Por James Cogan

World Socialist

La concesión que a primeros de noviembre se efectuó de los derechos para explotar el inmenso campo petrolífero de Qurna Occidental , en el sur de Irak, a Exxon-Mobil y a la holandesa Royal Dutch Shell pone de manifiesto una vez más el carácter criminal de la continuada ocupación estadounidense. Como consecuencia directa de la guerra de Irak, los principales conglomerados transnacionales energéticos estadounidenses están ahora intensificando su control sobre algunos de los mayores campos petrolíferos del mundo.

Qurna Occidental tiene unas reservas probadas de 8.700 millones de barriles de petróleo. El total de las reservas de Irak se sitúa en la actualidad en 115.000 millones de barriles, aunque hay docenas de potenciales campos que aún no se han explorado debidamente. Antes de la invasión estadounidense de 2003, el régimen baazista de Saddam Hussein había concedido los derechos sobre Qurna Occidental a la firma petrolera rusa Lukoil. El régimen-títere pro-estadounidense ha procedido a anular todos los contratos anteriores a la guerra.

La estadounidense Exxon-Mobil es el primer gigante petrolero en beneficiarse. Bajo las condiciones de un contrato de veinte años de duración, Exxon-Mobil y Shell planean incrementar la producción diaria en Qurna Occidental desde menos de 300.000 barriles a 2,3 millones de barriles al día en los próximos seis años. De la misma forma en que el gobierno iraquí compensa a las compañías por los costes que puedan implicar las mejoras del campo –que pueden llegar hasta los 50.000 millones de dólares-, éstas le pagarán 1,90 dólares por cada barril que extraigan, es decir, alrededor de 1.500 millones de dólares al año. Exxon-Mobil tiene una participación del 80% y Shell el restante 20%. El contrato es tan sólo el segundo firmado por el régimen de Bagdad con compañías energéticas extranjeras. También a primeros de noviembre, el gobierno iraquí concluyó un acuerdo con British Petroleum (BP) y con la China National Petroleum Corp (CNPC), dándoles los derechos de explotación del inmenso campo de Rumaila y sus reservas de 17.000 millones de barriles. BP mantiene un participación de un 38% y CNPC el 37%. El plan es incrementar la producción desde alrededor de un millón de barriles al día a 2,85 millones, lo que generará unos beneficios de 2.000 millones de dólares al año.

La única decepción para las transnacionales es que los contratos no se basan en el modelo Acuerdo de Producción Compartida (PSA, por sus siglas en inglés), que concede hasta el 40% de los ingresos totales de un campo petrolífero. Incluso los venales individuos que componen el gobierno iraquí rechazaron traspasar los mayores campos petrolíferos del país bajo esas condiciones. En su lugar, los pactos firamados ahora aparecen clasificados como acuerdo de “servicio”. Esto ha permitido que el Primer Ministro, Nuri al-Maliki, y su Ministro de Petróleo, Hussain al-Shahristani, ignoren al parlamento y se aprovechen de la ausencia de una ley de hidrocarburos que regule la industria energética. Otros acuerdos están en proceso de finalización. Un consorcio compuesto por la compañía italiana ENI, la estadounidense Occidental y Kogas, de Corea del Sur, han firmado un acuerdo provisional para el campo petrolífero de Zubair, que cuenta con unas reservas de 4.000 millones de barriles. Eni, el gigante japonés Nippon Oil y la española Repsol están pujando por un campo en Nasiriya que tiene unas reservas de similar tamaño. En el norte de Iraq, la Royal Duth Shell está negociando un contrato para desarrollar zonas sin explotar del importante campo de Kirkuk, del que se cree pueda tener hasta una reserva de 10.000 millones de barriles a pesar de estar en producción desde 1934.

Tras exigir inicialmente mejores condiciones, las compañías energéticas están llegando a acuerdos para mejorar los campos existentes con la esperanza de que así se encuentren en posición ventajosa cuando haya contratos más lucrativos que utilicen el modelo PSA en los 67 campos no explotados que serán subastados este año o el próximo. Si bien les ha llevado más tiempo de lo previsto, los conglomerados energéticos importantes han decidido ahora que Irak es ahora lo suficientemente estable como para que empiece a manar dinero ampliando en gran medida la producción petrolífera del país. El primer paso se ha dado ya al abrir la industria petrolera iraquí, nacionalizada en 1975, a los inversores extranjeros.

Destacando la naturaleza neo-colonial de esta operación, dos ex altos funcionarios estadounidenses de la administración Bush están ahora facilitando acuerdos corporativos en Irak. Jay Garner, el primer cargo de la administración ocupante estadounidense en Irak tras la invasión, es asesor de la compañía energética canadiense Vast Exploration, que tiene una participación del 37% en un campo petrolífero del norte kurdo. Zalmay Khalilzad, ex embajador en Afganistán, Irak y ante las Naciones Unidas, ha establecido su propia firma de consultoría para las corporaciones en la ciudad kurda de Erbil.

La invasión y ocupación estadounidense de Irak fue siempre una guerra por los recursos energéticos. Más de un millón de iraquíes han sido asesinados, millones más heridos y traumatizados, sus ciudades e infraestructuras destruidas y decenas de miles de soldados estadounidenses muertos o heridos, todo ello para que EEUU obtuviera el control y dominio de las inmensas reservas de petróleo de Irak como parte de sus vastas ambiciones en Oriente Medio y Asia Central. EEUU no logró alcanzar todos sus objetivos regionales tras la primera Guerra del Golfo en 1990-91. El régimen de Husein permaneció en el poder y, a pesar de las continuadas sanciones de las Naciones Unidas, estuvo firmando contratos con compañías como el gigante petrolero francés Total y Lukoil. Desde finales de la década de los noventa del siglo pasado, Rusia y las potencias europeas presionaron para que se levantaran las sanciones y esas compañías pudieran recoger beneficios. La guerra se convirtió para EEUU en el único medio para impedir que sus intereses corporativos quedasen recortados.

Los conglomerados energéticos estadounidenses no se limitaron a ser meros observadores pasivos. Representantes de alto nivel de Exxon-Mobil, Chevron, Conoco-Phillips, BP America y Shell participaron a principios de 2001 en varias negociaciones con el “Grupo de Trabajo para la Energía” de la administración Bush, que estaba encabezado por el Vicepresidente Dick Cheney. Un documento que se prepararó para las discusiones contenía un mapa detallado de los campos de petróleo, oleoductos y terminales iraquíes, y una lista de las compañías extranjeras, no estadounidenses, que proyectaban instalarse allí. Un informe de mayo de 2001 de ese grupo de trabajo declaró sin ambages el objetivo de EEUU: “El Golfo será el foco principal de la política energética internacional de EEUU”.

Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 proporcionaron un pretexto para la guerra. Las mentiras sobre las armas de destrucción masiva iraquíes se entrelazaron con otras mentiras sobre las conexiones iraquíes con Al-Qaeda. En el período preparatorio a la invasión, los ejecutivos de la industria petrolífera se reunieron repetidamente con los funcionarios de la administración Bush. Como el Wall Street Journal comentó el 16 de enero de 2003: “Las compañías petrolíferas estadounidenses empiezan a prepararse para el día en que puedan conseguir una oportunidad para trabajar en uno de los países más ricos en petróleo del mundo”.

Después de haber ahogado en sangre al pueblo iraquí, la oligarquía financiera y empresarial estadounidense cree finalmente llegado el día. Aunque las corporaciones estadounidenses no son las únicas beneficiarias de los contratos, no hay duda de quién tiene la última palabra sobre el petróleo de Irak. Con inmensas bases militares en el país y con el régimen de Bagdad vinculado a Washington, EEUU está posición de dictar condiciones a sus rivales europeos y asiáticos y, en medio de las tensiones entre las grandes potencias, blandir la amenaza de cortar los suministros de petróleo, uno de los principios de larga data en la política estratégica estadounidense.

Por Haidar Eid

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El giro radical que ha adoptado la derecha palestina estaba representado por los fundadores y líderes actuales de Al Fatah

El sexto congreso del Movimiento Al Fatah, celebrado en Belén hace unas semanas nos ha provisto de una silla en primera fila para ser testigos del cierre de un periodo importante del nacionalismo palestino.

Es cierto, el Congreso ha tenido lugar en suelo palestino pero, irónicamente, bajo la atenta Mirada del ejército israelí. El fracaso del Movimiento de Liberación Nacional Palestino (Fatah) a la hora de alcanzar ninguno de sus objetivos declarados se expresó simbólicamente a la hora de celebrar el Congreso bajo ocupación. Esto no sólo refleja la renuncia de Al Fatah – la facción que ha liderado la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) durante décadas- sino la renuncia global del nacionalismo palestino contemporáneo.

Un movimiento de liberación nacional que comenzó con lemas como “la única vía a la liberación es el cañón del fusil” y “liberación desde el Jordan al Mediterráneo” o “el derecho al retorno es sacrosanto” ha evolucionado a una situación post-colonial sin haber logrado la independecia. El fantasma de los Acuerdos de Oslo se encontraba presente en cada rincón de la Conferencia, pero nadie quería referirse a él. Todos esos ex luchadores convertidos en políticos nunca habrían podido conseguir un permiso israelí para regresar una Palestina controlada por Israel si no fuera gracias a los Acuerdos de Oslo.

El discurso de apertura ofrecido por el responsable de Al Fatah, Mahmoud Abbas fue aprobado como declaración política de la Conferencia. Sus palabras fueron la manifestación de lo que Oslo, Taba, la Hoja de Ruta y la Cumbre de Anápolis trataban de conseguir; transformar la causa palestina de un proceso de autodeterminación y liberación a una causa caritativa a la que se le aplica el lema “independencia”. En ningún punto de la agenda se contemplaba una revisión crítica de los últimos 20 años de historia palestina desde el 5º congreso de Fatah o simplemente desde que se firmaron los desastrosos acuerdos de Oslo en 1993. Cuestionar la tolerancia israelí hacia la celebración del congreso también es un tabú.

El giro radical que ha adoptado la derecha palestina estaba representado por los fundadores y líderes actuales de Al Fatah. No tiene nada de sorprendente su plasmación histórica en una visión antidemocrática del mundo y de la agenda de los intereses palestinos. Se trata, por supuesto de su contacto, cada vez más íntimo con los regímenes árabes.

Como resultado de la tendencia dominante, este liderazgo, con el apoyo garantizado de la “izquierda convertida en ong´s” no quiso aceptar el resultado de las elecciones palestinas de enero de 2006. En los años transcurridos desde la firma de los Acuerdos de Oslo, la financiación extranjera recibida por las ong´s palestinas, llenas de izquierdistas, nos ha llevado, trágicamente, hacia la despolitización y la desmovilización real. A esto se refiere el concepto de izquierda convertida en ong´s. Como todos los intelectuales críticos han afirmado, estas elecciones han sido las únicas de toda la región que no estaban dominadas por el factor etno-religioso hasta el momento. Y en vez de aprender de los errores o de construir a partir de este grandísimo logro para la ciudadanía árabe, las fuerzas laicas palestinas han preferido crear justificaciones a posteriori para anularlas y garantizar así beneficios para sí mismas.

A través de análisis mecánicos y autocompasivos de lo sucedido en la Franja de Gaza, Fatah ha mostrado su posición con claridad: la situación de Gaza ha sido provocada por Hamas, elegido democráticamente. Ninguna mención al papel del general norteamericano Dayton, que arma y entrena milicias contra la resistencia palestina y las pone bajo control nominal de la Autoridad Palestina. Ninguna mención, por supuesto a las políticas israelíes que erradican cualquier forma de resistencia, violenta o no violenta.

Oslo se asocia con la corrupción y la renuncia a los principios de autodeterminación (tal y como lo define el derecho internacional) y liberación nacional.

Ahora, el objetivo declarado, por el que corren ríos de sangre que en las calles de Gaza aún no se han secado, es el establecimiento de un “Estado palestino independiente” en cualquiera de sus formas: la solución de los dos estados. Pero como puede permitir la creación de ese estado la puesta en marcha del retorno de los refugiados y su compensación es un misterio para cualquier palestino que haya sido testigo del Congreso de Al Fatah. También es una incógnita pensar en el modo en que un Estado palestino podría terminar con la brutalidad del apartheid israelí contra 1,4 millones de palestinos que son ciudadanos israelíes es otra incómoda pregunta que nadie quiere contestar.

Ignorar el cambio de paradigma necesario a partir de la masacre en Gaza e insistir en la antigua creencia de que los acuerdos entre Israel y la Autoridad Palestina son el único camino posible hacia la creación de un Estado es el mejor indicador de la pérdida de fe en el poder de la gente para luchar por su tierra y sus derechos. El enfoque actual de Al Fatah supone la negación del innegable y sin precedentes ejemplo de resistencia de los habitantes de Gaza, de la resistencia popular en Cisjordania y del éxito de la Campaña global de Boicot, Desinversiones y Sanciones contra Israel que se extiende rápidamente.

En lugar de centrarse en estos ejemplos, una y otra vez lo que nos piden a los palestinos es que continuemos confiando en la benevolencia y la caridad de los Estados Unidos, la Unión Europea y los reaccionarios regímenes árabes que nos proveerán de alguna forma de estado truncado. Gaza 2009 no ha sucedido nunca.

No se menciona que Israel ha conseguido que el establecimiento de un estado palestino en el 22% de la Palestina histórica, con Gaza y Cisjordania separadas resulte imposible. Muchos pensadores palestinos y extranjeros hace tiempo que han llegado a la conclusión de que la solución de dos estados es imposible debido a la colonización israelí de Cisjordania. ¿Cuál es la alternativa de Al Fatal y del resto de organizaciones de la OLP ?

Lo que ha sucedido en Belen ha sido la puesta en práctica de lo que Franz Fanon denominó “la trampa de la conciencia nacional” aunque con imagen palestina. La ironía radica en que Fanon teorizaba sobre el futuro de los estados post-coloniales. Sobre lo que sucedía tras la independencia. Habló de sumisión neo-colonial de las élites nativas. Coches negros, ropa de moda o guardaespaldas (israelíes) son algunas de las características de los “nuevos ricos” de la Palestina (aún ocupada) Fanon escribió con desprecio “la clase media que toma el poder al final del régimen colonial es una clase media subdesarrollada. Sin poder económico, y que en ningún caso puede compararse con la burguesía del país al que trata de sustituir”

¿Nos encontramos cerca del final del régimen colonial en Palestina?. Esa es la diferencia fundamental entre la burguesía palestina y las de Sudáfrica o Argelia, por poner dos ejemplos. Nuestra burguesía ha convertido la estatalidad sin independencia en un fetiche – jaleados por los Estados Unidos, Israel, La Unión Europea e incluso los regímenes árabes- ¿Qué es la independencia, una bandera, un himno, ministerios y cargos?

Todo eso ya lo tenemos desde hace años. Para Fanon el ciclo de desilusión, ostracismo y dependencia comienza tras la independencia.

Pero nosotros aún no hemos llegado a ese punto.

Por Vilma Bustamante

Militante del PRT de Venezuela

El pueblo palestino sufre desde hace más de sesenta años la ocupación de su territorio, desde luego con lo que esto conlleva, el sufrimiento sistemático de su pueblo por la masacre, el desarraigo y la expulsión.

En torno a este exterminio en Palestina se han diseñado las más crueles mentiras que tratan de justificar el genocidio más lento de la historia de la humanidad.

Leer más…MEDIO ORIENTE: Consideraciones acerca de la situación palestina.

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Por Alex Burguess

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Desde el 27 de diciembre del 2008 hasta el 19 de enero del 2009, el gobierno sionista de Israel lanzó la más encarnizada y violenta ofensiva militar sobre Franja de Gaza ante la vista y paciencia de las burguesías árabes. La operación “Plomo Fundido” va mas allá de garantizar la “seguridad” al pueblo judío; ha pretendido debilitar la capacidad militar de Hamás; y así forzarlo a un “Gobierno de Unidad Nacional” (junto con Al-Fatah) a la medida del enclave sionista y del imperialismo yanqui.

Esta ofensiva militar no es casual, es una de las etapas finales del plan sionista para llegar finalmente a “una paz duradera”; pero una paz que someta al pueblo palestino a la bota hebrea, y lograr por fin la constitución de un Estado Palestino y uno Israelí.

Ofensiva: Una etapa de la estrategia política

Este ataque a Hamás es sólo la última acción del sionismo para debilitarlo y destruirlo. A inicios del 2006, tras ganar las elecciones del 25 de enero; el imperialismo en su conjunto a través del llamado “Cuarteto” (EE.UU., Unión Europea, ONU y Rusia), presionó a Hamás a formar un Gobierno de Coalición con el oficialista Al Fatah. Este frete imperialista abogó, a través de los “Acuerdos de la Meca”, para que los Ministerios fueran “repartidos equitativamente” entre ambos partidos (Hamás y Al Fatah). Esta estrategia buscaba “acercar” a Hamás a las posiciones de Al Fatah (que ya ha reconocido el derecho de existir del Estado Judío). De forma asimétrica, sinembargo, EE.UU. e Israel se apresuraron a apuntalar militar y económicamente al gobierno del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ALP), Mahmud Abbas (Al Fatah): Israel “entregó” a Abbas por presiones de E.U. 100 millones de dólares que debían a la ANP en concepto de impuestos, dinero que Abbas se comprometió a no entregar al ministerio de Finanzas (Hamás) (AP - 19/01/2007); así mismo las fuerzas armadas leales a Abbas recibieron avituallamiento procedentes de Egipto (EFE.-21/01/2007).

Leer más…MEDIO ORIENTE: ¿Hacia la trampa de un gobierno de Unidad Nacional en Palestina?

Nahuel Moreno (1924-1987), Correo Internacional No. 32, marzo de 1988

La presente carta fue escrita por Nahuel Moreno en septiembre de 1982 para responder a un compañero chileno de la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional-,  que discutía la validez de la consigna “Por una Palestina laica, democrática y no racista”, con ocasión de la invasión de Israel al Líbano en 1982.

Estimados compañeros:

 

Hemos recibido su carta del 31 de julio con preguntas “sumarias” y críticas implícitas y explícitas a nuestras posiciones sobre el Medio Oriente. La clave de nuestras diferencias, incluso en lo que hace al método para abordar el problema, radica en vuestra afirmación que la política y consigna “Palestina laica, democrática y no racista” son burguesas y sólo pueden llegar a apoyarse “si surge un estado de esas características, en lucha contra el sionismo y el imperialismo”.

Leer más…MEDIO ORIENTE: Por una Palestina laica, democrática y no racista.

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