Por Max Arturo Herrador Maravilla

La importancia de las elecciones del 28 de febrero de de 2021 en El Salvador son particulares, en primer orden debemos sopesar: El evento que estamos cruzando, la pandemia del COVID 19, acontecimiento que suele surgir cada siglo, o en periodos específicos que marcan la historia humana; y en segundo lugar, el terremoto político que sacude el “establishment” cuscatleco: La asunción de la figura de Nayib Bukele tocando las fibras sensibles de la opinión pública o sentir ciudadano.

“Devuelvan lo robado”, quizá fue la frase más icónica de las citadas durante el meteórico ascenso del actual presidente, su candidatura prometió el fin del bipartidismo y el rompimiento de las malas costumbres de la política salvadoreña; la coima, los sobresueldos, el nepotismo, los viáticos, la mentira, la impunidad, la confrontación y el amoral manejo de la información pública.

Por lo tanto, la pregunta que queda en el tapete es: ¿qué tanto ha cumplido de sus frases esperanzadoras el presidente?

Las diferentes mediciones y sondeos de opinión califican a Nayib Bukele con buenos números, mientras la oposición no resiste el temple, y todo indica que muchos políticos tradicionales terminarán yéndose por la puerta de atrás.

Sin embargo, algo es real, las elecciones son legislativas y municipales, no presidenciales. Pudiesen ser transcendentales para Bukele si los dos partidos hermanos que comparten el poder ejecutivo (Nuevas Ideas y GANA) llegasen a ganar la mayoría simple en el parlamento, es decir, más de 43 de los 84 curules.

Entonces, henos aquí tratando de diferenciar quién es quién, el bueno o el malo, el bonito o la cara de simio, el bochinchero o la mosquita muerta, el mismo bolo de siempre o la cipota ajambada que le grita sus medias verdades en tono ofensivo a mengano y a zutano.

A pesar de que el discurso de confrontación florece junto con el antagonismo irreconciliable entre los sectores, agregando que nuestros espacios en las redes sociales se ven cada vez más contaminados con expresiones de odio; no obstante lo rescatable, lo bueno, de estas elecciones es que muchos ciudadanos acostumbrados a la vida civil intentan entrar a la política por primera vez, corriendo en alguna de las 840 candidaturas legislativas que hay en curso; o los más de 2 mil aspirantes a alcaldes, junto con un sinnúmero de pretendientes a concejales municipales producto de los 10 partidos que se someten al escrutinio electoral de los 262 municipios de país.

La esperanza que la ciudadanía tiene es que los resultados electorales alteren el tablero del poder jurídico y los contralores, llámese Corte Suprema de Justicia, Corte de Cuentas, Fiscalía, Procuraduría, entre otros.  Además de eso, estos comicios son importantes porque estarán en juego los números reales de quienes quieren reformar la constitución y quiénes no.

Teniendo en cuenta lo anterior vuelvo a decir: Henos aquí… desconfiando de todo el ambiente y de todas las luminarias políticas también. ¿Y por qué no? Quien nos garantiza que las golondrinas hacen el verano.

Hemos sido engañados un sinfín de veces, 10 años del FMLN, 20 de ARENA, 50 de las dictaduras militares y otros 120 años adicionales entre liberales y conservadores; en otras palabras 200 años de la misma mica con diferente cola. 

Llevándonos así a la ineludible cuestión ¿Por qué deberíamos fiarnos de Bukele? ¿En quién confiaremos más adelante si el cohete sale soplado? ¿Por quién deberíamos de votar?; bueno, esas son otras 500 palabras, o como dice mi tío Juan: “Esos son otros 5 pesos”.

¿Por quién votar?

En el análisis anterior dejamos planteada la interrogante ¿en qué figura política debemos votar? ¿Qué partido merece nuestra confianza y cuál no?

Después de hacer un análisis del discurso político de la oposición, del presidente y demás voceros del órgano ejecutivo, de los medios de comunicación (los alineados y los “incómodos”), haciendo a su vez un contraste con la realidad económica que vivimos y por su puesto revisando nuestra historia, llego a la conclusión, se les comparto: Los salvadoreños no debemos confiar en nadie, en ningún político.

Con lo anterior no estoy desalentando el voto, lejos de eso, en este breve análisis recomiendo que toda la gente lo haga, incluso, a los iconoclastas que nunca lo hacemos.

Hablemos primero de la oposición, parece que esas figuras tradicionales que todos conocemos, los vividores de nuestros impuestos tienen los días contados, y dentro de su desesperación se dedican a hacer más de lo mismo, criticar sin desdén mientras nos dan “cero” propuestas y mucha insalubridad mental.

Además, agregan a su estrategia un acompañamiento en sus partidos de nuevos rostros para alentar el voto a sus desgastados y chocarreros institutos políticos, por medio de figuras frescas pero que al final estos votos solo sirven para acumular cocientes y residuos en la aritmética legislativa, con el fin de colarse y ser electos otro periodo más.

En cuanto a los dos partidos de gobierno Nuevas Ideas y GANA notamos una amalgama de caras que en diferentes oleadas salieron descontentos de los dos partidos ARENA y FMLN, estos a la larga no generan confianza a la población, aun cuando se laven el rostro, se rompan las vestiduras y se reinventen en las redes sociales, sin duda a algunos incautos logran engañar pero a la mayoría no.

Por otro lado, los grandes medios de comunicación siguen jugando a ser los oprobios perfectos, y como siempre intentan manejar la agenda o pauta periodística haciendo de la información y el acontecimiento su patrimonio; no obstante, las redes sociales y los nuevos medios multidireccionales les hacen difícil su torcida tarea.

Entonces siendo así el panorama vuelvo a evocar la expresión: “Henos aquí”, preguntándonos los ciudadanos de a pie, los de la llanura… ¿qué hacemos? ¿En quién confiamos?

Lo más fácil es no ir a votar y demostrar el repudio ciudadano a la clase política como el segmento de población más nutrido figurado en la gráfica de pastel que todos los medios ocultan. Por desgracia ese es un lujo que no podemos darnos en estas elecciones, en la siguiente legislatura se definirán los poderes judiciales y los contralores, además estará en el tapete la reforma constitucional.

Sin embargo, estando entre la espada y la pared los ciudadanos tenemos un chance. Si sabemos que los mismos políticos (renovados o no) nos han tenido siempre bien jodidos, sencillo… no votemos por ellos, es más, humildemente no recomiendo votar por ningún partido, aconsejo a quien continúe leyendo estas irredentas letras votar solo por un rostro, para no diluir o fraccionar el voto, de esa manera podremos reconocer si se capitalizó nuestro sufragio en sus futuras decisiones, si llegase éste al curul por su puesto.

Finalmente, en cuanto a los medios de comunicación deben de entender que mientras sigan prestando sus espacios a la misma clase política solo por captar audiencia y persuadir en forma sutil, a la larga seguirán cosechando el repudio que muchos les tienen y que es cada vez mayor. Nunca entendieron que su verdadero negocio es decir la verdad, ser profesionales y transparentes, y no la manipulación.

Por eso también recomiendo al ciudadano que cuando vean en medios a las mismas figuras de siempre, cambien de canal o hagan “clic” a otra cosa más productiva que seguir gastando neuronas en una desgastada forma de hacer política.

Los nuevos rostros

He leído todos los comentarios en redes sociales que me escribieron sobre los dos análisis pre electorales anteriores, unos a favor y otros en contra, unos felicitándome y más de algún improperio. A todos por igual les agradezco por tomarse el tiempo.

Cuando hablaba de no votar por ningún partido no significa alentar el voto por los candidatos no partidarios, o peor aún, recomendar el no voto (como lo hizo hace tres años cierto personaje). No es a ninguna de las dos opciones a las que me refiero.

En realidad. un periodista no debe de ponerse a favor o en contra de candidatos o funcionarios, lo que se hace es exponerlos y que la gente tome su propia decisión o simpatía, por lo tanto, humildemente lo que haré a continuación es abrir otro panorama y compartirlo.

Pensando en voz alta: “…a diferencia de las elecciones anteriores nunca había visto tantos ciudadanos interesados en participar en las diferentes candidaturas, llámese diputados, alcaldes y concejales. La mayoría corren a través de los diferentes partidos y algunos pocos logran hacerlo como no partidarios, eso sí, no son nada famosos, son en realidad desconocidos de la vida política del país, no tienen experiencia, son incautos, a muchos los mueve cierto romanticismo ideológico, casi siempre no tienen experiencia con la prensa, podría decirse que padecen de pánico escénico, y para colmo, están confinados en las casillas de abajo en la papeleta electoral, en otras palabras son el relleno que utilizan la oprobias cúpulas partidarias”.

Sin embargo, estos nuevos rostros (los desconocidos) son quizá nuestra única esperanza ante una clase de políticos que ya cumplieron su ciclo social, por no decir caducos.

No obstante, al sostener esta idea con una vecina, ella me advertía mientras levantaba los excrementos de su perro con una bolsa plástica, “…más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer”, yo por mi parte encogía los hombros al no querer meter las manos al fuego por nadie, después de todo no deja tener razón.

Es cierto que los ciudadanos tenemos el soberano derecho de elegir de forma libre a cualquier candidato y votar, pero de igual manera tenemos la obligación tácita (la responsabilidad implícita) de ser acuciosos y desconfiados de a quién seleccionamos para un curul o silla edilicia.

En lo personal ya tomé la decisión de ir a votar, aunque no sé por quién lo haré; para mis opciones legislativas buscaré entre las casillas de abajo y elegiré solo una foto para no diluir o fraccionar mi voto, calculando que mi sufragio no sirva indirectamente en la aritmética legislativa, entre cocientes y residuos, para que algún impresentable como Rodolfo Parker o Francisco Merino llegue de nuevo a obtener un curul.

En cuanto a la elección que debo de hacer para la alcaldía, estoy igual, como capitalino no confió en ninguna figura, pero sí en algunas caras que he visto para concejales, necesitamos urgente una papeleta con rostros para elegir a nuestros gobiernos municipales, aun no la tenemos, creo que anularé… no estoy seguro.

En conclusión, hay mucha sangre joven y noble en estas elecciones en todos los partidos y los no partidarios también, lo que debemos hacer es usar las redes sociales para conocerlos más e intentar comunicarse con estos líderes o lideresas de bajo perfil, y expresarles nuestras inquietudes esperando una respuesta y luego evaluarla.

Debemos además prestar atención en los medios de comunicación alternativos, esos donde no repliquen el guion del establishment político cuscatleco, o bien, las mismas cantaletas de los ejércitos de troles y tontos útiles que contaminan nuestros espacios con discursillos chocarreros de poca monta.

Para terminar, aclaro que no aliento a nadie a hacerme caso, no es mi pretensión influenciar a alguien, lo único que hago es pensar en voz alta y tener una mediana habilidad sintáctica, y ya…

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