Por Marcial Rivera

El 16 de Enero de 1992 constituye una fecha importante en la historia de El Salvador y Centroamérica. Después de más de diez años de conflicto armado interno, de más de cien mil víctimas, miles de desaparecidos y desaparecidas, además de las diferentes masacres y violaciones a derechos humanos, sin dejar de mencionar las enormes pérdidas económicas, al tiempo que el éxito de la canción “Alto al fuego” consagraba a Alux Nahual como el ícono del Rock Centroamericano en la década de los noventas, se logró un acuerdo entre las fuerzas guerrilleras y el gobierno.

Fue en esa fecha cuando se firmaron los Acuerdos de Paz entre el gobierno presidido por Alfredo Cristiani y la delegación firmante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN cuya dirección estaba entonces copada por el Partido Comunista Salvadoreño. 20 años después, conviene entonces analizar el cumplimiento de los mismos, tanto de forma como de fondo.

Contexto Internacional

A finales de los ochentas, en el contexto del fin de la guerra fría se dan los Acuerdos entre Ronald Reagan –entonces presidente estadounidense- y Mijail Gorbachov –presidente de la desaparecida URSS-. Hablar de los procesos de reacción democrática es también importante, pues a grandes rasgos puede afirmarse que a partir de la firma del Acuerdo de Esquipulas II el siete de agosto de mil novecientos ochenta  y siete se apaga el fuego del movimiento social que para esa época había sido avivado nuevamente por las demandas sociales de diferentes sectores de la sociedad. Esto apagó el fuego, debido a que los procesos impulsados rumbo a la reacción democrática únicamente buscaban “humanizar” el sistema, es decir otorgar pequeñas cuotas de participación y de validez de ciertos derechos de los pueblos, para desviar la atención de las verdaderas demandas, y con lo anterior darlo todo por resuelto.

A nivel regional, tuvo una gran incidencia la derrota del Frente Sandinista de Liberación Nacional FSLN, frente a Violeta Chamorro, comenzando con los gobiernos neoliberales en aquel país; además por supuesto de la invasión imperialista por parte de Estados Unidos a Panamá; sin dejar de mencionar por supuesto el aislamiento de Cuba a partir de la caída de la Unión Soviética.  Frente a esta realidad, el FMLN queda prácticamente aislado, viéndose obligado a firmar los acuerdos, pues aunque el empate a nivel militar era evidente, para la guerrilla el apoyo internacional era esencialmente nulo. En cuanto al ejército, la ayuda militar estadounidense se redujo significativamente –comparado con su momento de mayor algidez, cuando se otorgaban un millón de dólares diarios para financiar la guerra de baja intensidad- a causa, entre otras cosas, de los elevados niveles de corrupción sobre la utilización de la ayuda estadounidense por parte de los altos mandos del Ejército Salvadoreño.

Reacción Democrática

Situar el inicio del conflicto armado salvadoreño es una tarea que resulta complicada, debido a que desde el proceso de colonización y conquista hubo momentos de levantamiento por parte de la población que fueron duramente reprimidos por los gobiernos de turno. El aniquilamiento de Anastasio Aquino y los nonualcos a mediados del siglo XIX, es una clara muestra de ello. Posteriormente, la reconfiguración de la sociedad Salvadoreña y de su economía en la arena internacional gracias al “grano” de oro o café, es otro aspecto, pues al convertirse en una economía monoexportadora, los niveles de explotación laboral eran altos. El tema de la distribución de la tierra es otro asunto, que debe mencionarse, pues en un país que posee menos de veintiún mil kilómetros cuadrados es inaudito que una minoría posea grandes extensiones de terreno.

Los Acuerdos de Paz entonces, se avizoran como la máxima muestra del proceso de reacción democrática impulsado desde el Departamento de Estado de los Estados Unidos, y que buscaba pacificar la región para posteriormente justificar sus planes de “Apertura Comercial” en la región Centroamericana y con ello privatizar diferentes servicios prestados tradicionalmente por el Estado. Lo anterior como parte de los planes de “ajuste estructural” que fueron el punto de partida para que se dieran los niveles de endeudamiento que actualmente tiene América Latina. A nivel político, surgía una aparente apertura política para la participación de otras fuerzas político-partidarias que no necesariamente fueran de derecha y la participación de diferentes organizaciones de forma plural y abierta, sin temor a la persecución por el solo hecho de “pensar diferente”.

En otro orden, se afirma que los acuerdos de paz han sido cumplidos en la parte formal porque el régimen político se ha desmilitarizado. Como parte del proceso de reacción democrática impulsado desde el Departamento de Estado, ha habido sucesivos gobiernos civiles desde la victoria de José Napoleón Duarte en 1984 hasta la actualidad con el gobierno de Mauricio Funes. Además de la aparente desmilitarización de la seguridad que se creía un logro hasta el reciente nombramiento de un militar al frente del Ministerio de Seguridad Pública y Justicia. Un sistema judicial que ha reducido significativamente sus niveles de corrupción e ineficacia y cuya transparencia judicial, es aceptable en términos generales. Las reformas planteadas por el FMLN como condición para firmar los Acuerdos de Paz, se dieron en su momento.

Y luego….

Sin embargo, en la parte económica se encuentran las mayores debilidades de los Acuerdos de Paz Salvadoreños, pues en éstos no se plasmó el rumbo de la economía del país. Se siguió la tendencia privatizadora y neoliberal que introdujo a El Salvador dentro de la dinámica de la globalización y que ha acentuado aún más los niveles de desigualdad y pobreza, y lo que ello genera como consecuencia, sin dejar de mencionar que con los sucesivos gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista, se puso al Estado en función de la clase dominante.

Esto generó sin duda alguna la salida de más de tres millones de Salvadoreños y Salvadoreñas del territorio nacional, quienes residen como gran mayoría en Estados Unidos, y quienes con sus remesas sostienen la economía Salvadoreña, cuyo Producto Interno Bruto PIB depende en más del 20% de las remesas familiares; y como contraparte existe un Estado Salvadoreño que ni siquiera otorga Documento Único de Identidad, DUI, a los y las connacionales fuera del territorio nacional. Además de esto se dolarizó la economía y se firmó un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos que esclaviza aún más la de por sí dependiente economía Salvadoreña. No deben olvidarse los estratosféricos niveles de corrupción por parte de los ex presidentes y de sus funcionarios, y que bajo la premisa de no “hacer cacería de brujas” el actual gobierno no ha querido perseguir ni ha tenido la voluntad política de enjuiciar a estos ex funcionarios.

El número de efectivos militares fue reducido, la presencia del mismo en las calles también. El surgimiento de un cuerpo policial independiente también. La hasta entonces guerrilla se convirtió en partido político. Se dejó de lado la práctica del reclutamiento forzoso, entre otras. De fondo, los acuerdos no han tenido mayores avances, aunque la institucionalidad haya mejorado; lo cierto es que las causas que llevaron al estallido del conflicto interno en El Salvador todavía continúan vigentes.

¿Y el papel del FMLN?

Per se, no debe cuestionarse la firma de los Acuerdos de Paz como el hecho que marcó el declive del FMLN, sino más bien su giro hacia una posición reformista y electorera. Lo anterior marcó el inicio de la desarticulación de cuadros dirigentes, de verdaderos obreros marxistas-revolucionarios y del copamiento de la pequeña burguesía que al día de hoy dirige dicho partido, sin dejar de mencionar el salto al vacío de ser un partido –no de masas- en el que convergían verdaderos liderazgos de izquierda, a ser un partido “catch all” o atrapa todo, en el que no hay una identidad ideológica definida; no existe formación política y hay una enorme dispersión.

Ciertamente, hace falta mucho para el cumplimiento pleno de los Acuerdos de Paz. No habrá paz mientras no exista justicia social, y mientras los pueblos no decidan destruir a los Estados burgueses quienes han sometido a los pueblos a lo largo de la historia de la humanidad y que además son culpables de las crisis económicas, sociales, culturales y políticas que actualmente imperan en el mundo. Pero esto no será posible si los pueblos no luchan por sus justas causas y no enarbolan sus banderas de lucha por medio de la organización como máxima expresión de las aspiraciones liberadoras de los pueblos. Pero esta visión debe trascender a las fronteras Salvadoreñas, a partir de la Reunificación Socialista de Centroamérica que por hoy solo es posible por medio del Partido Socialista Centroamericano.