Por José Rene Tamariz

Plumíferos, analistas, políticos burgueses y demás jauría burguesa, tanto internacional como nacional, se encuentran alarmados y horrorizado por el candidato, Donald Trump, a la presidencia de los Estados Unidos de América (EUA), por parte del Partido Republicano y de sus posibilidades de triunfo para llegar a ser Presidente de la principal potencia imperialista del planeta. Están asustados porque el país más “democrático” del mundo podría quedar en manos y control de un millonario totalmente ignorante, simpatizante de los regímenes dictatoriales, como el de Putin en Rusia, y demás epítetos que se pueda imaginar.

Los lacayos costarricenses del imperialismo yanqui, casi sollozando en un editorial del diario La Nación, se lamentan de ese hecho escribiendo que “El pasado jueves quedó consumado formal y ceremonialmente lo que hace poco meses parecía impensable: uno de los grandes partidos de la mayor y más indispensable potencia global coronó como candidato presidencial a alguien que contradice tanto los valores democráticos y liberales en que se asienta su país, como las responsabilidades que le corresponden con sus ciudadanos y el resto del mundo. Estamos, simple y llanamente, ante una tragedia política”. (La Nación, 24 de julio del 2016).

Lean lo rastrero de ese editorialista que plantea que el imperialismo yanqui es la “más indispensable potencia global”. ¿Indispensable para qué? Para invadir otros países, para bombardear y matar sin discriminación a las poblaciones en otras naciones, para explotar a los países subdesarrollados, en fin, para imponer sus leyes, su bota militar y sujeción internacional de las naciones pobres y subdesarrolladas.

Donald Trump, es un engendro legítimo y puro de la sociedad imperialista de los Estados Unidos de América (EUA). Refleja la verdadera naturaleza del régimen imperialista yanqui, al cual no se le puede definir ni caracterizar solo por los “valores democráticos y liberales en que se asienta su país”, sino por su verdadero carácter de régimen internacional. En ese sentido consideramos que “… Al imperialismo norteamericano no se lo puede definir por el régimen interno (el existente en Estados Unidos), sino por el régimen de conjunto, mundial, de dominio, del cual el régimen interno americano es sólo su parte privilegiada…”. (Moreno, 2003: 76).

Donald Trump, refleja lo peor de la sociedad estadounidense, el racismo, la cual es una relación estructural de dicha sociedad, así como otras manifestaciones dañinas, como la xenofobia y otras lacras sociales. Por otro lado, el verdadero carácter totalitario y represor del imperialismo yanqui, que lo aplicó con las dictaduras sanguinarias de los Somoza en Nicaragua, el Sah en Irán o Pinochet en Chile, en cierto modo, lo intenta Trump, llevar al régimen interno del propio imperio yanqui, mediante todas las manifestaciones de racismo, xenofobia, misoginia y otras barbaridades.

Por otra parte, Donald Trump, refleja no solo la decadencia del partido de Abraham Lincoln, el partido republicano, sino también de la clase política y capitalista-imperialista de los Estados Unidos de América (EUA). El imperialismo yanqui, vive actualmente, un proceso de lenta, pero sostenida decadencia relativa mundial como imperialismo hegemónico. Internamente vive un proceso de agotamiento que se manifiesta en la profunda desigualdad a que ha sometido a su sociedad. Según Joseph Stiglitz “… EE.UU. se está convirtiendo en una sociedad más dividida, no solo entre blancos y afroamericanos, sino que también entre el 1% del estrato más alto y el resto, y entre los altamente educados y los menos educados, sin importar la raza. Y la brecha ahora se puede medir no solo mediante los salarios, sino también a través de las muertes tempranas. Los estadounidenses blancos, de igual forma, mueren más temprano a medida que sus ingresos disminuyen”. (La Nación, 13 de diciembre del 2015).

Más adelante, Stiglitz señala que “… el ingreso medio de un empleado de sexo masculino a tiempo completo es más bajo hoy, comparación a lo que fue hace 40 años. Los salarios de los graduados de secundaria de sexo masculino se han desplomado en alrededor de un 19% en el periodo estudiado por Case y Deaton”. (Ídem). El ascenso vertiginoso de Donald Trump, en cierto modo, se monta de la explotación de estos y otros males sociales que experimentan los estadounidenses, principalmente, para su caso de los menos educados que les está yendo peor. De ahí, en cierto modo, parte de su énfasis y explotación del “americanismo”.

Por otro lado, Bernie Sanders, reflejó, principalmente a los jóvenes que no tienen futuro y a un gran sector de la gente educada en los Estados Unidos. En otro artículo Stiglitz señala que “Los jóvenes graduados universitarios de hoy están cargados con deudas –y los que son más pobres son los que tienen más deudas-. Por lo tanto, no se preguntan cuál es el trabajo que les gustaría, sino, simplemente, cuál sería el trabajo que les permitiría pagar sus préstamos universitarios, que a menudo serán una carga financiera para dichos jóvenes durante 20 o más años. Del mismo modo, la compra de una casa es un sueño lejano”. (La Nación, 27 de marzo del 2016). Al final, Sanders fue derrotado por Hillary Clinton, según las últimas filtraciones, con muchas mañas y triquiñuelas por parte de la cúpula del partido demócrata.

La situación social, política y económica es compleja en el corazón del imperialismo yanqui. Los dados están echándose y todavía no se puede adivinar el desenlace de la contienda electoral en las elecciones de noviembre. Sin embargo, podemos decir, grosso modo, que este proceso de candidaturas y elecciones en el imperio yanqui constituye un punto de inflexión para el futuro del dominio mundial de los EE.UU.