Por Maximiliano Cavalera.

El futbol es un deporte apasionante que levanta los ánimos de miles de millones de hinchas alrededor del mundo. Son incontables los hechos violentos que se producen por la mezcla de la adrenalina, las pasiones desbordadas y problemas sociales generados por el sistema capitalista. Pero a pesar de las pasiones desbordadas, seriamos ingenuos al creer que solo un partido de futbol per se, pueda tener tanta relevancia como para generar una guerra, aunque si puede ser una excusa, como la mal denominada la guerra del futbol que vivieron nuestros pueblos hermanos de El Salvador y Honduras.

El futbol: la excusa.

Las eliminatorias del mundial de México de 1970 pasarían a la historia no por sus grandes selecciones de futbol, o porque estas revolucionarían táctica o técnicamente el deporte, todo lo contrario, estas eliminatorias se volverían famosas porque en la primera quincena de julio de 1969 se celebrarían dos partidos eliminatorios de ida y vuelta, es decir, un partido se jugaría en Tegucigalpa y el otro en San Salvador. Las crónicas no recuerdan ninguno de los dos partidos por las destrezas mostradas por ninguna de las dos selecciones, sino por el ambiente terrorífico que vivieron ambas escuadras en los países vecinos.

El primer partido se jugó el domingo 8 de junio de 1969 en Tegucigalpa capital de Honduras.  La selección salvadoreña había llegado el sábado pasando la noche en vela en un hotel de la capital hondureña. Como en muchos países de Latinoamérica la guerra psicológica de los aficionados no se hizo esperar: “La gente les tiró piedras a las ventanas, golpearon con palos latas y galones de gasolina vacíos. Cohetes de pólvora no dejaban oír nada. Los autos parqueados delante del hotel hicieron sonar sus bocinas con ruido ensordecedor. Los aficionados chiflaron, vocearon y gritaron groserías. Durante toda la noche. Todo para que el equipo visitante sin dormir, muerto de cansancio y nervioso perdiera el partido.” (Richard Kapuchinsky) Como era de esperarse, ante tal tensión la selección salvadoreña perdió el partido 1 a 0.

Al día siguiente los titulares de los periódicos burgueses de ambos países exacerbaron los ánimos que ellos mismos habían llevado hasta el borde de la locura. Al finalizar el partido una adolescente llamada Amelia Bolaños, decepcionada por la derrota de “su selección” tomo el arma de su padre y se suicidio. El gobierno salvadoreño exasperó el chauvinismo aprovechando la tragedia y confusión de la pobre adolescente explotando el slogan del periódico “El Nacional”  que titulaba: “Joven no soportó ver a su patria arrodillada”. El entierro de la adolescente fue transformado en un burdo “desfile patrio”  transmitido por tv, en el que marchó el ejército, el presidente salvadoreño acompañado de sus ministros.

El partido de vuelta.

La burguesía salvadoreña había preparado su parte del espectáculo para el partido de vuelta que se jugaría la semana siguiente en el estadio de la Flor Blanca en el Salvador. Obviamente, la selección hondureña viajó el mismo día del partido, pero la escena dantesca estaba desatada: “fueron trasladados al estadio en vehículos blindados pertenecientes a la primera división mecanizada de El Salvador, lo cual los salvó del vengativo y sanguinario populacho parado a lo largo de la vía llevando retratos de la heroína nacional – Amelia Bolaños. (…) Mientras sonaba el himno nacional de Honduras toda la arena aulló y rechifló. En lugar de la bandera de Honduras, que fue quemada a los ojos de los delirantes espectadores, los anfitriones izaron un trapo sucio en el asta. (Ídem) El partido terminó 3 - 0 a favor del Salvador, al salir del campo la selección hondureña fue conducida directamente al aeropuerto, en el caso de los aficionados que hicieron el viaje desde Honduras el resultado fue complejo, muchos huyeron a la frontera, dos personas resultaron muertas, docenas fueron a parar al hospital y 150 vehículos visitantes fueron quemados por el chauvinismo desatado por los medios de comunicación junto a ambos gobiernos y burguesías. Pocas horas después las fronteras de dos pueblos hermanos estaban cerradas”.

La guerra de las 100 horas.

Como veremos más adelante, los resultados de partidos de futbol han ayudado a conservar dictaduras, como cuando el triunfo de la Argentina en el mundial de 1978 logró alargarle un poco más la vida a la dictadura agonizante de los gorilas, igual pasó cuando en el mundial del 70, el triunfo de Brasil en México 70 calmó las aguas revueltas contra la dictadura.

Las elites gobernantes saben cómo aprovechar los sentimientos nacionalistas en función de sus intereses y eso mismo pasó el 14 de Julio cuando el ejército Salvadoreño, mas tecnificado y más preparado para la guerra, lanzo su ataque en las fronteras de Honduras. La guerra fue extremadamente corta ya que a pesar de que los combates se dieron en territorio hondureño finalizaron el mismo 20 de julio con la intermediación de la OEA. Pero ¿fue realmente la pasión por el futbol lo que desato esta guerra? La respuesta la conoce muchas personas, esta guerra tenía intereses peculiares de las burguesías de ambos países, en especial de los terratenientes salvadoreños.

En 1968 podemos ver un fuerte nexo entre las economías de ambos países, el 39% de las exportaciones salvadoreñas se dirigieron a Centroamérica de las que el 27% se dirigían a Honduras. En el caso de Honduras el 17.5% estaban dirigidas al mercado común y de esas el 47% eran mandadas al Salvador. Años antes los países centroamericanos habían firmado un tratado para asegurar el mercado común entre las naciones del área, en aras de contrarrestar la influencia del castrismo.

La dictadura en Honduras

En 1963 llega al poder el coronel López Arellano por medio de un golpe de Estado realizando elecciones en 1965 para legitimar su poder. Como es de comprender el régimen nacido del golpe de Estado tiene una oposición fuerte y su base social es un pequeño sector vinculado a las fuerzas armadas. En 1968, un año antes de la guerra el dictador se enfrenta a huelgas de campesinos en la costa norte, así como protestas y huelgas del magisterio y universitarias que terminarían con el inicio de la guerra. Sumado a todos estos problemas estaba el agrario en un país donde la mayoría de la tierra, era y es para los terratenientes y para las compañías extranjeras. Desde julio de 1967 a julio de 1969 ocurrieron 9 conflictos de gravedad en la costa norte del país en donde existía una gran cantidad de campesinos que trabajaban en las empresas bananeras.

Para aliviar la presión, la dictadura decide aplicar el arto 68 de la ley de reforma agraria de 1962. Esta maniobra busca dejar la tenencia de la tierra en manos de los “hondureños” sin tocar a las trasnacionales ni a los terratenientes. Es así que se expropia las tierras de una gran cantidad de campesinos salvadoreños que por la falta de oportunidades y la explotación que vivían en su país habían migrado a Honduras.

Gobierno oligárquico en El Salvador.

En 1967 llega al poder por el Partido Conciliación Nacional (PCN) el presidente Fidel Sánchez Hernández, a quien le toca gobernar un país donde los latifundistas y las 14 familias oligárquicas dominan la política y las decisiones del país territorialmente más pequeño de Centroamérica. El tratado de libre comercio aprobado por los países centroamericanos había beneficiado enormemente a esta oligarquía que miraba como sus exportaciones se incrementaban enormemente no solo para los Estados Unidos, sino que como vimos hacia Centroamérica y particularmente Honduras.

Para esta oligarquía era insostenible para sus negocios que sus “coterráneos” campesinos regresaran a “su patria” y la presión demográfica obligara a reformas o, peor aún, revoluciones que trastocaran los grandes negocios de los terratenientes oligarcas.

¿Quién salió ganando?

Para agosto de 1969 los soldados salvadoreños saldrían de Honduras, la guerra era historia y los ánimos chauvinistas habían triunfado en ambos países, aliviando las tensiones sociales que ambos gobiernos sortearon gracias a una guerra en la que solo triunfaron los terratenientes y adinerados de ambos Estados que una vez fueron una misma nación. Por el contrario, los campesinos y sectores populares verían aplazados sus anhelos de tierra y una vida digna. Al final de la guerra, los ejércitos de ambos países se rearmaron y el Mercado Común Centroamericano se extinguió. Dicho sea de paso, en las reglas de dicho mercado, la economía salvadoreña (que era la más industrializada en Centroamérica), estaba ganando mucho terreno en relación a la economía hondureña.

Por aquellos años, la mayoría de nuestras poblaciones claudicaron al chauvinismo, aun direcciones de organizaciones políticas que se autoproclamaban de izquierda, como el caso del Partido Comunista Salvadoreño (PCS), en donde un sector oportunista y reformista de la dirección consideró necesario apoyar a su propio gobierno en la guerra fratricida, mientras la corriente de Cayetano Carpio se opuso a la misma. Este fue el origen de su ruptura con el PCS.  Pocas voces se alzaron contra la ignominia y la traición que significa la guerra entre pueblos hermanos y el asesinato de campesinos y obreros hermanos de clase. Es más, no existía una organización que defendiese el derecho a la tierra de los campesinos y trabajadores centroamericanos contra las burguesías nacionales. La tarea histórica sigue pendiente, la conformación de un partido socialista centroamericano es un paso más en este camino, pero solo los trabajadores serán capaces de derrotar a sus explotadores y fundar un Estado para todas y todos los trabajadores centroamericanos.