Revista 1857

Acuerdos entre Estados Unidos y Rusia: ataque mortal contra la revolución Siria.

En el último periodo, el acontecimiento político y militar más relevante a escala internacional es, sin lugar a dudas, la revolución popular contra Bashar Al Assad y el recrudecimiento de la guerra civil en Siria.

 

Desde el inicio de la revolución, en 2011, el imperialismo norteamericano y el emergente imperialismo ruso -- que surgió del derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1990--, a pesar de la crisis que los carcome, han forcejeado, el primero para recuperar influencia en Siria, y con ello en el rediseño de Medio Oriente, y el segundo para mantener las áreas de influencia de la antigua URSS.

En estos dos últimos años, las negociaciones diplomáticas entre ambas potencias imperialistas en torno al futuro de Siria, han pasado por flujos y reflujos. El reciente escándalo sobre el uso de armas químicas por parte del ejército sirio, contra la población civil de áreas controladas por los rebeldes, por un lado, y los avances militares del ejército sirio que ha desalojado importantes posiciones rebeldes, apoyado por la milicia chiita libanesa Hesbollah, por el otro, obligaron al imperialismo norteamericano a amenazar con una intervención militar directa contra Siria.

Barack Obama amenazó con continuar el camino recorrido por su antecesor George W Bush, en el sentido de realizar acciones militares unilaterales, creando una situación de extrema tensión internacional. Los ataques militares parecían ser inminentes, pero la situación de crisis mundial del capitalismo, con dramáticas repercusiones en Europa, y la conciencia democrática de las masas en los países imperialistas (Estados Unidos y Europa), no son favorables para nuevas aventuras militares del imperialismo.

Por eso la estrategia de la administración Obama era la misma de siempre: presionar militarmente para obtener réditos en la mesa de negociaciones, tanto con Rusia como a nivel interior en Siria.

Tal como lo afirmamos en el punto No 12 de nuestra reciente Declaración sobre Siria, que ahora publicamos íntegramente en nuestra Revista 1857, la estrategia del imperialismo norteamericano era clara: “Todo parece indicar que los movimientos bélicos de la flota de Estados Unidos en el Mediterráneo, frente a las costas de Siria, y la amenaza de ataques militares puntuales por parte de Obama, forman parte de una estrategia que pretende obligar al régimen sirio a negociar y poner fin a la guerra civil (…) Por ello, de cara a la Segunda Conferencia de Ginebra, y la Reunión del G-20, el imperialismo realizará, antes o después de las mismas, los ataques aéreos o de misiles, para imponer su política de negociación. La intensidad de los ataques, si llegan a realizarse, dependerán de la reacción o de la resistencia que muestre el régimen de Bashar Al Assad y también de la posición o colaboración de Rusia y China

En estos dos años de guerra civil en Siria, el apoyo militar de Rusia al gobierno de Bashar Al Assad ha sido determinante para que éste resista los embates de los rebeldes. Ante la enorme presión militar del imperialismo norteamericano, Rusia estaba ante el dilema de perder todo o perder solo una parte de su influencia e intereses en Siria. Se decidieron por lo segundo.

El auge de las negociaciones y los primeros acuerdos entre Estados Unidos y Rusia, en torno al futuro de Siria, confirman, una vez más, que los imperialismos nunca intervienen de manera desinteresada en las revoluciones y las guerras civiles, sino que lo hacen para torcer el rumbo e incidir en los acontecimientos para retroceder a la normalidad burguesa.

Rusia defiende incondicionalmente al gobierno de Assad, para mantener su influencia en Medio Oriente. El presidente Vladimir Putin publicó recientemente una carta en el New York Times, en la que explicaba su preocupación sobre el curso de la guerra civil en Siria: “Siria no está siendo testigo de una batalla por la democracia, sino de un conflicto armado entre el gobierno y la oposición en un país multi religioso. Hay unos cuantos campeones de la democracia en Siria. Pero hay más que suficientes combatientes de Al Qaeda y de extremistas de toda índole luchando contra el Gobierno. (…) Hay mercenarios de países árabes luchando allí y cientos de militantes procedentes de los países occidentales y hasta Rusia, son un asunto de nuestra profunda preocupación. ¿No podrían regresar a nuestros países con experiencia adquirida en Siria? Después de todo, después de los combates en Libia, los extremistas pasaron a Malí. Esto nos amenaza a todos nosotros”.

La preocupación del imperio Ruso es la misma de la época del Zar: si triunfan revoluciones en sus fronteras, el ejemplo se extendería hasta dentro del sur de Rusia, una extensa área habitada por musulmanes.

Las actuales negociaciones han comenzado con el tema de la destrucción de las armas químicas, pero terminaran inevitablemente sobre la solución negociada de la guerra civil, como ocurrió—salvando las diferencias-- en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

En las recientes reuniones en Ginebra, Jhon Kerry, Secretario de Estado de los Estados Unidos, ha declarado sin ambages: “Estados Unidos y Rusia han acordado que no hay una solución militar. La solución tiene que ser política”.

Estas palabras ya las conocemos. Estados Unidos y Rusia han llegado a acuerdos sustanciales, para poner fin a la guerra civil. “Solución política” implica sobrevivencia del régimen político en Siria, aunque este sea modificado por reformas desde arriba. Las negociaciones implicarán una derrota de los insurgentes. El futuro del país está siendo decidido sin ellos, pero sobre todo contra ellos.

El mundo unipolar en manos de Estados Unidos, después del derrumbe de la URSS en 1990, parece retroceder a los mejores momentos de la guerra fría, cuando las dos principales potencias se repartían el mundo en áreas de influencia.

Aunque esta parece ser la tendencia general, no es la primera vez que este tipo de acuerdos contrarrevolucionarios terminan siendo destrozados por la intransigencia de cualquiera de los actores, o porque la presión revolucionaria de las masas terminada imponiendo otra dinámica.

El imperialismo norteamericano, no ha dicho que no atacará militaremente, dijo que posponía los ataques para darle una oportunidad a la diplomacia. Debemos sacar lecciones sobre el significado de este nuevo frente contrarrevolucionario entre Estados Unidos y Rusia, que tendrá trágicas y dramáticas consecuencias al interior de Siria, en Medio Oriente y resto del mundo.