Por Leonardo Ixim

El 27 de junio de 1954 salía del país el presidente Jacobo Árbenz Guzmán tras coronarse el golpe de Estado del ejército y la invasión mercenaria patrocinada por Estados Unidos, dando pie a la contra revolución que se encargará de desmontar la revolución democrática que había iniciado en 1944 con el derrocamiento del dictador Jorge Ubico y el continuador de este, Federico Ponce Vaides.

La revolución democrática

La revolución de 1944 buscaba sacar a Guatemala de la postración neo-colonial de las dictaduras liberales oligárquicas, siendo la última la de Ubico, que gobernó por trece años desde 1931 a 1944, cuando renunció debido a la movilización revolucionaria y las fracturas en la clase dominante ante el desgaste del ubiquismo, imponiendo a un Ponce Vaides como continuador; pero un golpe militar dirigido por varios oficiales progresistas, entre ellos Árbenz, lo derrocó un 20 de octubre de 1944.

El objetivo de la revolución (fueron tres gobiernos, el de la Junta Revolucionaria de Gobierno, el de Juan José Arévalo y el Árbenz Guzmán, estos dos electos masivamente por la población) fue modernizar las relaciones sociales buscando eliminar el gran latifundio agro-exportador, el cual era la forma de inserción de Guatemala al capitalismo mundial. El latifundio estaba estructurado bajo el mantenimiento del trabajo servil de la población campesina e indígena en las fincas de café, el casi principal rubro de exportación de Guatemala. Esta es una herencia colonial que los gobiernos liberales de finales del siglo XIX fortalecieron, sobre la expropiación de las tierras comunales indígenas que tanto el Estado colonial como los gobiernos conservadores mantuvieron. Por tal razón una de las primeras medidas fue eliminar el trabajo semi-servil y posteriormente la reforma agraria.

Pero también busca eliminar la dependencia económica del imperialismo estadunidense. A partir de la primera década del siglo XX la dictadura de Estrada Cabrera había concesionado grandes territorios a varias empresas bananeras monopólicas gringas como la United Fruit Company (UFCO). Pero ademas el capital extranjero gringo tenía el control de la generación y distribución eléctrica, del transporte a partir del control del ferrocarril y de los principales puertos sobre todo en el Atlántico. Por tal razón, una de las principales medidas fue la construcción de una carretera hacia el litoral atlántico y un puerto, el de Santo Tomás de Castilla en ese océano.

Los gobiernos de la revolución además otorgaron y reconocieron una serie de derechos políticos, civiles, sociales y laborales a la clase trabajadora. Tanto en el hecho inicial de la movilización popular contra la dictadura ubiquista como durante todo el periodo revolucionario, fue la incipiente clase obrera, las capas asalariadas medias, la juventud universitaria y militar y la pequeña y algunos sectores burgueses medianos quienes fueron los sujetos que llevaron a cabo la revolución inicialmente. La población campesina e indígena por su secular atraso y su dependencia hacia el poder del finquero no participó de la revolución al principio.

De tal forma que los gobiernos de la revolución edificaron una serie de instituciones sociales para garantizar los derechos sociales y laborales de la población como el Instituto Guatemalteco del Seguro Social, el Código de Trabajo, la creación de sindicatos y la creación primero de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala que abanderó desde un primer momento la reforma agraria y después la Confederación Nacional Campesina, así como organizaciones de jóvenes y mujeres.

La movilización revolucionaria también despertó a grandes sectores de la población a la vida política, formándose una serie de diversos partidos políticos -un gran contingente de juventud, sobre todo- que rompieron con las élites políticas que habían servido en la administración pública vinculados con la oligarquía terrateniente latifundista y que sostuvieron las dictaduras liberales.

Los partidos de la Revolución

De tal forma que se formaron varios partidos que fueron -no sin contradicciones- el sostén de los gobiernos revolucionarios, tales como el Frente Popular Libertador, el Partido de Renovación Nacional, el Partido de Acción Revolucionaria y al final del período, el Partido Socialista, edición de este último y el Partido Revolucionario Guatemalteco que pretendió unificar a estos sin éxito. Del seno del Partido de Acción Revolucionaria de clara orientación popular y democrática, un sector también se escindió y formo el comunista Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) en 1951, no sin impedimentos del mismo Arévalo; pese a sostener un planteamiento democrático, éste fue anti-comunista y puso obstáculos para la creación de este partido, que por demás buscaba mantener la tradición del Partido Comunista de Centroamérica fundado en 1920 y paralelamente del Partido Comunista de Guatemala, que fueron desbaratado por la dictadura ubiquista.

El PGT estuvo en sus inicios influenciado por el estalinismo que controlaba los partidos comunistas mundiales desde Moscú. Aplicando el credo de la revolución por etapas, el desarrollo de una primera etapa en lo que se refiere a los países neo-coloniales, de carácter agrario,  antiimperialista y democrático; que implicaba el desarrollo de un capitalismo nacional como pretendía la revolución guatemalteca para pasar después a una etapa socialista. El peso del estalinismo marcó a este partido años posteriores, sin embargo, es hasta finales de la década de los sesenta en el enfrentamiento contra la dictaduras cívico-militares que ponen en tela de juicio ese credo estalinista, algo que otros partidos comunistas nunca hicieron.

La Revolución se radicaliza

La etapa de mayor radicalización de la revolución se dio cuando asumió el gobierno Árbenz Guzmán en 1951 y anunció la implementación de una reforma agraria como parte de su plan de industrialización y la creación de un mercado interno, a partir de la distribución de tierra no cultivada y excedentaria tanto de los finqueros nacionales como en propiedad de los monopolios exportadores de banano de capital gringo. Si bien tal reforma -en algunos casos se contemplaba indemnizar a los dueños- no fue totalmente radical, la reacción oligárquica e imperialista fue furibunda, acrecentando y los planes de derrocamiento del gobierno revolucionario, que estuvieron al orden del día.

La reforma agraria permitió también además de repartir tierra, la creación de todo un andamiaje social a partir de los Comités Agrarios, que fueron los impulsores de la expropiación de tierras dándose casos de acciones hechas por los mismos campesinos sin el consentimiento del Estado, los partidos revolucionarios y de las mismas centrales campesinas y obreras. De 1952 a 1953 la distribución de tierras avanzó rápidamente sobre todo en regiones de la costa sur, el oriente y la región de las Verapaces. Un caso especial fue el tratamiento con las comunidades indígenas asentadas, sobre todo, en el occidente del país, respetándose y aumentado las tierras comunales que mantenían; aunque las reivindicaciones étnicas -en un país de mayoría indígena- fueron en ese momento poco desarrolladas o tratadas por los actores revolucionarios.

El derrocamiento de Árbenz

De igual forma, los planes para derrocar a los gobiernos revolucionarios fueron una constante. Durante el gobierno de Arévalo hubo varios intentos, como la intentona golpista a partir de la muerte Javier Arana, quien había participado en la Junta Revolucionaria de Gobierno, siendo el ala derecha de los militares anti-ubiquistas; en un confuso combate con los oficiales leales a Arévalo cuando Arana iba a ser detenido por confabular contra el gobierno, fue muerto.

Así, la Central de Inteligencia Americana con el apoyo de los gerentes de la UFCO que estaban en el gobierno de Dwight E. Eisenhower en medio de la guerra fría con la URSS, considerando a Guatemala como una cabeza de playa de Moscú y de la paranoia anti-comunista, organizaron la operación PBSucess para descabezar el gobierno revolucionario.

Ningún método les había funcionado, ni la movilización de sectores sociales imbuidos por la reacción, influenciados sobre todo por el papel proselitista de la jerarquía católica que, manipulando imágenes y el púlpito, llamaban al derrocamiento del gobierno de Árbenz. Tampoco les habían funcionado las asonadas militares, ni el apoyo a candidatos conservadores en las elecciones que ganó Árbenz. Por tanto, organizaron el derrocamiento.

De tal manera que a partir de la PBSucces lograron primero armar un ejército de reaccionarios en Honduras denominado paradójicamente Movimiento de Liberación Nacional (MLN), así como un trabajo de zapa al interior del ejército logrando la traición de altos jefes militares y además una serie de acciones ideológicas y psicológicas para generar miedo en la población.

El movimiento revolucionario, dividido en una serie de partidos copados por oportunistas por un lado y la creencia del PGT, que influía a Árbenz por medio de su esposa, que fue militante de esta organización, de tener confianza en la institucionalidad del Estado y la del mismo Árbenz en la fidelidad del ejército; pese a que la militancia de los partidos revolucionarios y los miembros de todo el andamiaje social revolucionario exigían que se armara y se pasara a fortalecer los Consejos de Defensa de la Soberanía Nacional (que pudieron haber jugado un rol como embriones de doble poder revolucionario y hacerle frente a la intervención extranjera), no pudieron al final derrotar la invasión. 

Pese que hubo enfrentamientos contra la invasión de parte de civiles y militares revolucionarios, la traición del alto mando militar y la falta de voluntad de luchar de Árbenz dieron pie a que el comandante en jefe del Estado Mayor Carlos Díaz, con el apoyo de los altos jefes militares le dieran un ultimátum a Árbenz; obligándolo a renunciar y sacarlo del país. Días después, un destacamento de cadetes el 2 de agosto se enfrentó contra las tropas mercenarias del MLN y los derrotó, pero los jefes militares los convencieron a deponer las armas.

El Colofón de la revolución

Mucho se ha discutido sobre el carácter de la revolución, si fue una revolución democrático-burguesa o una revolución nacional popular, lo cierto es que en un inicio hubo heterogeneidad de las fuerzas que la impulsaron y su naturaleza anti-dictatorial. El conflicto entre estas fuerzas en la medida de la acción imperialista, la pequeña burguesía y la burguesía mediana se fue decantando por el lado de la contra revolución, influidos por la hegemonía ideológica de la oligarquía; y por el otro, los sectores populares, obreros, campesinos, capas medias asalariadas, etc., no pudieron – a raíz de las orientaciones fatídicas del estalinismo- imponer su hegemonía, siendo derrotada la revolución.

A raíz de eso el poder político estuvo en manos de los políticos de derecha y del ejército desde 1963 hasta 1985 generando la reacción popular por medio de insurrecciones y el intento de enfrentarse a estos gobiernos por medio de la vía armada. Hasta que el mismo ejército, bajo orientaciones del imperialismo mundial y con la complicidad de la URSS a punto de implosionar, fue artificie del remozamiento del Estado bajo su forma democrática actual, obligando a la izquierda a pacificarse; siendo esto un hecho que ha marcado la impronta de la consolidación del poder burgués en Guatemala

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