Por Oliverio Mejía

El concepto ladino se fue configurando en los albores de colonia para ir definiendo al mestizo producto de la mezcla étnica entre indígenas, europeos y africanos o para los españolizados procedentes de los grupos mayas, xincas, africanos garífunas y esclavos negros.

Estos tenían la característica de no ser reconocidos en materia de derechos para la posesión de la tierra, el bloqueo agrario que menciona Severo Martínez, esto provoco que se fueran asentando en terrenos sin reconocimiento oficial para formar villas y pueblos, aunque al final los hechos obligo a las autoridades coloniales a por lo menos realizar registros. Esto es importante anotar que, en las otras provincias del Reino de Guatemala, estos segmentos de población fueron la mayoría, ubicándose en todas dentro de las profesiones artesanales y la ganadería, estableciéndose como capas medias.

Esta situación se generó a contrapelo de las nociones que la corona trato de implementar con el pueblo de indios y el pueblo de españoles, por medio de las dos repúblicas. Es importante anotar que las autoridades reales peninsulares fomentaron y mantuvieron los llamados pueblos de indios, formalmente para evitar los abusos de los criollos y el control político, desde los ayuntamientos que estos realizaban; pero en la práctica fue una forma de regular el trabajo forzado de indígenas hacia los criollos y el tributo hacia la monarquía, bajo la idea de la minoridad de edad de los indígenas que la monarquía y las autoridades eclesiales debían proteger.

Es decir, una forma de racialización, bajo el pretexto de la protección de los abusos de los criollos, lo cual afectaba la racionalidad económica del sistema en conjunto. Así se genera una capa de liderazgos en las comunidades indígenas por medio del control de cofradías y mayorazgos, que mediaban con las autoridades reales y eran correa de trasmisión de los poderes coloniales, centrando mucho de la resistencia contra los intentos de mestizos de tener manejo de los recursos económicos en estas comunidades.  Sin embargo, en los momentos de crisis del poder español, a partir de la Constitución de Cádiz de 1812 que suprimió los tributos el trabajo forzado, elementos intelectuales y comerciales, realizaron protestas contra el poder criollo de la Ciudad de Guatemala, siendo la más celebre el levantamiento de Atanasio Tzul de 1820 en Totonicapán.

Construcción de la idea nacional ladina

Fue la fracción liberal, vinculado al librecambismo con el Imperio Ingles, posterior a la independencia definitiva de México en 1823, quienes bajo la lógica de imprimir una ciudadanización de igualdad formal, consideraron que estas distinciones de las repúblicas de indios y españoles deberían desaparecer, a diferencia de la fracción conservadora que abogaba por mantenerla.

Los liberales que gobernaron entre 1823 a 1827 en la Guatemala y la Federación y en la década de los treinta hasta 1838, trataron de aplicar estas ideas de igualdad formal, pero sin reparar la desigualdad real y, es más, consideraron la existencia de tierras de indios, una rémora que era obstáculo para el progreso económico. De igual forma pasaron por alto las demandas de los sectores artesanales y de algunos productores pequeños contra las consecuencias del libre comercio. De ahí, que, tras el rompimiento de la Federación y la creación del Estado de Guatemala, con Carrera a la cabeza, este como buen caudillo, arbitrando entre las comunidades rurales mestizas e indígenas y las elites conservadoras, mantuvo el modelo de las dos repúblicas.

Con el ascenso de la fracción liberal nuevamente al poder en 1871 y su proyecto de incorporación a los mercados capitalistas mundiales por medio de la exportación de café, dieron el golpe a las tierras comunales, expropiándolas para una nueva capa social de origen mestiza en algunos casos y manteniendo en otros, las tierras en control municipal.  Lo cual fue otra innovación, la creación de una municipalidad centralizada y manejada por estos sectores, despareciendo las municipalidades indígenas del periodo conservador.

Este largo periodo de la historia entre 1871 hasta mediados del siglo XX, que tuvo su primera crisis con el derrocamiento de Manuel Cabrera en 1920, pero que se reconfiguro con la dictadura de Jorge Ubico quien asumió en 1931 hasta el advenimiento de la revolución democrática del 20 de octubre de 1944, tuvo que estructurarse hegemónicamente a partir de la idea de la nación ladina.

Esta idea de nación, se centra en el racismo estructural hacia la población de origen maya. Dispositivo ideológico y de control, que descansa en el trabajo servil del indígena, de ahí que, con la expropiación de las tierras comunales a finales del siglo XIX, se mantuviera y se acrecentara la obligación de trabajo semi gratuitamente de las y los indígenas en el latifundio de exportación por medio del endeudamiento de los trabajadores indígenas y manteniendo a estos el mini fundió cada vez más fragmentado, en una especie de semi proletarización y campenización constante. Aunque en otras regiones como en el norte fue el mozo colonato, formas prácticamente feudales de posesión en manos de grandes haciendas.

Esta construcción hegemónica por medio del racismo provoco que el modelo de trabajo, generara una equiparación hacia abajo de salarios para indígenas y mestizos, pero bajo prejuicios racistas de los segundos con los primeros, al considerarse distintos y superiores. De ahí, que consideramos, que la idea ladina de nación, fue un a creación de sectores en ascenso y de algunas fracciones tradicionales oligarcas, para rechazar el ethos maya y el derecho a la autodeterminación de estos, afectando a la clarificación de la conciencia de la clase proletaria conformada por mayas y mestizos. Culturalmente busco integrar al indígena a la educación, aunque limitadamente, impartida en español con la búsqueda de que perdieran su idioma y sus costumbres.

Todo esto fue configurando un modelo que Sergio Tishler lo denomino Estado finca basado en la dominación oligarca, el cual era consustancial a la representación social de la patria ladina.

La revolución de octubre de 1944

La dictadura ubiquista ahogo todo intento de rebelión, como producto de la sublevación campesina en El Salvador de 1932, asesino a liderazgos populares, la persecución contra el naciente sindicalismo, los movimientos estudiantiles por la reforma universitaria y el fusilamiento de la alcaldía indígena de Nebaj.

Con la crisis del gobierno de Ubico, los intentos de recambio con Ponce Vaidez y la sublevación contra el régimen político dictatorial, tras la rebelión militar y civil que instauran la Junta Revolucionaria de Gobierno conformada por Francisco Javier Arana, Jacobo Arbez y el civil Jorge Toriello; los sectores movilizados fueron sobre todo maestros, estudiantes, algunos obreros-artesanales y militares. La sublevación de sectores campesinas e indígenas fue casi nula al igual que en el levantamiento contra Cabrera, a lo mejor por la forma en que se estructuro el Estado finca, sin embargo, sí se sabe que en algunas fincas los trabajadores quemaron las fichas que era la forma en que se obligaba por medio de deudas hacía con los patrones, para que realizaran trabajo servil.

Paradójicamente el único levantamiento indígena fue en contra de la revolución, en el municipio kaqchiquel de Patzicia, pero sus causas tienen connotaciones locales. Es decir, los indígenas aliados al ubiquismo se levantaron contra del control político y el despojo de tierra de parte de mestizos que simpatizaban con la revolución. Estos derrotaron a la municipalidad contralada por estos, pero ladinos de otros municipios se armaron y la aplastaron, realizando una masacre en contra de los mayas sublevados.

Esto ha dado pie a clasificar por algunos intelectuales mayas actualmente a la revolución de octubre, si bien democrática como racista, lo cual es una determinación a nuestro punto de vista equivocada. Si bien ya vimos como no hubo actores indígenas y campesinos de peso en el momento inicial, las transformaciones de revolución caminaban en ir suprimiendo el colonialismo interno por medio de algunos factores.

Primero en el gobierno de Arévalo, al suprimir el trabajo forzado que Ubico reimplantó en favor de los finqueros y en obras públicas, segundo la desaparición, por medio de un decreto de formas pre capitalistas como el mozo colonato el cual tendría que irse superando y tercero el factor más radical, durante el gobierno de Jacobo Arbez la reforma agraria decretada en 1951, la cual desde 1946 la naciente Confederación Nacional de Trabajadores de Guatemala, exigió.

Si bien la reforma agraria como es sabido fue detenida tras la contrarrevolución apoyada por Estados Unidos en 1954, esta logro avanzar repartiendo tierras en algunas regiones sobre todo en oriente y en la costa sur, con el establecimiento de Consejos Agrarios y el reconocimiento de las comunidades indígenas a reclamar tierras y posesionarse de estas, más en la región oriental hacia los Chortis, logrando también cambios en el poder local contra la usurpación ladina.

Lo que la revolución y la concepción de sus liderazgos y fuerzas sociales no visualizaron, es el rompimiento cultural de la representación ladina de nación, se reconoció como sujetos de derechos a las y los indígenas, pero bajo una lógica de convertirse parte de la misma nación en igualdad de condiciones. Pero sin identifica sus particularidades étnicas y la autodeterminación como pueblo, reivindicaciones que han tomado fuerza en décadas posteriores.