BEAR  STEARNS  Y  LAS FARC:

ECONOMÍA POLÍTICA DE LA GLOBAFASCISTIZACIÓN (Primera parte).

Por Sergio Barrios Escalante

Sociólogo e investigador Social, Consultor independiente. Editor de la Revista de Análisis de Fondo “RAF-Tulum

Revista Tulum No 32, Marzo 2008

http://tulum.weblog.net

 

 

En última instancia, son los factores económicos los que determinan los procesos históricos…” Federico Engels.

Introducción:

Por un lado, las autoridades supremas de los EEUU ordenan un rescate bancario de 30 mil millones de dólares (algo que no sucedía en ese país desde el año 1930) para la firma en quiebra Bear Stearn; por otro lado (y con poco tiempo de diferencia), ordenan la masacre de “Sucumbíos”, en la frontera colombo-ecuatoriana. Ambos hechos, aparentemente inconexos, están íntimamente relacionados y tienen un mismo propósito y objetivo estratégico: lograr la reactivación económica de los Estados Unidos.

 

A lo largo de este ensayo (dividido en 2 partes), desarrollo las argumentaciones para ilustrar lo dicho líneas arriba. Las notas hemerográficas y la bibliografía utilizada ha sido integrada en el cuerpo del texto.

En un punto avanzado de la “franja transicional”

Este artículo está compuesto de dos partes.  En la primera de ellas  se analizan los aspectos sobresalientes de las dos crisis impactantes que nos sacudieron durante el mes de marzo del 2008 (una de carácter mundial y la otra regional), y en la segunda parte, se ensaya la formulación y presentación general de los escenarios previsibles que se derivarán de ambos acontecimientos, en particular, las repercusiones que habrán de tener para  la región latinoamericana.

“Franja transicional” es un término acuñado por Wallernstein para describir el lapso de tiempo en el que normalmente transcurre el gradual fenecimiento de un sistema histórico y el surgimiento de uno nuevo (lo ha denominado también “zona de crisis o “transición sistémica”).

Por ejemplo, en el caso del imperio-mundo romano (también han habido otros como el Ruso, el Otomano, el Mogol y el Chino), este autor considera que su colapso se desenvolvió a través de un período sostenido de crisis que pudo haber durado alrededor de 150 años (Wallernstein: 1992).

Mucho antes de Wallernstein, durante la “Gran Depresión” y el período entre las dos grandes guerras mundiales, Kondratieff y Schumpeter, dos notables economistas del siglo XX, se dedicaron igualmente a estudiar este problema de las crisis económicas (tanto las cíclicas o coyunturales como las estructurales), particularmente, las inherentes al sistema capitalista en su fase avanzada de maduración.

Ambos teóricos y analistas llegaron a similares conclusiones, resaltando el carácter cíclico y recurrente de estos “momentos” especiales de crisis.

En el caso de Schumpeter, aun con toda su rigurosa formación científica como economista, matemático y estadístico, no tuvo mayores problemas en formular de una manera bastante sencilla su principal conclusión respecto al destino final del capitalismo como sistema mundial (ded hecho desarrolló una teoría sobre la desintegración socio-política del sistema capitalista en su famosa obra “Socialism, Capitalism and Democracy”), declarando que este sistema como tantos otros previamente existentes en la historia de la humanidad, tarde o temprano tenderá a desaparecer, pues en su curso evolutivo destruye las mismas bases sobre las que se asienta…(“Schumpeter, Científico Social”; Saymour Harris, Harvard University Press, Mass. USA, 1951.

Respecto a sus principales conclusiones en relación al destino inevitable del capitalismo como sistema mundial, ninguno de los dos economistas citados puede ser acusado de sesgo ideológico; Kondratieff mismo en tiempos de Stalin tomó distancia del régimen y de hecho murió fusilado por éste como uno más de sus disidentes. En el caso de Schumpeter (un liberal-republicano de pura cepa), siempre mantuvo una especie de “distancia aristocrática” hacia las ideas socialistas, lo cual no le impidió reconocer públicamente el valor y rigor científico del marxismo clásico, acerca del cual sentía un notorio respeto.

Es importante señalar todo lo anterior para situar en su correcto contexto histórico los dos  acontecimientos sobresalientes de marzo del 2008 aquí resaltados, entre otras cosas, por el hecho mismo de que hoy en día la abundante información no conduce precisamente a un mayor y mejor conocimiento de la realidad, en gran parte, por la forma fragmentada y descontextualizada en que ésta nos llega, siempre a borbotones y sin mostrar aparentes nexos causales y relacionales.

Particularmente, en lo relativo al terremoto financiero del lunes 16 de marzo, dicho acontecimiento impone de inmediato la siguiente pregunta: ¿en qué momento concreto de la “franja transicional” nos encontramos ahorita?

1968 - 2008: una “zona de crisis” de 40 años

Si bien es cierto que para el sistema-mundo capitalista toda la primera mitad del siglo XX transcurrió entre sobresaltos y ciclos recurrentes de crisis (seguido de un “boom” y alegre expansión económica entre 1945 y 1967), también es real el hecho de que el año 1968 marca el inicio de un período especial de turbulencias macro-económicas que dieron apertura a una larga “franja de transición” que lejos de terminar parece que se profundiza y extiende cada día más sin dar muestras de amainar.

Son 40 años de crisis marcados por la alternancia de ciclos de expansión y contracción económica cada vez mas frecuentes, menos espaciados y más telúricos, y cuyo inicio a fines de 1967 y principios de 1968 se identifica a plenitud con la decisión de las autoridades económicas de EEUU de abandonar el patrón oro como respaldo oficial del dólar norteamericano,   y producto de desconocer las regulaciones básicas de las finanzas internacionales heredadas  del orden económico mundial establecido en la Conferencia de “Bretton Woods” al finalizar la segunda Guerra Mundial, parte importante de la razón de ser y por la cual se suponía había sido creado el Fondo Monetario Internacional.

A partir de ese momento, se producen una serie de ciclos y momentos muy específicos de crisis recurrentes con epicentros tanto en el centro como en la periferia del capitalismo, cuyo carácter perturbador varía en intensidad, en extensión y en duración; 1973 con la crisis de los precios del petróleo originada por los países exportadores de la OPEP; 1980-81 con la crisis de la deuda externa originada parcialmente por los regímenes corruptos del llamado “Tercer Mundo, en particular, México, Brasil y Argentina”; 1989 con la crisis norteamericana de las cajas de ahorro y crédito; 1995 con la crisis mexicana del llamado “Efecto Tequila; 1996 con la crisis brasileña conocida como “Efecto Samba”; 1997 con la crisis originada por los llamados “Tigres asiáticos”; el año 2001 con la crisis de Enron y las llamadas “punto.com”; y más recientemente, el año 2007 con el estallido de la denominada “burbuja hipotecaria”.

Todos estos momentos o “micro-ciclos de crisis” (o “resfríos” como suelen llamarle los economistas Light del ala neoliberal), tienen un hilo conductor, un común denominador.

Son producto de dos grandes factores causales; por una parte, del creciente divorcio entre el super-dinámico sector financiero y la economía real: un sector que cada vez más se mueve más exclusivamente en el universo de la “economía virtual”, apoyado en la vertiginosa revolución de la informática, en los logros macro-económicos globales alcanzados en los últimos años en términos de estabilidad monetaria, control de la inflación, el abaratamiento del crédito, la expansión casi ilimitada del crédito y del consumo etc., y en segundo término, producto del fraude y la especulación financiera, apoyado en la arbitrariedad y el abuso que propicia la desregulación e impunidad casi total en la que operan los mercados de valores y servicios financieros en general (J. Stiglitz: “Cruel Regocijo en los Alpes”; Prensa Mundial, 17 febrero, 2008).

Pero mientras las cosas han ido viento en popa en términos de ganancias adquiridas por extensos sectores vanguardistas del sector financiero estadounidense (por ejemplo, según The Economist -edición citada más abajo-, Goldman Sachs ha obtenido en períodos relativamente cortos ganancias por alrededor de 1.1 trillones y Merrill Lynch una cantidad similar, en ambas agencias, producto de sus operaciones bursátiles en el mercado de riesgos), en cambio, la situación de la economía real en EEUU, desde su sector agrícola hasta el industrial y el comercial, ha sido de franco deterioro desde fines de los años sesenta y, concretamente, desde 1973 en adelante.

De hecho, hasta diciembre del 2007 EEUU tenía el primer lugar a nivel mundial en el listado de economías con déficits, alcanzando la astronómica suma de -791,510 miles de millones de Dólares (Pocket World in Figures, The Economist, 2008 Edition, U.K. England. P. 36), aunque Stiglitz difiere en las cifras y menciona una cantidad cercana a los 9 billones (“El advenimiento de la Estanflación”: J. Stiglitz; Prensa Mundial; 20 enero,2008).

Y esta situación no es nueva.  Se conoce que desde 1973 hasta hoy en día el crecimiento del PIB de la economía estadounidense ha presentado tasas de crecimiento acentuadamente débiles y, de hecho, inferiores a las del período cifrado entre 1950 y 1967 con algunas breves excepciones como la de los años 1991-92 (Brecher J, & T. Costello; “Global Village or Global Pillage”, Boston, South Press, 1994).

Por una serie de razones que harían desbordar los límites propios de este artículo (pero que de alguna manera vale la pena citar brevemente por su involucramiento directo en el desgaste generalizado que ha provocado sobre la economía norteamericana en las últimas tres décadas), no menciono más que de pasada el rol crucial del armamentismo y el militarismo norteamericano en la creación de défict presupuestario, inclúyase aquí, entre otras, la desastrosa aventura norteamericana en Viet-Nam en los 60s y 70s, la posterior carrera armamentista de la llamada “Guerra de las Galaxias” en contra de la ex-Unión Soviética en los 80s, la reciente aventura en Afganistán en el 2001, y la más desastrosa (y tan costosa como la de Viet Nam), la actual aventura de Irak.  Todo esto ha tenido un evidente efecto acumulativo sobre la economía de EEUU.

Para retornar al punto central  de este escrito y en vista de lo que está sucediendo ahora, ningún experto o analista económico que se precie de serio se atrevería a diagnosticar el punto preciso de avance en el cual se encuentra ahora el sistema-mundo capitalista en la “franja transicional” arriba citada.

Sin embargo, el terremoto financiero ocurrido el lunes 16 de marzo finalmente despeja las pocas dudas de algunos escépticos, particularmente respecto de la naturaleza misma de la actual crisis, que ya no es meramente coyuntural sino sistémica, estructural.

Ya no se trata de simples “resfriados” y sobre esto es que pretendo ahondar a continuación.

Lunes 16 de  marzo: una lectura política de los hechos económicos.

Hay un alegato económico en la explicación que proporciona The Economist en el artículo citado líneas abajo, respecto a las causas y los actores principales de la actual crisis financiera en EEUU, pero dicho alegato es incompleto y por sobre todo evade parcialmente la lectura política que hay detrás de estos acontecimientos telúricos para la historia del capitalismo en su actual fase ultra-imperial.

Por ello, en lo personal deseo realizar aquí esa lectura política de tales acontecimientos, pero antes les expongo los detalles puramente económicos de la presente crisis según la versión oficial de la revista en mención.

Como ya es de conocimiento público, el recién pasado lunes 16 de marzo se produjo la quiebra de “Bear Stearns”, el quinto banco de inversiones más grande e importante de Wall Street.  El “Economist”, en su edición del 19 de marzo resaltó el acontecimiento como el “cercano colapso sistémico de Wall Street…” (“The Financial System: What Went Wrong”: The Economist; March 19th 2008).

Dicho artículo pone en el tapete el actuar mafioso del sector de servicios financieros, en particular, cuestiona a la banca privada, a las agencias intermediarias y a la banca estatal (la Reserva Federal de EEUU), y cita varias causales que se encontrarían detrás de este “cercano colapso sistémico” de la bolsa de valores más importante del sistema-mundo capitalista, y que precisamente la revista citada ha denominado  como “la primera crisis de “financiarización” (o “securitization”), manifestada como se sabe, a través  del abuso, el uso descontrolado y fraudulento de una serie de instrumentos y mecanismos de control de riesgos y de garantía de deuda bancaria e interbancaria.

De acuerdo con El Economist, varios factores y condiciones de orden estructural y coyuntural habrían posibilitado tales “desviaciones” de la conducta económica del sector de los bancos de inversión en EEUU.

Lo que comenzó con el estallido de una crisis exclusivamente hipotecaria en julio del 2007 (con el estallido de la burbuja de las llamadas “hipotecas sub-prime” o de alto riesgo), se ha extendido incontrolablemente en los últimos meses hasta tornarse en una crisis crediticia, luego en  bursátil y ahora en crisis financiera.

El sector financiero habría utilizando ciertas condiciones favorables obtenidas de sus ventajas particulares arrancadas de la atmósfera macro-económica lograda en la economía norteamericana en los últimos 20 años (crédito barato, baja inflación, re-estructuración corporativa, política salarial competitiva basada en la política de los bonos para los altos ejecutivos, una imparable revolución tecnológica que le habría conferido gran poder computacional y autonómico al servicio de sus operaciones las 24 horas del día en cualquier rincón del mundo, y por sobre todo, la puesta en marcha de un impresionante patrón de crecimiento económico sin comparación o competencia alguna en ningún otro sector o sub-sector de la economía.

Para respaldar con cifras lo arriba expuesto, léase esto por favor con los ojos bien abiertos las siguientes cifras, extraídas siempre del artículo citado; en los últimos 27 años (es decir, desde 1980 hasta el 2007), las ganancias globales del sector de servicios financieros en EEUU pasaron de representar el 10 % del total de las ganancias de las corporaciones norteamericanas en 1980, hasta llegar a representar el 40 % de las mismas en el año recién pasado (2007).

En síntesis, ¿Qué fue lo que en realidad pasó?  ¿Cuáles son los pecados que según el Economist cometieron estos 3 demonios; la banca, las agencias financieras intermediarias y la banca estatal?

La explicación resulta algo intrincada y tiende a alargarse por los vericuetos propios de la historia concreta y los tecnicismos económicos que suelen usarse, pero en forma bastante esquemática podría ser resumida de la siguiente manera:

La industria del sector de servicios financieros ha jugado a burlar la ley de gravedad, al confabularse la banca, agencias intermediarias y la banca estatal con fines de escalar exponencialmente sus ingresos y ganancias mediante el uso y abuso de diversos mecanismos de garantía de deuda, y por sobre todo, a través de la financiarización (o “securitizatión”) y el comercio hipotecario.

Sobre la llamada “financiarización” (un término clave para entender como los mafiosos del sector han hecho de la economía un verdadero casino), esta no es más que “la combinación de dos factores; abundancia de operaciones especulativas y el riesgo que comportan”, tal y como lo describe de manera magistralmente sencilla el economista Juan torres López (“Pasó lo que tenia que pasar”: Altereconomia.org)

En el caso del comercio hipotecario (la negociación de vivienda), hay que recordar que todo el problema del estallido de la burbuja formada en ese específico sector durante años, fue la especulación con créditos hipotecarios que por tener serias deficiencias en su garantías reglamentarias (precisamente por ello se les llamo “sub-prime), eran de alto riesgo y por ello mismo, atrajo como miel a las abejas  la intervención de una serie de múltiples agencias intermediarias, agencias calificadoras y bancos, que solicitaron toda clase de instrumentos crediticios por tales transacciones, siguiendo la tendencia del sector a utilizar instrumentos de garantía especialmente establecidos de forma  ad hoc para los casos de mayores riesgos y por ende, de mayores ganancias.

Como se dijo antes, fácil acceso a dinero barato y una baja tasa inflacionaria en los precios al consumidor (aderezado con altas cuotas de discrecionalidad y falta absoluta de transparencia), facilitaron estas incontrolables y fraudulentas operaciones financieras, crediticias e hipotecarias.

La cadena y el círculo perverso se rompió por el lado más delgado de la cuerda como siempre suele suceder en el mundo real.

Cuando se descubrió que millones de créditos hipotecarios no satisfacían los requerimientos mínimos de garantía de pago (como se sabe, más de dos millones de familias norteamericanas beneficiadas con estas famosas hipotecas sub-prime no llegaban a alcanzar el promedio anual nacional de ingresos, tal y como lo informó en su momento la agencia “DemocracyNow”), y a la vez, el pánico y la desconfianza afectó y cundió en la larga cadena formada por los sistemas de préstamos interbancarios, a tal punto que la banca central estadounidense y las bancas centrales europeas salieron al rescate, erogando en cuestión de 4 días centenares de miles de millones de dólares…, toda una triste historia digna de aparecer en algún capítulo del libro “El Capitalismo del Desastre” de Naomi Klein.

Hasta aquí hago un redondeo de lo explicado por El Economist y por otras agencias y medios de análisis especializados al respecto de esta crisis.

Ahora, yo deseo resaltar algunos aspectos políticos de todo esto, con el ánimo de propiciar el debate sobre estas cuestiones de vital importancia para todos nosotros, que como pueblo, como ciudadanos y como contribuyentes (directos o contables), viviendo en el centro o en la periferia capitalista, terminamos pagando los “platos rotos” de una fiesta a la que no hemos sido invitados.

En primer lugar señalar el efecto político más pernicioso y perverso de toda esta historia de crisis económicas; el hecho político de privatizar las ganancias y socializar las deudas.

La hipocresía del discurso neoliberal ya no tiene ningún asidero ni credibilidad en el mundo entero.  No sólo por lo ocurrido en el mes de julio del año 2007 con las enormes sumas de dinero público (estatal) otorgadas de emergencia a la banca privada.

No es la primera vez que esto ocurre. Ya lo vimos antes en el caso del “efecto téquila” en México, en la crisis brasileña y durante la crisis asiática.  El sector económico presentado y alardeado como el más efectivo, moderno y eficiente del sistema siendo rescatado con los tan maldecidos fondos estatales.

Pero esta vez la magnitud, intensidad y extensión del terremoto financiero es superior a lo antes visto.  En julio del 2007 vimos prácticamente a todo el aparato interestatal del núcleo central del sistema-mundo capitalista (banca federal de EEUU y de Europa Occidental) en un  accionar simultáneo de rescate de emergencia sin parangón ninguno en la historia de este sistema histórico surgido en el transcurso del siglo XV.

El fracaso del capitalismo como principal sistema económico internacional ha quedado totalmente sellado con estas actuaciones que cortaron de un tajo la famosa “mano invisible” del mercado.    Aquí no ha quedado nada invisible, como no sea la efectividad y vigencia de un sistema que lejos de funcionar se encuentra ahora en un estado de franca desaceleración y estancamiento.

El caso arriba analizado de la quiebra de Bear Stearns es emblemático, por cuanto muestra con bastante claridad los alcances sistémicos de la actual crisis.  En julio del 2006 las acciones de este banco se cotizaban a 170 dólares.  Para el lunes 16 de marzo, cuando el JP Morgan ofreció hacer la compra de esta agencia sus acciones se cotizaban a 2 dólares.

Tal y como informa Ugarteche (“La Crisis Estadounidense Empeora”: Agencia ALAI; 19 Marzo, 2008), por primera vez desde 1930 el Banco de la Reserva Federal interviene con un rescate bancario por la suma de 30,000 millones de dólares para cubrir los déficits de Stearns frente a sus inversionistas, en su mayoría fondos de pensiones.

Stearns fue comprada por JP Morgan en 270 millones de dólares, que no es ni la mitad de lo que vale tan sólo su edificio principal ubicado sobre Madison Avenue.

Ugarteche igualmente analiza otro terremoto financiero ocurrido durante la fatídica y emblemática semana entre el 10 y el 16 de marzo, en la que también se produjo la quiebra de otro importante banco de inversiones, el Carlyle Capital Corp, una filial de Carlyle Group, entidad en la cual la familia Bush tiene una participación importante, con intereses en empresas relacionadas al sector militar, de telecomunicaciones y transporte de petróleo.

De acuerdo con el análisis de Ugarteche, economista presidente de la agencia ALAI y miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, todas estas importantes quiebras bancarias han suscitado la reacción e intervención estatal a través de  enormes inyecciones de dinero pero sin lograr revertir las tendencias negativas de la bolsa de valores.

En este sentido, el citado analista sostiene que tan sólo 24 horas después que la Banca de Reserva Federal realizara una inyección financiera de 200,000 millones de dólares el martes 11 de marzo (la más alta jamás realizada en la historia), “el dinero parecía haberse incinerado”, pues no logró revertir la tendencia a la baja de la bolsa de valores, de lo cual él deduce que incluso la intervención estatal está empezando a dar las primeras muestras de ineficacia frente a esta cadena de quiebras bancarias.

En otras palabras, la intensidad y extensión de la crisis es de tal magnitud, que esta vez ni siquiera la irracional política de socialización de las pérdidas está dando muestras de resultados como en el pasado, lo cual confirma nuestras principales apreciaciones sobre el carácter estructural de la actual sacudida que enfrenta el sector más dinámico y representativo del sistema-mundo capitalista.    Es importante además, señalar que detrás de estas decisiones de intervención estatal de rescate financiero de urgencia (independientemente de su eficacia real), muestran la verdadera voluntad política clasista de las cúpulas gobernantes, y reflejan un sentido totalmente contrario a la ausencia de interés por detener los recortes presupuestarios a los rubros de la salud y la educación, dos áreas de gran importancia social en contra de las cuales el actual gobierno norteamericano se ha ensañado particularmente en los últimos años.

Finalmente, un reclamo político adicional puede ser extraído en forma de eje de lucha, basados en la necesidad de revertir esa perversa política de socialización de las pérdidas, y para ello, nada mejor que reflejar aquí de manera textual la posición de Eric Toussaint y D. Millet:

“El salvamento de las instituciones financieras privadas se lleva a cabo gracias a la intervención masiva de los poderes públicos. La privatización de los beneficios, la socialización de las pérdidas son una vez más la solución del problema.

Pero se impone una pregunta: ¿Por qué los bancos, que ahora no vacilan en anular unas deudas dudosas de decenas de miles de millones de dólares, siempre se han negado a anular las deudas de los países en desarrollo? Están demostrando que esto es perfectamente posible y absolutamente necesario” (E. Toussaint y D. Millet: “El triple pecado de la gran banca privada”: Agencia ALAI, 18 Marzo, 2008).

Sábado 1 de marzo: una lectura económica de los hechos políticos.

Sucumbíos y el nuevo reparto del mundo

A miles de kilómetros del principal epicentro de los terremotos financieros que hemos venido analizando, se produce otro hecho de particular importancia: la masacre de Sucumbíos, en la zona fronteriza entre Colombia y Ecuador, con la cauda de muertos, heridos y el breve pero intenso terremoto político subsiguiente.

En los posteriores días a los hechos de Sucumbíos se ha producido una enorme cantidad de artículos y análisis, la mayoría de ellos muy buenos y otros se han concentrado en la recapitulación sobre lo sucedido a fin de resaltar los factores causales.

Personalmente me parece de particular importancia resaltar algunos elementos de carácter económico que se prefiguran detrás de estos cruciales hechos políticos.

Como sabemos, la guerra es la continuación de la política por otros medios, pero también es la continuación de la puja económica llevada al teatro de operaciones militares.

Desde esa perspectiva, lo primero que me llama la atención de los hechos de Sucumbíos es el contexto previo en el que se producen.  Al igual que Cuba, país que tuvo su denominado “período especial” cuando entró en crisis económica con el derrumbe de la URSS y el campo socialista, igualmente ahora EEUU (haciendo las consabidas diferencias por supuesto), atraviesa también por un lapso equivalente.

Y todos sabemos que cuando en casa llega la crisis del dinero, lo primero que se hace es revisar el presupuesto, se eliminan los gastos superfluos y se subrayan las prioridades.

Y en este sentido, ¿Cuál ha sido la actitud de EEUU, el principal actor detrás de Sucumbíos, al experimentar la profundización de su crisis?

Pocas semanas antes a la masacre de la frontera fue aprobado por el Congreso norteamericano el presupuesto de defensa para el año fiscal del 2008, el cual parcialmente ronda por encima de 1 billón de dólares (en el año 2004 fue de 500 mil millones, equivalente al 20 % del presupuesto federal norteamericano y a un 5 % del PIB de ese año, según la revista soberania.info), que junto a los gastos militares para Afganistán e Irak, rondarían los 2 billones de dólares para este año, constituyendo el presupuesto de defensa más alto en la historia de la administración norteamericana.

Otro hecho económico y jurídico importante y aparentemente inconexo se dio unas semanas más atrás a la aprobación de semejante presupuesto de guerra, y sucedió el 24 de enero del 2008, cuando la Exxon-Mobil pidió la congelación de 12 millones de dólares pertenecientes a la empresa venezolana de petróleo PDVSA ante un tribunal británico (la que a propósito fue denegada judicialmente el martes 18 de marzo de este mismo año).

Otra pieza del rompecabezas económico-militar es el anuncio del ministro de la defensa del gobierno colombiano, quien desde Tel Aviv, la capital de Israel, anunció apenas un par de semanas antes de la masacre de Sucumbíos, la adquisición de un lote de aviones de guerra Kafir, que puede desplegar misiones y operaciones militares de rastreo y de aniquilamiento exactamente como la realizada por Colombia en la fatal zona fronteriza, compra que tiene necesaria e ineludiblemente que contar con el aval económico y político de Washington.

Estos son apenas algunos elementos de decisiones económicas muy importantes que se entrelazan y forman parte de un escenario mayor, el cual comenzó a ejecutarse a partir del 11-S y cuyo diseño teórico se cree que se realizó en el año 1989.

Al respecto de lo primero (el llamado 11-S), este acontecimiento ha servido de excelente pretexto para realizar un giro importante en la economía norteamericana a partir del 2001, año en el cual se comienzan a sentir remezones más fuertes y a provocar mayor inestabilidad económica y financiera.

En ese año el país atraviesa por la llamada crisis de Enron y las punto.com, fecha desde la cual, según los análisis de El Economist (ver artículo citado al inicio), el crecimiento del Producto Interno Bruto de la economía norteamericana no se  ha vuelto ha recuperar desde entonces, mostrando signos de debilidad solamente comparables a ciclos anteriores a 1950 (The Economit, Edición citada).

Es en ese contexto económico en el que se produce el 11-S y el subsiguiente giro importante en la economía norteamericana. Al respecto, Rachel Stohl, analista del Centro para la Información de Defensa (CDI por sus siglas en inglés), señala que desde el año 2001 el CDI observa un inusitado y desorbitado aumento de la ayuda militar a un importante grupo de 25 países (situados mayormente en Asia central, en el Sudeste y en Africa), cuyo principal denominador común es su aparente adscripción a la llamada “guerra global contra el terrorismo” encabezada por Washington.

Según el analista citado, el CDI documentó que las ventas a este conjunto de países ascendió un 400 % respecto de los cinco años anteriores al 11 de septiembre… (“Ventas de armas estadounidenses: el presidente Bush arma globalmente a sus colegas tiranos”: Globalresearch.ca/ Altereconomia.org/Humanidadenred.org).

Estos datos son bastante reveladores, en el sentido de aportar evidencia en relación a la percepción de algunos analistas sobre la hipotética reactivación de la industria militar industrial de EUU, particularmente, frente a la persistencia de la crisis económica norteamericana, algo que hasta hace poco era negado por no pocos observadores económicos y políticos.

En otras palabras, la decisión de reactivar el sector de la industria militar norteamericana como forma de paliar las graves y persistentes crisis económicas sería algo dado que ya marcha en la práctica desde hace cierto tiempo (algo que no sería totalmente nuevo), y al parecer, se diferenciaría de experiencias similares en el pasado, por el elemento novedoso de promover ahora una industria militar de última generación, con el uso intensivo en tecnología de punta bajo el esquema del concepto adoptado por Washington en 1989 de “guerra asimétrica”, dejando atrás la tradicional concepto de “guerra convencional”.

En este sentido los hechos de Sucumbíos son una muestra del nuevo accionar bajo el concepto de “guerra asimétrica”.  Son operaciones militares muy precisas en el tiempo y el espacio que no dependen de la participación de grandes números de personal, se realizan con pocos elementos humanos y descansan grandemente en medios ofensivos de alta tecnología, basado todo ello, en el aprovechamiento de las vulnerabilidades o puntos débiles más importantes del enemigo.

En el caso particular de la masacre de la frontera colombo-ecuatoriana del primero de marzo del 2008, hay ciertamente muchas evidencias acerca de que se trata en realidad de la apertura de una nueva fase en la estrategia norteamericana hacia el sub-continente (el inicio de una nueva versión de “guerra de baja intensidad” al estilo de Reagan contra Nicaragua en los ochenta), cuyo objetivo inmediato (pero sólo inmediato) sería la desarticulación de las FARC, y en el mediano plazo (pero solamente en el mediano), tender un cerco político y militar sobre Venezuela, con miras a provocar el colapso del proyecto bolivariano.

Al respecto, Alberto Garrido, analista argentino y asesor del ejército venezolano, asegura que para los EEUU Venezuela es el principal obstáculo que le impide desarrollar su proyecto del ALCA, que como sabemos, tiene una clara visión de control hegemónico económico total sobre nuestro hemisferio.

De acuerdo con Garrido, el proyecto económico pro-imperialista del ALCA se va a intentar imponer por vías militares, y en este caso, mediante la aplicación de una nueva visión de poder global diseñada por militares de la marina norteamericana en el documento presentado en 1989 intitulado “Visión Conjunta 2020”, el cual recibió la respectiva aprobación del Pentágono el mismo año (¿Por qué se arma Venezuela?: Agencia Noticiosa ABN).

En un plazo más largo (pero vistas las urgencias del imperio probablemente ya no sea tan largo), el objetivo central de la renovada política militarista de EEUU es nada más y nada menos que el control estratégico de los principales recursos energéticos y naturales de la región andina (Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia y Ecuador), y fundamentalmente, de los inmensos recursos de Brasil y Argentina.

Algunas voces conscientes del peligro cercano que acecha a los sectores y gobiernos progresistas de América Latina, han advertido de la inminencia de un ataque militar de gran intensidad, pequeña escala y poca duración, sobre Venezuela (al estilo de las nuevas guerras no-convencionales).

Hechos económicos tan importantes como los recientes descubrimientos de enormes reservas petroleras en la franja del Orinoco en Venezuela y en diversas zonas de Brasil (ambas consideradas las reservas de hidrocarburos más grandes del planeta), hacen temer el aceleramiento de estos planes militaristas.

En un nivel más amplio y global, a todas luces se observa que se está conformando un nuevo eje fascistoide mundial, esta vez configurado por un conjunto más amplio de capitales-naciones, y encabezadas ahora por Washington, para intentar empujar un nuevo proyecto autoritario de escala planetaria y que yo provisionalmente he denominado “globafascistización”.

Al igual que el tristemente célebre eje Berlín-Roma y Tokio que se formó en los años 30  y  que estuvo encabezado por Hitler, este nuevo eje tendría igualmente objetivos de dominación política y económica por vías estrictamente militares y con plazos bien definidos.

El fascismo es un fenómeno político moderno, pero ante todo, es un fenómeno estrictamente económico-militar, y en lo personal considero que las condiciones para  el intento de su reconfiguración están dadas plenamente, lo cual no significa tener ninguna garantía de éxito.

Ya en el mes de junio del año 2007 durante el desarrollo de una actividad cultural, el Premio Nobel de Literatura José Saramago, lanzaba una angustiosa voz de advertencia;

“Estamos llegando al final de una civilización y se presentan tiempos de oscuridad: el fascismo puede regresar”, advertía textualmente.

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