Por: Alberto Castro

Ya se cumplieron tres años del Gobierno de Nayib Bukele, aquella victoria en las urnas de 2019, fue el inicio para cambios sustanciales que llevaron a configurar la nueva correlación de fuerzas del ejercicio político del Estado. Tres décadas de bipartidismo FMLN-ARENA, marcado por corrupción y políticas neoliberales, desencadenaron en una válvula de escape representada por Nayib Bukele, como figura de cambio. Su popularidad la supo asimilar mediante votos en las elecciones presidenciales de 2019 y más adelante en apoyo a su figura gracias a los votos hacia sus candidatos a diputados y alcaldes en 2021, dando lugar a una nueva gran victoria que situó a Nuevas Ideas, como partido político oficialista, con mayoría simple pero en alianza con GANA, mayoría absoluta, obteniendo con ello las llaves para hacerse del control de la institucionalidad y toma de las demás funciones estatales. Con el asalto a la Fiscalía General de la República y Órgano Judicial, Bukele se hizo del poder formal del Estado, el cual utiliza bajo sus intereses políticos y personales, por ello el funcionamiento estatal pasa por adecuarse a él.

El fanatismo frenético y la escasa resistencia

¿Cómo ha sido posible que haya logrado tanto éxito en sus propósitos? En primer lugar, es necesario regresar al origen de Bukele como figura emergente en plena decadencia y crisis del bipartidismo, pues esto dio las condiciones necesarias para aprovechar el hartazgo popular transformándolo en masa de seguidores donde hay muchos fanáticos y sobre todo votantes.

En cambio los viejos pilares del bipartidismo se derrumbaban y más con el odio alimentado por Bukele en sus seguidores quienes replicaron  y siguen replicando su discurso nocivo. No debemos obviar que el manejo mediático y publicitario de la pandemia del sarscov2, le hizo conservar el apoyo electoral. Ante tales circunstancia es muy difícil plantearse una oposición real, la crisis de dirección en las organizaciones sindicales facilitó que los dirigentes oportunistas se cambiaran de camisa o aparecieran nuevos títeres, con lo cual la mayor parte del movimiento sindical salvadoreño ha sido influenciado por el partido oficialista, siendo atraído hacia los perversos intereses de Bukele.

Con esto Nuevas Ideas como fuerza política no tiene en este momento competencia alguna, y tampoco se ha podido plantear una oposición creíble, no obstante su Gobierno que sienta la propaganda de éxitos en una base ficticia abre puede dar lugar a crear algo legitima desde las entrañas de la clase trabajadora y pueblo salvadoreño, aquí es donde toca cuestionar los intentos actuales.

La oposición alterna a la formal

En los últimos meses han ganado mucha cobertura la Alianza Nacional El Salvador en Paz y el Bloque de Resistencia Popular (BRP), ganando terreno como oposición de hecho, alternativa a la oposición formal que sigue en caída libre. En las marchas del 1° de mayo se dio a conocer la nada despreciable fuerza que van tomando, ya que ambas tiene parecencia entre algunas organizaciones sindicales y populares, en donde influyen  y tienen resonancia.

La Alianza Nacional El Salvador en Paz, nació el 15 de noviembre de 2021, como un grupo que expresa el descontento con las políticas del Gobierno de Bukele que han significado agravios a la democracia, las finanzas publicas, la situación social, etc. Por su parte el BRP, nació como la aglutinación de movimientos populares y fuerzas de izquierda, es decir, se autoproclama de izquierda, y se perfila públicamente como la expresión de la izquierda salvadoreña.

El problema que presenta es que al ser formada y dirigida por reconocidos miembros del FMLN, el problema en ambas organizaciones no radica en tener en sus filas personas que pertenecieron a terminado partido político tradicional, el problema es que, si quienes están a la cabeza son ex dirigentes que  en sus años dorados fueron verdugos del pueblo y aliados del capital, además debemos ver el papel que desempeñan en estas nuevas organizaciones, porque si por debajo se fragua un intento por renacer en otra organización distinta, conservando la misma praxis del pasado entonces solo tenemos oportunismo y nada legitimo. La izquierda revolucionaria debe pasar a la acción y superar los viejos vicios, unificar esfuerzos para afrontar junto a la clase trabajadora y pueblo organizado, la lucha contra la dictadura.

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