Por Aquiles Izaguirre

Hace más de un mes que se iniciaron las protestas en contra de las reformas al sistema de seguridad social, estas se desplazaron rápidamente en la lucha contra una represión como pocas vistas en la historia de Nicaragua, el gobierno, intentó sofocar la resistencia a punta de bala y asesinato, de a poco el régimen entendió que su actitud había desencadenado una lucha defensiva que impulso una insurrección urbana por los barrios orientales de Managua. Su solución fue aplastar y luego ver que salvaba, la capacidad sangrienta de la policía fue de proporciones dantescas, en pocas horas decenas de asesinatos, jóvenes desaparecidos y asesinados, sin contar con las torturas que se realizaron en el chipote y en la penitenciaría nacional. Las garantías constitucionales desaparecieron, fueron destruidas por la dictadura que utilizaba metodología fascista para sustentar su poder y privilegios.

La realidad que vivió Nicaragua fue cruda, nos jugamos entre el fascismo y la revolución popular, y hubo un impase, singularmente la valentía de los jóvenes impidió abrió una etapa compleja dentro del país. Sin embargo, el gobierno está claro que el país se le salió de las manos, y en su lucha por conservar sus privilegios no escatima esfuerzos ni hay honor, en pocos días establecieron grupos paramilitares con funciones especiales, entre ellas sofocar las protestas por el país, y en casos especiales asesinar selectivamente a los dirigentes campesinos, comunales y estudiantiles. De la noche a la mañana en Nicaragua, relativamente pacifica se ha visto envuelta en una ola de violencia selectiva que intenta sofocar los vestigios de rebelión popular.

En la ciudad de León, grupos paramilitares sofocaron un tranque y secuestraron a estudiantes que estaban protestando en el mismo, por si fuese poco, atacaron un hospital en Chinandega llamado AMOGSA, en donde atendían a los heridos que estos grupos paramilitares habían atacado. La más reciente víctima fue un estudiante universitario que apareció con claros signos de tortura en la cuesta del plomo, y que era conocido con el nombre de lucha King.

El gobierno y el Estado se hace de la vista gorda, mientras los grupos paramilitares asesinan selectivamente a las personas que consideran un peligro o que saben, su asesinato, amedrentará a los círculos de lucha. La policía está aplicando los métodos de sofocación utilizados en la década de los noventas en contra de los grupos rearmados. Recordemos que el ejército en esa época infiltraba las organizaciones y se encargaban de asesinar a los dirigentes y su segundo al mando, con la certeza que esto lograría desarticular las organizaciones. Hoy en día, pareciera que el gobierno utiliza estos métodos contra de las protestas civiles, en contra de ciertos dirigentes, al mejor estilo de los grupos fascistas en Honduras, Guatemala y El Salvador.

No nos podemos dejar amedrentar, debemos reforzar nuestras medidas de seguridad, y sobre todo estar claros que hoy más que nunca la única forma de juzgar a los genocidas del gobierno y la policía pasa por un Paro Nacional que comience la caída del Orteguismo.

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