Por Carlos Alberto Funes

La educación en Honduras ha retrocedido muchos años según especialistas en las estadísticas, situación que empeoró ostensiblemente con los dos años de pandemia a consecuencia del Covid- 19. Si bien es cierto que, los 12 años de gobiernos del Partido Nacional solo sirvieron para saquear el país, y, en lo único que se interesaron en el sector educativo fue reprimir a los docentes, también es cierto que el problema en educación va más lejos del desastre que ha significado la era pos golpe. Un fracaso que se empeora permanentemente y que se manifiesta con resultados desastrosos arrojados por las pruebas estandarizadas en la educación básica y media, luego, con las famosas Pruebas de Aptitud Académicas, PAA,  actualmente punto de discordia entre la UNAH y el Congreso Nacional que pretende eliminarlas vía decreto.  Nadie puede ignorar que parte de la responsabilidad en este terrible fracaso educativo la tiene la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán” (UPNFM), principal impulsadora de las políticas educativas en el país.

Los Centros de Educación Básica un retorno al empirismo

A finales del siglo anterior se implementaron los Centros de Educación Básica (CEB) con el fin de elevar la educación formal de un sexto a noveno grado en aquellas zonas donde no existían institutos de educación media. En ese entonces, se permitía que estudiantes de la UPNFM laboraran en esos CEB en los grados de séptimo, octavo y noveno siempre y cuando estuvieran cursando un bachillerato técnico en Educación Básica, cuya primera promoción fue financiada por el Estado en alianza con la UPNFM. Posteriormente, el bachillerato se extendió al grado de licenciatura y muy rápido convergieron en detrimento de la calidad educativa tres situaciones: 1) el aumento colateral en el salario por grado académico que comenzó a otorgar el Estatuto del Docente a partir de 1998, 2) la apertura de los CEB muy cerca de las ciudades donde si existían institutos de educación media y 3) la privatización de los estudios en grado de licenciatura en Educación Básica por la UPNFM, mercantilizando y disminuyendo la calidad educativa en el ahora tercer nivel de Educación Básica ( séptimo, octavo y noveno grado).

El resultado de esta política educativa ha sido un desastre completo al sustituir a un docente con especialidad en un área específica por un licenciado en Básica con especialidad en nada. Pero, además, la Universidad Pedagógica Nacional también es culpable al ser la responsable de la formación  de los licenciados que egresan de la misma, con serias debilidades en el análisis, razonamiento y formación profesional específica.

¿Se implementará una revolución educativa o solamente se harán acciones cosméticas?

Sin duda alguna que, el sector educación es un gran reto para la Presidenta Xiomara Castro y el ministro de educación, Daniel Esponda. Toda una faena que será imposible mientras no se considere y concientice a uno de los principales actores: los docentes. El fracaso en educación estriba en más de 20 años de políticas educativas equivocadas que sólo han servido para desaparecer los fondos de cooperación externa, para engrosar el bolsillo de una casta de intelectuales y oportunistas que son dueños de la UPNFM, para complacer a los cooperantes imponiendo políticas copiadas de otros países, para darle rienda suelta a las dirigencias magisteriales en el afán de hacer y deshacer en los nombramientos de plazas en contubernio con autoridades de turno, en fin; más de dos décadas de olvidarse de la capacitación permanente de los docentes, de la permanencia de los educandos en condiciones óptimas en los centros educativos, de convertir la educación en una real oportunidad para abrirse espacio en el mercado laboral. Son muchos años y mucho dinero derrochado en un océano de ignorancia, hay que tener claridad que solo con docentes puede originarse una revolución educativa.

Medidas inmediatas y urgentes

Mientras se elabora un programa revolucionario en educación, que sin duda alguna esto llevará algo de tiempo, algunas de las medidas inmediatas que debe tomar el actual ministro de Educación, Daniel Esponda, es olvidarse del Currículo Nacional Básico y ordenar que en todas las asignaturas se seleccione la temática más importante para que se aborden desde ejes transversales relacionándolos con las clases de español y matemática, profundizando en el análisis, razonamiento y solución de problemas.

Se debe convertir al docente en el creador de su propia revolución educativa.