Internacionales

Por Leonardo Ixim

El recién estrenado presidente Joe Biden se presentó ante sus socios europeos primero, y luego ante su rival ruso Vladimir Putin, mostrando la nueva faceta que la administración demócrata, pretende otorgar a esta potencia global, luego de los cuatro años de semi-aislacionismo del gobierno de Trump.

Esta proyección del imperialismo estadounidense, posterior a la era trumpista, donde se quiso posicionar como un actor que solo velaba por sus propios intereses como potencia, es más acorde a la visión multilateral que adquirió tras la finalización de la guerra fría. Es decir, estamos ante el retorno del hijo pródigo ausente, pero el cual no viene con una vista distinta en materia estratégica para con los que cataloga como rivales y su competencia, China y Rusia. La diferencia es que se pretende atraer a los europeos a esta línea.

Acuerdos entre los imperialismos usamericano y europeo

El gobierno de Trump, a la par que iniciaba una guerra comercial con China, también puso barreras comerciales a sus socios europeos, sobre todo a los grandes monopolios alemanes, lo cual llevó a tensiones en la anterior cumbre del G7, con Ángela Merkel.

Estas medidas fueron eliminadas por el momento. Sin embargo, el tema de fondo es la disputa en torno al conflicto entre los dos grandes fabricantes de aviones a nivel mundial, Airbus -un conglomerado de varias industrias europeas- con sede en Francia, y Boeing, de capital estadounidense.

En ese sentido, los representantes comerciales de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos llegaron a un acuerdo, una suspensión temporal de los aranceles que ambos se habían puesto por cinco años. La disputa empezó en 2004, cuando EEUU se retiró de un pacto multilateral sobre subvenciones a la aviación firmado en 1992 y llevó a la UE ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), alegando que Airbus había igualado la cuota de mercado de Boeing gracias a préstamos gubernamentales subvencionados.

En la era Trump esta situación recrudeció. En 2019 la OMC autorizó a EEUU a imponer aranceles por USD 7.500 millones anuales a exportaciones de la UE, debido al apoyo de los gobiernos del espacio europeo a Airbus; por su parte, la UE obtuvo permiso para contraatacar con gravámenes por USD 4.000 millones sobre productos estadounidenses. Sin embargo, falta por definir otra serie de medidas arancelarias impuestas por cada uno en el acero y aluminio.

A su vez se llegó al acuerdo de vacunar a dos tercios de la población mundial para fines de 2022, mediante el impulso de las exportaciones, las donaciones y las capacidades de fabricación de vacunas por medio de 870 millones de dosis. Sin embargo, no está claro si esta cantidad de dosis se canalizará a través de otros mecanismos como el de COVAX, de la Organización Mundial de la Salud, la cual solo está creada para vacunar el 20% de la población de los respectivos países que participan. Al final, esta situación es una forma de disputar hegemonía en la llamada diplomacia de las vacunas a los fabricantes chinos y rusos, hacia los países neo-coloniales.

Otro de los acuerdos asumidos fue concertar políticas comunes en torno al cambio climático, en cuanto a reducir las emisiones de gases invernaderos, los cuales, pese a las advertencias de los científicos de llegar al umbral de no retorno, no se ha logrado bajar sus índices. Por su lado, las naciones industrializadas se han dedicado a construir un mercado de producción de emisiones de carbono con el fin de reducir otras emisiones contaminantes para la atmosfera terrestre, sin lograr ese objetivo.

Apuntando hacia China

La rivalidad económica, política y estrategia entre Estados Unidos, por un lado, y China y Rusia por el otro, pone al imperialismo europeo en una difícil situación, por los lazos comerciales que tiene con estos dos nuevos actores de la disputa global inter-imperialista.

Decimos una situación difícil para Europa, porque los lazos comerciales con China y Rusia son vitales para su economía; la Ruta de la Seda es un pulmón para el intercambio comercial, por ejemplo. Pero su interrelación con Estados Unidos y el Reino Unido (posterior al Brexit) pero con mayor cercanía entre Washington y Londres y pese a las tensiones de la segunda con Bruselas por el caso de Irlanda del Norte, han estado entrelazadas.

En ese sentido, Biden propone dos acciones: un programa mundial de inversiones denominado Build back better for the world, para disputar la red de comercio controlada por china como la nueva Ruta de la Seda, motorizada One Belt-One Road. Mientras que la otra medida sería extender el radio de acción de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) al área del pacífico; la OTAN, creada en el marco de la guerra fría bajo las rivalidades con la desaparecida URSS, ahora ha sido usada para ampliar la presencia militar tras la invasión gringa a Afganistán en 2001.

Con la primera medida, abreviada BBBW, se pretende movilizar capital del sector privado para impulsar proyectos en cuatro ámbitos: el clima, la seguridad sanitaria, la tecnología digital y la igualdad de género, además de contar con inversiones de instituciones financieras. Se alcanza la suma de 40 billones de dólares y cada país del G7 tendrá una orientación geográfica diferente, hacia los países del Caribe, Asia e Indo Pacifico (La Izquierda Diario 12 de junio)

En otras palabras, las naciones imperialistas tradicionales (UE, EU y Japón) tendrán sus áreas de influencia para desarrollar proyectos de inversión y algunas medidas de igualdad social. Sin embargo, esto chocará con los intereses del imperialismo emergente chino, que por medio de su red busca garantizar un área de influencia en Asia oriental, sus redes comerciales con Eurasia y sus inversiones en África, Medio Oriente y América Latina.

Sobre la extensión del arco de acción de la OTAN, su secretario general Jens Stolberg ha argumentado que esta organización desarrolla un nuevo concepto estratégico para los desafíos que implican China y Rusia. Esto se ha visto con el incremento de la presencia de patrullajes marítimos franceses y alemanes en la zona Indo-Pacífica (Brooking Institute 14 de junio)

Las amenazas para las potencias occidentales están relacionadas a que China está utilizando cada vez más las rutas del Ártico, haciendo ejercicios militares con Rusia y enviando barcos al mar Mediterráneo. También está trabajando en armamento espacial, arsenal nuclear, inteligencia artificial y tecnología cibernética. Sin embargo, occidente evita llegar a una confrontación mayor al argumentar funcionarios occidentales “que no entramos en una nueva guerra fría y China no es nuestro adversario ni nuestro enemigo, pero debemos abordar como alianza los retos que supone China para nuestra seguridad" (La Izquierda Diario 14 de junio).

El cuestionamiento occidental hacia China pasa muchos tópicos, como la defensa de los derechos humanos, en relación a cuestiones como el ataque a las minorías uiguires musulmanas en China, a las libertades democráticas en Hong y sobre el tema de Taiwán, ante los avances de los sectores de la burguesía de esta isla que levantan la independencia de China y el apoyo de esa opción en la población.

La situación mundial entre estas potencias es de escalada militar. Está la confrontación de China con sus vecinos sobre problemas limítrofes, realizando ejercicios militares, lo que a su vez es una estocada para el objetivo de la nueva burguesía china de expansión y el peligro real de una guerra contra Estados Unidos si Taiwán declarara su independencia. Este ha sido uno los motivos para extender la OTAN, como la activación de Quad (India, Australia y Japón), junto con la presencia militar en Corea del Sur en el marco del conflicto en la península coreana y los ejercicios conjuntos con naciones del sudeste asiático y Filipinas.

¿Y con Rusia qué?

Posteriormente se realizó la cumbre entre Biden y Vladimir Putin en Ginebra el 16 de junio, en la cual pareció que llegaron a ciertos acuerdos, aunque solo formalmente, en torno al tema de rebajar la escalada militar en Ucrania después de que Rusia se retirara hace semanas de la frontera común, dejando para después la situación de las regiones de la población étnicamente rusa. Así también la negociación de un nuevo tratado de no proliferación de armas nucleares ante el vencimiento del actual en 2026. La renuncia de Estados Unidos a imponer sanciones contra la principal empresa que construyó el gasoducto Nord Stream 2, proyecto ruso que ya está construido en un 95% y que llevará gas a Europa Occidental, esquivando Ucrania, lo cual es un guiño también a Alemania, principal beneficiada de este proyecto.

Pero quedan otros temas espinosos, como la navegación y explotación de recursos naturales en el Ártico, donde Rusia y China han realizado recientemente ejercicios militares. Así como las constantes tensiones entre Rusia y sus vecinos escandinavos, bálticos y con Polonia por la constante presencia militar rusa. A esto se suma la amenaza constante de mayor presencia militar estadounidense en estos países vía la OTAN, la cual es resentida por Rusia. En ese sentido, las fuerzas militares de Rusia, Bielorrusia y Serbia han realizado recientemente ejercicios militares conjuntos y acuerdos de cooperación para hacer frente la presencia de la OTAN.

Otro tópico que queda en el aire es la situación de los opositores políticos en Rusia, como el reaccionario y pro-occidental Alexei Navalny, preso en este país, por lo cual a la hora de terminar la cumbre, Estados Unidos aplicó nuevas sanciones a Rusia; o la persecución a los opositores al líder autocrático de Bielorrusia Alexander Lukashenko, después del fraude electoral que generó una revuelta popular y obrera, pero que fue cooptada por sectores pro-occidentales.