El rector Murphy Paiz entra cabizbajo por uno de los portones de la USAC

Por Joseph Manuel Alejandro Herrera

Hoy escribiré de otra forma, pues el tiempo merece cada vez más creatividad ante la adversidad del diario vivir.

La madrugada del martes 30 de julio el país despertaba entre el cansancio propio que principia en el shock continuado de noticias diarias, de sangre por un lado y de escándalos de corrupción cada jornada más inimaginables. Pero este día cambio algo en la psique de la sociedad guatemalteca, acostumbrada últimamente a soportar todo lo que venga en la cada vez más hostil realidad, ayudados de la bronca y el hastío de existir en un país que continuamente se vuelve más espinoso para vivir –siendo más adecuado: sobrevivir–, a pesar de que la querencia a él sea tan grande, el cansancio es norma moral de la sociedad actual, resignada y que “parecía” vencida.

Pero esta norma no está compenetrada a todos los niveles del amplio crisol que es la sociedad guatemalteca. El sector estudiantil que hoy sostiene la primera toma del campus central en una década es ejemplo tangible de ello, no siendo ni la mayoría, pues es infantil pensar que los cambios inician por arte de magia, sin pasar primero un proceso que va infartando el orden social desde esas minorías que inician el chispazo que alteran el rumbo que se creía inmutable en nuestras historias.

La algarabía no ha sido menos que impresionante, pues la iniciativa de unos pocos bochincheros se ha vuelto la esperanza de muchos, que hoy ven que hay gente que se atreve, y que esta gente no es otra, que los estudiantes, la fibra más sentida de cualquier sociedad –sea la centroamericana o sea la de Suecia–. Se ha roto incluso el discurso de odio que tiende desde siempre a criminalizar al que ose alzarse contra la apatía, contra el miedo y el terror a que nada cambie y todo siga igual. A que aceptemos la realidad como se nos es dada, a que bajemos la cabeza y digamos con vehemencia: “Guatemala no va cambiar”, esperando que lo creamos con todas las moléculas del cuerpo, para que así, al final nada cambie.

Lo que no terminan de entender el Rector y su círculo de asesores, beneficiarios directos del desmantelamiento continuado de la única universidad pública del país, la más grande de Centroamérica, es que ellos son solo los que sufrirán la furia generada por sus padres políticos –como el ex rector Estuardo Gálvez– que sufrieron la última toma estudiantil, que duró dos meses en el 2010.

Lo que no terminan de entender Murphy y su camarilla de cuatreros, es cómo su plan de desmantelar la premisa que le da vida a la USAC, la de “Id y Enseñad a Todos” se ha vuelto contra su agenda y sus neoliberales tiempos perfectos. ¿cómo chingados un puñado de soñadores, soñadoras han logrado agrupar el descontento estudiantil? que se manifiesta en la realidad y por lo tanto es real y válido; los estudiantes que hoy apoyan la toma con sus presencia y cuando no pueden con su infinita solidaridad, dando agua, comida, medicamentos, mantas, ropas, linternas y hasta sudor, sacrificio y cansancio, solo se satisfacen con la certeza de tener de nuestro lado la justa razón de la lucha en defensa de los derechos, no solo individuales de los que hoy luchan, sino de los que están por venir y que deben encontrar a nuestra partida una universidad más abierta, más pública, al servicio de todos y no como caja registradora de unos pocos.

Hoy ya no es 2010, por los ríos de la memoria ha corrido ya mucha agua; hoy el apoyo ha engrosado no solo las filas de los que muchas veces contradicen el discurso sectario de: “aquí hay intereses ocultos” que promueven los que realmente tienen los intereses ocultos en la administración de la USAC. Los estudiantes que han entregado tiempo, trabajando por el día y haciendo turnos de vigilancia por la noche para volver a salir por la mañana de su casa, de su universidad hacia el trabajo; esos estudiantes son los que requiere el futuro, que se construye hoy, estudiantes entregados al sacrificio sin límites y sin otro interés que el devolverle al pueblo la universidad que el pueblo les ha dado.

Y estas líneas no son líneas para los altos intelectuales que verán pasar la historia –otra vez– frente a sus ojos, sino líneas para los compañeros, las compañeras que hoy gastan sus sueños de ver a la universidad volver a ser el hálito de aire fresco que requiere toda nuestra sociedad, y que gastan esos sueños como combustible para volverlos tangibles en la realidad, para que mañana volvás a creer que la San Carlos estará ahí para tenderle voz y fuerza, a su pueblo que tanto lo necesita.

Y desde luego que es un llamado a cada uno de los estudiantes, docentes, investigadores, trabajadores y pueblo en general que ha saludado la toma, a unirse irreductiblemente a la esperanza de nosotros los estudiantes que seguimos soñando con un país mejor, y que sabemos que para lograr ese país mejor, la recuperación de la USAC al servicio del pueblo es una tarea necesaria e impostergable.

¡Mientras siga un solo estudiante en pie, nada estará perdido!

¡Mientras siga un estudiante alzado contra la injusticia, la lucha continua!

¡La toma cierra la USAC, pero abre el camino!

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