Por Horacio Villegas

Ahora la censura se nos presenta –ante las últimas sesiones del congreso en donde se votó el destino de la ley «bozal»– revestida con títulos e incisos harto engañosos; basándose en las usuales molestias, que recurrentemente caracterizan a las redes sociales: un sinfín de comentarios con bravura e indignación de aquellas personas que se atragantan de cólera por el corrupto proceder del gobierno. No puede escribirse normalmente una ley que busque con afán las generalidades en excepciones: los perfiles falsos y el malestar excesivo en las redes apenas ocupa una excepción en el internet.

Estos legisladores mediocres, que apoyan esta tentativa contra la libertad de opinión, desean a toca costa ahogarse de comentarios favorables para su deleznable partido. Nadie puede suplantar el odio por cariño a la fuerza. La corrupción –cómo es de suponerse en este país– sólo se acabará combatiéndola desde el escenario que sea más provechoso.

Facebook ha compensado, para bien, los trámites engorrosos y falsos que acarrean los órganos de «¿justicia?», y ha vuelto más evidente e inmediata –y con suerte, eficaz– la denuncia. Nada de secretividad hay en esto; y por lo tanto desde allí se encara y enjuicia sin formalismo previo alguno. He aquí, las verdaderas molestias que provocan en estos cobardes diputados el uso concienzudo y activo de las redes sociales. Lo que realmente les incomoda es estar expuestos ante el pueblo, quedar descubiertos; para así, sin ninguna sombra que los vigile, seguir libres, cometiendo robos y saqueos al tesoro público.

La malnacida «Ley nacional de ciberseguridad y medidas de protección ante los actos de odio y discriminación en internet y redes sociales», surge en el contexto de más de treinta asesinatos, violaciones a los Derechos Humanos, en el apogeo de la depravación nacionalista que ha coronado a su tirano, y en suma, alrededor de una sociedad golpeada por el terror militarista y la perversidad política del partido nacional y los Estados Unidos de Norteamérica.

Entonces, ¿hacia dónde nos quiere llevar este gobierno corrupto-ilegítimo- cobarde-asesino? Está claro que el rumbo al que nos dirigen es el fracaso, sino la muerte.

«…porque se puede matar al hombre de múltiples maneras, según si se rompe su cuerpo o su sentido de la vida humana, o su estima de sí mismo y su dignidad de ser hombre: por tortura, privación de libertad, discriminación racial, política, religiosa, extinción de la personalidad, subyugación del pensamiento e impedimento de su expresión.» (Paul Ricoeur, «violencia y discurso», 1982, p. 298).

En donde se aminoran las libertades democráticas, y se mancillan derechos tan elevados y primarios como la vida, florecen cadáveres humanos que esperan redención; y hoy más de treinta vidas arrebatadas por este gobierno, claman JUSTICIA a gritos. La censura –en cualquier forma que se nos presente– no llegará a fulminar nuestras libertades más preciadas, pues no hay frontera todavía existente, que nos limite a gritarles ¡CORRUPTOS! A los corruptos, y ¡LADRONES! A los ladrones –aunque el mensaje esté escrito y decorado sobre la herrumbre de las sencillas piedras.

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