Por Victoriano Sanchez

Nicaragua continua bajo un Estado de Sitio y Ley Marcial en los hechos. Toda protesta o manifestación popular es violentamente reprimida por la Policía Nacional o los grupos paramilitares que ayudaron a desbaratar los tranques en junio-julio del 2018. Los ex presos políticos son constantemente asediados y a veces recapturados bajo acusaciones falsas de haber cometido delitos comunes. Mas de 60 presos políticos continúan retenidos en las cárceles de la dictadura.

La huelga de los obreros de la construcción

Por décadas, los trabajadores de la construcción han sido la vanguardia de la clase trabajadora nicaragüense. Fue después de 1990, con una serie de maniobras burocráticas que la Central Sandinista de Trabajadores (CST), dirigida por Roberto Gonzalez, logró imponer su control sobre el histórico el Sindicato de Carpinteros, Armadores, Albañiles y Similares (SCAAS), apoderándose del membrete. De esta manera, el gremio de la construcción quedó dividido en dos corrientes: la Federación de la Industria de trabajadores de la construcción y la Madera de Nicaragua (FITCM-N), y el SCAAS ahora controlado por la burocracia sindical sandinista.

En medio del retroceso, a inicios de febrero se produjo un hecho hasta ahora inédito: la primera huelga obrera desee abril del 2018, aun bajo esas terribles condiciones de represión.

Unos 520 trabajadores organizados en la FITCM-N, dirigida por Nilo Salazar, iniciaron la huelga el lunes 3 de febrero del 2020. La protesta se inició en los planteles de construcción que levantan el nuevo hospital de la ciudad de Chinandega, al occidente del país, un departamento fronterizo con Honduras.

Inmediatamente, el Ministerio del Trabajo (MITRAB) declaró ilegal la huelga. No obstante, a diferencia del ensañamiento contra los grupos estudiantiles o de autoconvocados, en esta ocasión la dictadura Ortega-Murillo no utilizó la Policía Nacional, ni uso las turbas ni los grupos paramilitares para reprimir a los huelguistas, los que incluso hicieron varias pequeñas marchas de protesta alrededor de los planteles. Obviamente, en este caso la dictadura fue muy cuidadosa, caminó de puntitas, porque no quiso despertar o fomentar la solidaridad de un gigante dormido: la clase trabajadora.

Las demandas obreras

La huelga duro dos semanas. Los obreros se mantuvieron firmes a pesar de las amenazas de la dictadura. Los reclamos no se centraron en la consigna de aumento de salarios, sino en defender las conquistas del convenio colectivo: el pago de 10 meses de viáticos que los obreros no habían recibido, gastos de transporte, recorrido y traslado de los trabajadores que viven fuera del municipio de Chinandega, pago de vacaciones, aguinaldo, hospedaje y bonificación que tampoco habían sido cancelados.

La crisis económica, agravada por la renuencia de la dictadura Ortega-Murillo a sostenerse a cualquier precio en el poder, ha sido utilizada por muchas empresas para despedir empleados o recortar conquistas laborales a los trabajadores, al grado que el año pasado no hubo aumento del salario mínimo, y este año se acordó un miserable 2,63% que no compensa el deterioro del nivel de vida, acumulado con los años.

Otra traición de la CST

Lo menos que podía esperarse de los directivos del SCAAS era que organizaran la solidaridad con sus hermanos en huelga, pero no hicieron absolutamente nada. Roberto González, secretario general de la CST, declaró que “(…) en la búsqueda de solución a los conflictos, siempre recomendamos se agoten los procedimientos establecidos por la ley y se agote el proceso de diálogo (…) no nos tiembla el pulso, somos solidarios con la lucha de los trabajadores sobre sus reclamos de sus derechos fundamentales (…) Quiero hacer un llamado tanto a los trabajadores como la empresa que se depongan posiciones confrontativas y busquen la mesa del diálogo para rápidamente buscar como resolver esta situación porque hay una afectación a los trabajadores, a sus familias, pero también está de por medio un importante proyecto para la población, que es un hospital de referencia nacional” (La Prensa, 13/02/2020)

La huelga triunfó

A pesar de la negativa de la cúpula de la CST a brindar solidaridad, convocando a un paro nacional del sector construcción, para apoyar las demandas de los trabajadores de Chinandega, el viernes 14 se firmó un acuerdo que permitió que los trabajadores volvieran a sus puestos de trabajo el lunes 17. No hubo despidos, fue una victoria total

Saquemos las lecciones

Mientras en la cúpula de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) se preocupan más por organizar la Coalición Nacional, o se discute como cambiar la actual correlación de fuerza, y se convocan a imaginarias jornadas de desobediencia civil, no se le dio importancia a la huelga de obreros de la construcción de Chinandega, ni se le brindó solidaridad a los mismos.

Sin embargo, ellos nos señalaron el camino para luchar y triunfar sobre la dictadura: debemos levantar y enarbolar las reivindicaciones de los sectores sociales que están soportando el peso de la crisis económica. Es el único camino para derrotar a la dictadura.