Por Sebastián Chavarría Domínguez

A finales de julio, en la prestigiosa revista Forbes apareció un artículo firmado por Pierre-Marc René, titulado: “Nicaragua: el milagro de una economía en crecimiento”. El artículo agitó las pasiones en Nicaragua.

Los medios de comunicación controlados por el gobierno repitieron en coro que eso era una prueba más de que la política económica de establecer consensos con los empresarios, impulsada por el presidente Daniel Ortega, es acertada. Los dirigentes de la oposición burguesa, y en particular el diario La Prensa, minimizaron el hecho y tiraron piedras contra la revista Forbes.

Forbes se aproxima a una parte de la realidad

El análisis del periodista Pierre-Marc René no está alejado de la realidad. En los últimos años la economía de Nicaragua ha experimentado una recuperación en relación al caos económico heredado de la guerra civil (1982-1990). Este proceso fue muy doloroso, porque para lograr la actual estabilidad macroeconómica, las masas trabajadoras debieron soportar inclementes planes de ajustes, que golpeaban a los asalariados y a la clase media.

Esta macroeconomía estable no es gratuita, la disciplina fiscal tampoco es un regalo, continúa representado una alta cuota de sacrificio para las masas obreras y populares. El segundo gobierno de Daniel Ortega, iniciado en el año 2007, lejos de romper con el modelo neoliberal impulsado en el periodo 1990-2006, confirmó el rumbo neoliberal pero con una pequeña variante: la implementación de planes de asistencia social a los sectores más pobres, financiados con los dólares del acuerdo de PETROCARIBE.

Citando al economista RongQian, del Banco de Nicaragua, la revista Forbes confirma que “la pobreza del país cayó desde 50% a principios de 2000 a 42.5% en 2009. La reducción fue mayormente en el área rural. A su vez, la desigualdad, medida por el coeficiente de Gini, también cayó de 50 a 39.1% en 2009” (www.forbes.com.mx).

Las condiciones han sido casi perfectas para el crecimiento de la economía capitalista: la clase trabajadora continúa desorganizada, dispersa, todavía no se recupera de la derrota histórica que significó el desplome de la revolución de 1979. Lo anterior implica mano de obra joven, abundante y barata. El salario mínimo más bajo de Centroamérica está en Nicaragua.

Explotando el clima de seguridad

El gobierno sandinista aplica una política de seguridad y de combate implacable a las bandas criminales del narcotráfico, convirtiendo a Nicaragua en un lugar atractivo y seguro para las inversiones extranjeras. No es casual que muchas empresas maquiladoras de Honduras, El Salvador y Guatemala trasladen sus operaciones a Nicaragua.

Pero no solo hay crecimiento de maquiladoras, sino también en la industria del turismo; ha aumentado la construcción de hoteles de todo tipo. El crecimiento de la industria de la construcción ha permitido la creación de fuentes de empleo, y cierta dinamización del mercado interno.

La seguridad es el atractivo más importante de la inversión turística, y ha tenido un efecto en el conjunto de la economía. El gobierno de Nicaragua se jacta de ser el país más seguro de Centroamérica. Mientras en Guatemala, Honduras y El Salvador, el llamado “triángulo del norte”, la zona más violenta del mundo, los empresarios gastan millones de dólares en seguridad privada, en Nicaragua se movilizan sin escoltas por los bares y restaurantes.

La real evolución del PIB

A partir del año 2007, cuando el FSLN recuperó el gobierno, el Producto Interno Bruto (PIB) mantuvo una tendencia leve hacia el alza. En el año 2006 fue de 4,2%, en el año 2007 fue de 5,0%, en el año 2008 volvió a descender hasta el 4.0%. En medio de la tempestad de la crisis mundial del capitalismo, en el año 2009 se desplomó al -2.2%, en el año 2010 subió al 3,6%, en el año 2011 subió al 5,4%, en el año 2012 descendió levemente al 5,2% y en el 2013 volvió a descender al 4,6%. Las proyecciones del año 2014 no parecen superar la cifra del año anterior.

El promedio de crecimiento bajo el segundo gobierno sandinista ha sido de 3,4%, un poco inferior al llamado periodo neoliberal (1994-2006), cuya tasa de crecimiento promedio del PIB fue de 4,1%. Indudablemente, si comparamos globalmente el periodo de 1994-2013, tenemos una leve sensación de mejoría económica, que en el último periodo ha sido mayor por un relativo crecimiento de la económica, a nivel de volúmenes de exportación y de alza en los ingresos en millones de dólares; tampoco puede subestimarse los intensivos programas de asistencia social aplicados por el gobierno sandinista

A pesar de esta sensación ilusoria, en el sentido que Nicaragua ha salido del fondo del barril donde se encontraba, los rezagos sociales siguen siendo enormes, sobre todo en el campo, donde se concentran la mayoría de pobres.

La continuidad eficiente del modelo neoliberal

El modelo económico actual no es una invención del presidente Daniel Ortega, sino que es una eficiente continuidad de la política neoliberal impulsada por los gobiernos anteriores.

Los empresarios han estado felices y contentos por la buena marcha de sus negocios. La burguesía sandinista se fortalece y comienza a controlar de manera hegemónica áreas vitales de la economía como hidrocarburos y energía eléctrica, intermediación y exportación de casi todos los productos agropecuarios, hasta de abastecimiento de los comerciantes locales.

No ha habido mayores contradicciones con la oligarquía financiera, que controla todo el sistema bancario y financiero. La luna de miel con los empresarios ha sido prolongada. Las contradicciones se arreglan amistosamente.

El COSEP parece un ministerio más del gobierno sandinista. Todo eso ha sido posible, hasta el momento, porque ha existido una combinación de factores económicos y políticos, a nivel nacional e internacional, que han permitido al menos que no se produzca un deterioro de la economía, como anunciaban los críticos de la oposición burguesa.

La misma débil estructura económica

El segundo gobierno sandinista, inaugurado en el año 2007, coincidió con algunos factores favorables. A pesar del estallido de la burbuja financiera en el año 2008, que causó una grave crisis del capitalismo, hubo tres factores extremadamente benéficos: el flujo de millones de dólares del convenio petrolero con Venezuela, el alza de los precios de los principales productos agrícolas, y el creciente flujo de remesas que los trabajadores nicaragüenses en el extranjero envían a sus familiares.

En el año 2013, las remesas hacia Nicaragua representaron la suma de 1.1 mil millones de dólares, un 9,7% del PIB y cerca del 40% del valor de las exportaciones. Estos datos dramáticos reflejan la precariedad del llamado “milagro” económico bajo el segundo gobierno sandinista.

Se ha producido una expansión de la industria maquilera que ahora ocupa unos 130,000 trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes. Es la clase obrera del siglo XXI, desorganizada, sin tradiciones sindicales, pero muy espontánea al momento de las pequeñas luchas.

El talón de Aquiles del llamado “milagro” económico del gobierno sandinista, señalado por la revista Forbes, es que la estructura económica de Nicaragua se ha mantenido invariable en los últimos 150 años: producción y exportación de café, carne, azúcar, oro, con el agregado de las maquilas y los servicios turísticos. Nicaragua no sale del hueco donde la metió el imperialismo norteamericano, asignándole el rol de proveedora de productos agrícolas.

El rápido agotamiento del “milagro”

El relativo crecimiento de la economía agroexportadora se debió, en parte, a que Venezuela compraba a precios favorables una buena parte de los productos agrícolas. Ese privilegio está llegado a su fin por la crisis del gobierno de Maduro, que busca desesperadamente cómo utilizar de manera más eficiente los recursos que tiene, comprando los mismos productos a los vecinos más cercanos, como Colombia.

La desaceleración de la economía ha sido aceptada por los principales funcionarios del gobierno, entre ellos el asesor económico, Bayardo Arce Castaño. Y esto influye directamente en las finanzas públicas.

En los últimos siete años la inversión extranjera directa (IED) ha crecido aceleradamente, al pasar de 282,3 millones de dólares en 2006 a 1.500 millones en 2013, lo que equivale a un crecimiento de 431.3%. Pero todas estas inversiones se realizaron bajo el régimen de exoneraciones fiscales, no se traducen en más impuestos. En abril de este año el fisco recaudó 3,864.2 millones de córdobas, un monto menor a los 4,054.9 millones de córdobas ingresados en el mismo mes de 2013.

El presupuesto del año 2014, siempre muy austero, será reformado próximamente porque el fisco nuevamente no logró recaudar el dinero suficiente para hacerlo sostenible, aun con las donaciones internacionales. Los sectores más perjudicados serán siempre los gastos sociales y la inversión pública.

Estamos en un proceso de transición hacia una mayor crisis. Está finalizando el periodo de estabilidad, de “amor y paz”, alimentado por el dinero de PETROCARIBE. Aunque el convenio con Venezuela no se romperá en el corto plazo, cada vez escasean más los recursos líquidos. El panorama económico se muestra incierto.

El espejismo del Gran Canal

Cuando las alertas comienzan a encenderse, por el oscuro túnel de la economía sin rumbo, el gobierno sandinista está haciendo una gran campaña en relación a la construcción del Gran Canal Interoceánico, cuya concesión por 100 años fue otorgada en tiempo record a una desconocida empresa capitalista de China.

Todo indica que el gobierno de China, el nuevo imperialismo emergente, está detrás del proyecto del Gran Canal, el cual no sabemos todavía si se construirá. Esta puede ser la tabla de salvación del gobierno sandinista. Si no logra ejecutar ese megaproyecto, Nicaragua dejará de ser la excepción de Centroamérica, la crisis económica y el déficit fiscal afectarán la estabilidad del régimen bonapartista, y la crisis del Estado será inevitable.

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