Por Leonardo Ixim

En medio de la propagación global de la infección del virus COVID-19, los conflictos entre las potencias tradicionales imperialistas, sobre todo Estados Unidos y las potencias ascendentes como Rusia y China, se muestran turbulentos en el horizonte. Esto en un escenario donde el Fondo Monetario Internacional pronostica tasas negativas de crecimiento para todas las economías, con una contracción de hasta el 3 por ciento, para economías tanto centrales como periféricas

Esta novedad, según los mismos voceros de tales instituciones, afecta a lo que ellos llaman economías avanzadas como emergentes, es decir a diferencia de la recesión de 2008, cuyo impacto no fue simultáneo, la actual sí. Esto va de la mano de la tendencia principal del capitalismo actual, el divorcio cada vez más grande entre la economía real y la especulación financiera; al grado que, con la crisis de 2008, los bancos centrales de todas las potencias (tradicionales y emergentes) inyectaron cuantiosas sumas de dinero a los principales conglomerados financieros.

La ilusión de la multipolaridad

En los albores del siglo XXI, después del periodo pos caída del Muro de Berlín, parecía que se configuraba un mundo multipolar, con la creación del BRICS; era la época de los precios altos de las materias primas consumidas por la locomotora China. El Brics, conformado por una alianza entre Beijing, Moscú y Nueva Delhi sobre todo y con el establecimiento del G-20 reclamaba mayor presencia en la toma de decisiones del Consejo de Seguridad, mientras que Europa bajo la égida de Berlín sin romper su dependencia con Washington, se acercaba a tales posiciones. Esto por supuesto, se reflejaba objetivamente en el crecimiento de las economías de estos países

Estados Unidos estaba empantanado, por su parte, en conflictos en el Medio Oriente, con la doctrina de Bush hijo de no perder hegemonía tras los atentados de 2001. Esto fue cambiando, con la llegada de Obama, al modificar la estrategia con el pivote hacia Asia y el fallido Acuerdo Transpacífico, ya con una finalidad, ir cercando a China por un lado y a Rusia, con acuerdos militares en Europa Oriental.

Pero con la crisis de 2008, se precipitaron los conflictos ínter-imperialistas. Este supuesto multipolar de competencia entre economías, tras la quiebra de Lehman Brothers y otros bancos, fue sustituido por una contienda cada más feroz entre las potencias; retrocediendo el proceso de globalización multilateral o más bien, dando paso a la disputa global de mercados.

Nacionalismos y rivalidades

Con la llegada de Trump al gobierno de Estados Unidos en 2017 y su racista American First, más cierta popularidad de otras corrientes ultra-conservadoras en Europa, esas rivalidades se vistieron de nacionalismo. Algunos analistas de esos países, señalaron que eran divergencias más culturales que políticas, entre globalistas y localistas. Siendo esto un velo para tapar cómo las distintas burguesías y sus Estados se disputan con los dientes áreas de influencia. Así Trump, tuvo el beneplácito de la burguesía gringa, con su retórica de recuperar las empresas que migraron hacia fuera y reconstruir la grandeza del capitalismo gringo.

China no se queda atrás, desde la llegada al gobierno y a la jefatura del Partido Comunista de Xi Jimping en 2013. Primero purgando las disidencias internas en el PCCH y después en el décimo-noveno congreso de ese partido, anunciando el “pensamiento Xi”, con el objeto de hacer a China una nación dominante en el orbe. Uno de los cambios mas notables fue la reelección interrumpida de la jefatura del partido y del Estado, rompiendo la tradición impuesta tras la muerte de Mao Tse-tung en 1975; recientemente Putin logro eso, reeligiéndose hasta 2038 en un plebiscito.

Si bien en 2018 en el Foro de Davos, Suiza, Jimping se presentó como el abanderado del multilateralismo, a diferencia de Trump que no asistió, en la práctica China presenta su propia agenda mundial con el respaldo militar respectivo, al grado que, de una década para acá, el gasto en esa rama ha aumentado, logrando medios tecnológicos y armas de punta, para disputar la hegemonía, junto a Rusia, al declive gringo.

Esa agenda se traduce en One Belt-One Road o la nueva Ruta de la Seda. Esta es la expansión del capitalismo chino, controlado por un denominando partido comunista, que necesita expandir su capital por medio de una serie de infraestructuras (ferrocarriles, puertos y carreteras) por todo Asia, África y Europa; más el tráfico marítimo en el Pacifico. Siendo América Latina y África, reservorio de materias primas y parte de los mercados de consumo, disputando estos mercados de forma intensiva más que extensiva, con otros imperialismos. En esta disputa, Europa y sobre todo la burguesía alemana, oscila entre mantener los jugosos negocios con China o someterse a Washington.

La restauración capitalista de China, iniciada en la década de los ochenta más o menos, configuró un tipo de capital que se nutre y se afianza en el control y apoyo estatal. Esta nación partió, de ser el taller del mundo -aunque la interconexión con capitales foráneos no desaparece- para crear sus propios capitales nacionales. La nueva ruta de la seda, por ejemplo, ha sido financiada con fondos soberanos chinos por medio de especulación financiera y el endeudamiento de los países, donde se construirá la infraestructura con bancos chinos.

Las áreas geográficas calientes

Esas disputas por mercados y recursos naturales se traducen en conflictos por áreas geográficas y en la actualidad estos son, el Océano Indico y en el Mar del Sur de China, apareciendo otros actores en este entuerto. Siendo la estrategia gringa, ir cercando a Rusia y China a partir de las enemistades de éstos con las naciones vecinas.

Con la llegada de Trump, EU dejó de ver a China como su competencia para, junto a Rusia, catalogarlos como rivales y amenazas, para su seguridad nacional. A esto se agrega los conflictos comerciales y la guerra tarifaría entre productos chinos y gringos, pese a una tregua que rige desde enero. Y más silenciosa, entre EU y Alemania.

En el Océano Indico, el pasado 15 de junio se dio un enfrentamiento militar que terminó con puños, piedras y palos, entre soldados chinos e indios en el Valle del Galwan. Debido al diferendo fronterizo de 15 mil millas (en la región de Pradesh para la India y Tíbet del Sur para China) en la zona de Aksai Chin. Ya en 1962, ambos países tuvieron una breve guerra y el último conflicto fuerte fue en 1975, pero desde 2016 cada vez se suceden más escaramuzas, sin embargo, esta vez fue de mayor envergadura.

Con muertos de ambos lados, los altos mandos iniciaron pláticas para desescalar el conflicto, pero evidenciando que las alianzas entre ambos de la época del BRICS ya no tienen fuerza; agravándose con su cuota de chauvinismo planetario, por la victoria del nacionalismo hinduista en India, acercándose éste a EU.

A eso se agrega que China ahora apoya económica y militarmente, al ex aliado gringo Pakistán, al ser este parte de la nueva Ruta de la Seda, país con el cual India tiene un conflicto por la región de Cachemira, poblado por musulmanes los cuales, al igual que sucede en China con los uigures, sufren diversos tipos de discriminación. China por su parte, ha apoyado de diversa índole a los vecinos de India: Nepal, Birmania y Sri Lanka, con los cuales tienen diferentes tipos de conflictos herencia del colonialismo europeo.

En el Mar del Sur de China, además de los conflictos limítrofes para delimitar este mar de parte de China con sus vecinos, Corea del Sur, Filipinas, Vietnam, e Indonesia; Beijing ha militarizado y construido islas en este mar, generando escozor con estos países. Por su parte el ejercito gringo, alegando libertad para navegar en aguas internacionales, provoca a la armada china, registrándose ya varias escaramuzas entre navíos militares de ambos países

Además, está el espinoso tema de Taiwán, donde el movimiento independentista se ha envalentonando con la reelección de la presidente Tsan Ing-wen sobre el candidato apoyado por el PCCH, de sus antiguos enemigos del Kuomintang. Ante una declaratoria unilateral de independencia, los generales chinos prometieron aplastar esta isla.

Así como el conflictivo tema de Hong Kong, la perla del modelo de dos sistemas un pais, tras la devolución de esta ex colonia inglesa a China en 1997. Esta fue la puerta de la burguesía china para encontrar capitales frescos en su proceso de acumulación, ahora buscaría limitar la autonomía que se estableció, en la Ley Básica y el Acta sino-británica

Con el aparecimiento primero, del movimiento de los Paraguas de 2014, generado a partir de que Beijing evitó la elección directa del cargo de jefe de gobierno de este territorio isleño. Después, con la ley de extradición de 2018 para enjuiciar a ciudadanos de esta ciudad en el continente, provocando movilizaciones que se han mantenido, las cuales han ido menguando por su alejamiento a demandas sociales y democráticas, aunque los sindicatos del territorio han sido parte; así recientemente la Asamblea Nacional del Pueblo aprobó una ley de sedición contra este movimiento. El imperialismo por su parte, presiona a China con su discurso y medidas de defensa de los derechos humanos.

Estas movilizaciones en contra del autoritarismo de los magnates del partido, también se enfrentó a la mafia financiera -que ahora oscila entre apoyar a uno u otro imperialismo- en una ciudad donde los costos de vida son altísimos. Sin embargo, el giro pro-independentista y anti-chino de algunos sectores del movimiento, se vuelve un buen pretexto para que Beijing procure extirparlo y limitar aún más el territorio, el cual para los intereses de la burguesía china ya no le es conveniente demasiado autonomía