Por Ignacio Barahona Pineda y Horacio Villegas

Hace poco más de 8 meses, la líder indígena Berta Cáceres, coordinadora del COPINH, fue asesinada por su lucha de resistencia de los pueblos por la vida, la tierra y el agua. La brecha entre justicia y ley no había sido más evidente desde el 2009. Recordamos a Aline Flores, presidenta del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) en 2013, denunciando visceralmente la dignidad del pueblo lenca como una amenaza al “desarrollo”, ello también nos recuerda el canto de Neruda a Cuauhtémoc: la “mano dura como siglos de piedra” apretando la garganta ancestral. Hoy descansan furibundos sus asesinos: protegidos todos entre artimañas jurídicas anuncian sigilosos su evangelio y su cruz, destruyendo lentamente un pueblo ya desangrado.

Un silencio lacerante que fue roto con la lucha estudiantil

Las voces disonantes son pocas y los silencios, hasta excesivos. La Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) permaneció callada. Procuró sepultar su compromiso, y se arremetió una vez más hacia sí misma. Sin embargo, había una luz, quizás no la luz que se aspira desde el aula y el olvido. Parecía hacerse más evidente la lucha estudiantil acompañando la lucha de los pueblos. Y llegó el momento propio de la rebeldía. Dos meses de toma asumían un reclamo generacional desde 2010. Con barricadas, asambleas y propuestas, el Movimiento Estudiantil Universitario (MEU) se posicionó como un ejemplo de resistencia en el país, y fue fiel a su discurso con los pueblos, luchando por una Educación desde, por y para el pueblo.

La introducción es necesaria para contextualizar una condición particular de la lucha estudiantil en los últimos años; siendo vanguardia en la defensa de las luchas sociales y populares, desde el fraude electoral en 2013, abanderando las reivindicaciones de la comunidad LGBT, hasta la denuncia y acompañamiento de la indignación civil en 2015. Y todo esto parecía haber concretado una visión más coherente en el MEU. Que desde las Asociaciones de Carrera y movimientos independientes, construyeron una lucha que logró la legitimidad estudiantil y la conquista de ciertas victorias parciales en la firma del acuerdo del 28 julio.

Hoy poco se sabe del MEU.

Dialécticamente no parece ninguna sorpresa. Pero no era una cuestión ligera deliberar un proyecto de democratización de la UNAH sentando un precedente de lucha por más de dos meses, y sepultando una generación como tragedia indefinidamente. ¿Qué habrá pasado con las dirigencias del movimiento claudicando el esfuerzo de muchos y muchas por ser parte activa y directa en la toma de decisiones, que decidieron perder un período pero no una universidad? Que reafirmaron su compromiso de organizar los espacios legítimos de participación y representación para hacer valer la voz y los derechos estudiantiles.

Hoy son muchas las consecuencias de una política inocente y negociante. El MEU decide sentarse a negociar por una exigencia de los frentes estudiantiles, ignorando los supuestos consensos ya logrados entre asociaciones y movimientos. Y quizás lo más lamentable es la fe de algunos “dirigentes” en esos espacios, en vez de reafirmar lo que permitió una articulación nacional de estudiantes en contra de la imposición y exclusión, desde el Valle de Sula, hasta el Litoral Pacífico, y desde el Valle del Aguán hasta el occidente del país.

¿Ingenuidad o maldad?

Hoy el MEU está a la espera de un consenso armonioso con los frentes históricos, a pesar de que éste pulverizó y quitó reconocimiento aquéllos en la lucha. Esta espera sugiere nivelar la relevancia de estas viejas organizaciones con la del MEU, lo que significa un atraso en la orientación combativa que venía dando el movimiento. Es necesario no perder la orientación, si bien el periodo de letargo en el que se encuentra hoy el MEU provoca desgano y resignación, por otro lado también deja afianzadas varias experiencias: no perder la cercanía con los núcleos organizativos que articulan al MEU como las asambleas de carreras; poner en cuestión el papel de los frentes históricos, que si no figuran como detractores de las luchas, retrasan el camino a las victorias centrales que se haya propuesto el movimiento.

También no dejar de lado el horizonte nacional, si el MEU está pasando por una clara desorientación actualmente, quizá comparta la sensación de derrota de otros sectores como los maestros luego del golpe de Estado del 2009, esto tal vez sea una expresa invitación a unificar luchas con éstos y otro sector fuertemente oprimido como las comunidades indígenas y negras del país, organizados en COPINH y OFRANEH, y hoy más que nunca al aproximarse la intentona reeleccionista de Juan Orlando Hernández es necesaria esta articulación, por lo tanto hay que entender la lucha por la educación pública del MEU como una arista que se integra a los demás reclamos del movimiento social del país: dígase el derecho a la tierra, la lucha contra la corrupción, el resguardo de las conquistas laborales, el derecho a los servicios públicos en toda su integridad, etcétera.

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