Por Marcelino Serrano

El imperialismo yanqui, luego de la caótica retirada de sus tropas en Afganistán, tras veinte años de invasión y de trillones de dólares gastados, busca recomponer el equilibrio de fuerzas.

Esta vez, el resultado ha sido la conformación de un tratado de cooperación militar conocido como AUKUS, por las iniciales de los países que la conforman: Australia, Reino Unido (UK) y los Estados Unidos (US). 

El inicio de este tratado provocó también un cisma en el complejo tablero de las relaciones entre los gobiernos de las potencias imperialistas. El gobierno australiano suspendió un millonario contrato de venta de submarinos con Francia para optar por la compra de submarinos nucleares estadounidenses. La reacción de los franceses, como potencia menor en el gran concierto de naciones, no pasó de unos aspavientos, que luego fueron aplacados durante el encuentro entre Biden y Macron en el marco de la Asamblea de las Naciones Unidas. Los franceses han tenido que contentarse viendo el juego desde el banquillo. 

Un acuerdo estratégico

“El imperialismo, que es el capitalismo en la fase de desarrollo en la que dominan los monopolios y el capital financiero, ha adquirido gran importancia la exportación de capital, comenzó el reparto del mundo por los grupos internacionales y terminó el reparto de la Tierra entre los países capitalistas más importantes” (Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo)

El imperialismo chino ha venido asestando golpes estratégicos en distintos lugares del planeta por la vía de múltiples mecanismos. Uno de ellos es la exportación de capital financiero.  Con esto, el gobierno de Pekín busca asegurar como las otras potencias imperialistas, de dominar y establecer de relaciones semi coloniales con los países que reciben este tipo de empréstitos. Por otro lado, los intercambios comerciales con el continente africano, donde China es el principal socio comercial representan cerca de 170 000 millones de dólares anuales. 

“El Eximbank, uno de los dos grandes bancos institucionales chinos, anunciaba un aumento del 37% en sus préstamos en curso en el primer semestre del año, en comparación con el mismo periodo del año anterior. (El País, septiembre 2018)

“En países absolutamente estratégicos para Pekín, como Etiopía o Angola, ha invertido más de 10.000 millones de dólares desde principios de siglo en préstamos a los Gobiernos. En países también relevantes, como Kenia o Sudán, esa cifra oscila entre los 5.000 y 10.000 millones.” (elordenmundial.com)

La pandemia mundial del Covid 19 ha sido aprovechada por los países imperialistas para aumentar el nivel de endeudamiento, sin el cual las economías de los países pobres no podrían levantar sus economías. Esto evidentemente sucede en detrimento de los escasos derechos laborales y sociales de las frágiles economías de los países denominados tercermundistas. A mediano plazo, si no que los es antes, estos empréstitos asfixiaran las frágiles economías. Los chinos como cualquier potencia, no da regalos a ninguno de sus “clientes”

“Analistas notan que los préstamos sin intereses representan sólo una mínima parte de los créditos exteriores presumido por China. Según algunos informes de prensa, los chinos han fijado después de los límites para la renegociación de la deuda con los países en dificultad. Por ejemplo, es difícil que préstamos favorecidos por la  EximBank y por la China Development Bank, sean cancelados o revisados. La cancelación integral de las deudas está excluida; mucho más probable la suspensión del pago de los intereses o una restructuración de los préstamos con el alargamiento de los tiempos de restitución.”(asianews.it 18/06/2020)

En Djibuti, país donde los chinos poseen la única base naval fuera de sus fronteras hasta el momento, el monto de la deuda con este país, representa cerca del 80% del PIB. La trampa está completamente tendida y ejecutada.

Esta sed expansionista china no se detiene en el continente africano. Como ya lo hemos visto, en la nueva relación de fuerzas en el continente asiático, los chinos tienen también la voluntad de asegurar la “nueva ruta de la seda”. Para este fin también han forjado importantes acuerdos político-comerciales y en perspectiva militares para asegurar el transporte y abastecimiento de los productos de su potente industria, así como de proveer las materias primas para las mismas. En este sentido los tratados con países como Sri Lanka, Pakistán, o los que podrían poner en marcha con el reciente gobierno talibán, no son del agrado de las otras potencias imperiales como los Estados Unidos y sus aliados.

LA respuesta de los yanquis no es nueva. La administración Trump hizo uno de sus ejes el combate contra la creciente expansión del imperio de oriente. Lejos de ser parte de los constantes y variados problemas de orden mental que pudo evidenciar el ex presidente Trump, el asunto de fondo sigue siendo un punto clave de la política exterior de los E.E.U.U.  Un corresponsal de la CNN en la Casa Blanca lo resume de la siguiente forma “En Washington ahora todo comienza y termina con China… es el único tema en el cual demócratas y republicanos partidarios de Joe Biden o de Donald Trump pueden ponerse de acuerdo ” (CI 1612)

Los aliados angloparlantes, que desde tiempo atrás han venido desarrollando acuerdos de cooperación en diferentes campos como el militar y el de inteligencia, perciben la amenaza china de otra forma que los aliados de la UE.

La UE en declive y con importantes inversiones en China, está atada de manos para jugar un rol relevante en esta nueva etapa de acomodo del imperialismo. Esta pugna ha sido puesta en evidencia con el giro emprendido por los australianos, pero no es nueva. Como también lo caracteriza y resume el corresponsal de CNN “ Barack Obama fue el primero en operar el “giro asiático”, Joe Biden preside él una verdadera fiebre hacia el continente asiático…los aliados tradicionales de los Estados Unidos no tienen otra opción que adaptarse” (Ídem)

Cuando el presidente Trump empezó a exigir que los aliados de la OTAN en Europa fueran más consecuentes con el aporte financiero para sostener la coalición era dirigido en este sentido. El gasto militar debería aumentar considerablemente para mantener la máquina de guerra en condiciones de repeler la amenaza china  y rusa de la región. Los gobiernos de la UE por su lado han declarado como en caso de Macron de crear una fuerza militar europea. Los alcances de esta declaración y de este objetivo no dejan de ser quiméricos en cuanto a las posibilidades reales de la propuesta dada la fragilidad política de la Unión Europea, que también ha quedado demostrada durante la crisis del 2008 y con la presente crisis sanitaria. La ruptura del contrato australiano no ha sido más que un bajonazo de las nubes en las cuales flotaba el imperialismo francés fragilizado en el plano militar por el fracaso de la operación Barcan en el Sahel, de donde se han visto obligados a retirarse.

La crisis en la OTAN con respecto a los conflictos armados en curso, sea en Siria o en Libia,  demuestran también las grandes diferencias que existen entre ellos. Podemos también citar la crisis iraní luego de la puesta en vigencia de las nuevas sanciones luego que el gobierno de Trump denunciara el tratado nuclear.

“Este pacto nos asegura más seguridad? Xi decidió de convertir China en una potencia regional agresiva, dictando a otros lo que pueden y no pueden hacer como nosotros lo vemos en el mar de China del Sur alrededor de Taiwán y de su manera de utilizar el comercio como un arma contra Australia…..Australia toma su lugar como pieza central en la lucha entre los Estados Unidos y China por el dominio del siglo XXI” (Sídney Mornig Herald)

La estrategia del “collar de perlas” con la cual China busca hacerse del control de puertos estratégicos a lo largo de las costas de Asia y África, representan un peligro para los yanquis.

Los chinos evidentemente no han visto con buenos ojos el anuncio del cambio de submarinos convencionales por submarinos nucleares.

Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Exteriores chino reaccionó de manera categórica en contra de esta nueva alianza

“Los Estados Unidos llevan su política de alianza hasta la histeria. Nos como los Estados Unidos lo afirman que para Australia solo se trata de pasar a la propulsión  nuclear al arma nuclear, esta afirmación no es confiable, y estos submarinos son armas estratégicas” (Ídem)

El enfrentamiento imperialista del siglo XXI

Los trabajadores del planeta estamos haciendo frente a múltiples situaciones que agravan nuestra futuro.

Por un lado, los capitalistas han puesto en obra desde hace décadas de un vasto plan de expropiación de nuestras conquistas por más leves que estas sean. La reducción de los salarios, de las pensiones, la debacle del sistema de salud como ha quedado demostrado con la pandemia no son que una parte de esta nueva fase de sobre explotación de la mano de obra. Las privatizaciones en curso buscan dar el puntillazo final a este plan criminal. Las decenas de miles de muertos ligadas a la pandemia, así como las que se suman por la degradación de la naturaleza como parte de la vorágine imperialista demuestran la inviabilidad de este sistema.

Además de todo esto, la amenaza de un conflicto armado a escala pende como una espada de Damocles sobre las cabezas de los trabajadores del planeta, en la cual serian de nuevo la carne de cañón, como durante la primera guerra mundial y en los distintos conflictos que ha desencadenado los países imperialistas bajo diversas excusas con el fin de proteger sus intereses.

La necesidad vital de deshacerse de este sistema que nos promete hambre, desempleo y guerra es más que evidente, de ahí de la necesidad imperiosa de construir una internacional revolucionaria que continúe con el combate para destruir desde la raíz el capitalismo que ha demostrado con creces su faz criminal.