Por Armando Tezucún

El jueves 10 de noviembre, hacia el mediodía, la Policía Municipal se presentó en la sexta avenida del Centro Histórico de la capital para desalojar a los vendedores que acostumbran colocarse en las esquinas a ofrecer sus productos. El alcalde Álvaro Arzú ha fortalecido este cuerpo represor que tiene a su servicio, que incluye un cuerpo antimotines equipado de forma similar a los antimotines de la Policía Nacional Civil. Estos grupos represivos son conocidos por la forma prepotente y abusiva con que han procedido a desalojar las pequeñas ventas callejeras ubicadas en lugares donde el alcalde arbitrariamente ha decidido que no deben estar, robándose la mercadería.

Al acercarse la temporada navideña, el prepotente alcalde Arzú decidió que era el momento de sacar a los vendedores. Esta es la época en que la municipalidad emboba a la población capitalina usurpando la Plaza Central y el Parque Centenario para instalar una pista de patinaje sobre hielo y otros juegos, acompañado un área con negocios de las grandes cadenas, que sí están autorizados, recurso que le vale el voto de los ciudadanos más atrasados políticamente. Al empezar los preparativos de este Festival Navideño Paseo de la Sexta, los cuerpos represivos municipales se aprestaron a sacar a los vendedores.

Pero ni Arzú ni los policías se esperaban la respuesta de los micro-comerciantes, quienes se defendieron con palos y piedras, y dieron rienda suelta a su indignación destruyendo semáforos, cámaras de vigilancia, vallas de plástico, esculturas, paradas del Transmetro, mupis, kioscos y materiales navideños. Un vocero de la Municipalidad estimó en dos millones de quetzales los daños causados. Además, hubo heridos y tres personas detenidas.

En 2010 la Municipalidad llegó a un acuerdo con los vendedores que durante casi 30 años habían colocado sus ventas a lo largo de la sexta avenida, y les construyó un modesto centro comercial llamado El Amate, sobre la 18 calle, al cual se trasladaron. A raíz de ese acuerdo esta céntrica avenida fue convertida en calle peatonal, cuyo reglamento prohíbe explícitamente la colocación de ventas callejeras. Esta movida ha sido un jugoso negocio para Arzú y sus socios, que se han beneficiado con la compra-venta de los antiguos inmuebles, muchos de ellos restaurados, y la instalación de comercios.

Pero el flujo de vendedores no se detuvo. Las ventas informales no son más que el síntoma de una economía decadente neoliberal (uno de cuyos principales impulsores fue el mismo Arzú durante su periodo presidencial), que no genera empleos para la población, ni siquiera suficientes empleos precarios, y empuja a la potencial mano de obra a realizar actividades de sobrevivencia para poder subsistir. Por eso, cuando la Municipalidad quita vendedores de un lugar, rápidamente son sustituidos por otros, con igual necesidad de vender cualquier cosa.

La prensa burguesa y la Municipalidad se han llenado de improperios y epítetos contra los vendedores que defendieron su medio de subsistencia, y los medios electrónicos y redes sociales de las capas medias acomodadas se han hecho eco de ello. Pero lo que está en juego es el interés mezquino de Arzú y sus socios por agenciarse ganancias y votos en la temporada navideña, contra la necesidad de subsistencia del sector más empobrecido de los comerciantes, que no son más que mano de obra desempleada que trata de sobrevivir dignamente. Sus métodos de lucha son propios de sus características sociales, no pueden ponerse en huelga ni tomar centros de trabajo como los obreros, entonces sus protestas con violentas y caóticas.

El gobierno, a través del Ministerio de Gobernación, ofreció el diálogo a los vendedores. Éstos hasta la fecha han realizado al menos tres marchas pacíficas reclamando su derecho a trabajar y recalcando: “Somos vendedores, no delincuentes” y “Arzú, fascista, no somos terroristas”. Es de resaltar que estudiantes de la Universidad de San Carlos han acompañado solidariamente a los compañeros en varias ocasiones. En una entrevista publicada por el medio digital Nomada el 14 de noviembre, representantes de los vendedores afirmaron que no fueron ellos los que causaron los destrozos: “Un grupo de vendedores ajenos a La Sexta e influenciados por las autoridades generaron caos, y se les sumaron pandilleros, pegamenteros y delincuentes y ellos causaron destrozos. Realmente nos querían responsabilizar a los vendedores informales y lo lograron”.

A pesar de la oferta del gobierno, la municipalidad declaró que no habrá diálogo, posición intransigente característica del prepotente Arzú. Mientras, el 25 de noviembre fue inaugurado el circo navideño, que enajena las mentes del ciudadano incauto con la falsa ilusión de una navidad nórdica con nieve y hielo.

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