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¡¡ Combatir la crisis del capitalismo, para reunificar

Centroamérica bajo un Estado Federal Socialista !!

El presente Manifiesto fue aprobado por las delegaciones de los grupos y partidos que, reunidos en algún lugar de Centroamérica, el pasado 4 de abril del 2009 resolvimos fundar y reconstituir el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA).

1.- Retomando las banderas del antiimperialismo y del socialismo

Hace 84 años, el 1 de Mayo de 1925, fue fundado en Guatemala el Partido Socialista Centroamericano, por un grupo de revolucionarios e intelectuales centroamericanos, entre los que destacaban los salvadoreños Agustín Farabundo Martí, Moisés Castro y Morales y Miguel Ángel Vásquez.

La fundación del Partido Socialista Centroamericano se produjo en un contexto de pavorosa crisis económica y social de los países centroamericanos, que no era más que el resultado directo de la crisis de la economía capitalista mundial. Años después, el crack financiero de Wall Street de 1928 desencadenó la Gran Depresión, una oleada contrarrevolucionaria y ascenso del fascismo en todo el mundo.

El Partido Socialista Centroamericano tuvo corta vida, terminó siendo destruido por la brutal represión de los gobiernos de José María Orellana y Lázaro Chacón, pero marcó un imborrable punto de partida para los revolucionarios centroamericanos.

Con algunas diferencias, actualmente vivimos en la región centroamericana una situación similar al contexto económico y social en que fue fundado el Partido Socialista Centroamericano.

En las primeras décadas del siglo XX, el grueso de la clase obrera estaba formada por el proletariado de los enclaves bananeros, madereros, minería y semiproletariado agrícola. La clase obrera industrial era una ínfima minoría. En contraste con aquella época, y a pesar de los efectos devastadores del capitalismo neoliberal, la clase trabajadora de los países centroamericanos es ahora mucho más fuerte, y su componente urbano, con los empleados públicos y obreros de las maquilas, sigue siendo un elemento fundamental de la misma.

Nuevamente, la economía capitalista mundial sufre una recesión generalizada que amenaza convertirse en la primera gran depresión del siglo XXI, con repercusiones directas sobre los países de Centroamérica, cuyas divisas dependen del mercado norteamericano y de las remesas que mandan millones de nuestros hermanos que trabajan como obreros en los Estados Unidos.

Igual que en las primeras décadas del siglo XX, en los países centroamericanos hay luchas de resistencia de la clase trabajadora, de los jóvenes y de los sectores indígenas, que tienden a superar las estrechas y artificiales fronteras de los estados nacionales que conforman la nación centroamericana, pero continúa haciendo falta la organización que aglutine a los revolucionarios y que brinde una nueva perspectiva a estas luchas.

Por esta razón, reunidos en algún lugar de Centroamérica, las delegaciones del CÍRCULO SOCIALISTA REVOLUCIONARIO (CSR) de Guatemala, del PARTIDO REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES (PRT) de El Salvador, del MOVIMIENTO AL SOCIALISMO (MAS) y del GRUPO DE REFLEXIÓN MARXISTA de Honduras, y del PARTIDO REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES (PRT) de Nicaragua, resolvimos fundar y reconstituir el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), retomando las banderas de lucha obrera y antiimperialista de las generaciones anteriores, en la perspectiva de reunificar la nación centroamericana bajo un estado federal socialista.

2.- Centroamérica, una nación dividida en 6 pequeños Estados

Los países que conforman la nación centroamericana constituyen una realidad cualitativamente distinta al resto de América Latina. Tenemos un origen común desde la época colonial, y siempre hemos estado unidos por la raza, las tradiciones, la cultura, el lenguaje, etc. Las economías de los países centroamericanos tienen vasos comunicantes que se reflejan, incluso, en las oleadas migratorias que cruzan permanentemente las fronteras.

Las burguesías que surgieron del proceso de destrucción del Estado Federal (1824-1839) se esforzaron por borrar de los textos de historia nuestro origen común, pero no se percataron que el mercado capitalista sería el encargado de fusionar nuestros países, recordándonos permanentemente nuestro pasado común.

3.- La independencia y el fracaso de la República Federal de Centroamérica

Bajo la corta vigencia de la Constitución de Cádiz, promulgada en el año 1812, la oligarquía de Centroamérica organizó las primeras elecciones para ayuntamientos y diputaciones provinciales el 25 de noviembre de 1812, en base a un sistema electoral elitista, censitario, en el eran considerados ciudadanos y podían ejercer el derecho al sufragio únicamente quienes tenían propiedades y dinero.

Quienes redactaron y aprobaron la Constitución de Cádiz intentaron reformar la monarquía española, convirtiéndola en una monarquía constitucional. En Francia fue el temor a la revolución, lo que obligó al rey a promulgar la Constitución de 1791. En España,  fue la invasión francesa y su contra repuesta, la sublevación de los pueblos contra la ocupación extranjera, lo que desató la revolución que obligó a las clases monárquicas a convocar a una constituyente para aprobar una Constitución.

En Francia, el proyecto de crear una monarquía constitucional en el siglo XVIII fracasó estrepitosamente y el viejo orden debió pasar por el filo de la guillotina. En España, apenas Fernando VII regresó del exilio, su primer acto fue abolir la Constitución de Cádiz, el gran proyecto del liberalismo español, durante el período 1814-1820.

En Centroamérica se hizo sentir el periodo reaccionario. Bustamante aprovecho la oportunidad y reinstauró el "terror" y se abrió un interregno de siete años de absolutismo en Centroamérica y con ello se debilitaron las recién nacidas instituciones "liberales" nacidas bajo la Constitución de Cádiz.

3.1.- La primera independencia e inmediata anexión a México

El 1 de enero de 1820 las tropas españolas destinadas a aplastar las luchas independentistas en América se amotinaron bajo el mando del general Rafael del Riego y Núñez, obligando al rey Fernando VII a restablecer la Constitución de Cádiz. Estos vaivenes políticos en la metrópoli, la lucha por la independencia en México y la agitación popular en Guatemala, incidieron decisivamente en la proclamación de la independencia de Centroamérica el 15 de Septiembre de 1821.

En el vecino México y en el resto del continente, la proclamación de la independencia fue el resultado de cruentas guerras contra las tropas "realistas". En éstos enfrentamientos bélicos por alcanzar la independencia política, los diferentes grupos criollos fraguaron rápidamente su propia identidad nacional. Se unificaron criterios contra la monarquía, se crearon paralelamente otros gobiernos e instituciones de un nuevo Estado, nuevos aparatos administrativos, se recaudaron impuestos, se emitieron decretos, etc. La población de esos territorios se agrupó en torno a los gobiernos independentistas. En fin, se fue conformando la nación y también se fue desarrollando el sentimiento nacional.

En cambio, en Centroamérica ocurrió un fenómeno diferente: fueron las mismas autoridades coloniales quienes juraron solemnemente la independencia. Esta incongruencia de la historia quedó plasmada en el acta del 15 de Septiembre de 1821, cuando las autoridades coloniales reconocieron que "siendo la independencia del gobierno español la voluntad general del pueblo de Guatemala... [optaron por mandarla] a publicar para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso que la proclamase de hecho el mismo pueblo"

A pesar de la declaración formal de la Independencia, se mantuvo la continuidad de las instituciones de Cádiz, con algunas leves modificaciones para responder a las nuevas condiciones de la vida independiente.  El sistema electoral, por ejemplo, permaneció intacto en términos generales, salvo lo ordenado por el punto 4 del acta de la Independencia del 15 de septiembre de 1821,  que permitía a los africanos optar a la ciudadanía, así como la elección de un diputado por cada 15 mil ciudadanos.

La proclamación de la primera independencia trajo consigo inmediatamente la temporal anexión a México, la que reflejó el temor y la incapacidad de los criollos centroamericanos al encontrarse, de la noche a la mañana, a la cabeza de un territorio independiente. Por eso buscaron desesperadamente la protección de Iturbide y su Plan de Iguala que pretendía establecer una monarquía constitucional en México.

Como resultado de la primera independencia se formó un gobierno provisional con el nombre de Junta Provisional Consultiva (JPC), formada por Gabino Gaínza, José Cecilio del Valle y Pedro Molina. Por otra parte, desde la firma de la declaración de la primera Independencia, la JPC fue presionada por Iturbide para proceder a la anexión a México y evitar así la formación de una República.

Bajo la presión militar de las tropas mexicanas, la JPC organizó rápidamente una consulta y solicitó a los Ayuntamientos de las ciudades realizaran sesiones para decidir la anexión o no al imperio de Iturbide. El 2 de enero de 1822, la JPC se reunió para ver los resultados que fueron un arrollador voto en favor de la anexión a México. Pero esta actividad no se realizó en total calma, se produjeron pequeños enfrentamientos entre las tropas de ocupación y quienes querían la independencia real. La anexión a México dividió a los próceres centroamericanos.

Bajo la corta administración mexicana, Iturbide recurrió a la implantación de impuestos para recaudar ingresos, provocando el rechazo de los centroamericanos. Las medidas adoptadas por Iturbide en contra de los derechos ciudadanos y la declaración de guerra contra España condujeron al estallido de una rebelión contra el emperador mexicano. Esta situación brindó a los centroamericanos la oportunidad para liberarse del dominio de México. Iturbide fue derrocado por una insurrección popular el 19 de marzo de 1823.

3.2.- La segunda independencia y la formación de la República Federal de Centro América.

Los acontecimientos revolucionarios en México repercutieron en Centroamérica. Antes que las tropas mexicanas abandonaran el territorio, el General Filísola trabajó arduamente para reunir a las autoridades centroamericanas y organizar la transición hacia una forma republicana de gobierno. Ante el fracaso del Plan de Iguala y la proclamación de la República en México, las autoridades centroamericanas se vieron compelidas a convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Esta, reunida en Guatemala, el 1 de Julio de 1823, emitió un decreto reconociendo que "la incorporación de estas provincias al extinguido imperio mexicano... fue una expresión violenta arrancada por medios viciosos e ilegales" y que por lo tanto, las provincias de  Centroamérica "representadas en esta Asamblea, son libres e independientes de la antigua España, de México y de cualquier otra potencia".

Nuevamente fueron los factores externos los que forzaron a la proclamación de la segunda independencia de Centroamérica, un caso singular en América Latina. Esta excepcionalidad se expresó, entre otros factores, en la sobre vivencia de instituciones que los liberales españoles crearon a partir del período 1812-1814, con la promulgación de la Constitución de Cádiz. De esta manera, un pedazo del Estado colonial, desgarrado por el levantamiento del general Riego en España, comenzó a tener vida propia. Pero la nación que debió servir como soporte para la cimentación del nuevo Estado, todavía no había alcanzado el grado suficiente de madurez.

Los oligarcas de la época se vieron obligados a acelerar la construcción de la nación desde arriba, desde el control del Estado. Por esta razón, el tipo o modelo de Estado jugo un rol de extrema importancia. Al final, los liberales centroamericanos se inclinaron por fusionar el modelo de Estado Federal de los Estados Unidos con las instituciones de Cádiz. Esta amalgama de postulados e instituciones trajo consigo una extraña mezcla de centralismo y federalismo, que resulto fatal para la construcción de un Estado nacional centroamericano.

Sin embargo, los vencedores resultaron finalmente vencidos. Todavía no hay un análisis serio sobre los fracasos del Estado Federal. El historiador Pérez Brignoli afirma que “había bases materiales que conspiraban contra cualquier federalismo efectivo: el aislamiento de los Estados, la desarticulación regional y el desequilibrio en la distribución de la población afectaban la representación proporcional...existía una debilidad económica estructural, sin productos de exportación rentables, y ninguna alternativa nueva a la vista.”

El atraso económico se reflejó en las instituciones del Estado Federal. Las instituciones del gobierno eran un verdadero laberinto. El sistema electoral permitía que los Estados más poblados, Guatemala y El Salvador, mantuvieran el control político, con los privilegios, desigualdades y rencores que acarreaba. En esas condiciones, el derrumbe del Estado Federal Centroamericano era inevitable.

3.3.- El periodo de la “anarquía”.

Las instituciones creadas por la reforma de Cádiz, no solo permanecieron intactas- modificadas a veces en su forma- sino que sobrevivieron increíblemente y fueron los cimientos sobre las cuales se construyó el nuevo Estado Federal. Pero en el fondo, las nuevas autoridades reprodujeron el esquema de funcionamiento del Estado colonial, con sus legiones de funcionarios y con un ejército desproporcionado, que ocasionaban excesivas erogaciones de dinero. Por esta razón, también se vieron obligados a cobrar los mismos impopulares impuestos de la época colonial.

Forzados por las circunstancias, los oligarcas de Centroamérica intentaron construir un nuevo Estado nacional que no existía. Lo anterior trajo como resultado el inevitable enfrenamiento entre las fuerzas representativas del nuevo y viejo orden, lo que originó la guerra civil de 1829 donde supuestamente vencieron los liberales, los representantes del “nuevo orden”.

Sin embargo, los liberales de la época en el fondo eran muy conservadores. Nunca rompieron con la Iglesia Católica, mantuvieron los privilegios del clero y el carácter confesional del Estado, se resistieron a imponer el sufragio universal, manteniendo casi intacto el sistema electoral colonial. No liberaron a las masas campesinas e indígenas de la opresión de los terratenientes, ya que muchos de ellos eran grandes latifundistas.

Las constantes guerras civiles del llamado periodo de la “anarquía” fueron el enfrentamiento entre grupos de la oligarquía, teniendo a las masas populares como instrumentos de dichas fracciones en pugna.

El desequilibrio de las instituciones del Estado Federal, su excesivo centralismo, las constantes contribuciones y empréstitos forzosos, contribuyeron a crear un clima a favor de la reforma de la Constitución que creó el Estado Federal en 1824. Todos querían la reforma de la Constitución, pero desde diferentes puntos de vista. Bajo la presidencia del General Francisco Morazán, con fecha 20 de abril de 1833, el Congreso Federal votó una adición a la Constitución, la que fue tajantemente rechazada por la Asamblea Legislativa del Estado de Nicaragua, porque no satisfacía “la opinión general de la nación, ni la del Estado, por ser muy dispendiosa y porque irrita el espíritu del localismo”.

3.4.- ¿Por qué fracasó el general Francisco Morazán?

Esta reducción de la base de la representación para elegir directamente un diputado, de treinta a quince mil almas, pretendió, sin lugar a dudas, incorporar a las poblaciones pequeñas, otorgándoles mayor representatividad. El 14 de febrero de 1835 el Congreso Federal aprobó finalmente un proyecto de reforma a la Constitución, la que debía ser ratificada por las Asambleas de los Estados, con una votación calificada de dos tercios. Este último requisito no fue cumplido y el proyecto de reformas nunca entró en vigor. El Proyecto de Reformas de 1835 pretendió corregir algunos de los desequilibrios de las instituciones del Estado Federal, como la bicefalia del órgano legislativo, darle mayor fuerza a la institución del Presidente de la República y redefinir la relación de los Estados con el gobierno federal.

El General Francisco Morazán (1792-1842) fue derrotado política y militarmente porque no logró desencadenar las fuerzas sociales que hicieran posible el triunfo de la revolución democrático burguesa que Centroamérica necesitaba en ese momento, como era: acabar con los privilegios de la Iglesia Católica, liberar a las masas indígenas y campesinas de la opresión de los terratenientes, imponer el sufragio universal para hombres y mujeres, repartir la tierra a los campesinos e indígenas, y democratizar las instituciones del Estado Federal.

Para lograr estos objetivos democráticos tenía que acabar con los privilegios de la oligarquía, de la misma manera que Oliverio Cromwell (1599-1658) y Maximiliano Robespierre (1758-1794) lo hicieron contra la nobleza durante las revoluciones burguesas en Inglaterra y Francia, respectivamente. Morazán no quiso destruir al sector minoritario de la oligarquía que lo apoyaba, con la ilusión de que con una política conciliadora se atraería al resto de los sectores de clase dominante. Al no desencadenar las fuerzas de la revolución democrática burguesa, las fuerzas del viejo orden partidarias del localismo y la desmembración de Centroamérica, se reagruparon y terminaron fusilándolo el 15 de Septiembre de 1843, en San José, Costa Rica.

3.5.- La disgregación del Estado Federal.

El resultado del fracaso de la revolución democrática fue el triunfo de la reacción. El año 1838 fue decisivo para el futuro del Estado Federal. En Guatemala se produjo un levantamiento organizado por Rafael Carrera, que produjo una herida mortal al pacto federal.

El 1 de marzo de 1838 se reunió la Asamblea Nacional Constituyente de Nicaragua, en la villa de Chinandega. El 30 de abril de 1838 declaró que Nicaragua era un Estado "libre e independiente, sin más restricción que la que se imponga en el nuevo pacto que celebre con los otros Estados de Centro América". Con la separación de Nicaragua se inicio el proceso de disgregación del Estado Federal. Posteriormente, Guatemala, Honduras y Costa Rica tomaron el mismo camino. El Salvador disolvió oficialmente el Estado Federal el 31 de Marzo de 1840.

4.- Guerra centroamericana contra los filibusteros.

Las guerras civiles de Nicaragua adquirieron una trágica importancia para Centroamérica. En 1854, los liberales leoneses estaban siendo derrotados por los conservadores granadinos, y en un momento de desesperación los liberales contrataron los servicios de mercenarios norteamericanos al mando de William Walker, abriendo las puertas para la intervención militar extranjera.

En poco tiempo, aprovechando la división, los filibusteros de Walker tomaron el control de Nicaragua. El 12 de julio de 1856, Walker se hizo nombrar Presidente de Nicaragua, implantando la esclavitud y despertando el temor de los gobiernos centroamericanos. Inmediatamente, los Presidentes de El Salvador, Guatemala y Honduras firmaron un convenio para "arrojar a los aventureros que pretenden usurpar el poder público de Nicaragua y que oprime aquella república, amenazando la independencia de los demás Estados". Los oligarcas centroamericanos reaccionaron horrorizados, y se vieron obligados a defender sus esposas, bienes y haciendas.

El Estado nacional  de Nicaragua, surgido de la ruptura del pacto federal en 1838, sucumbió después de un largo período de crisis. Sobre las cenizas del viejo Estado, Walker estaba construyendo uno diferente, basado en el esclavismo, creando un nuevo orden social y jurídico, similar al que existía en ese momento en el sur de Estados Unidos.

Después de una corta pero sangrienta guerra por la libertad de Centroamérica, los filibusteros fueron rodeados en la ciudad de Rivas, Nicaragua. Sin embargo, Charles H. Davis, capitán del buque norteamericano “Saint Mary”, atracado en el puerto de San Juan del Sur, intervino para evitar el aniquilamiento de los filibusteros. El 1 de Mayo de 1857 los ejércitos centroamericanos lograron expulsar a las huestes filibusteras de William Walker.

El general guatemalteco José Víctor Zavala, el general salvadoreño Ramón Belloso, el general hondureño Florencio Xatruch y el general costarricense Rafael Mora, miembros del estado mayor del ejército centroamericano, creyendo encontrar un camino rápido para finalizar la guerra, cometieron el gravísimo error de acceder la petición del capitán  Davis, y permitieron que Walker y sus hombres salieran de Nicaragua, bajo la protección de la bandera norteamericana. Con ello perdieron en la mesa de negociaciones lo que habían conquistado en el campo de batalla.

Los filibusteros fueron derrotados militarmente, no por los nicaragüenses, sino por la unidad de los ejércitos centroamericanos. Este no fue un triunfo de los generales, sino de miles de campesinos descalzos e indios flecheros que machete en mano defendían la soberanía nacional de sus países. Es un mito de los historiadores burgueses la llamada “guerra nacional” de Nicaragua, cuando en realidad se produjo una guerra centroamericana contra los filibusteros. Como una medida de autodefensa impuesta por las necesidades de la guerra, sin habérselo propuesto, por un corto periodo, mientras duró la guerra de liberación, las oligarquías dominantes restablecieron en los hechos la unidad de la nación centroamericana.

Sin embargo, después del triunfo militar sobre Walker cada ejército regreso a su respectivo país de origen, las oligarquías consolidaron su poder en cada uno de sus feudos, y se reavivaron los conflictos territoriales. En esa época, no existía una clase obrera revolucionaria que continuara la lucha por el restablecimiento del Estado Federal disuelto en 1838. En Europa, el movimiento obrero apenas se recuperaba de las derrota de la revolución de 1848. No existió el sector social ni el factor subjetivo que permitiera continuar la lucha hacia delante.

Walker intentó nuevamente tomarse Nicaragua en Noviembre de 1857, y un mes después, acosado por la movilización centroamericana que generaba en su contra, se rindió ante el comodoro Paulding, a bordo de un barco de la marina de los Estados Unidos.

El tercer intento de Walker por apoderarse de Centroamérica comenzó en la isla de Roatán, Honduras, en el año 1860. Esta invasión fue frustrada por la decisión de Nowel Salmon, capitán de la fragata inglesa “Ycarus”, quien capturó a Walker y lo entregó a las autoridades Hondureñas. En esa época, los ingleses se disputaban con los norteamericanos la influencia sobre Centroamérica y el Caribe. Ambos imperialismos querían construir el canal interoceánico por el río San Juan, avivando los conflictos entre Nicaragua y Costa Rica por el control del futuro canal.

A diferencia de la magnanimidad de los generales centroamericanos en 1857, las autoridades hondureñas actuaron con una increíble firmeza. Al general José Santos Guardiola (1856-1862), presidente de Honduras, no le tembló la mano, y ordenó el juicio sumario e inmediato fusilamiento de William Walker, en Trujillo, el 12 de Septiembre de 1860.

5.- El imperialismo: los modernos filibusteros.

Pero el filibusterismo no terminó con el fusilamiento y entierro de Walker. Los estados esclavistas del sur fueron vencidos en la guerra civil de Estados Unidos (1861-1865), la esclavitud fue abolida, pero entonces surgió un moderno filibusterismo con el naciente imperialismo yanqui. El mercado mundial y la penetración imperialista impusieron una moderna forma de explotación entre los hombres y las naciones: la esclavitud asalariada y el saqueo de los países atrasados.

Las oligarquías en Centroamérica fueron incapaces de garantizar, incluso, la soberanía de sus diminutos Estados. Las llamadas revoluciones “liberales” del siglo XIX fueron simples procesos de reforma y modernización de los estados burgueses, transformados en semicolonias del imperialismo yanqui. Desde la llamada “independencia” en 1821, las oligarquías, transmutadas posteriormente en burguesías, demostraron su incapacidad para realizar la más elemental tarea democrática: reunificar Centroamérica en solo Estado Federal, garantizar la independencia política y la soberanía nacional.

6.- Fallidos intentos de reunificación de Centroamérica.

Desde la disolución del Estado Federal en 1840, hubo tímidos intentos por reconstituirlo por el ala más radical del liberalismo de la época. El 27 de Julio de 1842 en la villa de Chinandega, Nicaragua, los gobiernos de El Salvador, Honduras y Nicaragua firmaron un pacto conformando un Gobierno Nacional entre los tres países, que fue conocido como Confederación.

A pesar que la Confederación suscribió varios tratados, emitió un estatuto y varios documentos de carácter unionista, las constantes guerras civiles y los cambios de gobierno en estos países, terminaron disolviéndola justo antes de la invasión de los filibusteros en 1854.

El segundo gran intento de reunificación de Centroamérica, la realizó el general Justo Rufino Barrios, presidente de Guatemala, el 28 de Febrero de 1885 al proclamar de manera unilateral y por métodos militares la “Unión de Centroamérica”. Más que un revolucionario intento de reunificación de la nación centroamericana, fue un proyecto de anexión o subordinación de las demás Estados a Guatemala, que siempre conservó los privilegios del periodo colonial. La intentona unionista de Barrios exacerbó el localismo y el espíritu nacionalista, pero terminó rápidamente con su muerte en combate y cuando el 5 de abril de 1885 la Asamblea Legislativa de Guatemala derogó el Decreto del 28 de Febrero.

El tercer gran intento de reunificación de Centroamérica se produjo el 15 de Octubre de 1889, cuando los gobiernos de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica suscribieron el Tratado o Pacto de Unión Provisional de los Estados de Centroamérica que creó la República de Centroamérica, con una dieta o parlamento centroamericano que debía reunirse el 15 de septiembre de cada año, a partir del año 1890, creando un área de libre comercio. Sin embargo, el acuerdo de voluntades nunca llego a materializarse, disolviéndose nuevamente el intento unionista.

El cuarto gran intento de reunificación de Centroamérica se produjo cuando los gobiernos de Honduras, Nicaragua y El Salvador firmaron el tratado de Amapala en 1895, que posibilitó, del 15 de Septiembre de 1898, la promulgación de la Constitución que creó los Estados Unidos de Centroamérica. Apenas se había instalado el gobierno confederado cuando una revolución derrocó al gobierno de El Salvador, y los restantes países se negaron a socorrerlo

El quinto gran intento de reunificación de Centroamérica lo realizó en 1907 el general José Santos Zelaya, presidente de Nicaragua, al derrocar al gobierno de Honduras y librar al mismo tiempo la guerra contra El Salvador, en un vano intento de imponer la reunificación de Centroamérica de la misma manera que lo intentó el general Justo Rufino Barrios. Los intentos expansionistas de Zelaya fueron frenados por los gobiernos de México y Estados Unidos en la Conferencia de Washington de 1907.

En 1907 se produjo un salto de calidad hacia atrás en relación a todos los intentos de reunificación de Centroamérica. Si bien es cierto que Estados Unidos e Inglaterra siempre tuvieron una enorme influencia sobre los gobiernos surgidos de la desmembración del Estado Federal, fue la primera vez en que abiertamente los Estados Unidos impusieron su voluntad a través de la firma del Tratado General de Paz y Amistad de 1907.

También se firmó un Acuerdo adicional que estableció que “ninguno de los gobiernos de las altas partes contratantes no reconocerá a otro que surja en cualquiera de las cinco repúblicas de un golpe de estado, o de una revolución contra un gobierno reconocido (…) II.- Ningún gobierno de América Central podrá, en caso de guerra civil, intervenir en favor ni en contra del gobierno donde la contienda tuviera lugar. III.- se recomienda a los gobiernos de América Central, procurar por los medios que estén a su alcance, en primer término, la reforma constitucional en el sentido de prohibir la reelección del presidente de la república, donde tal prohibición no exista, y en segundo lugar, la adopción de todas las disposiciones necesarias para rodear de completa garantía el principio de alternabilidad en el poder (…) ”

Con estas disposiciones, los Estados Unidos prepararon las condiciones políticas para el derrocamiento militar del gobierno nacionalista burgués del general José Santos Zelaya, lo que fue consumado el 17 de diciembre de 1909. De la conferencia de Washington del año 1907 surgió la propuesta de crear una la Corte Centroamericana de Justicia, que fue finalmente instalada en 1913 en Cartago, Costa Rica.

El sexto gran intento de reunificación de Centroamérica se produjo el 19 de enero de 1921, cuando los gobiernos de Guatemala, Honduras, el Salvador y Costa Rica, celebrando el centenario de la primera independencia de Centroamérica, suscribieron el Pacto de Unión, en San José, Costa Rica. Al final Costa Rica no ratificó el tratado bajo el pretexto que faltaba Nicaragua, que se encontraba bajo la intervención militar norteamericana desde 1912. La nueva Constitución de la República Federal fue aprobada el 1 de Octubre de 1921, pero en enero de 1992 Guatemala se retiró, disolviéndose una vez más el proyecto unionista.

El último gran intento de reunificación de Centroamérica se produjo el 12 de septiembre de 1946, cuando los gobiernos de Guatemala y el Salvador firmaron el Convenio de Santa Ana, que se materializo en el Pacto de Unión Confederada de los Estados Unidos de Centroamérica, firmado el 8 de abril de 1947.

A partir del fracaso de 1947, ya no hubo más intentos de reunificación de Centroamérica a través de la creación de una confederación o federación de Estados, sino la firma de tratados de integración económica, comercial y militar, bajo el auspicio de los Estados Unidos, la potencia vencedora de la segunda guerra mundial. En Octubre de 1951, en plena guerra fría y bajo el apogeo de las dictaduras militares, los gobiernos de Centroamérica crearon la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA), inspirados en la Organización de la Naciones Unidas (ONU) y en la Organización de Estados Americanos (OEA).

En adelante, se firmarían tratados relativos a la creación del Mercado Común Centroamericano, el Sistema de Integración Centro Americana, pero la idea de construir un solo Estado fue desechada para siempre por las burguesías de los países centroamericanos.

Por más de un siglo (1839-1947) todos los intentos de reunificación de Centroamérica bajo un solo Estado, fracasaron estrepitosamente porque los gobiernos que impulsaron esos proyectos unionistas representaban los intereses económicos y comerciales de las fracciones burguesas de sus respectivos países. Al final siempre prevalecieron los negocios, los intereses económicos de determinados grupos que encontraban mayores ventajas en continuar separados por artificiales fronteras nacionales. Estos gobiernos nunca representaron los intereses de los trabajadores y de las masas populares.

Recientemente este proceso de absorción y subordinación de las economías de los países centroamericanos a los Estados Unidos, se consolidó con la firma del DR-CAFTA. Lo mismo ocurre con las negociaciones de un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (UE). Los imperialismos norteamericano y europeo promueven la creación de un área o zona de libre comercio en Centroamérica, para vender sus mercancías, pero nunca han querido que la nación centroamericana se reunifique bajo la forma de un estado federal.

7.- Luchas obreras y antiimperialistas durante el Siglo XX.

En la época colonial, la economía de Centroamérica se caracterizó por la exportación de oro, añil, maderas preciosas y azúcar, hacia las metrópolis. Durante el siglo XIX la producción cafetalera fue el principal rubro de exportación y de estrechamiento de los lazos de Centroamérica con el mercado mundial capitalista. A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, las inversiones imperialistas crearon enclaves: a la par del cultivo del café se generalizó el cultivo del banano, las empresas transnacionales penetraron todas las esferas de la producción, creando nuevos sectores sociales, entre ellos a una cada vez más numerosa clase trabajadora.

7.1.- La lucha contra la ocupación norteamericana en Nicaragua (1912-1934).

Durante el siglo XX se produjeron importantes rebeliones  en los países de Centroamérica contra la dominación imperialista. La lucha contra la ocupación militar norteamericana en Nicaragua comenzó en 1912, siendo su mayor expresión la guerra de guerrillas encabezada por el general Augusto César Sandino (1927-1934).

El periodo 1912-1934 estuvo caracterizado por 22 años de guerra civil casi permanente, con escasos periodos de paz. La presencia de tropas norteamericanas fue interrumpida brevemente por un año entre agosto de 1925, cuando se retiraron los marines, pero el 17 de diciembre de 1926 desembarcaron nuevamente en Puerto Cabezas, para intervenir en la guerra civil de 1926 a favor del gobierno conservador. Mientras las tropas norteamericanas apuntalaban a los gobiernos de la llamada “segunda república conservadora” (1912-1928), al mismo tiempo entrenaban y apertrechaban a la Constabularia compuesta por soldados nicaragüenses en un vano intento por desmantelar y sustituir a los ejércitos partidarios.

Las tropas liberales eran comandadas por el general liberal José María Moncada, quien recibió apoyo militar del gobierno mexicano. La guerra civil de 1926 terminó el 4 de Mayo de 1927 con el famoso pacto del Espino Negro, entre Henry L. Stimson, representante diplomático del gobierno de los Estados Unidos, y el general José María Moncada, jefe de las tropas liberales. Desde el derrocamiento de Zelaya en 1909, la diplomacia norteamericana había vetado políticamente al liberalismo. Al pactar con Moncada, el imperialismo norteamericano estaba reconociendo a un nuevo liberalismo, no Zelayista. Moncada se comprometió a desmovilizar su ejército, que estaba a punto de entrar a Managua y tomar el poder, bajo la promesa norteamericana de realizar elecciones justas en 1928, y de crear una fuerza armada supuestamente apolítica: la Guardia Nacional. Como era de esperarse, los partidos Liberal y Conservador aceptaron el armisticio, menos el general liberal Augusto César Sandino que se trasladó a la zona norte de Nicaragua con apenas 30 hombres para continuar una guerra de guerrillas contra la ocupación norteamericana.

El ascenso del general Moncada a la Presidencia de la República en 1928, por medio de elecciones vigiladas por los marines norteamericanos, coincidió con el crack de la economía mundial que terminó de destrozar las bases económicas del país. Las penurias económicas crearon un profundo malestar social en la zona cafetalera del norte. Los campesinos, desempleados y hambrientos, engrosaron las filas del “ejército loco” del general Sandino.

El “pequeño ejército loco” de Sandino libró una desigual batalla contra el ejercito imperialista más poderoso de la tierra. A diferencia de la guerra civil de 1926, el gobierno mexicano no brindó apoyo militar y material a la guerrilla sandinista. Prácticamente solo, Sandino se abastecía de los pertrechos militares que lograban arrancarles a los soldados norteamericanos muertos.

El ejército norteamericano y la Guardia Nacional controlaba la zona del pacifico, la zona central y gran parte de la costa Caribe. El ejército de Sandino, en cambio, estaba limitado a la zona norte, montañosa, con algunas incursiones en la zona de occidente y en la región del triángulo minero de la costa Caribe. Había en los hechos una dualidad de poderes expresada en ambos ejércitos que peleaban por el control del territorio.

Sandino libró una heroica guerra de guerrillas, pero circunscribió su programa a la salida de las tropas extranjeras. Ese era el gran mérito histórico de su programa, la salida de las tropas extranjeras, pero al mismo tiempo esta consigna encerraba una gran limitación política. Desde el comienzo de la intervención, los Estados Unidos plantearon la necesidad de construir un ejército apolítico, la Guardia Nacional, que fuera el pilar del orden burgués en Nicaragua.

Cuando Juan Bautista Sacasa asumió la presidencia de Nicaragua, en Noviembre de 1932, el imperialismo norteamericano había cumplido gran parte de sus objetivos. En febrero de 1933, la Guardia Nacional contaba con más de 4,000 efectivos, forjados al calor de la lucha contra Sandino. El “pequeño ejército loco” de Sandino contaba con 1800 hombres con escaso armamento. Aún así era una fuerza guerrillera formidable que había logrado sobrevivir a la parte más dura de la guerra.

Como buen liberal Sandino creyó que el presidente Sacasa era un hombre honesto, con el cual podía negociar la paz. Ya los norteamericanos habían anunciado el retiro de las tropas para el 1 de Enero de 1934. En esas condiciones, Sandino accedió a negociar la paz con Sofonías Salvatierra, delegado del presidente Sacasa. Sandino desmovilizo su ejército el 22 de febrero de 1933 en San Rafael del Norte, y se quedó con una fuerza armada de apenas de 100 hombres.

A comienzos de 1934, Sandino declaró que la Guardia Nacional era “inconstitucional” y que debía ser reestructurada. La Constitución de 1911 se refería al “ejercito” y la “marina” y no mencionaba a la “Guardia Nacional”. Fue hasta la Constitución de 1939 que Somoza García legalizó a la Guardia Nacional.

El 21 de febrero de 1934, Sandino fue capturado al salir de una cena en la casa presidencial, conducido a los campos del viejo aeropuerto de Managua y fusilado inmediatamente. Su cadáver fue incinerado y ocultado para siempre. Nunca se hallaron sus restos mortales. La Guardia Nacional masacró a sus seguidores e implantó el terror contrarrevolucionario en las montañas. El aniquilamiento de la guerrilla sandinista en 1934 marcó una fase de restablecimiento de la autoridad del Estado burgués, colocándose la Guardia Nacional como el único cuerpo armado. Se termino la dualidad de poderes a nivel territorial.

Anastasio Somoza García, Jefe Director de la Guardia Nacional, logró atraerse el apoyo de los Partidos Liberal y Conservador, los que aprobaron en el Congreso una amnistía a su favor en agosto de 1934. Fueron muy pocos los que alzaron su voz de protesta. Poco a poco asentó su poder el fundador de la dinastía somocista. Sandino desapareció físicamente pero su ejemplo perdura todavía.

7.2.- La insurrección campesina de 1932 en El Salvador.

El crack de Wall Street en 1928 produjo el desplome de los precios internacionales del café, el principal producto de exportación de El Salvador y de todos los países centroamericanos en esa época.

La crisis económica provocó la quiebra de pequeños y medianos propietarios y el desempleo masivo entre las masas campesinas e indígenas. Muchas haciendas dejaron de pagar a los trabajadores, creando un profundo malestar social.

El histórico despojo de tierras a las comunidades indígenas, la inestabilidad económica y social provocó el 2 de diciembre de 1931 un golpe de Estado contra el gobierno de Arturo Araujo, encabezado por su vicepresidente y ministro de defensa, el general Maximiliano Martínez.

El Partido Comunista Salvadoreño (PCS) fue fundado el 30 de marzo de 1930. En menos de dos años, se extendió vigorosamente. El 3 de enero de 1932 se realizaron elecciones municipales y del 10 al 12 de enero se realizaron las elecciones legislativas. En ambas elecciones participaron los comunistas, quienes denunciaron fraude. El clima de miseria que vivían las masas indígenas y campesinas se mezcló con las denuncias de fraude, provocando la insurrección del 22 de enero de 1932.

Miles de campesinos armados, principalmente de machetes, atacaron poblados, haciendas e instalaciones militares en algunas partes como Juayúa, Nahuizalco, Izalco y Tacuba, pero terminaron siendo masacradas más de 25000 personas por el ejército. Posteriormente, la represión llevo al pelotón de fusilamiento a Farabundo Martí.

7.3.-La huelga bananera de 1934 en Costa Rica.

La gran depresión de los años 30 del Siglo XX golpeó fuertemente la economía de Costa Rica, cuyos principales rubros de exportación eran el café y el banano. La reacción del proletariado de los enclaves bananeros no se hizo esperar.

Los salarios descendieron, los trabajadores no gozaban de servicios médicos, los trabajadores debían comprar los productos básicos en los famosos “comisariatos” de las empresas bananeras. Los pequeños productores de banano eran esquilmados por las transnacionales, cuyas deudas crecieron con la gran depresión.

El congreso de Trabajadores del Atlántico elaboro un pliego de peticiones que se entregó a la Standar Fruit Company. Entre el 4 de agosto y 10 de septiembre de 1934 estalló una poderosa huelga en las plantaciones de bananos de la costa Caribe de Costa Rica.

Los trabajadores organizaron un Comité de Huelga. El triunfo de la Huelga posibilito la construcción de sindicatos aglutinados en la Federación de trabajadores del Atlántico, posteriormente surgió una similar en la costa del Pacifico.

Los trabajadores costarricenses indicaron el camino al resto de sus hermanos centroamericanos sobre los métodos de lucha a utilizar contra la crisis del sistema capitalista, al mismo tiempo que conquistaban derechos democráticos elementales como el derecho de organización sindical.

7.4.- El gobierno nacionalista de Jacobo Arbenz en Guatemala (1951-1954).

El principal punto de referencia histórico de la izquierda guatemalteca es el gobierno de Jacobo Arbenz Guzmán (marzo 1951-junio 1954). El período de Arbenz fue el segundo de los dos gobiernos de la “Primavera Democrática” de Guatemala. Este fue un gobierno nacionalista burgués, democrático, que junto con los gobiernos de Juan Domingo Perón en Argentina y Lázaro Cárdenas en México, pertenece a la primera oleada de gobiernos con un programa nacionalista, antioligárquico y antiimperialista en América Latina.

Cuando el régimen despótico de Jorge Ubico y el gobierno de su sucesor Ponce Vaidés fueron derrocados en 1944, la economía guatemalteca se encontraba estancada y su base la constituían las plantaciones de café destinado a la exportación, pertenecientes a la oligarquía terrateniente. La oligarquía cafetalera se asentaba sobre formas semiserviles de explotación de la mano de obra campesina, predominantemente indígena, y sus artículos de consumo, manufacturados y suntuarios, eran importados casi en su totalidad.

En las ciudades las posibilidades de trabajo eran escasas. La industria y consecuentemente la clase obrera industrial eran casi inexistentes. La principal fuente de trabajo asalariado se centraba en las empresas pertenecientes a la United Fruit Company, como los ferrocarriles, las plantaciones bananeras y la empresa de energía eléctrica, junto con los servicios públicos.

El panorama cambió después de la revolución de octubre de 1944. En ausencia de una burguesía definida con intereses propios, la vanguardia de la revolución democrática fueron elementos de la pequeña burguesía: estudiantes, intelectuales, profesionales, algunos oficiales jóvenes del ejército, etc. que arrastraron tras de sí a las amplias masas de la población ansiosas de un cambio democrático.

Elementos de esta pequeña burguesía, al amparo de las nuevas condiciones de libertad y democracia que trajo la revolución y de las nuevas reglas de la economía (abolición de las formas monopolísticas de producción, abandono de las prácticas conservadoras de Ubico para mantener la estabilidad monetaria, abolición de sistemas semiserviles de tratar a la mano de obra, nuevas políticas salariales y de distribución del ingreso que ampliaron el mercado interno, etc.) empezaron a convertirse en una nueva burguesía comercial e industrial al amparo de las posiciones de poder político que gozaban. En 1948 se instalaron 14 nuevas industrias y se concedieron 23 licencias para explotación minera; en 1949 fueron 36 las nuevas industrias y en 1950, 56, todas surgidas bajo el auspicio de la Ley de Fomento Industrial.

A la par de esta nueva burguesía surgió una nueva clase obrera que pronto aprovechó las libertades y derechos conferidos por el recién estrenado Código del Trabajo (promulgado durante el primer gobierno de la revolución, de Juan José Arévalo, en 1947). Pronto surgieron los primeros sindicatos y las primeras huelgas por reivindicaciones salariales.

Después de la caída de Ubico y antes de octubre del 44 una gran variedad de trabajadores se empezaron a organizar para luchar por mejoras salariales. La organización paulatina de los trabajadores y sectores populares dio como resultado el surgimiento de la Confederación de Trabajadores de Guatemala y su aliada Confederación Nacional Campesina. En 1949 fue fundado el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), de orientación estalinista, entre cuyos miembros estaban los principales dirigentes sindicales.

Durante el período de gobierno de Arévalo se dio una paulatina diferenciación de intereses en el seno de las fuerzas que realizaron la revolución. Como sucede en toda revolución democrática burguesa, la base popular del movimiento revolucionario al inicio sigue a los líderes burgueses o pequeño burgueses, pero en el curso de los acontecimientos fue adquiriendo poco a poco consciencia de sus intereses.

La oligarquía terrateniente fue la primera en oponerse a las primeras medidas de la Junta Revolucionaria de Gobierno y luego a las del gobierno de Arévalo, pues sus intereses fueron gravemente afectados, junto a los de la imperialista UFCO. En alianza con las empresas gringas, la oligarquía y militares reaccionarios urdieron numerosos complots e intentos de golpes de estado contra el régimen arevalista.

Pero la naciente burguesía que crecía al amparo de las transformaciones revolucionarias, pronto empezó a tornarse asustadiza y temerosa ante el auge organizativo del movimiento obrero-campesino.

La polarización se agudizó con la llegada de Arbenz al gobierno. La campaña orquestada por el imperialismo y la oligarquía terrateniente contra Arbenz, basada en el temor al “comunismo", encontró fuerte eco en estos nuevos empresarios, que al final terminaron apoyando la contrarrevolución.

Jacobo Arbenz tomó posesión del gobierno el 15 de marzo de 1951, habiendo ganado con el 63% de los votos emitidos. Su programa de gobierno significó una profundización de la revolución democrática. Su objetivo era modernizar la economía de Guatemala dentro de los marcos del régimen capitalista.

Para romper con el dominio que tenía el capital imperialista sobre la economía del país, Arbenz se propuso crear un puerto nacional en el Atlántico para competir con Puerto Barrios controlado por la UFCO; para competir con el monopolio ferrocarrilero de la International Railways of Central América, propuso la construcción de una carretera al Atlántico; y para eliminar el monopolio de la producción de energía eléctrica de la Electric Bond and Share inició la construcción de la planta hidroeléctrica nacional Jurún Marinalá.

El gobierno de Arbenz se basó en los partidos de la pequeña burguesía radicalizada y de empresarios progresistas. De manera importante, tuvo el apoyo incondicional del PGT y las centrales sindicales dirigidas por éste. Fiel a las concepciones de la revolución por etapas, el PGT consideraba que la revolución guatemalteca debía consistir en la eliminación de las trabas que imponían las relaciones simifeudales del campo y las compañías imperialistas al desarrollo de una economía capitalista moderna. Señalaba que el PGT debía luchar por un gobierno amplio integrado por la clase obrera, los campesinos, el sector patriótico de la burguesía nacional y la pequeña burguesía, y concebía que el proletariado paulatinamente conquistaría la hegemonía en tal gobierno en virtud de su mayor organización y consciencia política.

Esta visión de la toma del poder como un proceso evolutivo fomentó en los obreros y campesinos guatemaltecos la fe en las instituciones de la democracia burguesa, en primer lugar, en el ejército. Es significativo el hecho de que, al ser descubierto por primera vez el complot que fraguaban Castillo Armas e Ydígoras Fuentes en Honduras para formar un ejército contrarrevolucionario a finales de enero de 1954, los principales sindicatos manifestaran su confianza en el “ejército de la revolución”, mismo que se negó a enfrentar al grupo armado contrarrevolucionario cuando invadió Guatemala desde Honduras en junio y derrocó el gobierno de Arbenz.

La polarización iniciada a finales del gobierno de Arévalo se agudizó con las primeras medidas tomadas por el de Arbenz, en especial por la implementación de la reforma agraria en 1952. A pesar de ésta no fue una reforma agraria confiscatoria, sino que se basó en la expropiación con indemnización de tierras no cultivadas, la oligarquía terrateniente y la imperialista UFCO, principales afectadas, extremaron la campaña de desprestigio nacional e internacional contra el gobierno.

Ya desde los acontecimientos de octubre de 1944, se cometieron errores que luego se pagarían, como dejar intactos los cuadros medios del ejército ubiquista, de coroneles para abajo; la clase latifundista terrateniente permaneció con todo su poder social y económico e incluso tuvo participación en la elaboración de la nueva constitución. Además, las compañías imperialistas ligadas todas a la UFCO no fueron tocadas, excepto en las tierras que tenían sin utilizar, que encima fueron indemnizadas por el Estado. Estos errores son comprensibles en los elementos pequeño burgueses que dirigieron al inicio la revolución.

La nueva burguesía, a medida que el proyecto revolucionario se radicalizaba empezó a renegar de su propio proyecto y buscó alianza con los terratenientes y el imperialismo, temerosa de que las fuerzas populares desatadas se volvieran contra el desarrollo capitalista y la dominación burguesa. La situación planteada exigía llevar la revolución a una nueva fase a un nuevo enfrentamiento. Pero el hecho de que el proletariado y el campesinado guatemaltecos fueran jóvenes y sin experiencia, aunado a que sus líderes no fomentaban su independencia como clase, sino más bien promovían la confianza en las instituciones, partidos y líderes burgueses, permitió que el enfrentamiento se diera en condiciones favorables a la contrarrevolución.

La alianza burguesía, terratenientes e imperialismo logró comprar las voluntades de los mandos del ejército. Cuando el ejército contrarrevolucionario de Castillo Armas invadió el territorio nacional, el “ejército de la revolución” no opuso resistencia, salvo escasas excepciones. Las organizaciones campesinas y obreras, educadas en la confianza en el ejército y no en la creación de sus propias milicias armadas, escasamente pudieron enfrentarse a los reaccionarios y en los casos en que lograron hacerlo, magramente armados, fueron masacrados.

El grupo armado de Castillo Armas no era difícil de vencer. La prueba la dieron los valientes cadetes de la Escuela Politécnica que los derrotaron el 2 de agosto. Pero la confusión que reinó en el gobierno al conocerse la traición del ejército, y la desorientación de las organizaciones populares permitieron el desenlace que pudo haber sido evitado.

7.5.- La gran huelga general de 1954 en Honduras.

Honduras fue siempre una economía de enclave. Las transnacionales del banano, United Fruit Company y la Standard Fruit Company, controlaban la economía. Era un Estado dentro el Estado, tenían influencia en el Congreso Nacional, compraban políticos e imponían y destituían presidentes.

Desde 1932 hasta 1954 Honduras había sido gobernada por dictaduras militares, los trabajadores no tenían derechos sindicales, ni políticos. El general Tiburcio Carias Andino desató una feroz persecución contra los sindicatos que comenzaban a formarse.

En 1953 las compañías bananeras para obtener mayores ganancias aumentaron las jornadas de trabajo y rebajaron los salarios, se acentuaba la explotación. Los trabajadores se movilizaron exigiendo aumento de salarios, la promulgación de un código de trabajo, la instauración de la seguridad social, y "elecciones libres".

El paro comenzó con los trabajadores portuarios que se negaron a subir las cargas de banano por un salario menor. Las protestas se extendieron a las celebraciones del 1 de Mayo en las ciudades de Progreso, la Lima, Atlántida, Tela y Puerto Cortez. La conquista organizativa más importante fue el Comité Central de Huelga (CCH) como organismo centralizador de la huelga general que involucró a diferentes sectores de trabajadores.

La huelga se extendió a San Pedro Sula y Tegucigalpa, se paralizaron oficinas, fábricas, aserraderos, ingenios de azúcar y minas. Fue un verdadero levantamiento popular, que paralizo todo el país.

El 9 de julio, finalizó la huelga con la firma de acuerdos. La clase obrera había entrado en la escena política, conquistando espacios y haciéndose respetar. Los militares debieron dar un giro reformista para aplacar las aspiraciones revolucionarias. En 1959, el gobierno de Villeda Morales aprobó el Código del Trabajo, las mujeres conquistaron el derecho al voto, se obtuvo la autonomía para la Universidad Nacional. En pocas palabras, las conquistas sociales y democráticas en Honduras no fueron producto de la dádiva de los gobiernos burgueses, sino que fueron obtenidas mediante la movilización revolucionaria de los trabajadores.

La otrora vigorosa clase obrera de las bananeras ya no existe, ha sido reducida a su mínima expresión. Actualmente la clase trabajadora de Honduras se concentra en las maquilas y en el poderoso sector de empleados públicos.

7.6.- La clase trabajadora debe dirigir a la nación oprimida.

Las primeras décadas del siglo XX, marcadas por el crack de 1928 y la gran depresión, así como por la lucha contra el fascismo en el mundo, registraron la existencia de un nuevo sujeto social: la clase trabajadora. Fueron los trabajadores, con sus huelgas salvajes, quienes lograron imponer nuevas conquistas sociales. Los historiadores burgueses mienten cuando afirman que fueron los gobiernos liberales, quienes otorgaron concesiones a las masas trabajadores.

Todas las conquistas democráticas, derecho de organización sindical, legislaciones laborales, posterior implantación de la seguridad social, etc, no fueron una dadiva de los gobiernos de turno, sino que fueron arrancados a golpe de machete y martillo por los trabajadores del campo y la ciudad.

Durante los años treinta del siglo XX, las luchas antiimperialistas del general Sandino y de Farabundo Martí tuvieron al campesinado como protagonista principal. Ambas fueron derrotadas, en periodos diferentes, no solo porque enfrentaron una situación mundial contrarrevolucionaria, sino también porque ambos dirigentes se negaron a unificar sus luchas en un solo frente común contra la dominación imperialista. El resultado, fue la derrota por separado.

Farabundo Martí le planteó al General Sandino la necesidad de dotar a la lucha antiimperialista de un programa socialista. Sin embargo, el General Sandino se opuso vigorosamente. En una entrevista con el periodista vasco Ramón de Baleusteguigoitia, en Febrero de 1933, reconoció que “en distintas ocasiones se ha tratado de torcer este movimiento de defensa nacional, convirtiéndolo en una lucha de carácter más bien social. Yo me he opuesto con todas mis fuerzas. Este movimiento es nacional y antiimperialista. Mantenemos la bandera de libertad para Nicaragua y para todo Hispanoamérica. Por lo demás, en el terreno social, este movimiento es popular y preconizamos un sentido de avance en las aspiraciones sociales. Aquí han tratado de vernos, para influenciarnos, representantes de la Federación Internacional del Trabajo, de la Liga Antiimperialista, de los Cuáqueros... Siempre hemos opuesto nuestro criterio decisivo de que ésta era esencialmente una lucha nacional. Martí, (Farabundo) el propagandista del comunismo, vio que no podía vencer en su programa y se retiró ”.

Detrás de esta discusión programática entre Farabundo Martí y el General Sandino estaba la discusión del papel dirigente de la clase trabajadora en la lucha por la liberación nacional. La clase obrera nicaragüense, aunque simpatizaba con la lucha antiimperialista de Sandino, no logró encabezar a la nación ocupada contra el ejército invasor, lo que a la larga se tradujo en la derrota de la guerrilla sandinista en 1934.

El desarrollo de las organizaciones de la clase trabajadora centroamericana fue desigual. La gran huelga bananera de 1934 en Costa Rica, las movilizaciones revolucionarias en Guatemala desatadas tras el derrocamiento del dictador Jorge Ubico, en Octubre de 1944, y la huelga bananera de Honduras en 1954, colocaron en menos de dos décadas, por primera vez, a la clase obrera organizada como dirigentes de la lucha antiimperialista y, por ende, de la revolución socialista.

Las derrotas o retrocesos de estas movilizaciones consolidaron un largo periodo de dictaduras militares en toda Centroamérica, con la excepción de Costa Rica que, a partir de la revolución de 1948, logró implantar una democracia burguesa relativamente estable, la excepción de la regla del conjunto de Centroamérica.

8.- Experiencias en la lucha por la liberación de Centroamérica.

En 1918 en Guatemala se fundó el Partido Unionista, el cual desempeño un rol importante en derrocamiento de la tiranía de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920). En 1919 se fundó la Liga Obrera en Guatemala, afiliándose al Partido Unionista. Posteriormente en 1920, la Liga Obrera de Guatemala se separa del Partido Unionista.

Más adelante, surgió el Partido Unificación Obrera Socialista el cual tomó la iniciativa de unificar a todos los núcleos comunistas de América Central en una sola agrupación regional, que fue reconocida por la III Internacional Comunista. No queda claro si este partido es el antecedente del Partido Comunista de Guatemala (PCG) que fue fundado en 1923.

8.1- El Partido Socialista Centroamericano.

El 1 de Mayo de 1925 fue fundado en Guatemala el Partido Socialista Centroamericano, por un grupo de revolucionarios e intelectuales centroamericanos, entre los que destacaban los salvadoreños Agustín Farabundo Martí, Moisés Castro y Morales y Miguel Ángel Vásquez. Este partido fue disuelto por la represión en el año 1927.

Existe un amplio debate entre los historiadores sobre la existencia de estos primeros grupos marxistas centroamericanos. Independientemente de cualquier posible error en las siglas o fechas, queremos rescatar el hecho trascendental de la creación del primer Partido Socialista Centroamericano, compuesto por marxistas guatemaltecos y salvadoreños, no participaron en esta primera experiencia centroamericanista delegaciones de Honduras, Nicaragua y Costa Rica.

8.2.- La Legión del Caribe.

Aunque la Legión del Caribe no pertenece a las tradiciones del movimiento obrero, es importante rescatar las tradiciones de lucha democrática que, en determinado momento, se enfrentó a la política de Estados Unidos de apoyo incondicional a las dictaduras militares.

En el segunda mitad de la década de los años 40, sectores burgueses, encabezados por Rómulo Betancourt, Víctor Raúl Haya de la Torre, Juan Bosch y José Figueres, crearon la llamada Legión del Caribe, una organización secreta conformada por exilados políticos de diferentes nacionalidades, quienes fueron apoyados por el gobierno guatemalteco de Juan José Arévalo, cuya finalidad era el derrocamiento de las dictaduras militares en Centroamérica y el Caribe y apoyar solidariamente a quienes las combatían.

La Legión del Caribe organizó varios movimientos revolucionarios, entre las que podemos mencionar la expedición militar desde Cuba para invadir la República Dominicana y derrocar a Trujillo en 1947. En 1949, se organizó desde Guatemala, una nueva intentona para derrocar la dictadura de Trujillo, que también fracasó.

La única revolución triunfante, promovida por miembros de la Legión del Caribe, ocurrió en 1948 en Costa Rica, cuando José Figueres utilizando la bandera democrática de lucha contra el fraude electoral cometido contra Otilio Ulate, terminó derrocando al gobierno de Teodoro Picado, que gozaba del apoyo político de Calderón Guardia y del Partido Vanguardia Popular (PVP)

Desde Costa Rica, José Figueres y la Legión del Caribe organizaron un movimiento armado contra la dictadura de Anastasio Somoza García, quien devolvió el golpe organizando un movimiento contrarrevolucionario para derrocar a Figueres. Somoza García logró el objetivo de neutralizar a la Legión del Caribe y de obligar al gobierno de Costa Rica a suscribir un Convenio de Amistad bajo el auspicio y la garantía de la recién creada Organización de Estados Americanos (OEA)

El fracaso de la Legión del Caribe, al no poder derrocar a las dictaduras militares en el periodo de la guerra fría, es en primera y última instancia el fracaso de su dirección burguesa, que resultó incapaz de pelear de manera consecuente, con métodos revolucionarios, la democracia que decía representar y defender.

En 1959, posteriormente al triunfo de la revolución cubana, el dictador dominicano, Rafael Leonidas Trujillo, creó una Legión Anticomunista del Caribe, de naturaleza abiertamente contrarrevolucionaria y con objetivos opuestos a la entonces disuelta Legión del Caribe.

8.3.- El Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).

Después del triunfo de la revolución cubana, los revolucionarios de Centroamérica intentaron copiar mecánicamente la experiencia guerrillera de Fidel Castro y del Movimiento 26 de Julio. En muchos casos los partidos comunistas sufrieron escisiones encabezadas por sectores juveniles que rechazaban el reformismo y el acomodamiento a los represivos regímenes militares.

En la década de los años sesenta se desarrollaron importantes movimientos guerrilleros en Centroamérica, sobresaliendo la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en Guatemala. Durante 30 años (1960-1990), debido al reformismo de los partidos stalinistas, las diferentes organizaciones guerrilleras lograron una implantación real entre los revolucionarios y entre las masas.

En este periodo de auge de la guerrilla en Centroamérica, muy pocas organizaciones levantaron la bandera de la unidad centroamericana. Entre estas organizaciones, podemos mencionar al Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) una escisión de la organización guerrillera salvadoreña denominada Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El PRTC fue constituido formalmente el 25 de Enero de 1976, adoptando una estructura regional, con militantes de varios países centroamericanos. En su primero congreso, el PRTC planteó de manera general la necesidad de construir un partido revolucionario que dirigiera la lucha militar por la liberación nacional.

A nivel del programa, el PRTC tenía un programa mínimo de las transformaciones y su lucha por el Socialismo y el programa máximo de las grandes transformaciones. Dividía las tareas en inmediatas e históricas, cuando en realidad las tareas inmediatas eran y siguen siendo la gran tarea histórica de realizar la revolución socialista.

No obstante, a pesar del paso enormemente progresivo del PRTC, de construir una organización centroamericana de lucha revolucionaria, argumentando la necesidad de vencer la estructura engorrosa adoptadas en el I Congreso, así como potenciar el auge de la guerrilla en El Salvador, el II Congreso del PRTC, realizado en la ciudad de Tegucigalpa en abril de 1979, resolvió adoptar la llamada “independencia táctica”, disolviendo en los hechos la concepción del partido centroamericano. Posteriormente, en una reunión del Comité Central del PRTC, realizada en Managua en 1980, se disolvió la estructura de dirección regional, incorporándose a en Diciembre al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) que había sido fundado el 10 de octubre de ese mismo año.

8.4.- Los partidos stalinistas.

Es importante recalcar que los primeros grupos marxistas de Guatemala y El Salvador reivindicaron la necesidad de reunificar Centroamérica, dotándose de una estructura organizativa centroamericana. En la década de los años 30 del siglo pasado, estos primeros grupos comunistas centroamericanistas fueron sustituidos por los partidos stalinistas, ligados a la III Internacional Comunista, ya dominada por Stalin y la teoría reformista de la revolución por etapas.

El Partido Comunista de El Salvador se fundó el 30 de marzo de 1930. El Partido Vanguardia Popular (PVP) de Costa Rica fue fundado el 16 de Junio de 1931. El Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) fue fundado en 1949, cuyo antecedente inmediato fue el Partido Comunista Guatemalteco (PGT). El Partido Socialista Nicaragüense (PSN) fue fundado en 1944. El Partido Comunista de Honduras (PCH) fue fundado el 10 de Octubre de 1954, aunque tiene su antecedente en el Partido Revolucionario Democrático Hondureño.

La teoría stalinista de la revolución por etapas planteaba que en los países atrasados, las tareas de la revolución democrática y de la liberación nacional debían ser realizadas por la burguesía, y la clase obrera debía supeditarse a la misma. Entonces la burguesía “nacional” desarrollaría las fuerzas productivas y con ello crearía las bases de la revolución socialista. De esta manera, el stalinismo condujo a muchas derrotas en todo el mundo, y Centroamérica no fue la excepción.

La burguesía nacional “progresista” no existe en esta época de decadencia del imperialismo. La experiencia ha demostrado que es socia menor y subordinada del imperialismo. La época en que la burguesía jugó un rol progresivo termino hace mucho tiempo, y eso quedó plenamente demostrado en diferentes ocasiones en Centroamérica.

Los partidos stalinistas se encargaron de disolver la consigna de reunificación de Centroamérica, y preconizaron la lucha pacífica contra las dictaduras militares lo que en muchos casos se convirtió en complicidad. Como un fenómeno contrario, a partir del triunfo de la revolución cubana en 1959, miles de jóvenes radicalizados engrosaron las filas de las organizaciones guerrilleras que casi siempre surgieron como escisiones revolucionarias de los partidos stalinistas.

El auge de la guerrilla en Centroamérica tiene su origen no solo por la brutal represión de las dictaduras militares sino también por el rechazo al reformismo y claudicación de los partidos stalinistas. En la década de los años 70 y 80, presionados por las circunstancias, algunos de estos partidos o fracciones de los partidos stalinistas, en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, se sumaron a la lucha armada con el objetivo de incidir en el rumbo de las organizaciones guerrilleras.

El auge de las organizaciones guerrilleras significó el predominio o peso social de la clase media urbana, por encima del peso social de clase trabajadora, en los procesos revolucionarios que se gestaban. La mayoría de los cuadros dirigentes de la guerrilla provenían de la clase media, quienes impusieron sus concepciones y métodos de lucha.

9.- Auge y derrota de la revolución centroamericana (1979-1990)

Las luchas más importantes contra la dominación imperialista en Centroamérica se libraron al final de los años 70 y durante la década de los años ochenta del siglo pasado. El triunfo de la revolución nicaragüense (1979-1990) abrió una situación revolucionaria en toda Centroamérica, y estimuló la lucha de los trabajadores en El Salvador y Guatemala. Nicaragua conquistó la independencia política, pero la dirigencia sandinista se negó a extender la revolución en el área, y finalmente, después de una prolongada guerra civil, la revolución fue derrotada por la estrategia diseñada por la administración Reagan, que combinó la “guerra de baja intensidad” con la negociación mañosa de Esquipulas II.

El gobierno sandinista nunca promovió una coordinación política y militar de las guerrillas del área, con el objetivo de repetir la experiencia del triunfo revolucionario de Nicaragua en los otros países. El resultado final fue trágico, cada quien tuvo que pelear por separado contra un enemigo que trabaja coordinadamente con los gobiernos cipayos.

Después de la derrota electoral de 1990, el FSLN se convirtió en el partido de la burguesía sandinista. En el Salvador, el FMLN entregó las armas en 1992 y desde entonces ha acelerado su reformismo electoral, integrándose cada vez más a las instituciones del Estado burgués. En Guatemala, la URNG sufrió la escisión de la mayoría de ex militantes de las Fuerzas Armadas Rebeldes (que conformaron la Alianza Nueva Nación) y el abandono paulatino de sus filas por parte de elementos del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), de militantes de diversas procedencias y de miembros de la Juventud del partido, luego de ser sometidos a diferentes procesos de marginación. La URNG (y también la ANN) giró hacia la derecha y al reformismo electoral.

Las banderas del antiimperialismo han sido tiradas al lodo, sustituidas por las rosadas banderas de la socialdemocracia y del reformismo electoral. La principal tarea de los socialistas centroamericanos es retomar las banderas del antiimperialismo, porque no han desaparecido la explotación y el saqueo de nuestros países. Al contrario, en el último periodo esta explotación se ha intensificado con el CAFTA y demás tratados de libre comercio.

Con la derrota de la revolución en Nicaragua y El Salvador, los modernos filibusteros aprovecharon la coyuntura para imponer la ofensiva neoliberal. Centroamérica está siendo remolcada, absorbida, integrada en una gran zona de libre comercio, por las imperiosas necesidades económicas del imperialismo yanqui y europeo. En este proceso, los estados nacionales se diluyen, pero no adquieren una forma de organización superior. La nacionalidad centroamericana languidece.

La tarea sigue siendo esencialmente la misma: realizar la gran tarea democrática de reunificar la nación centroamericana en un solo Estado Federal, y garantizar al mismo tiempo la liberación nacional y la independencia política. Esta tarea no la pudieron realizar las oligarquías del siglo XIX ni las burguesías en el siglo XX. Corresponde a la clase obrera centroamericana, realizar estas tareas democráticas e iniciar la revolución socialista. Los plazos y los ritmos son impredecibles, pero esa es la perspectiva. La futura revolución centroamericana estará indisolublemente ligada a la rebelión continental contra el imperialismo norteamericano, y la propia revolución que inevitablemente estallará en los Estados Unidos, ya que un sector importante de nuestra clase obrera centroamericana forma parte de la clase obrera norteamericana.

10.- Asimilar las derrotas, preparar nuevas victorias.

La actual crisis del sistema capitalista e imperialista mundial representa grandes desafíos para los revolucionarios centroamericanos. Los países del área centroamericana ya no son gobernados por sangrientas dictaduras militares, sino por partidos que se autodefinen de “izquierda” (con la excepción de Costa Rica) pero que en el fondo aplican planes económicos neoliberales con ciertas dosis de asistencialismo social.

Por el momento predominan grandes ilusiones entre las masas populares, de que estos gobiernos pueden enfrentar la crisis y hasta mejorar la situación. Sin embargo, la crisis económica no dará espacio a la consolidación de gobiernos reformistas. En el corto y mediano plazo los trabajadores, los campesinos e indígenas, así como los jóvenes sin futuro, tendrán que enfrentarse a estos gobiernos.

Las derrotas sufridas confirman que hace falta una nueva dirección revolucionaria, antiimperialista y socialista, que guie a los trabajadores hacia nuevas victorias. Los socialistas centroamericanos llamamos a los partidos y grupos de izquierda, a cerrar filas y construir entre todos el gran Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), como un instrumento de lucha común, amplio, de carácter democrático, donde podamos debatir los principios, el programa, las estrategias y las tácticas políticas, que nos permitan combatir la crisis del capitalismo en la perspectiva de reunificar Centroamérica bajo un Estado Federal Socialista.

Secretariado Ejecutivo Centroamericano

PARTIDO SOCIALISTA CENTROAMERICANO (PSOCA)

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Centroamérica, 4 de abril del año 2009.

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