Historia

 

Carta al XIII Congreso

Por Vladimir Ilich Lenin

4 de enero de 1923

I

Recomiendo con insistencia que se proceda, en este congreso, a una serie de cambios en nuestro régimen político.

Quiero hacerles conocer algunas reflexiones que considero de particular importancia.

En primer lugar, propongo aumentar el número de los miembros del Comité Central a varias decenas, o incluso a un centenar. Me parece que nuestro Comité Central se vería amenazado por graves peligros si el curso de los acontecimientos no nos fuese perfectamente favorable (y no podemos contar con eso), si no llevamos a cabo esa reforma.

Luego pienso proponer al congreso que otorgue un carácter legislativo, en ciertas condiciones, a las decisiones de la Comisión del Plan del Estado, accediendo en este punto a los deseos del camarada. Trotsky, en cierta medida y en determinadas condiciones.

En lo que respecta al primer punto, es decir, al aumento del número de miembros del Comité Central, pienso que es necesario tanto para elevar la autoridad del C.C. como para mejorar a fondo nuestro aparato, y también para impedir que los conflictos de pequeños sectores del Comité Central adquieran una importancia demasiado grande para los destinos del partido.

Me parece que nuestro partido puede muy bien pedir para el Comité Central 50 ó 100 miembros de la clase obrera y que ésta los proporcionará sin una tensión excesiva de sus fuerzas.

Semejante reforma aumentaría notablemente la solidez de nuestro partido y le facilitaría la lucha en un ambiente de estados hostiles, lucha que en mi opinión puede y debe agravarse enérgicamente en los años próximos. Me parece que la estabilidad del partido será reforzada en enorme grado por la adopción de esa medida.

23/XII/1922

Lenin

II

Continuación de las notas

24 de diciembre de 1922

Cuando hablo de estabilidad del Comité Central me refiero a las medidas que hay que tomar contra la escisión, hasta donde tales medidas pueden ser tomadas en general. Porque es claro que el guardia blanco de Rúskaia Misl (creo que era S. F. Oldenburg) tenía razón cuando, en el juego que esa gente desarrollaba contra la Rusia soviética, apostaba, en primer lugar, a una escisión en nuestro partido y cuando, en segundo término, para esa escisión, apostaba a la existencia de graves divergencias dentro del partido.

Nuestro partido se apoya en dos clases, por lo tanto su inestabilidad seria posible, y su caída inevitable, si no pudiera establecerse el acuerdo entre las dos clases. En tal eventualidad, seria vano tomar tales o cuales medidas, o discurrir en general sobre la estabilidad de nuestro C.C. En ese caso, medida alguna seria capaz de impedir la escisión. Sin embargo, espero que todo eso pertenezca a un futuro demasiado alejado y constituya un acontecimiento demasiado improbable para que haya que hablar de 61.

Me refiero a la estabilidad como garantía contra la escisión en un porvenir cercano, y me propongo analizar aquí una serie de consideraciones de orden puramente personal.

Pienso que, en ese sentido, el punto esencial en el problema de la estabilidad son los miembros del Comité Central tales como Stalin y Trotsky. Las relaciones entre ellos constituyen, en mi opinión, lo principal de ese peligro de escisión que se podría evitar, para lo cual, entre otras cosas, serviría, creo yo, el aumento de los miembros del Comité Central llevado a 50 ó 100 personas.

El camarada Stalin, convertido en secretario general, ha concentrado en sus manos un poder ilimitado, y no estoy seguro de que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada, Trotsky, como ya lo demostró su lucha contra el Comité Central en el problema del Comisariado del Pueblo para las vías de Comunicación, no se destaca sólo por sus capacidades eminentes. Personalmente tal vez sea el hombre mis capaz del actual C.C., pero también es presuntuoso en exceso y se apasiona demasiado por los aspectos puramente administrativos del trabajo.

Estas dos cualidades de dos líderes eminentes del Comité Central actual podrían llevar incidentalmente a una escisión; y si nuestro partido no toma las medidas necesarias para oponerse a ello, la escisión puede producirse en forma inesperada. No seguiré caracterizando a los otros miembros del C.C. por sus cualidades personales. Me conformaré con recordar que el episodio de octubre, de Zinóviev y Kámenev, no fue por cierto un hecho accidental, pero que no puede serles imputado como un delito personal, lo mismo que el no bolchevismo de Trotsky.

En lo que respecta a los miembros jóvenes del Comité Central, quiero decir unas palabras sobre Bujarin y Piatákov. Son, en mi opinión, los hombres mis sobresalientes (entre los más jóvenes) y en relación con ellos no habrá que perder de vista lo siguiente: Bujarin no es sólo el teórico mis valioso y destacado del partido, sino que además es considerado, merecidamente, el preferido de todo el partido; sin embargo, sus conceptos teóricos. sólo pueden ser considerados de todo punto de vista marxistas con la mayor reserva porque hay en él algo de escolástico (no ha estudiado nunca y pienso que jamás ha entendido del todo la dialéctica).

25/12. A continuación, Piatákov, dotado sin duda alguna, de una gran voluntad y de capacidades eminentes, se deja sin embargo arrastrar demasiado por las prácticas de administración y por el aspecto administrativo de las cosas como para que se pueda confiar en él en un problema político serio.

Por cierto que ambas observaciones las hago sólo para el momento presente, en la hipótesis de que estos dos militantes destacados y abnegados encontrarán la ocasión de completar sus conocimientos y de remediar sus insuficiencias.

25/12/1922

Lenin

Agregado a la carta del 24 de diciembre de 1922

Stalin es demasiado grosero, y este defecto, perfectamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros los comunistas, se torna intolerable en las funciones de secretario general. Por tanto, propongo a los camaradas que reflexionen sobre el modo de desplazar a Stalin de ese cargo y de nombrar a otra persona que tenga sobre el camarada Stalin una sola ventaja: la de ser más tolerante, más leal, más cortés y más atento para con los camaradas, de un humor menos caprichoso, etc. Estas características podrán parecen un ínfimo detalle. Pero, en mi opinión, para protegernos de la escisión, y teniendo en cuenta lo que escribí más arriba sobre las relaciones entre Stalin y Trotsky, no se trata de un detalle, o bien es un detalle que puede adquirir una importancia decisiva.