Por Oliverio Mejía

Este año se conmemoró el setenta aniversario de la revolución democrática del 20 de octubre de 1944, con una pequeña marcha protagonizada por las centrales sindicales aglutinadas en el Movimiento Sindical Autónomo Guatemalteco, partidos de izquierda, organizaciones populares y estudiantiles. Tal marcha fue poco numerosa al igual que la del año pasado, debido a los efectos de la pandemia del COVID-19

El presente artículo es de carácter histórico, cuyo objetivo es aproximarnos a los debates contemporáneos sobre el significado de este movimiento que ha dejado huellas en la historia de Guatemala. En los últimos días hemos asistido a una serie de eventos virtuales en redes sociales sobre la temática, así entonces, el presente trabajo buscará aportar algunas ideas en la materia.

Actores fundamentales del octubrismo

Primero podemos decir que esta fue una revolución protagonizada sobre todo por las capas medias urbanas, estudiantes universitarios, profesionales liberales (algunos cada vez más proletarizados), maestros, oficiales medios y sus tropas, artesanos y sectores de la naciente clase obrera. Estos, si bien no participaron con métodos propios como huelgas, se sumaron a la movilización contra los restos de la dictadura de Jorge Ubico, quien había entregado el gobierno a Federico Ponce Vaides.

El hecho fundante fue la sublevación militar contra Vaides, después de que un movimiento insurreccional civil lograra derrocar al dictador Ubico. Otro actor importante que se sumó, fue la pequeña burguesía y sectores de la burguesía, agobiados por la falta de espacios de desarrollo económico debido a los vínculos del ubiquismo con los grandes latifundistas exportadores de café y los monopolios de origen yanqui, afincados en la exportación de banano y en empresas de servicio, como la producción y distribución de energía eléctrica, los puertos y el transporte ferroviario.

La presencia de estos sectores burgueses se hizo notar nítidamente en la carta que renombrados personajes empresarios e intelectuales ligados a ellos, le escribieron al dictador exigiendo su renuncia, semanas previas a su abdicación. Así también en la participación de Jorge Torriello en la Junta Revolucionaria de Gobierno, junto a dos militares implicados en el alzamiento del 20 de octubre, Juan Jacobo Árbenz Guzmán y Francisco Javier Arana. De igual forma, en el apoyo del primer gobierno electo democráticamente, el del docente universitario Juan José Arévalo, electo en 1945, con una amplia mayoría de votos, sobre otros contrincantes ligados al ubiquismo.

Por su parte, sectores de la pequeña burguesía y de las capas medias profesionales, fueron consorte tanto de este primer gobierno como del segundo, el del coronel Árbenz, electo en 1951, que ganó las elecciones con una proporción de votos menor que Arévalo, pero sin duda con amplia mayoría sobre otros sectores tanto de la reacción oligárquica, como algunos elementos desprendidos de la revolución que asumieron la maniquea ideología del anti-comunismo.

Estos actores procedentes de las capas medias y la pequeña burguesía se organizaron en distintos partidos que fueron el sostén de los gobiernos de Arévalo y de Árbenz, tales como el Frente Popular Libertador, el Partido Renovación Nacional, el Partido de Acción Revolucionaria, el Partido Socialista, entre otras. Esta explosión partidaria era reflejo de una de las demandas más sentidas de los sectores medios, como era la libertad política, en el marco de la confrontación contra el fascismo en Europa y que después de la caída de la dictadura se extendieron como hongos. Una de las características de estas agrupaciones fue el hecho que se disputaron la influencia y el manejo de la nueva institucionalidad pública, tanto desde el Congreso de la República como dentro del funcionarato.

Otra característica fue el hecho de fragmentarse varias veces, en función de lealtades cambiantes de los distintos personajes, algunos con cierto prestigio revolucionario y otros centrados mas en el clientelismo y en el favoritismo. Durante el gobierno de Árbenz se intentó unificar los partidos con la creación del Partido Revolucionario Guatemalteco (PRG), pero este intento tampoco prosperó, por las mismas desavenencias sectarias.

El movimiento obrero

Como aseveramos, el movimiento obrero, pese a no participar con métodos propios durante la insurrección de octubre, fue un actor de peso, aunque desagregado para derrocar a los remanentes de la dictadura, pero, sobre todo, como sostén de la revolución; pues entre las grandes conquistas de ésta estuvieron la libertad sindical y política para los trabajadores asalariados.

El movimiento obrero se fue gestando a inicios de la década del veinte, a partir de la evolución de las organizaciones mutualistas propias de la asociación de los artesanos, hacia el sindicalismo, inspirado en el anarco sindicalismo y en el marxismo, tras el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, con la creación del Partido Comunista Centroamericano y sus seccionales nacionales.

Durante la década de los veinte, en un clima de mayor libertad tras el derrocamiento de Manuel Estrada Cabrera, donde por primera vez participaron como un movimiento organizado, aunque bajo la égida de sectores de la burguesía en el Partido Unionista, se desarrollaron una serie de centrales sindicales, algunas inspirada por la orientación marxista y otras ya bajo la influencia de las orientaciones liberales pro imperialistas, del Partido Demócrata estadunidense.

Con el advenimiento de la dictadura ubiquista se persiguió y reprimió el movimiento obrero y el también naciente movimiento estudiantil, que tenía entre sus demandas la lucha por la reforma universitaria, conquista medianamente conseguida con el otorgamiento de la autonomía universitaria por la Junta Revolucionaria de Gobierno.

En 1946 se da un intento de unificar el movimiento obrero, con la Conferencia Sindical Nacional Unitaria, donde se lanza la consigna de la reforma agraria con el fin de acuerpar la lucha del campesinado por la tierra. Sin embargo, el gobierno de Arévalo tuvo una actitud reacia, tal como señala Díaz Rossoto, a la organización sindical, pese a que se lograron conquistas importantes como el salario mínimo y el derecho a la sindicalización; en ese marco se fue generando una serie de huelgas tanto en empresas de capital nacional como estadunidense, así como en industrias estatales tales como los puertos, reprimida fuertemente por Arévalo.

Arévalo, inspirado en una orientación socialdemócrata anti-comunista, no permitió que se re-organizara un partido comunista, cerrando la Escuela Claridad y expulsando a comunistas procedentes de otros países. Es así que la organización comunista nace dentro de las filas de uno de los partidos revolucionarios de centro izquierda, como el Partido de Acción Revolucionaria, el que se separa formado la Vanguardia Democrática, la cual posteriormente se denomina en 1949 como Partido Comunista Guatemalteco. Por su parte, otro sector se formó aparte bajo el nombre de Partido Revolucionario Obrero Guatemalteco; ambos se fusionaron en 1951 con la creación del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), obteniendo seis escaños en las elecciones de ese año.

Ya durante el gobierno de Árbenz, el movimiento obrero asume un matiz mas ofensivo, con la creación de la Central Nacional de Trabajadores de Guatemala en 1951, con cierta influencia del PGT, logrando entonces la unificación sindical aun con tendencias más proclives al colaboracionismo con las patronales y otras influidas por el sindicalismo reformista.

En el gobierno de Árbenz se asiste a un fortalecimiento del movimiento obrero y a la  profundización de la revolución, la cual había logrado desplazar a la oligarquía del poder formal, revolucionando el régimen político, siguiendo las palabras de Nahuel Moreno, pero manteniendo el carácter capitalista del Estado, De hecho, el proyecto de los partidos revolucionarios y del PGT bajo la orientación estalinista de alianza con  fuerzas supuestamente democráticas de la burguesía, era el desarrollo de un capitalismo sin ataduras con el imperialismo.

De tal forma que se desarrollan una serie de huelgas exigiendo el reconocimiento y la firma de pactos colectivos en la United Fruit Company (UFCO), la Tabacalera Nacional, la Internacional Railways of Central América (ferrocarriles), la Empresa Eléctrica y la Pan American Airway (aviación), todas de capital gringo, logrando estas conquistas. De igual forma se produce en 1952 la reforma agraria que implicaba el desmantelamiento de la concentración agraria tanto de finqueros nacionales como de tierras en posesión de la UFCO.

Un duro golpe para la unidad obrera fue la creación, según Díaz Rossoto, de la Central Nacional de Campesinos de Guatemala, pues debilitó los vasos comunicantes y orgánicos entre obreros y campesinos; aunque en el ámbito rural se fueron creando comités agrarios locales para profundizar la reforma agraria con algún tipo de organicidad con la central campesina. Sin embargo, el alejarse de la influencia obrera los dejó a expensas, por un lado, de orientaciones oportunistas del PRG y de otros partidos de centro-izquierda, así como también de acciones aisladas aventureras de algunos militantes del PGT o del reformismo que pesaba a su vez dentro de este partido producto del estalinismo. Todo esto en el momento que se preparaba la contra-revolución y la invasión procedente de Honduras, apoyada por la CIA.

¿De qué revolución estamos hablando?

Mientras se asiste a una ofensiva del actual gobierno de Giammattei para ir limitando los derechos laborales y sociales conquistados desde la década revolucionaria, como bien lo señalamos en un volante que distribuimos durante la pasada marcha de este año, se asiste a un debate alejado de estas necesarias luchas. Sin embargo, es importante señalar algunos aspectos breves.

Díaz Rossoto señaló que lo que se estaba produciendo fue la agudización del conflicto entre el capital y el proletariado bajo un Estado de matriz capitalista que respetaba la propiedad privada, pero manejado por fuerzas “democráticas” de la pequeña burguesía, donde la burguesía que apoyó al inicio la revolución y que prosperó con el proceso de industrialización, cada vez mas se sumó al carro contra-revolucionario, especialmente a partir del desbaratamiento del golpe de Estado de Arana contra Arévalo y su muerte en 1949..

Sobre eso se ha dicho, que el gran faltante fue la organización popular independiente de los partidos de centro-izquierda y del gobierno de Árbenz. El mismo PGT, en un escrito de su Comité Central en 1956 que se conoció como el documento de la Magnesia, reconoce que este partido no logró romper con la dirección pequeño burguesa de la revolución y pese a tocar con pinzas, la orientación estalinista en línea de Dimitrov de los frentes populares, la cual adujo no fue bien aplicada, sí consideró un error no impulsar una política independiente desde y para el proletariado.

En otro sentido, Sergio Tishler argumenta, equiparando con lo planteado para la revolución boliviana de 1952 por Zabaleta Mercado, que la revolución guatemalteca tuvo un carácter nacional-popular, bajo parámetros y dirección de una pequeña burguesía, pero dentro de moldes de una dominación consensuada y bajo formas relativas de la plusvalía. El mismo movimiento obrero asumió el llamado de los capitalistas productivos para desarrollar la industria y aun con Árbenz consideraban necesario un pacto con estos.

Sin embargo, fue sobre todo en el último periodo, donde el mismo Tishler reconoce existió un desbordamiento del campo popular, pero que aún dentro del marco de la intervención deja entrever, aun posible la permanencia del horizonte democrático burgués. Pero al igual que en Bolivia, pese al papel de la Central Obrera Boliviana, la cual fue un verdadero doble poder, nunca desembocó en un control total obrero del poder político, es decir del proletariado organizado en alianza con el campesinado y otras capas sociales.

Lo cual, desde la programática transicional del trotskismo, consideramos que en ese ambiente de luchas de los trabajadores, hubiera implicado  la nacionalización de empresas bajo control obrero, para defender junto a los comités agrarios locales de la reforma agraria, junto a sectores medios y bajos revolucionarios del ejército, a la revolución octubrista de la intervención estadunidense y la reacción oligárquica, capitaneada  por elementos militares y civiles  anti-comunistas y bendecidos por la iglesia católica, la cual manipuló a masas atrasadas minoritarias contra la revolución.