Medio Oriente


Por Nicolas le Brun

A finales del mes de septiembre los bombardeos rusos sobre las posiciones de la oposición siria y de DAESCH (las iniciales del Estado Islámico en árabe) han representado un cambio cualitativo en el desarrollo de la guerra civil en Siria, que data ya de cinco años.

En el seno de la izquierda se ha satanizado y canonizado a distintos intervinientes, elevando a la categoría de anti imperialista al régimen de El Assad, llegando a llamar a sostener el régimen, y de demonizar a la oposición siria, compuesta de diferentes corrientes.

¿Una tercera guerra o un tercer frente?

En la antesala de la intervención rusa, se dieron los bombardeos del gobierno turco a las posiciones del Estado Islámico y de paso a la oposición kurda en Siria y al PKK, el partido de trabajadores del Kurdistán, que se enfrenta armadamente al gobierno de Ankara desde hace tres décadas. Esta escalada intervencionista dio la impresión para algunos de que una tercera guerra estaba en proceso. Sin embargo lo que vino después fue algo un poco mas complejo que eso. El imperialismo ruso ha hecho su entrada de manera declarada en el conflicto, dejando una posición pasiva (venta de armas al régimen sirio) por un rol activo (bombardeo de las posiciones de todos los opositores a Al Assad).

Este frente al que se suma Rusia, es el mismo en el que se encuentra Irán, que a su vez sostiene al régimen genocida de Al Assad.

Lo que está en juego es una nueva repartición de la región en manos de las potencias de esta época. Hace cien años, el tratado Sykes Picot entre las potencias vencedoras de la primera guerra mundial creó los Estados que conocemos en la actualidad bajo la denominación de protectorados. Estos protectorados, ingleses y franceses, desmembraron el derrotado imperio Otomán y crearon Siria bajo la tutela francesa, Irak, bajo la tutela inglesa y crearon algunos otros estados artificiales para mejor dividir, como el Líbano, donde la minoría católica maronita se alió con la potencia ocupadora para oprimir a las mayorías de origen chií y establecer un régimen reaccionario que estalló durante la guerra civil de los años setenta. En el resto del área, la formula colonialista fue la misma que se aplicó en el resto del mundo. Las minorías étnicas fueron elevadas al rango de aliados de los ocupantes y las mayorías a sufrir el yugo de la ocupación.

En este contexto, los Estados Unidos, que no eran una potencia hegemónica en el principio del siglo XX, no tuvo la posibilidad de entrar en esta repartición de rapiña de las potencias europeas vencedoras de este primer conflicto mundial. Luego de la Segunda Guerra, el papel indiscutible de los Estados Unidos como la primera potencia imperialista mundial hizo que el balance de fuerzas fuera desplazándose hacia su lado, no sin contar con la oposición de las potencias europeas que no querían desprenderse de sus botines alcanzados. El establecimiento del enclave yanqui en el Medio Oriente, el estado Sionista de Israel, hizo que esta relación de fuerzas se desplazara hacia el bando yanqui. Las alianzas con el régimen wahabita de Arabia Saudita, los golpes de Estado en Irán y la implantación de la dictadura de Mohammad Reza Pahlavi en los albores de los años cincuenta fueron parte de este desplazamiento.

La aparición de los movimientos nacionalistas árabes representados por el partido Baas en Irak y Siria, además del movimiento nacionalista egipcio encabezado por Nascer, desencadenaron una serie de conflictos armados en la zona que llevaron a afianzar al estado sionista como fuerza de ocupación en los altos del Golán, la franja de Gaza. En ese entonces el papel de gendarme lo jugó básicamente Israel, luego Irak durante la guerra contra Irán y posteriormente los mismos Estados Unidos durante la primera y segunda Guerra del Golfo.

El resquebrajamiento de los estados nacionales

Durante la primavera árabe del 2011, que inició en Túnez para extenderse hacia varios países del área, varias dictaduras fueron cayendo debido a la irrupción de un poderoso movimiento de masas. Este movimiento, en algunos países como Túnez y Egipto se dirigió básicamente a la consecución de objetivos democráticos burgueses, como la organización de elecciones. En otros como Libia y Siria tomaron la forma de una guerra civil. En el caso de Libia, el Estado creado luego de la Segunda Guerra durante mas de tres décadas, bajo la dictadura del coronel Gadafi, llegó a enfrentar episódicamente al imperialismo yanqui, sin dejar de mantener las relaciones comerciales con éstos y los otros países imperialistas europeos. La caída del régimen libio puso el país delante de una guerra civil que no ha cesado y ante la casi imposibilidad de re establecer un estado nacional con los rasgos del anterior. La experiencia de Libia, así como la experiencia del Sudán del Sur, pone en evidencia que los intereses de las potencias son debilitar ciertos Estados para poder obtener mayores ventajas sobre todo en materia de la explotación de los recursos energéticos que estos países poseen.

Dentro de este contexto, la creciente ola de intervenciones militares por parte de las potencias imperialistas pone en relieve la creciente contradicción que prima entre ellos y la magnitud de las diferencias en cuanto a sus intereses político-económicos.

Desde el inicio del conflicto, los estados de la UE se habían negado a establecer negociaciones con el gobierno de Bachar El Assad. El giro de la revolución ha hecho que las potencias hablen de nuevo de la posibilidad de retomar las negociaciones con el régimen para poner una salida al conflicto.

Dentro de este contexto, la intervención rusa pone en una posición de mayor fuerza al gobierno sirio. El peón de la OTAN en la zona, el gobierno de Erdogan, ha evocado luego de los recientes bombardeos que esta opción es bien posible. La canciller alemana, Angela Merkel también se ha pronunciado en ese sentido, no así el discurso de los franceses, antiguos amos de la región en conflicto.

La opción de encontrarse ante un nuevo escenario libio hace que la alianza inter imperialista pase a la ofensiva. La entrada de la aviación rusa no se hace sin el consentimiento tácito de los otros interventores. La prensa iraní se ha hecho eco de este nuevo escenario alentador bajo su perspectiva. El periódico reformador iraní Shargh ha calificado la intervención de las fuerzas de Putin como “razonable y pragmática” para mas adelante señalar que “si la iniciativa político militar rusa con el apoyo de Teherán logra la colaboración de los países de la región y de la comunidad internacional, será la única solución para salir del impasse” (Courrier International n°1301).

El sentido de la intervención rusa, no es solo de sostener a El Assad en el poder y conservar su base naval en el Mediterráneo, sino algo más consistente como lo apunta el cotidiano árabe parlante basado en Londres AL-Hayat, el cual apunta que “Es así que Rusia se transforma en el gendarme de Occidente en el Medio Oriente. Esto permite a todos encontrar sus marcas: los países árabes que se sienten acechados por los chiíes y amenazados por el Estado islámico, a Israel que prefiere el mantenimiento del régimen sirio que ha protegido sus fronteras” (ídem).

En el mismo sentido, la publicación bimestral Foreign Policy apunta más o menos en el mismo sentido. Según el director de la redacción de este medio David Rothkopf “nada asegura que el tándem ruso-iraní no ganara fácilmente a los extremistas. Y nada dice, según mi opinión, que este sea su objetivo en este momento. Lo que los rusos y los iranís se esforzarán por hacer es crear una cabeza de playa que les dará una ventaja decisiva en todo arreglo político en el futuro. Llegarán a mantener a El Assad al frente, ya sea a mantenerlo en el poder durante un periodo de transición, asegurándose de escoger o de vetar el sucesor” (28/09/2015).

Esto deja claro que la incapacidad para los yanquis de abrir otro frente en el área cuenta con la alternativa de recurrir a otros aliados para hacerle frente a la situación, todo con el mismo objetivo de pasar las aspiraciones de las masas bajo las armas y ahogarlas bajo las bombas.

Por otro lado las potencias agrupadas en la UE buscan una solución lo más rápida posible para mantener lejos de sus fronteras a las masas de refugiados y evitar darles el estatuto de refugiados de la misma forma como consideran ahora que Irak es un país seguro.

Por una salida socialista a la crisis

Los socialistas revolucionarios condenamos la intervención imperialista de cualquier potencia en el área. La salida para las masas es terminar con la guerra fratricida e inter religiosa impuesta por las corrientes reaccionarias.

Las bases del tratado Sykes Picot debe ser eliminadas por la acción del movimiento de masas y establecer en la región una Federación de Estados Socialistas del Medio Oriente.

Esta es una tarea colosal que pasa no solo por la caída del gobierno Sirio, si no por el avance de la revolución en el conjunto del área, principalmente por el triunfo de revolución palestina, el fin de la ocupación sionista.