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EL SALVADOR.- ¿Por qué otra vez llamamos a votar nulo?

En el año 2021 se realizarán tres procesos electorales en Centroamérica. Las elecciones legislativas y municipales en El Salvador el próximo 28 de febrero. Las elecciones internas y generales en Honduras, el 14 de marzo y el 28 de noviembre, respectivamente. Y las elecciones generales en Nicaragua el próximo 7 de noviembre.

 

En esta oportunidad, nos referiremos a las elecciones legislativas y municipales de El Salvador, el único país de Centroamérica en donde las elecciones presidenciales no coinciden con las de diputados y alcaldes. Nayib Bukele ganó en 2019 las elecciones presidenciales con amplia mayoría, pero ha tenido que gobernar este último año y medio con una Asamblea Legislativa relativamente hostil, controlada por los diputados de ARENA y el FMLN, que reflejan la correlación de fuerzas del periodo anterior a las elecciones del 2019.

Esta particularidad del sistema político en El Salvador impidió que Bukele instaurará una nueva dictadura. En este periodo, Bukele, enarbolando la bandera contra la corrupción, y gozando de una amplia simpatía popular, precisamente por el ataque despiadado a los partidos ARENA y FMLN, ha mostrado su intención de modificar en los hechos el régimen político, instaurando un bonapartismo que puede ser la antesala de una nueva dictadura.

Ha atacado sin piedad a los medios de comunicación que denuncian la sofisticada red de negocios y corrupción en las instituciones del Estado, asaltó militarmente la Asamblea Legislativa, etc. Si hasta el momento el proyecto bonapartista de Bukele no ha logrado imponerse, es por la falta de control de la Asamblea Legislativa.

Esta situación está a punto de terminar. Las encuestas indican que el partido de Bukele, llamado Nuevas Ideas (N), es favorito para ganar las elecciones legislativas y municipales. ¿Cómo ha logrado esto Bukele? El discurso agresivo de Bukele contra los viejos partidos ARENA y FMLN, ha estado acompañado del manejo, bastante discrecional, de más de 2,000 millones de dólares. Estos créditos fueron fácilmente obtenidos para el combate contra la pandemia.

Existe una enorme contradicción entre el discurso populista, y la escasez de recursos financieros del Estado. Desde los gobiernos de ARENA, pasando por los del FMLN, El Salvador ha dejado de ser autosuficiente. Una buena parte de su raquítico presupuesto nacional se financia con endeudamiento externo e interno, al grado que para finales del año 2020, tenía una deuda pública de $22,625.53 millones de dólares, equivalente al 90% de su Producto Interno Bruto (PIB).

No cabe la menor duda que Bukele ha aprovechado al máximo la pandemia, obteniendo cuantiosos recursos y dictando decretos que protegían parcialmente a los trabajadores, con el objetivo de crear una sensación de bienestar artificial, para consolidar la base electoral del partido Nuevas Ideas, y tomar el control de la Asamblea Legislativa.

Los viejos partidos, tanto el derechista ARENA como el FMLN, autodenominado falsamente de izquierda, fueron incapaces de recuperar la confianza del electorado que, hastiado, rompió con ellos y depositó sus ilusiones democráticas en Bukele, el primer aventurero que vieron en la calle.

Bukele ya ha manifestado su intención de cambiar la Constitución. Si logra mayoría dentro de la Asamblea Legislativa, es muy probable que intente acumular más poderes como presidente de El Salvador. Y por el momento no hay fuerza política que pueda frenarlo. El problema es que la demagogia populista de Bukele se terminará casi inmediatamente con las elecciones legislativas y municipales. Las masas trabajadoras salvadoreñas tendrán que vivir una amarga experiencia con Bukele, el aspirante a dictador.

Existe la tentación en algunos sectores de llamar a votar por el mal menor, es decir, por los viejos partidos ARENA y FMLN. No podemos votar por ellos, porque los errores que estos cometieron posibilitaron que Bukele surgiera como fenómeno contrario. El FMLN tiene especial responsabilidad, no solo porque lo endiosaron como alcalde de San Salvador en el periodo 2015-2018, sino porque con sus continuos errores políticos lo alimentaron y le dieron fuerza.

Por eso es que, sin una alternativa propia de los trabajadores, y ante el descredito de los viejos partidos ARENA y FMLN, no queda más remedio que protestar anulando el voto en los próximos comicios. Pero eso no basta. Los grupos de izquierda revolucionaria de El Salvador debemos trabajar para enfrentar y resistir las aspiraciones bonapartistas de Bukele, hasta derrotarlo con la lucha obrera y popular.