Por Rosa C. Ruíz

Para los trabajadores hondureños y centroamericanos se ha vuelto común, cuando leemos lo periódicos, o nos damos cuenta por algún medio de uno o varios muertos por  el famoso “impuesto de guerra”. Es importante señalar, que el impuesto de guerra es una cantidad de dinero estipulada por las pandillas o maras que deben ser cancelada, de lo contrario se procede a atentar contra la vida de quienes no asumen el pago de lo tipificado.

Evidentemente, esto es preocupante, pero lo peor del caso, es la indiferencia de  las autoridades  ante esta realidad que pone en zozobra a cientos de personas. La situación se complica al intensificarse la miseria, pues las posibilidades para trabajar se vuelven más complejas, ya que sumado a la falta de empleo y  al alto costo de los productos de primera necesidad aumenta la delincuencia común, y este tipo de prácticas delictivas forman parte de nuestro diario vivir.

La génesis del problema

Durante los últimos años, han aparecido un sinnúmero de organizaciones del crimen organizado que manejan grandes sumas de dinero, la procedencia de este, en alguna medida es del narcotráfico, pero también del “impuesto de guerra”. Estas organizaciones cobran millones de lempiras al año, cifra que va en aumento al extenderse más este flagelo. Es de hacer notar, que uno de los sectores más afectados con la extorsión de estos grupos, son los pequeños propietarios del transporte interurbano, pues si se niegan a pagar son castigados con la perdida de la vida de los transportistas que prestan sus servicios en los distintos lugares de la ciudad.

Según cálculos preliminares proporcionados por algunas fuentes, solo en la ciudad de Tegucigalpa los transportistas de buses le pagan a estas organizaciones delincuenciales alrededor de 150 millones de lempiras anuales, y los taxistas se ven obligados  a desembolsar un poco menos de 400 millones de lempiras cada año, no bastando con eso, se ha empezado a cobrar a las casas de los trabajadores que habitan en las colonias o barrios más populares, así como pequeños negocios, a saber: pulperías, mercaditos, expendios, billares y lugares de distracción, por cierto fuentes  de sostenimiento de varios

hogares.

Entre 15 y 30 mil lempiras mensuales por punto de taxi, captan los delincuentes que cobran el impuesto de guerra en la capital. El negocio redondo que hacen los integrantes de maras en la ciudad, amenaza con dejar sin transporte a miles de capitalinos. Al menos 18 puntos de taxi podrían dejar de operar en la ciudad, si la Policía no hace algo pronto para hacerle frente a ese flagelo. Los afectados temen contar lo que ocurre, solo saben que si faltan a la promesa de pago, no viven para contarlo. Pero reconocen que la delincuencia se agencia de hasta 10 millones de lempiras mensuales por cobros en los más de 100 puntos que funcionan en la ciudad.”(El Heraldo, 27/07/2011).

Resulta evidente, que la inseguridad es uno de los enormes flagelos de las sociedades centroamericanas, a pesar de las políticas implementadas por los gobiernos burgueses de la región, el fenómeno no se reduce, al contrario se encuentra en expansión.

Las extorsiones son la modalidad del crimen que se ha puesto “de moda” en Honduras, según han aceptado autoridades de las fuerzas de Seguridad. Los grupos delincuenciales han hecho de la extorsión su nueva forma de afectar a una población que lidia entre el secuestro, los asaltos a viviendas, los robos en las vías públicas, ya sea que las víctimas se conduzcan a pie o en automóvil. A esto, el país suma el gigantesco avance del crimen organizado con sus prácticas de tráfico de drogas, robo de automóviles, sicariato, lavado de activos y un sin fin de delitos conexos que no afectan directamente a la población pero que dejan una huella de terror que puede estropear la institucionalidad, según lo revelan Estudios especializados.”( Proceso, 10/08/2011)

¿Pero a qué se debe estas nuevas formas de prácticas delincuenciales? Para los socialistas revolucionarios, la causa que engendra la delincuencia común y de crimen organizado las encontramos en las profundas diferencias sociales. En nuestros países, observamos de forma continua las grandes desigualdades producto de la injusta distribución de la riqueza social. Mientras una minoría vive con plenos privilegios, nos encontramos con grandes sectores que carecen de lo más mínimo.

Es por todo lo anterior, que desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) hacemos un llamado a los trabajadores de la región centroamericana por establecer la lucha contra la erradicación de la pobreza, la exclusión y la injusticia en todas sus formas, solo el gobierno de los trabajadores asegurara una justa distribución de la riqueza social, mejores niveles en la calidad de vida y con ello acabar o eliminar la criminalidad.

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