tierras en usufructo para que se dedicaran al cultivo del banano en gran escala, solo se inició en Honduras en 1906 con el presidente Manuel Bonilla, un político liberal que se había visto gratamente impresionado por los avances que en materia de crecimiento económico estaba experimentando el litoral norte con el cultivo del banano.[1]

Las décadas subsiguientes demostraron que la política de conceder territorio a varias compañías extranjeras, sería una norma y no excepción. Las administraciones de los partidos políticos tradicionales continuaron sin cuestionarse la entrega expresa del territorio a formas más sofisticadas de extractivismo. La minería, que fue quizá una de las primeras formas de extracción de minerales en territorio hondureño dio paso a grandes concesiones en las costas del país a compañías fruteras, y éstas a su vez cedieron el paso hace apenas algunas décadas atrás, a las concesiones de vastos territorios para la generación de “energía limpia” a compañías vinculas a hidroeléctricas.

Uno de los casos más emblemáticos lleva por nombre Patuca III, una hidroeléctrica construida con capital chino, de la empresa SINOHYDRO. Este proyecto fue promovido por el actual gobierno nacionalista, y presentado originalmente en un gobierno anterior liberal previo al año 2009. El sistema concesionario, arrastrado desde ya hace un siglo, es sostenido inclusive por el congreso nacional, que a través de “decretos de emergencia” promovidos por las representaciones de los partidos tradicionales, justifica el modelo económico extractivo como única forma de generación de energía bajo el régimen de concesiones a capitales extranjeros.

Las comunidades cercanas a estos proyectos tienen visiones distintas del modelo civilizatorio de los estados nacionales, y tienen presente el daño ambiental que ocurre si una hidroeléctrica es instalada cercana a sus territorios, Esperanza Martínez apunta lo que sigue entorno a estos daños.

…se interrumpe el cauce del agua y se afecta a las especies subacuáticas. En las zonas donde se instala una hidroeléctrica, vertientes y ríos son desviados, enclaustrados en túneles o ductos a lo largo de kilómetros, dejando a muchas familias campesinas sin agua para sus actividades.[2]

En la mayoría de los casos que tienen que ver con la instalación de hidroeléctricas o mineras en comunidades de varios departamentos o municipios del país, se impone una única visión: la del Estado. No sobresalen las propuestas que muchas comunidades campesinas e indígenas hilvanan a través de asambleas comunitarias, cabildos abiertos, entre otras formas de decisión comunitaria. Tatiana Roa Avendaño y Danilo Urrea suponen que:

…es imposible generar modelos de gestión públicos y sustentables sin tener una concepción amplia del territorio como sistema integral para la reproducción de la cultura y la defensa y cuidado de las fuentes y cuencas hídricas.[3]

Por una política ambiental que se desligue de la tradición antiecológica de los partidos políticos tradicionales hondureños

La concepción amplia del territorio como sistema integral, tal como lo expresan los autores anteriores, no ha sido específicamente un tema de vital importancia en los programas de gobierno de los partidos tradicionales. Una propuesta concreta que proviene de la ecología política atraviesa todo el sistema de pensamiento occidental replicado por las corrientes liberales del siglo XIX, convertidas en partidos políticos en el transcurrir del XX, herencia que persiste y no ha sido rota. Si emerge de los movimientos sociales una propuesta política que sostenga una ética distinta a la del libre mercado, es más que necesario que asuma lo que Enrique Leff sugiere como objetivos de la ecología política.

Más que actuar en el espacio de una complejidad ambiental emergente, [la ecología política] se inscribe en la búsqueda de un nuevo proyecto libertario para abolir toda relación jerárquica y toda forma de dominación. Más allá de estudiar los conflictos ambientales, está constituida por un conjunto de movimientos sociales y prácticas políticas que se manifiestan dentro de un proceso emancipatorio. La ecología política se funda en un nuevo pensamiento y en una nueva ética: una ética política para renovar el sentido de la vida.[4]

Un proyecto político emancipatorio asumido por los movimientos sociales y demás agrupaciones conscientes de las políticas antiecológicas y la profundización del modelo concesionario por los partidos de tradición liberal, debe poner por delante la crítica a las distintas opresiones que se viven fuera de las ciudades capitales y el ámbito urbano, como ser la opresión expresa contra las mujeres campesinas, indígenas y afro, explotadas doblemente en el campo. Rita Segato propone lo que sigue entorno a este planteamiento:

…es necesario introducir en la retórica jurídica y en la consciencia de la opinión pública la centralidad y el significado de las formas nuevas de victimización del cuerpo femenino en las estrategias de manutención de un orden basado en la dominación arbitraria y soberana sobre la vida de las personas y sus territorios. Localizar y desarticular este dispositivo de dominio es una tarea urgente.[5]

Es necesario replantear el bipartidismo en Honduras, su papel en las políticas ancladas en la matriz energética extractivista y el modelo concesionario. Un siglo entero de continuidad de un modelo económico dependiente que repercute en la actualidad en formas no vistas de represión, como el asesinato de líderes indígenas y campesinos, es lo que define a la historia social y política hondureña. Los roles, asumidos por los dos partidos tradicionales Nacional y Liberal, y el estudio de los programas políticos afines a una economía extractiva, es una tarea que pretende asumir este ensayo en próximos borradores.

Notas

Enrique Leff, La ecología política en América Latina. Un campo en construcción, En publicación: Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana. Alimonda, Héctor. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Marzo 2006.

Esperanza Martínez, “El agua limpia y libre es agua bendita. El agua en el centro de los conflictos ambientales en Ecuador”, en Alberto Acosta y Esperanza Martínez (comp), Agua. Un derecho fundamental, Quito: Edi. Abya-Yala, 2010).

Mario Posas, “La plantación bananera en Centroamérica (1870-1929)”, en Edelberto Torres Rivas Coord., Historia General de Centroamérica tomo IV. Las Repúblicas agroexportadoras (1870-1945), España: Ediciones Siruela, S. A., 1993.

Rita Segato, “Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres”.

Tatiana Roa Avendaño y Danilo Urrea, “Aguas en movimiento. Culturas y derechos”, en Alberto Acosta y Esperanza Martínez (comp), Agua. Un derecho fundamental, Quito: Edi. Abya-Yala, 2010).

Imagen principal fue tomada del siguiente sitio:

https://copinh.org/2018/07/gobierno-y-empresarios-promueven-cuarto-congreso-de-mineria-en-honduras/

[1] Mario Posas, “La plantación bananera en Centroamérica (1870-1929)”, en Edelberto Torres Rivas Coord., Historia General de Centroamérica tomo IV. Las Repúblicas agroexportadoras (1870-1945), (España: Ediciones Siruela, S. A., 1993), 122.

[2] Esperanza Martínez, “El agua limpia y libre es agua bendita. El agua en el centro de los conflictos ambientales en Ecuador”, en Alberto Acosta y Esperanza Martínez (comp), Agua. Un derecho fundamental, (Quito: Edi. Abya-Yala, 2010), 338.

[3] Tatiana Roa Avendaño y Danilo Urrea, “Aguas en movimiento. Culturas y derechos”, en Alberto Acosta y Esperanza Martínez (comp), Agua. Un derecho fundamental, (Quito: Edi. Abya-Yala, 2010), 272.

[4] Enrique Leff, La ecología política en América Latina. Un campo en construcción, (En publicación: Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana. Alimonda, Héctor. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires. Marzo 2006), 37.

[5] Rita Segato, “Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres”, 88.