Por Carlos A. Abarca Vásquez

 I.- INTRODUCCIÓN

La historiografía del movimiento obrero y sindical costarricense ha recuperado, ante todo, las luchas sociales, conflictos laborales y las protestas cívicas y nacionalistas que precedieron la fundación del Partido Comunista en 1931. La memoria popular estima como eventos de envergadura, la huelga general de 1920 por la jornada de 8 horas y la huelga bananera del Atlántico, de agosto-setiembre de 1934. Otro proceso bastante indagado se refiere a la transformación social y política que configuró la alianza del Partido Republicano y el Partido Vanguardia Popular apoyada por el Arzobispo Víctor Sanabria y un sector del clero para reformar la Constitución de 1871 e institucionalizar la Caja Costarricense del Seguro Social y el Código de Trabajo. Este artículo se inscribe en ese contexto con los siguientes objetivos:   

1. Sistematizar información inédita sobre la historia de los trabajadores del calzado entre 1930 y 1948 para dar un aporte al Proyecto de Ley, expediente No. 18620 del 25 de octubre del presente año que propone declarar el 25 de octubre, Día Nacional de los Zapateros.     

2. Ofrecer una descripción cronológica para recrear la beligerancia sindical y cívica de los obreros y artesanos zapateros, movimiento que estuvo en el centro de las confrontaciones obrero patronales desde la fundación del Partido Comunista en junio de 1931.

3. Mostrar el origen y desarrollo de los sindicatos de zapateros, gestores de las bases modernas del movimiento sindical costarricense.

II.- ANTECEDENTES

La producción artesanal costarricense despuntó en Cartago a finales del siglo XVII, según la historiadora Elizeth Payne http://www.avizora.com/historiadepaises/0079historiadecostarica Los españoles alquilaban indígenas para trabajar por jornal, como artesanos. El castigo corporal era parte de las condiciones de trabajo y algunos de etnia negroide eran esclavos. En 1690 había 35 artesanos en Cartago, entre ellos seis zapateros: 4 españoles y 2 indígenas. 

Otro historiador, Carlos L. Fallas M. cifra en 358 los zapateros activos en 1883. Ese año se reorganizó la Sociedad de Artesanos de San José y los zapateros eran representados por José Hidalgo. (Fallas, 1983:87 y 165). A raíz de la rebelión popular por el respeto al sufragio, ocurrida el 7 de noviembre de 1889, nació el Club Constitucional de Artesanos. Su periódico El Demócrata, edición del 12 de enero de 1890, da cuenta de que el gremio zapatero estaba  representado por José Hidalgo C., Emilio Artavia, Francisco Aguirre y Juan B. Romero Escobar. (Fallas, 1983-263). Durante la crisis 1897-1907 más de 400 artesanos fueron a huelga, según el periódico El Progreso del 29 de mayo de 1901. Otro medio, el Fígaro, publicó que en 1899 había 230 zapateros desocupados y en varias ocasiones desfilaron a la Casa Presidencial, demandando rebajas a los impuestos de sus materiales de trabajo. (Fallas, 1983-241).

Esas experiencias y sus necesidades los impulsaron a la actividad política por medio de la Liga de Obreros de Costa Rica, fundada el 25 de setiembre de 1900. La Liga tuvo intensa actividad electoral en 15 cantones, presidida por Gerardo Matamoros. Es considerada la primera organización partidista de artesanos, campesinos y pequeños comerciantes. Apoyaron al Lic. Ascensión Esquivel y llevaron a Víctor J. Gólcher a la Asamblea Legislativa. (Fallas, 1983-280-293). Asimismo, Gerardo Matamoros fue nombrado diputado en las elecciones de 1920.

La lucha contra la dictadura de Federico Tinoco amalgamó a los educadores y al movimiento artesano obrero aglutinado en la Unión General de Trabajadores. En junio de 1918 los obreros promovieron importantes huelgas, incluyendo a los bananeros de Sixaola y Talamanca y esas protestas debilitaron a la dictadura. Esta fase culmina con la huelga general por la jornada de 8 horas, ocurrida en febrero 1920. Pero entre 1923 y 1926 el Partido Reformista, fundado por el exsacerdote Jorge Volio, anuló la autonomía de los sindicatos por oficios y los acercó a las tiendas electorales de los liberales.  

En el censo de 1927 figuran 2.089 zapateros como parte de la fuerza laboral, empleados en 130 talleres y empresas. (Asamblea Legislativa. Expediente No. 18620).En la década del treinta surgen las luchas de mayor lucidez sindical y política de los zapateros, con alguna vinculación orgánica  con el partido Bloque de Obreros y Campesinos creado 1929 y con el Partido Comunista, fundado en 1931. En 1934 dos dirigentes sindicales zapateros fueron electos en  los municipios de San José y Heredia, y, otro salió electo diputado a la Asamblea Legislativa. 

III.- LA HUELGA GENERAL DE ZAPÁTEROS DE 1934 

En la tercera semana de enero de 1934 los zapateros de cinco empresas de la  capital iniciaron una huelga. La mayoría trabajaban jornadas hasta de 14 horas: de 6 a 11 a.m. y de 12 a 9 de la noche. Podían retirarse al terminar la tarea, luego de 10 u 11 horas de labor. Sus herramientas eran la pinza, el martillo, cortadoras, lijadoras, la lezna del cocedor, agujas y la horma. Trabajaban en mesas bajitas y banquillos de cuero pegado en cuatro pulgadas para airear el asiento. Casi todos tenían jorobas porque el banco no estaba a la altura del cuerpo.

El proceso de trabajo requería varias ocupaciones. El alistador que hace las costuras. El cortador, parte los cortes de acuerdo con la horma y hace las suelas. El alistador elabora el par de zapatos. El montador pega la horma. El contramaestre es el que tiene conocimiento del proceso laboral y domina todos los oficios. Cuando el zapatero termina, recibe la aprobación o el rechazo de éste. Ganaba más porque debía también, enseñar. Luego, el aprendiz: el que estudia cómo hacer los zapatos. Algunos  no daban la talla como alistadores, pero eran hábiles montadores. Unos sabían hacer el zapato para hombre, pero no el de mujeres. Cuando el zapatero era aceptado y demostraba que conocía el oficio recibía el bautizo. Lo bañaban con baldes de agua de suela con muchos días de descomposición; a tal grado que soltaba todo el color del mangle que le da el color al cuero y quedaba con olor a teja. Pero el mismo día, en la noche, se le hacía la fiesta de bienvenida en medio de compañerismo y alegría. (Morales, 2000: 28-31)

La huelga de enero-febrero de 1934 comenzó en la zapatería La Renaciente. Los operarios pidieron que no les rebajaran el salario y el patrón les rompió el documento. En respuesta los zapateros “sacaron a la calle todos sus fierros, mesas y enseres de trabajo y pararon labores”. En el taller El Record, Efraín Jiménez Guerrero llamó a los alistadores a respaldar a estos obreros y les propuso  ir  la huelga. Al llamado se sumaron los operarios de 30 empresas y ocho días después algunos propietarios accedieron a la demanda salarial.

La actitud de esos patronos se debió, en parte, al efecto de la huelga en la reducción de la producción y las ganancias. El descenso de las ventas,  previa la temporada comercial de Navidad, alertó a los industriales quienes experimentaban las secuelas de la crisis de 1929-1933. Los dueños de talleres rebajaban los salarios y amenazaban con despidos. En La Renaciente, los montadores sufrieron una reducción de 1.50 y tal fue la causa que llevó también a 37 alistadores a la huelga, con lo cual se paralizó el conjunto de labores. Los huelguistas pedían entre un 20 y 25% de alza. Pero tomaban en cuenta si los zapatos  eran de primera, o más baratos; los cortes en el alistado, los convenios con el consumidor al hacer montaduras y las reparaciones que solicitaban los clientes.  

La rapidez de las negociaciones se explica también porque los huelguistas, asesorados por el Partido Bloque de Obreros y Campesinos,  impulsaron un alza de salarios y creaban sindicatos para enfrentar no solo los rebajos, sino otras irregularidades, arbitrariedades y malos tratos. (Trabajo 25-1-1934: 3-4 y 28-1-1934: 3-4). El 25 de enero de 1934 más de 200 zapateros reunidos en Asamblea, eligieron un Comité Central de Huelga y un Subcomité. Acordaron desfilar al Congreso para demandar un alza general de salarios y la movilización remató en un mitin, al que asistieron 500 trabajadores. En ese acto se aprobó ir a la huelga general. Se ratificaron los comités de huelga, elaboraron el pliego de peticiones, discutieron las bases para constituir sindicatos en los talleres involucrados en la protesta, diseñaron un plan de concentración para impedir el trabajo con rompehuelgas y levantaron listas de los compañeros vulnerables a volver a los talleres, debido a su pobreza.

En la segunda semana de febrero, se paralizaron los talleres que hacían zapatos de primera clase. Los obreros de varias empresas de Cartago se sumaron al paro, luego de una Asamblea realizada en el Teatro Apolo. En la tercera semana del mismo mes, el plante se extendió a la mayoría de talleres de Alajuela y otros centros de trabajo de Limón. (Trabajo 10-2-1934: 3 y 18-3-1934:4). 

El lunes 29 de febrero, los huelguistas realizaron la segunda y tercera Asamblea General y deliberaron un tema de táctica sindical. Algunos patronos reconocieron la petición y surgieron dos propuestas. Se acordó “no entrar a trabajar, hasta que el último de los patronos no firmara el pliego de condiciones” (Morales, 2000:49). Sin embargo, en la asamblea siguiente el dirigente Efraín Jiménez propuso revocar el acuerdo que impedía negociar por separado.

Expuso que no se podía plantear el arreglo en todos los talleres porque no había fondos para alimentar por muchos días a tantos huelguistas. Aclaró, que una huelga prolongada sólo podría subsistir hasta obligar a todos los patronos a capitular, si hubiera un sindicato sólido y fuerte. Analizó la diferencia entre los talleres y empresas, así como la actitud de los consumidores. “A estas alturas muchos patronos viven al día con el trabajo de zapatos a las medidas y son pequeños patronos... Pero los grandes patronos sí tienen existencia de calzado y pueden resistir por más tiempo… El público de San José está acostumbrado a calzarse a la medida, y si hay talleres trabajando con este sistema serán preferidos, lo cual constituye una presión que obligará a los patronos más poderosos a aceptar los pliegos de condiciones”.

Los asambleístas aceptaron la negociación en talleres por separado “y que el aumento de salarios lo aporten a la Caja del Comité de Huelga para ir resolviendo las necesidades del resto de huelguistas”. (Morales, 2000:50). Al cabo de cinco semanas, gran parte de los dueños de zapaterías de San José aceptaron aumentar entre el 25 y 30% del salario. Los dueños de empresas más fuertes continuaron reacios.  

Gran cantidad de zapateros concurrieron a la cuarta Asamblea General del 8 de febrero, en la cual se nombró una comisión para redactar los estatutos y crear el Sindicato de Zapateros de San José. El día 10 otros cuatro patronos aceptaron la demanda salarial. Poco después las empresas El Récord y La Renaciente y con estos arreglos concluyó la huelga, pues “los salarios que establecían esas zapaterías eran el barómetro de los salarios pagados en el país”. (Morales: 2000:45). En otra Asamblea celebrada el 12 de marzo, se constituyó el Sindicato de Zapateros de San José.

Según Juan Rafael Morales Alfaro, Secretario General del Sindicato de Zapateros de Grecia, la huelga cumplió los objetivos económicos; enseñó lo que es la lucha social, pues “ignorantes de lo que es la organización sindical nos limitábamos hasta entonces a aceptar o rechazar todo planteamiento, de acuerdo únicamente con el calor de las ideas, mientras que las asambleas de huelguistas fueron una escuela de sindicalismo”. (Morales, 2000-51)  

Los zapateros exhibieron identidad e independencia de clase como asalariados. El 2 de febrero el Comité de Huelga expresó: “Los huelguistas somos obreros conscientes de que no íbamos a tener la candidez de pensar que el gobierno pudiera intervenir en nuestro favor. El gobierno no es, dentro del régimen capitalista, sino un administrador de los intereses de los patronos y un fiel lacayo suyo…Lo que sí esperábamos es que procediera a enviar sus policías a proteger a los rompehuelgas. (Pero) en las filas de los huelguistas no reclutarán traidores al movimiento; y si los van a buscar en otro sitios, advertimos que estamos dispuestos a impedir que esos rompehuelgas saquen oficio. Midan los patronos y su lacayo el gobierno la trascendencia de esta declaración que hacemos, interpretando la voluntad de lucha de los zapateros en huelga”. En otro comunicado aprobado en el 29 de febrero, exhortaron a los zapateros a la organización sindical, porque “es vieja táctica patronal ceder a las peticiones de los huelguistas mientras los ven unidos… pero a reserva de ir reduciendo de nuevo, poco a poco los salarios, una vez que los trabajadores se entregan a ese aislamiento suicida que caracteriza a los trabajadores de Costa Rica”. (Trabajo 17-2-1934: 3-4).

La huelga tuvo solidaridad de los zapateros de Limón y Grecia, la Federación de Artes Gráficas, de los ebanistas y carpinteros y de la Sociedad de Obreros de Panaderos. Asimismo, de los militantes del Partido Comunista, el cual les prodigó espacio, horas trabajo, asesoría parlamentaria, dinero y camaradería.  (Trabajo 29-4-1934: 3) Otro resultado de la huelga fue la edición de dos periódicos: El Gráfico y El Obrero Zapatero.

A principios de febrero, el Comité de Huelga hizo una declaración ante las opiniones que veían en la protesta las huellas de los comunistas. “Esta huelga surgió espontáneamente y el Partido Comunista  se limitó a prestarnos su fervoroso y eficaz apoyo. Si es cierto que los dirigentes del movimiento en su mayoría son zapateros comunistas, eso solo indica que en nuestro gremio la ideología marxista-leninista cuenta con numerosos adeptos… Hay zapateros que no militan en el Partido (demostrando con ello) que no es necesario ser miembro del Partido para defender los intereses de su clase… Los zapateros comunistas integran la  masa mayor de los huelguistas. (Trabajo 4-2-1934: 3) 

Efraín Jiménez Guerrero ocupó la Secretaría Sindical del Comité Central del PCCR. Declara que hay tradiciones que frenan el crecimiento del sindicalismo. En 1939, expresó con respecto a las relaciones entre los sindicatos y el partido. “Los sindicatos más fuertes deben colaborar en la organización del resto de la clase obrera para que la política no se meta en los sindicatos… El sindicato no debe ser un instrumento del Partido. Debe esforzarse por agrupar a los trabajadores de todas las ideas para llevarlos a luchar por sus propios intereses de clase”. (Trabajo 4-2-1939: 5). 

IV.- OTRAS HUELGAS Y LUCHAS CÍVICAS DE LOS ZAPATEROS: 1935-1948

Entre 1935 y 1942 el Sindicato Nacional de Trabajadores del Calzado fue el frente laboral más activo en la defensa del salario y las condiciones de vida de los obreros de la manufactura. En 1932 el PCCR propuso crear un Consejo de Obreros y Campesinos encargado de fijar el salario mínimo. Ese proyecto se discutió en el Congreso en 1934 en medio de una gran movilización y se fijó por ley en 1935; pero los patronos la desacataron. (Samper 1978:205). Tal fue móvil de dos huelgas ocurridas en ese año.

El 11 de diciembre de 1936 el Poder Ejecutivo decretó salario mínimo para los zapateros y se hicieron nuevas fijaciones; pero en la Asamblea Legislativa se corrigieron y ello condujo a otra huelga en enero de 1937. El diputado Ismael Murillo, dueño del Taller La Lucha, se declaró contra la fijación. Los zapateros acordaron ir a la huelga a partir del 21 de enero de 1937. Entonces los patronos iniciaron una campaña contra el salario mínimo y se generó el desacato en cadena. Por ello surgió la huelga en la que participaron más de 400 obreros. El 18 de enero se firmó el arreglo. (Trabajo 16-1-1937:1; Morales, 2000-76). Otra huelga se produjo en junio de 1939 en el taller La Costarricense. (Trabajo 24-6-1939:4).

Al mes siguiente los zapateros celebraron la Primera Conferencia Nacional convocada para unificar a los trabajadores del ramo. La presidió Víctor Cordero, Secretario General del SNTC de San José. Se planteó la organización de los obreros de terceras categorías; el efecto de la inmigración de obreros extranjeros y el ingreso a la Confederación de Trabajadores de América Latina. Se conoció la cifra de afiliación: Había en total 1.350 trabajadores del calzado de los cuales 906 (67.1%) eran afiliados a sindicatos. (Trabajo 29-7-1939: 4). El dato, en relación con el censo de 1927, muestra la contracción de la producción manufacturera del calzado en el contexto de la crisis del 29-33.        

A partir de octubre de 1939, los zapateros iniciaron reuniones provinciales con la meta de fundar el Sindicato Nacional de Trabajadores del Calzado. Se discutió: a) La situación económica y social del país al inicio de la Segunda Guerra Mundial; b) ¿Debe mantenerse por más tiempo el apoliticismo del movimiento obrero?; c) crear la Federación de Trabajadores de Costa Rica. (Trabajo 28-10-1939: 2)

En la tercera Conferencia Sindical Nacional, en mayo de 1942, se divulgó la siguiente reseña. La fundación del sindicato de zapateros de la capital “fue el primer acontecimiento de unificación obrera en el país…La lucha contra la elaboración del calzado a máquina tuvo un carácter retrógrado, pero  hubiera traído desocupación y la formación de empresas monopólicas…Se  planteó entonces aplicar un alto impuesto a la elaboración del calzado a máquina y el gobierno lo aprobó mediante decreto del Poder Ejecutivo.   

El Sindicato aprobó dar 3 meses de plazo a los patronos para que adquirieran maquinaria, porque los alistadores tenían que poseer máquina propia para trabajar, a un costo de 800 colones. Se logró elevar los salarios en todas las zapaterías de Heredia.  (Trabajo 15-3-1941: 1-4). Ese año organizaron a los trabajadores por categorías y lograron que un número de zapateros que laboraban en sus casas, fueran cotizantes: en siete meses han ingresado 200 nuevos afiliados… Otra lucha fue obligar a los patronos a eliminar las tarjetas de identificación expedidas por ellos para admitir operarios en los talleres. Esta demanda se logró mediante huelga general en San José, recordada como “la huelga de las tarjetas”.

También consiguieron que los patronos reconocieran a los comités sindicales de taller, sin los  cuales “la organización no podía tener bases sólidas”. Se desarrolló otra huelga por el reconocimiento de esos comités con libertad de acción sindical dentro del taller”. Otro logro fue la abolición del pago del trabajo por obra a los alistadores: se planteó el pago por día a 6 colones con 8 horas de labor y 2 colones el corte en horas extras. Además, se obligó a los patronos a poner las máquinas, hilos y repuestos que suplían los operarios…

Este Sindicato fue el primero que, “rompiendo la prevención y el prejuicio de la clase obrera, planteó burocratizar el aparato de dirección. Tal escuela ha sido reconocida por otras organizaciones que sienten la necesidad del pagar funcionarios. Crearon una estructura orgánica que fusiona los distintos oficios de la elaboración del calzado, como las ligas de alistadores y de cortadores. El Sindicato logró rebajas en los precios de los materiales de trabajo recurriendo a paros parciales y ha contribuido a organizar los Comités de Enlace Sindical. (Trabajo 1-5-1942: 2-7.)

Entre marzo y diciembre de 1940 los zapateros declararon dos huelgas: una en Turrialba y otra en Limón. La primera debido a los atropellos del contramaestre. La protesta duró 70 días y tuvo como novedad exigir buen trato del patrono. Logró el reconocimiento del sindicato: ningún operario sería despedido sin el aval del comité sindical y se retiró al contramaestre. (Trabajo 30-3-1940: 2; 6-4-1940: 2; 11-5-1940: 2). En junio de 1940 hubo otra huelga en Limón que duró mes y medio. Se produjo por el despido de un obrero y las indolencias del contramaestre y el patrono. (Trabajo 28-8-1940: 2).

Ese año los zapateros celebraron por primera vez el Día Internacional del Trabajo en Turrialba y Puntarenas (Trabajo 13.-4-1940:2); lograron que la Secretaría de Salud interviniera en los talleres; aumentos de 0.50 en la elaboración de zapatos con entre suela para señoras, en talleres de primera y segunda categorías; obligaron a los patronos a solicitar al sindicato operarios para distribuir el calzado y que los dueños no emplearan a los obreros atrasados en el pago de la cuota sindical. Otro logro fue abolir transitoriamente el aprendizaje debido a la desocupación, descenso de los salarios y el debilitamiento de la organización. Asimismo los afiliados aceptaron un aumento del 50% en la cuota sindical gracias a las alzas conseguidas. (Trabajo 2-3-1940: 3).

En 1941 reorganizaron el Sindicato de Zapateros de Heredia  presentaron pliegos de peticiones en 9 talleres. Hubo una huelga de mes y medio en el Taller Guadalupe, con 36 operarios; otra de igual duración en el Taller Garita, en Turrialba; y una más, de un mes, en el Taller Ingiana, en Limón y su sucursal de San José. (Trabajo 17-12-1940: 2). De nuevo movilizaron a los afiliados con el objetivo de que el Congreso prorrogara el gravamen al calzado hecho a máquina. (Trabajo 21-6-1941:2) En 1942 los zapateros del taller Rubén Arce, de Alajuela, promovieron otra huelga por rebajas de salarios y amenazas de despidos. (Trabajo 23-5-1942: 4)

Desde mayo de 1942 los zapateros se involucraron en la constitución de un Comité Nacional de Enlace, promovido por el Partido Comunista con el objetivo de “sentar las bases para crear la Confederación de Trabajadores de Costa Rica”. (Trabajo 23-5-1942:4). Organizaron delegaciones para el Congreso Obrero Nacional celebrado del 1 al 4 de noviembre de ese año. En asambleas parciales previas, acordaron editar el periódico “Orientación”; demandar un ajuste del 30% en salarios y solicitar al gobierno que fijara los precios, les aprobara representación en las Juntas de Emergencia y creara un fondo de ayuda a los desocupados. (Trabajo 5-9-1942: 1-4)

En 1942 surgió un cambio en las estrategias y tácticas del movimiento sindical debido a las nuevas tesis del Partido Comunista acerca de la conciliación de clases y la colaboración con las potencias imperialistas en guerra contra el eje Nazi, Fascista y Falangista. Asimismo, desde 1941 El Centro de Estudios para los Problemas Nacionales, el Partido Socialdemócrata y la Iglesia Católica habían iniciado la ofensiva sindical en franca disputa con el liderazgo del Partido Comunista. El gobierno del Dr. Calderón Guardia, por su parte, aprobó en 1941 la creación de la Caja del Seguro Social y ya se habían iniciado las conversaciones entre el Lic. Manuel Mora, Secretario General del PCCR y el Presidente de la República, para contrarrestar la oposición a la reforma social. En consecuencia, en la Segunda Conferencia Nacional de Sindicatos del 18 de octubre, el Comité de Enlace Sindical de San José, tomó las resoluciones que lo insertaron a partir de entonces en el reformismo de izquierda. 

Acordaron renunciar a la huelga durante la Guerra Mundial, a cambio de que una Junta de Conciliación y arbitraje resolviera los conflictos entre obreros y patronos…Centralizar la dirección del movimiento obrero en el Comité de Enlace Sindical. Condenar (sic) el divisionismo sindical  promovido por los socialdemócratas entre los trabajadores ferrocarrileros. Integrar el Tribunal de Conciliación y Arbitraje por un representante de los sindicatos, uno de los patronos y otro del Estado. Los acuerdos los firmaron 17  organizaciones obreras de San José, 8 de Puntarenas, 3  de Alajuela, 4 de Cartago, 5 de Limón, 4 de Turrialba, 9 de Heredia, 5 de Siquirres, 1 del Pacífico Sur, 1 unión campesina, 6 comités  sindicales  de enlace. En Total 63 sindicatos.  (Trabajo 24-10-1942: 2-4) 

Enmarcado en esas resoluciones, el 1 de febrero el CNSE emplazó a los trabajadores ante la oferta electoral de los candidatos a los poderes públicos; en particular en relación con  las reformas sociales. “….La clase trabajadora de la ciudad y el campo está en la obligación de defenderlas porque constituyen la consagración constitucional de nuestros derechos de sindicalización, huelga, salario y jornada mínima, contratación y vacaciones… Ellas constituyen el eje de la actual campaña electoral y están en peligro de  ser mutiladas por un sector capitalista del país…

El Comité Sindical llama a defender la CCSS porque resuelve las consecuencias económicas de la enfermedad en el hogar del pobre. Exhorta: “El movimiento obrero siente que es imposible ya limitarse solamente a las luchas económicas, desligadas de la suerte política del país y de los pensamientos y procedimientos de los hombres de gobierno”. Lanzó la siguiente consigna: “Ni una sola adhesión a los partidos y candidatos…que no garanticen la defensa de las garantías sociales”. (Trabajo 6-2-1943: 2).

El acuerdo de renuncia a la huelga no tuvo efectos inmediatos. En febrero de 1943 y principios de marzo, el Sindicato Nacional Sindical del Calzado aprobó ir a una huelga general por incumplimiento de los patronos de un alza de salarios decretada por el gobierno. El paro duró 22 días y afectó a más de 20 talleres. Como reacción, los patronos levantaron otro movimiento para consultar a la OIT si podían eliminar los Comités de Taller. (Trabajo 20-2-1943:2 y 27-2-1943: 2-4).

El capítulo constitucional de las Garantías Sociales se aprobó el 10-6-1943 mediante la reforma a los artículos 29, 51 y 65 de la Constitución de 1871. El Código de Trabajo, el 26 de agosto de 1943. Ese día hubo un paro sindical en San José para asistir al Congreso, con presencia de 5 mil personas.  Otro paro sindical se convocó cuando el Código se aprobó en tercer debate, con más de 10 mil participantes. En los meses previos, el Dr. Calderón Guardia fue ovacionado en Turrialba, Limón, Alajuela y Grecia, lugar en donde fue asesinado Baltasar Hidalgo simpatizante del Partido Vanguardia Popular. El 5 de setiembre se le hizo otro homenaje en Puntarenas. Asistieron unas 15 mil personas. El 15 del mismo mes, al entrar en vigencia el Código, hubo una manifestación en el Templo de la Música, con más de 100 mil asistentes. En Heredia se realizaron otros actos a los que asistieron   unos 15 mil ciudadanos. Esos eventos se constatan también en el periódico de la iglesia Católica, El Luchador, del 14 de agosto y noviembre de ese año. (Trabajo 21-8-1943: 1-4).

En el clímax de la Segunda Guerra Mundial, los sindicatos de zapateros fueron activos organizadores y asistentes a mítines y movilizaciones contra la especulación, el desempleo, por la paz mundial vulnerada por la alianza de Fascistas, Nazis y Falangistas. Fue corporación adalid en las jornadas de apoyo popular a la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social y el Código de Trabajo. Participaron en masivas manifestaciones contra las empresas monopolistas, por la solidaridad con el régimen republicano de España, por la promulgación de leyes contra la especulación y el alza en los precios, la congelación de alquileres, la construcción de casas baratas para pobladores de suburbios de la capital y las provincias, por la nacionalización del servicio eléctrico, la rebaja en los esquilmes y la ley agraria de 1942 que daba propiedad a los colonos de baldíos, mal llamados “parásitos”.

En particular, los zapateros fueron columna vertebral para la constitución de la Confederación de Trabajadores de Costa Rica, fundada en 1943 e inscrita en el libro de organizaciones sindicales del Ministerio de  Trabajo el 20 de setiembre de 1946. La composición ocupacional de los delegados indica la representación de 9 zapateros, 4 sastres, 2 ebanistas, 3 tipógrafos, 2 estibadores y un representante de cada uno de los oficios de oficinistas, obreros bananeros, marinos y misceláneos. En la clausura del Congreso, en setiembre de 1943, el Secretario General, Rodolfo Guzmán, hizo la siguiente síntesis. “….Con nosotros están los viejos luchadores de la antigua Sociedad de Ebanistas y Carpinteros de 1910 que enfrentaron a la tiranía tinoquista y condujeron la huelga general de 1920 por la jornada de 8 horas; los más honrados y leales dirigentes del reformismo, liquidado en 1925; los que condujeron la jornada antiimperialista de la huelga de la zona atlántica en 1934 y los que asentaron en la huelga general de los obreros del calzado el movimiento sindical de Costa Rica sobre bases sólidas y científicas”. (Trabajo 18-9-1943: 1-2)

Al final de la Segunda Guerra Mundial, con la reapertura del comercio mundial y el inicio de un ciclo ascendente del capitalismo que se prolongó hasta la crisis de 1973-1975, los zapateros y pequeños empresarios enfrentaron los problemas derivados de la entrada masiva del calzado mecanizado, fabricado en serie. Ya en 1946, “Los patronos reducen la producción y despiden a los zapateros. Hay atrasos en el pago y se introducen otros métodos de producción. La desocupación se debe a introducción de una modalidad en las ventas: los tenderos financian a los zapateros para que produzcan en sus casas y amorticen las deudas con producto. Han bajado los precios de los pequeños patronos  que venden a esos comerciantes. Hay una competencia desigual,  porque éstos no tienen que pagar los seguros sociales, ni el salario mínimo. Se agrava el fenómeno por el ingreso al país de de muchos extranjeros que producen calzado en igual forma. (Trabajo 31-8-1946: 1-4.)

El golpe de gracia a los trabajadores, sus familias y al movimiento sindical, vino con la Guerra Civil de 1948. Según el Acta de Disolución de la CTCR suscrita por el Pbro. Benjamín Núñez Vargas, Ministro de Trabajo,  el juicio se realizó con base en el Decreto Ley No. 105 del 17 de 7 de 1948 de la Junta de Gobierno. El zapatero Víctor Cordero Segura reclamó la representación legal y en el folio 19620,  declaró lo siguiente.

“Desde que entró el ejército llamado de Liberación Nacional acompañado de la llamada Legión Caribe, los atropellos han sido continuos contra la CTCR y los sindicatos afiliados a ella; el ejército  procedió de inmediato a incautarse el local donde en otra época había  funcionado la Central, y de los bienes de la CTCR… Posteriormente allanaron los centros de los sindicatos de panaderos, zapateros…La totalidad de dirigentes de la CTCR guardábamos arresto en la Penitenciaría Central; así como gran parte  de los militantes de los  sindicatos afiliados a la CTCR…Los libros de Actas de la CTCR y de varios sindicatos fueron incautados por la policía”.

La sentencia del Juez  Primero de Trabajo emitida el 24 de abril de 1949 declaró disuelta  la CTCR, no así los sindicatos ni a la Confederación de Trabajadores “Rerum Novarum” brazo sindical de los vencedores en la Guerra Civil.  El Lic. C. L. Solórzano, responsable del Ministerio de Trabajo, objetó la no disolución de los sindicatos. Lo apeló al Tribunal Superior de Trabajo el 6 de mayo de 1950, instancia que confirmó la sentencia. El Lic. Solórzano llevó el litigio a la Sala de Casación y en ese nivel se resolvió que “estos procedimientos deben enderezarse directamente contra todos y cada uno de los organismos afiliados a la CTCR”. 

El siguiente golpe vino con el ingreso de Costa Rica al libre comercio impulsado por los Estados Unidos con el Mercado Común Centroamericano, a partir de 1966.

V.-  A MODO DE CONCLUSIÒN

La historia del movimiento obrero y popular costarricense entre 1920 y 1948 transcurre en un contexto nacional de profundos cambios. La sociedad era cada vez menos dependiente de dictados eclesiales; cada más vez más laica y mejor ilustrada. La inmigración de familias campesinas a las cabeceras de provincia modificaban poblados, surgían ciudadelas, nuevos  ocupaciones. La clase obrera tomó realce en las fábricas de manufacturas, levantadas entre viejos talleres artesanales. La radio, los periódicos y el cine mudo o parlante anunciaban los bienes y modas del mercado norteamericano. En esas fuentes de inspiración anclaron los nuevos liceístas y la primera generación de la Escuela Normal, y diversificaron el temario de la identidad popular.

La prosa costumbrista se mezcló con creaciones de identidad elaboradas al alero del Ministerio de Educación. El ingenio magisterial recreó otros cuadros de cultura mediante obras literarias, gráficas, sonoras y estéticas. Cultivó la pictografía y el gravado; la pintura paisajista, la caricatura y la composición musical. Se incorporó a la memoria nacional las costumbres de las regiones, el mundo del trabajador directo, el ensueño de la niñez, las diversiones y alegrías festivas. Guanacaste trascendió la pampa y la bajura al son de la marimba, “el zapateado”, “el Punto Guanacasteco” y el grito del güi-pi-pía. El gusto por el jazz y el blues limó los bordes groseros de la exclusión racial. El fútbol destrabó la frontera entre campos y villas. El noticiero y la novela radial quitaron a curas y maestros el monopolio de la audiencia popular. Se investigó las relaciones entre la riqueza nacional y las ciencias de la geografía, historia, arqueología, antropología, botánica y biología.    

La inspiración adquirió estatura legal e institucional y formó parte de la educación ciudadana. Maestros y profesores de ambos sexos exploraron habilidades individuales de los alumnos  para la música, artes plásticas, pintura, oratoria y composición literaria. Se definió una agenda de efemérides alusivas a la naturaleza, las ideas de patria y nación. El calendario escolar cifró nuevas fechas festivas. Al 11 de abril y el 15 de setiembre se agregó la Semana Cívica, el Día del Niño, el Día del Árbol, el Día de la Bandera, y el 12 de octubre fue declarado Día de la Cultura Americana. Se estableció el Juramento a la Bandera y se prohibió el uso comercial de los símbolos del Estado. La “Patriótica Costarricense” devino segundo Himno Nacional.

Por ello cobra particular relevancia la beligerancia y el sentido de identidad clasista que los zapateros y otros artesanos y asalariados directos organizados en sindicatos, supieron imprimir a la clase trabajadora costarricense. Con ellos la sociedad civil puso en relieve y alto contraste no sólo los ribetes de desigualdades, exclusiones e injusticias sociales, sino además el carácter oligárquico del ejercicio del poder que hacía toda clase de malabarismos para contrarrestar el ascenso del movimiento popular en santa alianza con la Iglesia Católica.    

Después de 1945 el oscurantismo de la Guerra Fría cercenó manos y neuronas. Los imperios coloniales y neocoloniales que vencieron en la Segunda Gran Guerra crearon el marco institucional e internacional que fijó las pautas de reproducción del arquetipo de los oficios, profesiones, la cultura y civilización occidental, cristiana y anticomunista. El financiamiento y la conducción técnica de las Agencias Internacionales y culturales, rompió el cordón umbilical entre la república liberal y los gobiernos que surgieron de la Guerra Civil del 48. El libre mercado y la Alianza para el Progreso, impulsaron la transición a la industria de ensamble y sucursales de los monopolios, la cual hizo aguas también, en la gran crisis de 1979 y 1983 reeditada desde la recesión financiera del año 2008.

 

VI.  BIBLIOGRAFÍA

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